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La misión de Su Santidad

El carismático Papa argentino que fascina con su austeridad y sencillez puede jugar en America latina un papel similar al de su antecesor polaco, Juan Pablo II, que precipitó el derrumbe de la Unión Soviética y la penetración del neoliberalismo en casi todos los confines de la Tierra: Bergoglio llega para disputar consenso social y para obstruir el proceso de integración regional.

Walter Goobar
Los dos dias de fumatas negras de la Capilla Sixtina, los vaticinios de los vaticanistas, las predicciones de Nostradamus y San Malaquías que auguraban la llegada de un papa negro, y los 600 millones de euros en apuestas que jugaron todas sus fichas a una pugna entre el italiano Angelo Scola y el brasileño Odilo Scherer. Para unos y otros, Jorge Mario Bergoglio no figuraba ni a placé, pero su proclamación no fue obra de un milagro del Espíritu Santo, sino más bien del pragmatismo de los dos sectores en pugna que debieron contentarse con un Papa de compromiso: en la feroz guerra que se libraba en el Cónclave, Bergoglio era un outsider, no estaba vinculado a las logias que dominan el aparato del poder del Vaticano y por eso surgió como una contrafigura perfecta de Ratzinger, un antídoto al papa saliente.
Bergoglio instaló su papado con un par de gestos simples y un nombre que convirtió su designación como Sumo Pontífice en un programa de gobierno de la Iglesia: Francisco. Quiso expresar así humildad, sencillez, cero aparato. Todo demasiado nuevo para juzgar tan rápido. De esta manera, el papa argentino, cuyo nombramiento puso fin a trece siglos de dominación europea en los papados, cautivó con sus primeros gestos a los vaticanistas más escépticos e incluso a representantes de la Teología de la Liberación como los brasileños Leonardo Boff y Frei Betto que fueron perseguidos por los dos últimos Pontífices . "Nunca hubo un papa con ese nombre, San Francisco de Asís. Es muy significativo por tres cosas: es símbolo de acción por los pobres; de ecología, por el amor a la naturaleza, y tercero, fue un santo que soñó que la Iglesia estaba derrumbándose y él debía reconstruirla", dijo el escritor y fraile dominico Carlos Alberto Libanio Christo, más conocido como Frei Betto.
Sin embargo, Frei Betto admite que la elección de Bergoglio puede haber sido decidida en parte bajo la lógica de que la Iglesia Católica debe neutralizar el avance del "progresismo político" en América latina, donde la izquierda –y el secularismo– han ganado terreno en la década reciente. "Temo que el Papa pueda prestarse a eso, pero vamos a ver cómo se manifiesta", afirmó el teólogo que es autor del libro Fidel y la religión.
Lo cierto es que el papa Francisco, considerado un estratega y operador político, asumió el mando de los 1.200 millones de miembros de la Iglesia Católica en un momento de luchas e intrigas, con el Vaticano sacudido por escándalos de abusos sexuales, acusaciones de luchas internas en el gobierno central y delitos financieros.
"Va a ser muy interesante observar la lucha por el poder entre el Opus Dei, que lleva más de 25 años en la posición de privilegio durante el reinado de Juan Pablo II, y los jesuitas. En juego está la influencia y, obviamente, el dinero", afirma el periodista Daniel Estulin, especialista en develar los secretos de poderes trasnacionales, como el Grupo Bilderberg y el Vaticano. Para el analista ruso no es llamativo que Bergoglio sea jesuita porque –desde su formación– esa orden cuasi militar fue concebida como "el aparato de inteligencia de la Iglesia" y "ahora intenta crear un mundo sinárquico, basado en el debilitamiento general de los poderes soberanos de los Estados nacionales, que deberán ser sustituidos por agencias supranacionales de un mundo globalizado, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Unesco, el Instituto de la ONU para la Formación y la Investigación y el Consejo Mundial de Iglesias".
El politólogo Julio Gambina coincide con Frei Betto y con Daniel Estulin en que "el papa argentino, Francisco, viene a cumplir el proyecto del poder mundial para disputar el consenso de la sociedad, especialmente de los pueblos. No sólo se trata de sustentar posiciones contrarias al matrimonio igualitario, o contra el aborto, ampliamente difundidas por el obispo Bergoglio, sino de gestar una conciencia de disciplinamiento hacia el orden contemporáneo, reaccionario, de dominación transnacional".
