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El clérigo que sedujo a los iraníes

Además de doctor en Derecho, Hassan Rohani es –ante todo– un audaz conservador no extremista, y aunque en su agenda ha incluido sólo una pequeña parte de las preocupaciones de la ciudadanía, su triunfo no deja de ser la manifestación del rechazo al fundamentalismo, corrupción, incompetencia, belicismo y populismo barato.

Walter Goobar
Contra todas las predicciones, Hasan Rohani se convirtió en el nuevo presidente electo de Irán con más de 18,6 millones de votos (un 50,7% del total), frente a los 6 millones del segundo candidato. Rohani no es un reformista, pero sí un conservador moderado habituado a trabajar con la idea de construir un consenso entre los miembros de la élite iraní. Por tanto, es una figura política muy distinta a Ahmadineyad y también a los conservadores radicales, que rodean al máximo líder del país, el gran ayatolá Alí Jamenei.
El establishment religioso no permitió que el ex presidente Hashemi Rafsanyani se presentara a las elecciones y al final tendrá que conformarse con una versión de lo mismo pero algo más joven. En ese sentido, es una derrota para Jamenei, pero una derrota con la que puede convivir sin problemas.
La politóloga iraní Nazanin Armanian –residente desde hace años en Barcelona–, señala que el líder espiritual Alí Jamenei ha tenido el reflejo suficiente para permitir el triunfo de Hassan Rohani cuando se dio cuenta de que su favorito Said Jalili no iba a tener ninguna posibilidad, y era demasiado embarazoso adjudicarle 20 millones de votos. Tuvo suerte que Rohani, su leal representante en el Consejo Nacional de Seguridad, otro desconocido, consiguiera el apoyo de los ex presidentes Rafsenyani y Mohammamd Jatami, líderes de las facciones neoconservadora y reformista, ambas expulsadas del poder: se le colgó la etiqueta "reformista", llevando a las urnas a una sociedad frustrada aunque tan viva que se niega a perder la esperanza de una transición pacífica para salir de la actual situación.
El alto índice de participación, un 72,7%, es suficiente para reforzar la legitimidad del régimen, que es lo que más interesa a Jamenei, y desmiente la posibilidad de que la clase media urbana hubiera dado la espalda a las urnas.
Jamenei tiene otros centros de poder para controlar al presidente. Para los asuntos de política interior, los conservadores radicales cuentan con el Parlamento. En los asuntos de defensa y política exterior, incluido el programa nuclear, no se hace nada sin el visto bueno de Jamenei.
Además de doctor en Derecho, Rohani es –ante todo– un audaz conservador no extremista, y aunque en su agenda ha incluido sólo una pequeña parte de las preocupaciones de la ciudadanía, su triunfo no deja de ser la manifestación del rechazo al fundamentalismo, corrupción, incompetencia, belicismo y populismo barato.
Promete restaurar los derechos de la ciudadanía, la igualdad de todos los iraníes ante la ley, refiriéndose a la discriminación de las mujeres, minorías étnicas y religiosas. Jura liberar a los presos políticos (se espera que los primeros sean los líderes del Movimiento Verde), reducir el peso de las molestas patrullas de la moralIdad, poner fin al clima de inseguridad y al clientelismo, crear un ministerio de la mujer, animar el crecimiento económico, acabar con el desempleo, contener la inflación del 40% actual y la pobreza en el segundo país más rico en gas y petróleo del planeta.
En un escenario de pésimas relaciones con Occidente, es interesante que el nuevo presidente iraní haya vivido en Europa y no guarde de esa experiencia una visión catastrófica. Rohani, clérigo y por tanto de formación religiosa, estudió dos veces en Glasgow, la segunda en los '90, para ampliar los estudios de su doctorado en Derecho. Habla inglés, francés, alemán, ruso y árabe.
Con 65 años, el presidente electo siempre ha estado en puestos clave del establishment, y desde la guerra con Irak, en posiciones de responsabilidad en asuntos de defensa y seguridad. Forma parte de la Asamblea de Expertos desde 1999 y del Consejo de Seguridad Nacional desde 1989, en los que los principales sectores del régimen dirimen sus diferencias. Consiguió esa posición durante la presidencia de Rafsanyani y la mantuvo con Jatamí. Por entonces, fue jefe del equipo negociador de asuntos nucleares hasta 2005. Dimitió cuando Ahmadineyad llegó al poder e impuso una línea de confrontación con Occidente.
La versión oficial del Irán de Ahmadineyad incluía la crítica a los gobernantes anteriores supuestamente por mantener una línea demasiado diplomática y acomodaticia con Europa y EE UU. De hecho, en una entrevista a finales de mayo en la televisión pública, el presentador repitió esa acusación con el argumento de que el programa nuclear se había ralentizado durante esos años. Rohani demostró carácter, llamó "analfabeto" al periodista y dijo que eso era mentira.
