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CRIMEA

Juegos de Guerra y de urnas

La ambición geopolítica estadounidense de forzar el ingreso de Ucrania en la UE y de extender las bases de la OTAN movilizó al Kremlin a enviar tropas para blindar el referéndum separatista de Crimea.

Por Walter Goobar
Después de dos semanas viendo izar banderas rusas, sumadas al despliegue de blindados en las calles y a horas de una consulta popular que puede hacer que la tierra que habitan cambie de color en el mapa, los nervios de los ciudadanos de Crimea comienzan a crisparse. Aunque la mano tendida por Moscú sea vista con buenos ojos, la incertidumbre por las cosas cotidianas empieza a mandar y este viernes los crimeos acudieron en masa a las sucursales bancarias para retirar dinero ante el temor a un corralito.
Paralelamente, el Ministerio de Defensa ruso reconoció nuevas operaciones militares en varias regiones limítrofes con la frontera ucraniana. Estos “juegos de guerra” rusos emplean blindados y tropas aerotransportadas en las regiones de Belgorod, Kursk y Rostov y fueron definidos por los rusos como entrenamientos intensivos de unidades de artillería, helicópteros y al menos 10.000 soldados.
El nuevo despliegue ruso llega después de que la OTAN anunciase su propio despliegue de cazas en países que limitan con Ucrania en el oeste. También el ejército ucraniano se ha movilizado con maniobras en diversos puntos del país, aunque desde Kiev el gobierno ha descartado una intervención militar en Crimea, donde durante estos días tropas sin distintivo alguno han tomado varias bases ucranianas y han sitiado otras. Los misteriosos soldados son rusos, pero Moscú se ha negado a reconocerlo aunque ha avisado de que se reserva el derecho a recurrir al uso de la fuerza militar en Crimea si la población de origen ruso que hay en la península se ve amenazada.
El anuncio de los rusos confirma lo que los líderes ucranianos llevaban días temiendo. Las primeras sospechas vinieron a través de fotografías que mostraban columnas de vehículos militares en un pueblo fronterizo llamado Lopan, a menos de una hora en coche de la ciudad ucraniana de Jarkov. Según estas fuentes, unos 1.500 paracaidistas de Ivanovo habrían saltado en la base militar rusa de Rostov. Las maniobras van a durar dos semanas, según explica el Ministerio de Defensa ruso en su página web, donde cifra en más de 8.500 los soldados que participan.
Según los ucranianos, los rusos han ido acumulando 80.000 hombres en la frontera con Ucrania durante las últimas semanas. Ya a finales del mes pasado el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó ejercicios militares a gran escala cerca de las fronteras con Ucrania.
Aunque en Crimea reina una actitud defensiva ante los próximos pasos del nuevo gobierno de Kiev, hasta la fecha lo que se ha visto comprometido es el control militar de los ucranianos sobre la península, donde los rusos no paran de ganar posiciones. El comandante de una base ucraniana rodeada por los militares rusos hizo ayer una llamada desesperada a sus superiores para que le diesen instrucciones o tendría que disparar. Según informa AFP, se trata de Yuliy Mamchur, al mando de la base aérea de Belbek, quien emitió el llamamiento desesperado en un discurso grabado en video que fue emitido por la televisión ucraniana: “Para evitar confrontaciones armadas, les pido que nos digan lo antes posible qué tienen que hacer los mandos si sus tropas o sus familias se ven amenazadas”, dijo antes de advertir de que “si no toman una decisión actuaremos de acuerdo con nuestra condición de fuerzas armadas, incluso abriendo fuego si es necesario”. Las bases ucranianas llevan rodeadas cerca de una semana en algunos casos y Mamchur reconoció que “no podemos resistir durante mucho tiempo ante tropas rusas que nos superan en número, mejor armadas y mejor entrenadas, pero estamos dispuestos a cumplir con nuestro deber hasta el final”. Durante los últimos días los emplazamientos de los rusos “se han vuelto más exigentes”. Durante la tarde el ministro de Defensa, Igor Tenyukh, habló con este militar por teléfono para asegurarle que se habían tomado “medidas urgentes” para dar apoyo a su base, aunque no especificó en qué consistían. Para reforzar esta resistencia el Parlamento de Ucrania aprobó la creación de la Guardia Nacional, una nueva fuerza policial militarizada. La nueva fuerza, formada con las tropas dependientes del Ministerio del Interior, “defenderá al pueblo ucraniano de agresiones internas y externas”, como dijo el presidente interino de Ucrania.
