Obama no necesitó enviar sus cazas para interceptar el avión presidencial de Evo Morales –donde los chapuceros servicios creían que se encontraba Snowden–, sino que le bastó dar una orden a sus vasallos europeos, víctimas del espionaje denunciado por Snowden, para que Francia, España, Italia y Portugal revocaran –en pleno vuelo–, los permisos de tránsito ya concedidos al avión y montaran un vergonzoso cerco aéreo que puso en peligro la vida del mandatario.
Walter Goobar
“No enviaré jets para hacer la guerra a un hacker de 29 años”, la premonitoria frase fue pronunciada hace menos de una semana por el presidente Barack Obama a propósito de la cacería desatada contra el ex agente de la CIA y la NSA, Edward Snowden, que reveló el espionaje planetario ejecutado por los Estados Unidos. Obama no necesitó enviar sus cazas para interceptar el avión presidencial de Evo Morales –donde los chapuceros servicios creían que se encontraba Snowden–, sino que le bastó dar una orden a sus vasallos europeos, víctimas del espionaje denunciado por Snowden, para que Francia, España, Italia y Portugal revocaran –en pleno vuelo–, los permisos de tránsito ya concedidos al avión y montaran un vergonzoso cerco aéreo que puso en peligro la vida del mandatario ya que la nave estuvo a punto de quedarse sin combustible.
Obligado a un aterrizaje de emergencia en la capital de Austria, donde Morales estuvo retenido 13 horas en calidad de rehén o de secuestrado, el jefe del Estado Plurinacional recién pudo continuar vuelo cuando –con la venia de Washington–, se le permitió hacer una escala en Canarias.
La estela del episodio con el avión de Morales dejó al desnudo que la Unión Europea es una potencia económica, pero un enano político y diplomático incapaz de adoptar una postura independiente frente a un Estados Unidos fisgón y paranoico por partes iguales.
Durante décadas –en la que los países latinoamericanos eran considerados republiquetas bananeras y el patio trasero de Washington– eran costumbre las historias de espionaje de la Guerra Fría. Luego se conocieron los montajes del espionaje norteamericano para justificar la invasión de Afganistán, la segunda guerra del Golfo y la invasión de Irak, así como el secuestro de presuntos simpatizantes de Al Qaeda en los cuatro puntos cardinales, que eran trasladados en aviones de la CIA que recalaban en los mismos países cómplices que esta semana le denegaron el libre tránsito al presidente Morales. Más tarde, en Libia y en Siria se pudo entrever la continuidad del intervencionismo neocolonialista a través de la tercerización de las guerras encomendadas a los europeos.
Todo esto parece una historia de nunca acabar, la increíble y triste historia del eterno imperio de la infinita colonialidad. En esta escalada, signada por golpes de Estado, bombardeos con aviones no tripulados y asesinatos selectivos, sólo faltaba esta flagrante vulneración del derecho internacional y de soberanía, impidiendo el normal regreso de un presidente a su país con la genuflexa subordinación de sus aliados europeos de la OTAN, que –por cierto–, resulta más práctico que despachar un caza estadounidense para capturar a un hacker de 29 años.
El antecedente más reciente a lo ocurrido a Evo Morales fue la gangsteril advertencia del gobierno de Obama al de Ecuador: la amenaza no deja dudas, si ese país accede a dar asilo a Edward Joseph Snowden deberá atenerse a las consecuencias.
En vez de otorgar un salvoconducto y asilo político a la persona que le permitió descubrir que Europa también es víctima de espionaje hostil, particularmente Francia, España, Italia y Portugal no vacilaron en sumarse a una falsa cacería que derivó en una grave crisis diplomática con el objetivo de entregar a Edward Snowden a Estados Unidos.
A pesar de que Snowden denunció que la Agencia nacional de Seguridad (NSA) espiaba a unos 30 países de la UE y a la reunión del G-20 en Londres, la todopoderosa NSA fue la que en la guerra de Malvinas decodificó las comunicaciones de los servicios de inteligencia argentinos y se los pasó a los británicos y seguramente hizo lo mismo en Libia y en Mali, las dos guerras en las que Francia actuó como punta de lanza.
España, por su parte, es la alegre anfitriona de cuatro bases estadounidenses: en Torrejón, Rota, Morón y Zaragoza donde, seguramente, almacenan el equipamiento que luego siembran para espiar a sus amigos y aliados del Viejo Continente.