Apostar por una distensión con EE UU y poner fin al aislamiento internacional de Irán será su principal cometido. Durante 16 años como negociador con Occidente, suspendió el enriquecimiento de uranio entre 2003-2005, como gesto de buena voluntad. Sin embargo, George Bush desperdició ese convite, lo que generó una gran desconfianza en la élite político-militar sobre las verdaderas intenciones de EE UU. Esa jugada le valió a Rohani que lo tildaran de traidor por poner en peligro la seguridad del país. También le echan en cara la frase –atribuida a Tony Blair– de que la rendición de Irán era el fruto de la ocupación de Irak. Dos miembros de su equipo negociador del año 2007 aún están acusados de servir a los estadounidenses.
De hecho, estos círculos consideran que el pretexto del uso de las armas químicas por parte de Bashar al Assad e intervenir en Siria es un paso para atacar a Irán. Su ecuación es sencilla: Irak y Libia fueron invadidos por indefensos, mientras nadie se atreve a tocar a Corea del Norte.
Aunque Rohani promete cambiar la postura del actual negociador Jalili de "resistir ante los occidentales colonialistas", advierte de los límites de su poder: el asunto nuclear depende del "nezam" (Sistema, o sea del Ayatola Jamenei) y no del presidente.
Con Rohani, Obama respira más tranquilo: podrá seguir negociando, en un diálogo de sordos donde las partes no guardan equilibro entre lo que piden y lo que ofrecen.
Sólo Israel ha insistido en minimizar el resultado electoral. "No nos engañemos. Quien manda en Irán es el líder supremo, no el presidente, y es él quien determina la política nuclear", aseguró Benjamín Netanyahu durante la reunión semanal del Consejo de Ministros. Para el primer ministro israelí, como para los neoconservadores estadounidenses, la elección de Rohani va a dificultar su empeño en demonizar a Irán y su insistencia en que la opción militar es la única forma de tratar con la República Islámica. Los sectores belicistas en los tres países pueden empujar al Medio Oriente y al mundo hacia una catástrofe, a pesar de que el último informe de la inteligencia estadounidense, fechado en marzo del 2013, sostiene que Irán no tiene capacidad para producir armas nucleares.
La postura de Rohani de "reducir las hostilidades" con EE UU, entablar un diálogo directo y sin condiciones y alcanzar una situación de "respeto mutuo" no es muy diferente a la que mantuvo Jatamí, y es popular entre las clases medias.
Respecto al programa nuclear, Rohani ha dicho que se trata de un programa energético pacífico al que Teherán tiene derecho: "Las armas nucleares no juegan ningún papel en la doctrina de seguridad nacional de Irán." Pero es consciente de que el gobierno debe hacer lo posible para explicar su posición al resto del mundo de forma más efectiva y fortalecer el consenso interno sobre la cuestión. Si hace hincapié en lo segundo, es porque sectores del régimen no estaban de acuerdo con la actitud desafiante del gobierno de Ahmadineyad y de su principal negociador nuclear, Jalili, tercero en estas elecciones.
La razón de que los votantes reformistas se hayan inclinado en gran número en favor de Rohani es porque el futuro presidente se ha mostrado dispuesto a cerrar las heridas abiertas por las elecciones de 2009 y la represión posterior. Incluso ha dicho que se debería encontrar una fórmula para poner en libertad a Musavi y Karrubi, que están en arresto domiciliario desde hace tiempo. Para eso, tendrá que llegar a un acuerdo con Jamenei, pero será imposible sin saber antes cuál sería la respuesta de los candidatos derrotados en 2009 a una posible liberación. Por otro lado, es posible que ya lo sepa porque el grupo de Rafsanyani se ha mantenido en contacto con ellos desde entonces.
Sería prematuro afirmar que el Irán de Rohani será muy diferente al que conocemos. En la campaña ha dicho que el gobierno no debería interferir tanto en la vida de los ciudadanos. Los votantes reformistas han comprendido el mensaje. Es una forma en clave de pedir un mayor control de los sectores del régimen empeñados en imponer los valores religiosos tradicionales por la fuerza.
Obviamente, la posibilidad de realizar reformas sin las libertades políticas y sociales –de las que él no ha hablado–, es inviable.
El incipiente reformismo de Rohani está claramente demarcado por Jamenei y los Pasdarán, los Guardianes de la Revolución. El comandante Naghadi advirtió que si un presidente no cumple con la religión (o sea, con el sistema), a pesar de haber sido elegido por el pueblo, será destituido, y como advertencia detuvieron a varios responsables de la campaña de Rohani y hackearon su página web (rohani92.com) y otra veintena de diarios digitales, entre ellos el izquierdista pyknet.net.
Pero como reconoció el ideólogo reformista Abbas Abdi, los iraníes van a tener que esperar con paciencia el cambio porque la compleja estructura de poder ha sido prácticamente monopolizada por los ultraconservadores en la última década.
Tiempo Argentino
18-JUN-2013

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