Obama y la ilusión de un espionaje más transparente

Obama presentó una serie de medidas destinadas a calmar la indignación de los estadounidenses y del resto del mundo ante las revelaciones de los métodos de espionaje masivo empleados por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).

Walter Goobar
El libro de cabecera del mesiánico George W. Bush se titulaba Mi esfuerzo por el Supremo, y estaba escrito por Oswald Chambers, un predicador baptista de origen escocés que murió en noviembre de 1917 mientras predicaba entre los soldados australianos y neozelandeses enviados a Egipto para desalojar a los turcos y recuperar Jerusalén para el Imperio británico. A diferencia de Bush, el ambiguo Barack Obama no vive en un mundo de blancos y negros, de buenos y malos, y su filósofo de cabecera es Reinhold Niebuhr, quien escribió en contra de quienes renuncian a ensuciarse las manos en el poder "con tal de preservar la pureza de sus almas" y también contra quienes cierran los ojos ante "cualquier ambigüedad entre el bien y el mal", porque creen que "cualquier medida adoptada por una buena causa es forzosamente virtuosa".
La particular influencia de Niebuhr se hizo sentir este viernes durante la primera conferencia de prensa que brindó el presidente de EE UU en más de tres meses y la última antes de partir de vacaciones a la isla de Martha's Vineyard. Obama presentó una serie de medidas destinadas a calmar la indignación de los estadounidenses y del resto del mundo ante las revelaciones de los métodos de espionaje masivo empleados por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA). La sucesión de denuncias sobre el espionaje de Estados Unidos lo obligaron a reaccionar y a prometer una mayor transparencia y control a la vigilancia electrónica por parte del gobierno de EE UU.
La paradoja es que este debate no se habría celebrado si Edward Snowden, el informático de 30 años que trabajaba para la NSA, no hubiese entregado a The Washington Post y The Guardian los documentos top secret de la agencia. Sin Snowden, el presidente que en sus tiempos de senador y candidato cuestionaba –con argumentos a veces similares a los defensores de Snowden– los programas de vigilancia del republicano Bush, difícilmente habría abordado las reformas que ahora plantea.
"No hay duda de que las filtraciones del señor Snowden han provocado una respuesta más rápida y apasionada", admitió Obama al tiempo que acusaba al presidente ruso, Vladimir Putin de ser un nostálgico de la Guerra Fría por haber concedido el asilo a Snowden.
Como represalia por la concesión del refugio político a Snowden, Barack Obama suspendió la cumbre bilateral con el presidente ruso Vladimir Putin en Moscú, que iba a coincidir con la reunión del G-20 en San Petersburgo a principios de septiembre. Durante la conferencia de prensa, y más tarde en un programa de entrevistas, Obama dijo que Rusia tiende a "volver a la mentalidad de la Guerra Fría". Si no fuese trágica, la afirmación resultaría cómica ya que la mentalidad de la Guerra Fría está realmente impregnada en los genes de Washington, desde el Congreso al Pentágono.
La Casa Blanca justificó su decisión de abortar el encuentro con Putin en la "falta de progreso" en el controvertido tema del escudo antimisiles, el comercio y las relaciones comerciales, temas de seguridad global, derechos sociales y sociedad civil, pero lo cierto es que el detonante de la crisis con Rusia fue la impotencia de Obama que no pudo continuar su guerra contra los informantes.
Para echar más leña al fuego, el New York Times publicó un editorial –posiblemente "sugerido" por la Casa Blanca– justificando la cancelación de la cumbre, en el que dice: "El señor Putin es un dirigente represor y arrogante que trata con desdén a su pueblo."
En concreto, Obama impulsará una reforma de la Sección 215 de la Ley Patriota, la ley antiterrorista aprobada bajo el mandato de George W. Bush poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono. Esta sección es la que regula la recolección de "metadatos" como los registros de llamadas telefónicas y navegación por Internet. Además, el presidente anunció su intención de negociar en el Congreso una reforma del Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Exterior, creado en virtud de la Ley de Vigilancia de Inteligencia Exterior (FISA), responsable de autorizar las escuchas y la recolección de datos sobre individuos concretos.
Lo cierto es que la rabieta de Obama no tiene nada que ver con la Guerra Fría: EE UU y Rusia dependen el uno del otro en una vasta serie de temas, pero Putin no está dispuesto a dejar pasar la ventana de oportunidad que supone un gobierno Obama paralizado, una Europa en crisis que día tras día aumenta las fricciones con EE UU, mientras que China mira hacia su interior tratando de resolver los dilemas que plantea su modelo de desarrollo. En ese contexto, Moscú ha identificado una oportunidad perfecta y se ha embarcado en una expansión comercial estratégica en la que todo vale.
Al margen de la satanización de Putin, Washington carece de una política específica para Rusia. Eso le conviene a Putin, que está construyendo cuidadosamente una nueva realidad estratégica no sólo en la periferia de Europa sino también en el centro. Rusia vuelve con toda la fuerza del caso, mientras Obama y los thinktanks estadounidenses no salen de su perplejidad e inmovilismo.
En este contexto, el affaire Snowden es sólo una pieza del ajedrez global. Y es el punto en el cual lo personal refleja perfectamente lo político. Putin sabe exactamente lo que está haciendo –mientras Obama no logra disimular su impotencia–.

Este sábado, el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, salió al cruce de las declaraciones del inquilino de la Casa Blanca al afirmar que los planes del presidente estadounidense de impulsar una serie de iniciativas legislativas y judiciales para incrementar las medidas de supervisión sobre los programas masivos de espionaje suponen una victoria para el ex contratista de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) Edward Snowden.
"El presidente de Estados Unidos ha validado el papel de Snowden como informante al anunciar planes para reformar el programa mundial de espionaje del país. Sin embargo, en lugar de agradecérselo, intentó de forma irrisoria criticarlo y asegurar que el plan era previo a sus filtraciones", ha dicho Assange a través de un comunicado.

Assange señala que "los hechos son que, sin las filtraciones de Snowden, nadie hubiera conocido los programas, por lo que no se hubieran producido reformas". "Ha sido una victoria para Snowden y sus seguidores. Como dijo él mismo, su mayor preocupación era filtrar esos datos y que no hubiera cambios."
Hay buenas reformas en camino, y por ello Obama y el pueblo estadounidense y de todo el mundo tienen una deuda de gratitud con Snowden", ha agregado.
Por otra parte, Assange destacó que el Departamento de Justicia "está traicionando dos de los principios por los que Obama abogó cuando se presentó a las presidenciales: la transparencia y la protección de los informantes". "Durante su campaña en 2008, el presidente apoyó a los informantes y dijo que 'sus actos de valor y patriotismo, que a veces salvan vidas y ahorran dinero del contribuyente, han de ser animados y no aplastados'".
Por último, Assange criticó la "hipocresía" de Washington ante el derecho de Snowden a pedir asilo y ha recordado que "Estados Unidos ofrece asilo a disidentes, informantes y refugiados políticos independientemente de la oposición de otros gobiernos". "Por ejemplo, ha concedido 1222 asilos a ciudadanos rusos y 1762 a ciudadanos de Venezuela".
Diario Tiempo Argentino
13-AGOSTO-2013