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Ruido de sables en Egipto

Con Egipto instalado en un callejón sin salida, en el que minuto a minuto crece el riesgo de un desenlace sangriento, las Fuerzas Armadas han roto este sábado su mutismo.

Walter Goobar
Con Egipto instalado en un callejón sin salida, en el que minuto a minuto crece el riesgo de un desenlace sangriento, las Fuerzas Armadas han roto este sábado su mutismo. En un comunicado leído en la televisión pública, el estamento militar advierte de las “desastrosas consecuencias” que sufrirá el país si la disputa que ha partido a Egipto en dos y que cumple hoy 16 días, no se resuelve a través del diálogo.
No es preciso ser descendiente de los constructores de las pirámides para comprender el carácter de la amenaza uniformada. “Sin diálogo tomaremos el camino oscuro que conduce al desastre. No podemos permitirlo”, agrega la nota castrense. La reacción pública del Ejército se produce pocas horas después de que el diario estatal Al Ahram informase de que el presidente Mohamed Morsi emitirá un decreto para que las Fuerzas Armadas participen junto a la Policía en el mantenimiento de la seguridad y la protección de las instituciones vitales del Estado.
La oposición continúa realizando protestas en torno al palacio oficial de Morsi, donde sus enfrentamientos con seguidores islamistas mataron a siete personas e hirieron a 350 a principios de esta semana. El Frente de Salvación Nacional, integrado por una amalgama de pequeños partidos de izquierda y liberales, rehusó participar en el diálogo convocado por Morsi. Su coordinador, el premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei, explicó que la oferta del presidente “carece de los elementos básicos para un verdadero diálogo” porque no acepta ninguna de las tres demandas de la oposición: Retirada de la declaración constitucional que sitúa su acción por encima de la ley; anulación del referéndum y formación de una nueva Asamblea Constituyente.
En el diario Al-Akbar, el periodista As’ad AbuKhalil reconstruye con precisión de orfebre, la secuencia que desencadenó está crisis institucional. La investigación lleva el elocuente título “¿Un golpe estadounidense en Egipto?”.
El gobierno de Estados Unidos –que durante décadas ayudó a construir y supervisar el estado de seguridad represiva de Egipto, que se convertiría en la piedra angular de sus políticas regionales en el Medio Oriente–, ha llegado a la conclusión de que él (e Israel) pueden hacer negocios con los Hermanos Musulmanes siempre y cuando no toquen ni interfieran en la política exterior de Sadat y Mubarak. El servicio de inteligencia egipcio lo ha construido Estados Unidos y opera como una extensión de la agencia de la CIA en Egipto.
El artículo de Al-Akbar señala que la Hermandad Musulmana ha permitido al servicio de inteligencia mantener el control sobre la política exterior de Egipto. Los nombramientos de altos cargos en el Ministerio de Asuntos Exteriores se han llevado a cabo por el aparato de la mujabarat [servicios secretos] y los ministros de Asuntos Exteriores del nuevo Egipto son graduados de la escuela diplomática de Sadat. El gobierno y el Congreso estadounidenses han dejado muy claro que el único criterio que le importa a Estados Unidos es que se preserve el tratado entre Egipto e Israel.
El artículo de Al-Akbar señala que –a instancias de Washington– los Hermanos Musulmanes] se sometieron a un rápido cambio de imagen. “Atrás quedaron los discursos sobre la Guerra Santa con su grotesca retórica antisemita y las habituales referencias islamistas a ‘los descendientes de los simios y los monos’; apareció una nueva insistencia en la necesidad de respetar los tratados y obligaciones internacionales.”
La Hermandad envió emisarios a Washington DC y mantuvo conversaciones con destacados miembros del establishment proisraelí en la capital estadounidense. El senador John McCain (un hombre a la derecha de Ariel Sharon) se convirtió en un repentino defensor de los Hermanos Musulmanes en Estados Unidos y fue regularmente a la Fox News para promover la idea de una “Hermandad musulmana moderada”. El FMI (un mero instrumento de la política exterior estadounidense) se unió al coro rápidamente y prometió un préstamo generoso a cambio de un buen comportamiento.
Pero la guerra de Gaza fue la oportunidad de oro para Morsi y la Hermandad para ganarse la confianza de Estados Unidos y de Israel con rapidez. La Hermandad –que históricamente predicó “la Guerra Santa contra los judíos”–, trabajó muy de cerca con el gobierno de Obama y hasta la guerrierista cadena Fox colmó de elogios al gobierno de Morsi y al nuevo comportamiento responsable de los Hermanos Musulmanes.
Fue sólo unos días después de la guerra de Gaza cuando Morsi presentó sus polémicos decretos. Y la reacción de Estados Unidos fue bastante similar a su reacción cuando alguno de sus clientes represivos de la región recurre a medidas represivas. Peor aún, el gobierno de Estados Unidos reaccionó de la misma manera que reaccionó cuando los manifestantes salieron a las calles por primera vez contra el régimen de Mubarak. Al igual que el gobierno de Obama condenó con celeridad la “violencia” de los manifestantes egipcios contra Mubarak (y no viceversa), el gobierno de Obama volvió a advertir a los manifestantes (y no al régimen) contra el recurso de la violencia.
The New York Times publicó una imagen en primera plana de un activista de la Hermandad Musulmana rescatando a un herido: los árabes ridiculizaron extensamente la imagen porque en el mismo día, la prensa árabe mostraba varias imágenes de matones de la Hermandad golpeando a manifestantes pacíficos en El Cairo.
El diario Al-Akbar señala que no hay pruebas hasta el momento de que Estados Unidos haya estado involucrado en el golpe de Morsi, pero hay una clara evidencia de que los dos gobiernos han estado trabajando en estrecha colaboración. Varios emisarios de Morsi fueron enviados a Washington DC y Morsi notificó al gobierno estadounidense su decisión antes de que el decreto fuese anunciado a la opinión pública egipcia. No es improbable que Estados Unidos haya actuado en connivencia con Morsi con el fin de reconstruir el estado de seguridad represiva que tan útil ha resultado a Israel durante décadas.
El Ejército egipcio respaldó a todos los presidentes anteriores y un consejo militar se hizo temporalmente con el poder tras la revuelta popular que derrocó a Hosni Mubarak el año pasado.
Sin embargo, Morsi dejó a los generales a un lado en agosto, dos meses después de ser elegido y los uniformados –beneficiarios de la generosa ayuda militar estadounidense–, no habían dado muestras –hasta ahora–, de querer intervenir en la última crisis de la nación árabe más populosa.
Miradas al Sur
09-12-2012

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