Cónclave en Cochabamba. Este jueves, los jefes de Estado, ministros y representantes de la Unasur reunidos en Cochabamba expresaron su solidaridad y apoyo incondicional al presidente Evo Morales. “Que pidan perdón, alguna vez en la vida que pidan perdón por lo que han hecho”, sostuvo la presidenta Cristina Kirchner en su discurso.
2Nuestro pecado es ser indígenas y antiimperialistas”, afirmó Evo Morales, y reveló que evaluaba medidas como, por ejemplo, cerrar la embajada de Estados Unidos en su país. Junto a Cristina Kirchner se encontraban el presidente de Ecuador, Rafael Correa; el de Venezuela, Nicolás Maduro; el de Uruguay, José Mujica, y el de Surinam, Dési Boutarese. “Indigno presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, que pretendió revisar el avión presidencial de Bolivia, abusador”, sostuvo Nicolás Maduro. “El día que el presidente Rajoy venga a sobrevolar nuestro espacio aéreo, nosotros podríamos bajarlo y revisarle el avión para ver si trae droga o los euros que se roba del pueblo español”, añadió el venezolano, quien habló de este episodio como “el de una derecha enloquecida de odio y desesperación”.
Tres ausencias notorias fueron la de la brasileña Dilma Rousseff, su par peruano Ollanta Humala y el colombiano Juan Manuel Santos, quien –vía Twiter– se solidarizó con Morales desde Suiza, pero advirtió que el hecho no debía convertirse en una crisis diplomática entre América latina y Europa. Con matices, ninguno de los tres está dispuesto a desafiar a Estados Unidos por el tema Snowden. Brasil ni siquiera contestó el pedido de asilo cursado por el topo. Sólo Venezuela, Nicaragua y Bolivia contestaron que era posible, pero ninguno le concede el salvoconducto necesario. Por su parte, el premier ruso Vladimir Putin expresó su intención de que el espía saliera lo más pronto posible de Moscú para no importunar a los norteamericanos.
Para Washington, lo fundamental en el caso Snowden no son las revelaciones, sino la necesidad de enviar un mensaje a todo el mundo de que esto no se puede hacer sin consecuencias. El soldado Bradley Manning enfrenta una corte marcial que lo puede condenar a muerte. El caso Assange está en la misma categoría, al igual que el del general James Cartwright, uno de los más altos cargos del Pentágono acusado de haber proporcionado al New York Times la información sobre el gusano informático Stuxnet para sabotear las centrales nucleares iraníes. Ahora tienen a Assange en condiciones de preso virtual hace más de un año en una embajada, a Cartwright procesado y a Snowden convertido en un paria en la sala de espera del aeropuerto moscovita. Lo importante no es ni siquiera condenarlos o apresarlos, sino generar el pánico entre los analistas y especialistas que opinen que lo que hace el gobierno norteamericano es violatorio de las leyes y antiético, para desalentar a otros posibles filtradores.
Con la colaboración de sus socios europeos de la OTAN, Estados Unidos esta desarrollando una verdadera guerra global para imponer su hegemonía, donde las operaciones de acción psicológico-informativas juegan un papel preponderante. El cerco aéreo contra el avión de Evo es una muestra de ello.
El caso Snowden tiene todas las características de ser una muy bien montada operación de acción psicológica, donde lo esencial no esta a la vista de todos, sino oculto en la forma en que se desarrollan y se comunican los hechos. En este caso se están empleando dos procedimientos básicos de la guerra de Cuarta Generación: La presión psicológica y la manipulación.
Lo prioritario es estimular determinados patrones de conducta para justificar la persecución, opacando lo negativo en el caso, que al final de cuentas son las violaciones que el gobierno norteamericano comete diariamente no sólo contra sociedades de otros países, sino contra la suya propia.
De esta forma, los ciudadanos promedio reciben una avalancha de informaciones, rumores, mentiras, verdades y medias verdades, como si Snowden fuera el culpable de que su intimidad y seguridad fuera espiada diariamente por los ojos y oídos del aparato de espionaje de la NSA.
De paso se demonizarán algunos países que en un acto de soberanía dejen moverse libremente al perseguido espía-traidor, convirtiendo a Evo Morales en una especie de Bin Laden andino.
Miradas al Sur
07-JULIO-2013