Lo cierto es que las ambiciones geopolíticas estadounidenses de forzar el ingreso de Ucrania en la UE y de extender las bases de la OTAN hacia las mismas barbas de Rusia, han acabado con un zarpazo del oso moscovita. El resultado; un claro peligro de guerra civil en Ucrania, la anexión de Crimea con violación de la integridad territorial ucraniana, y una inusitada tensión con Rusia. Mientras tanto la prensa occidental continúa ignorando el asunto y presentándolo como una mera maldad del “incendiario” Vladímir Putin.
El corresponsal de La Vanguardia de Barcelona, Rafaél Poch, recuerda que la estrategia occidental de desestabilización de Ucrania es un calco de la empleada anteriormente en Lituania, basada en el modelo elaborado por el especialista en golpes de Estado blandos Gene Sharp.
En 1990 un joven fisioterapeuta de 31 años llamado Audrius Butkévicius fue nombrado por el gobierno lituano, “director del Departamento de Defensa del país”, una especie de ministro de Defensa. Butkévicius se graduó en la “Institución Albert Einstein” dirigida por un gurú norteamericano llamado Gene Sharp especializado en la “resistencia no violenta”. Los libros y enseñanzas de Sharp fueron aplicados por Butkévicius en Lituania y más tarde por organizaciones como Kmara (Georgia) Porá (Ucrania), KelKel (Kirguizia) o Zubr (Bielorrusia) en diversas “revoluciones de colores”.
Poch, que fue corresponsal en la extinta URSS recuerda que en 1991 Lituania mantenía una pulseada muy seria para lograr su independencia de la URSS. Se esperaban medidas de fuerza de parte de Moscú. Era la lucha entre David y Goliat. “Decidí no crear un pequeño ejército, sino usar la guerra psicológica”, explica Butkevicius años después. “Sabíamos bastante bien lo que el adversario iba a hacer y les estropeamos todo el escenario” (entrevista en Youtube, enero de 2013). “Las ideas tradicionales de defensa no iban a funcionar”, decía en otoño de 1990. “Vamos a crear un grupo paramilitar de unos 500 hombres capaz de responder rápidamente a las crisis y varias unidades entrenadas en la guerra psicológica”. (Boletin del Instituto Einstein, Otoño 1990).
En Lituania había un genuino movimiento nacional popular. Moscú jugó movilizando a la minoría rusa. Quería provocar enfrentamientos y a continuación intervenir militarmente como “mediador”. Fue así como se llegó al “domingo sangriento”, el 13 de enero de 1991. La tropa rusa llegó a la torre de la televisión para desalojarla, pero la ciudadanía bloqueó el lugar. Entonces actuaron francotiradores. Más de una docena de personas murieron por impactos de armas de fuego y muchos más fueron heridos. Los tirotearon desde las azoteas y los balcones de los edificios circundantes. ¿Quién tiroteó a la multitud? “Mis hombres no estaban estacionados allí”, “La tropa especial del KGB no llevaba munición real en sus armas, solo en los bolsillos como reserva, nuestro objetivo era entrar en la sede de la televisión”, explica el jefe del operativo ruso, Mijail Golovatov (en Die Presse, 3 de septiembre de 2011). Inmediatamente después de los hechos todo eso ya se dijo, pero ¿quién iba a creer que Goliat no disparó contra David y que aquello no había sido una “masacre del KGB? Hubo que esperar más de diez años para que el propio Butkevicius explicara que fueron sus hombres, armados con fusiles de caza, quienes dispararon a la muchedumbre desde las azoteas. Lo dijo en una entrevista con la revista Obzor publicada en el 2000:
“No puedo justificar mi acción ante los familiares de las víctimas, pero sí ante la historia, porque aquellos muertos infligieron un doble golpe violento contra dos bastiones esenciales del poder soviético: el ejército y el KGB. Así fue como los desacreditamos. Lo digo claramente: fui yo el que planeó todo lo que ocurrió. Había trabajado bastante tiempo en la Institución Albert Einstein con el profesor Gene Sharp, que entonces se ocupaba de lo que se definía como “defensa civil”, en otras palabras la guerra sicológica. Sí, yo programé la manera de poner en dificultades al ejército ruso, en una situación tan incómoda que obligara a cada oficial ruso a avergonzarse. Fue guerra psicológica. En aquel conflicto no habíamos podido vencer con el uso de la fuerza, eso lo teníamos muy claro, por eso trasladé la batalla a otro plano, el del enfrentamiento psicológico, y vencí”.
“De otra manera habría muerto mucha más gente, en esa situación solo murieron los que murieron”, dice Butkevicius en el video de enero de 2013.
A la vista de lo que ha pasado en Kiev, con más de veinte muertos a manos de francotiradores el día 20 de febrero, la jornada que precipitó el acceso al poder del actual gobierno prooccidental, la pregunta sobre quién fue el Butkevicius de Kíev no es ninguna tontería. Hay que observar quién no quiere investigar aquellos hechos, además de reflexionar sobre a quién han beneficiado.
Miradas al Sur

16-MARZO-2014

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