América latina es hoy una avanzada del cambio político. La Iglesia –como institución–, quiere intervenir en este proceso, y no para empujar esos cambios, sino para frenarlos. "La disputa –dice Gambina–, es por las conciencias. Es una batalla de ideas, por el cambio, o por el retroceso. Les preocupa el efecto Chávez en la región. Les preocupa la sucesión política en Venezuela y la capacidad de extender el rumbo socialista. Tanto el Vaticano como Washington necesitan disputar el consenso".
Una prueba de que esta hipótesis es algo más que una especulación es el hecho de que los dos últimos destinos de Ratzinger fueron México y Cuba y los dos primeros de Bergoglio como Papa serán Brasil y Argentina.
Es evidente que el carismático y futbolero Papa Francisco viene a disputar consenso social y a obstruir el proceso de integración regional.
En el artículo titulado "La geopolítica del Vaticano", el colega Raúl Zibechi señala que el capital transnacional hizo su apuesta hace tiempo por la desestabilización de Argentina, objetivo compartido por la Casa Blanca. En este caso no se trata del petróleo, como sucede con Venezuela, sino de una lectura correcta por parte del poder estadounidense de los objetivos trazados por Brasil para la integración regional. El punto neurálgico es la alianza entre los dos principales países de la región, porque juntos tienen la capacidad de arrastrar al resto y de neutralizar las injerencias externas.
"El nuevo papa –señala Zibechi– está en condiciones de darle a la derecha argentina la legitimidad popular e institucional que nunca tuvo, en un momento decisivo para la región, cuando la última apuesta de Washington para recuperar protagonismo, la Alianza del Pacífico, naufraga sin rumbo. Su pontificado no incidirá sólo en su país natal; aspira a influir en toda la región."
Su perfil de populista conservador, su manera de relacionarse con los movimientos sociales, con los sindicalistas, es casi identico al de su antecesor Karol Wojtyla, el papa polaco que hizo exactamente lo mismo en los países del Este y cumplió un papel decisivo en el derrumbe de la Unión Soviética y en la expansión del neoliberalismo en casi todos los confines de la Tierra.
"Si no nos confesamos con Jesucristo, nos convertiremos en una ONG piadosa", dijo en su primera y breve homilía, vestido con paramentos dorados y mitra, y zapatos negros en vez de rojos, como son habituales en el atuendo papal. Con un lenguaje familiar y didáctico, Francisco cautiva a sus oyentes, pero a su austeridad y sencillez en todo lo concerniente a su vida personal y eclesiástica, se le opone una alta cuota de intolerancia y hasta de soberbia para enfrentar a quienes considera sus adversarios o enemigos. Esto tanto en el terreno eclesiástico como en el político.
"El que no le reza al Señor le reza al diablo. Cuando no proclamamos a Jesucristo, proclamamos el estilo mundano del diablo, el estilo mundano del demonio", afirmó esta misma semana.
Esas frases inquisitoriales recuerdan la contundencia con que el purpurado critica el matrimonio gay e incluso la inseminación artificial. En 2010, Bergoglio convocó a"una guerra de Dios" contra el matrimonio igualitario con el mismo énfasis que en décadas anteriores, refiriéndose a la orden a la que pertenece, se había permitido decir que había que "limpiar esa Compañía de jesuitas zurdos".
Sus metáforas bélicas no son azarosas: Bergoglio actúa como un estratega político que mide cada uno de sus movimientos.
Nunca actúa por impulso o por casualidad. Todo lo calcula y lo premedita. Seguramente trasladará también esa forma de actuar al Vaticano y a la Iglesia en general.
Bergoglio ha cultivado estrechas relaciones con los movimientos y sacerdotes villeros, con los veteranos de Malvinas, sindicalistas y cartoneros, ha salido en defensa de los movimientos campesinos y aborígenesy ha contenido a los familiares de las víctimas de Cromañón, Once y las Madres del Dolor, pero –durante y después de la dictadura y hasta el presente– ha mantenido una llamativa –cuasi culposa– distancia de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y las entidades de DDHH, y ha demonizado a los movimientos que luchan por la igualdad de gays y lesbianas. Si, tal como afirma en su autobiografía, durante la dictadura salvó muchas vidas, ¿por qué desde el retorno de la democracia adoptó una actitud tan esquiva y sospechosa frente a los organismos de DDHH y tan indulgente frente a los crímenes de la dictadura cometidos con la complicidad de la jerarquía de la Iglesia argentina? Es evidente que esa faceta siniestra de la vida de Bergoglio constituye algo más que un secreto de confesión.
Miradas al Sur
17-03-2012

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