El Teatro no es sólo el gran monumento de Manaos: también es parte de su leyenda. Para construirla importaron el mármol de Italia, las columnas de Inglaterra, y el telón, las lámparas de la araña y los espejos, de Francia.
Por Walter Goobar
Manaos, la capital del estado brasileño del Amazonas es una isla perdida en una mancha verde, tenebrosa y fascinante; la única ciudad de consideración en medio de millones de kilómetros cuadrados de selva y pantanos impenetrables. La historia de la Opera de Manaos es una metáfora de la ambición, la arrogancia y la manía de grandeza de los habitantes de una ciudad que creció y murió con el caucho.
Desde el cruce de la Rúa Municipal con la Avenida Eduardo Ribeiro se vé la cúpula cubierta con treinta y seis mil escamas en cerámica esmaltada de la Opera de Manus llamada Teatro Amazonas.
Considerado como un milagro urbano en medio de la selva, el teatro está rodeado por la cautivante leyenda que llevó al cineasta alemán Werner Herzog a recrear la historia de construcción en Fitzcarraldo (1982).
Un frontispicio semicircular con las representaciones de las musas Melpómene (tragedia) y Polimuia (poesía lírica), remata la fachada principal compuesta por tres cuerpos porticados. Basta trasponer las pesadas puertas para comprobar que se trata de un templo operístico, construido en 1896, que rivalizó en fama con Milán y venecia y está considerado una joya de la arquitectura romántica. Más que por su programación (con ser buena), por la extravagancia de hallarse en el corazón de la selva.
El Teatro no es sólo el gran monumento de Manaos: también es parte de su leyenda. Para construirla importaron el mármol de Italia, las columnas de Inglaterra, y el telón, las lámparas de la araña y los espejos, de Francia. Las maderas que no vinieron de Europa son amazónicas, pero sólo se colocaron despues de haber sido trabajadas por artesanos europeos. La construcción tardó 15 anos y el despilfarro costó diez millones de dólares de la época.
La famosa Patty, la cantante más cotizada del momento fué invitada para cantar en el Teatro Amazonas y se dice que los caucheros tapizaron el camino que iba del puerto al Teatro con monedas de oro para que no se manchase los zapatos con el barro.
"Mi padre me contó que aquí se turnaban tres compañías de ópera, y que actuaron las mejores orquestas y los mejores cantantes del mundo", recuerda uno de los conserjes del local. El gran Enrico Caruso no pudo asistir a la inauguración del teatro en 1896 porque una epidemia de fiebre amarilla asolaba la ciudad. Allí actuaron las mejores orquestas y los mejores cantantes del mundo. Los maestros que actuaban en la 'Casa de la Ópera' dirigían la orquesta con varitas revestidas de oro que después del espectáculo les quedaban como recuerdo.
María Callas, Margot Fontaine, José Carreras y Zubin Metha entre otros, han subido al escenario.
Cuando Luciano Pavarotti visitó el Teatro Amazonas, pidió permiso para probar la acústica y estuvo cantando dos horas para otros turistas, Aún hoy,los visitantes que llegan a Manaos, se precipitan hacia el promontorio donde se levanta este capricho de la arquitectura neoclásica. La sala para setecientos espectadores está repleta de historias como la de los dos holandeses, enamorados locamente de la misma cantante del cabaret, habían comprado, por una noche, todos los billetes de la 'Casa de la Ópera' para que la artista cantara sólo para ellos. Cuántas historias de amor y de pasiones flotan aún en el aire!
Manaos tuvo su hora de gloria, pero también inevitablemente tuvo su hora de decadencia cuando los ingleses consiguieron robar semillas de Hevea, lo que estaba prohibido por los brasileños para mantener su monopolio y las desarrollaron en Indonesia y Malasia. El golpe de gracia fué la invención del caucho sintético. En 1912 se produjo la bancarrota. Y la selva se devoró a este El Dorado de pies de barro. Desde entonces, el Teatro Amazonas es un testigo mudo de aquella tragedia