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Argentina y un silencio sepulcral

Un tribunal alemán ha demostrado judicialmente la participación de los más altos dirigentes de la República islámica de Irán en un caso de terrorismo de Estado

Por primera vez en la historia, un tribunal alemán ha demostrado judicialmente la participación de los más altos dirigentes de la República islámica de Irán en un caso de terrorismo de Estado. El veredicto sobre el caso Mykonos ha llevado al retiro de todos los embajadores europeos de Teherán y constituye la prueba más evidente del fracaso del "diálogo crítico" que impulsaron los europeos con la ilusión de librarse del terrorismo iraní. La Cancillería argentina ha mantenido hasta ahora un hermético mutismo sobre este tema que -sin lugar a dudas- constituye un precedente judicial decisivo para el esclarecimiento de los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA.
   En la Cancillería, la SIDE, la Corte Suprema y en los tribunales de Comodoro Pi existen evidencias judiciales, políticas, diplomáticas y de inteligencia, sobre la participación del Estado de Irán -a través de Hezbollah y sus subcontratistas locales-, en ambos atentados. Sin embargo, el gobierno argentino ha optado por una estrategia diplomática en la que negoció secretamente con Irán tras el primer atentado, lo denunció histéricamente cuando se produjo el segundo  -Carlos Menem declaró que existía semiplena prueba contra Irán- y, más tarde, volvió a negociar bajo el pretexto de prevenir un tercer atentado. La realidad ha demostrado que ni una sobreactuación, que imita la política israelí y la estadounidense, ni tampoco una parodia de la postura francesa o alemana -basada en el "diálogo crítico" que, en los hechos, implica acostarse con el enemigo-, sirven para negociar con Irán.
   Una serie de datos hace pensar que el tema de las relaciones con Irán son un secreto celosamente custodiado por cuatro personas: el presidente Carlos Menem, el jefe de gabinete Jorge Rodríguez, el canciller Guido Di Tella y el titular de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), Hugo Anzorreguy:
* Después del primer atentado, representantes del gobierno argentino se reunieron secretamente con los iraníes en el exterior, prometieron armas y cereales como compensación por un contrato nuclear que había sido suspendido por presiones norteamericanas, pero no consiguieron impedir un nuevo ataque.
* El 9 de agosto de 1994, tres semanas después de la voladura de la AMIA, el juez Juan José Galeano calificó como sospechosos a tres funcionarios iraníes que estaban en Argentina cuando voló la Embajada de Israel y la AMIA y los citó a declarar. Era demasiado tarde: habían abandonado el país una semana después del segundo atentado. Estos diplomáticos y devotos miembros de Hezbollah, sobre los que pesa orden de captura internacional, no fueron los únicos iraníes que partieron de manera precipitada a Teherán. Sobre un total de 93 estudiantes iraníes -que en su mayoría cursaban las carreras de Ciencias Económicas y Medicina en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA)-, cuatro desaparecieron inexplicablemente después del atentado en la calle Pasteur.
* Después del segundo atentado, y tras la reconciliación de Carlos Menem con el presidente de Siria, Hafez Assad, el gobierno argentino envió al Líbano al subsecretario de inteligencia Rodrigo Toranzo, donde fue recibido por el coronel Michel Rahbani, jefe de la inteligencia siria en el Líbano. La visita argentina de fines de 1994 no preocupó a Hezbollah ni a Irán.
* En la segunda semana de marzo de 1995, fecha en que se cumplía el tercer aniversario del atentado a la embajada de Israel, el canciller Di Tella se entrevistó secretamente con su par iraní, Ali Akbar Velayati, durante la Cumbre Social de Copenhague. En esa reunión se discutió la posibilidad de recomponer las relaciones. Para ello, Argentina tendría que garantizar que la investigación de los dos atentados no comprometa ningún interés iraní.
 
 De hecho, las exportaciones argentinas que -coincidiendo con el segundo atentado-, habían caído en 1994 a 228 millones de dólares, treparon a 509 millones en 1995 y a 637 millones anuales en 1996.
·              En marzo de 1996, una investigación de Página/12  reveló que la Cancillería argentina no había verificado los antecedentes curriculares Ali Sagahian, el actual Encargado de Negocios de Irán en Buenos Aires. Sagahian, es un discípulo y mano derecha de Javad Mansouri, el fundador y primer comandante de los Guardias Revolucionarios quien en el libro Revolución y Diplomacia, teoriza que "nuestra revolución sólo puede ser exportada con granadas y explosivos" y propone "transformar cada embajada iraní en el extranjero en un centro de inteligencia y una base para exportar la revolución". Las revelaciones de Página/12 obligaron al ministro del Interior Carlos Corach a enviar a Europa un equipo de la SIDE para investigar los antecedentes de Sagahian. Las conclusiones de ese informe sobre el polémico Sagahian no deben haber sido alentadoras porque el gobierno argentino optó una vez más por el silencio frente a Irán. Un silencio solo comparable al que reina en los cementerios donde yacen los muertos de la Embajada de Israel y de la AMIA
Diario Pág9na/12
14-ABR-1997

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