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La CIA, el FBI y Blackwater ya aterrizaron en Ucrania

Mientras el presidente ruso, Vladimir Putin viaja por primera vez - tras su anexión-, a la península de Crimea para celebrar la victoria sobre el nazismo en la Segunda Guerra Mundial, en Ucrania ya actúa la CIA, el FBI y la empresa de mercenarios Nlackwater

Por Walter Goobar
Decenas de agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de la Oficina Federal de Investigación (FBI) y de la agencia de mercenarios Blackwater -que ha sido rebautizada con distintos nombres-, colaboran con el Gobierno ucraniano instalado tras la destitución del presidente Viktor Yanukóvich para asesorar a las fuerzas de seguridad en su ofensiva contra las milicias prorrusas del sur y el este del país, según ha informado el periódico alemán Bild.
Los agentes "colaboran con Kiev en nombre del Gobierno de Estados Unidos para poner fin a la rebelión en el este del país y para instaurar una estructura de seguridad que funcione", explica Bild. Sin embargo, su actividad se limita a Kiev y no participan directamente en la ofensiva.
El director de la CIA, John Brennan, visitó Kiev a mediados de abril y se entrevistó con el primer ministro, Arseni Yatseniuk, y el vicepresidente primero, Vitali Yarema, para tratar sobre vías seguras de transmisión de información estadounidense a las autoridades ucranianas.
Entonces, una portavoz del Departamento de Estado, Jen Psaki, dijo que no había nada sobre lo que especular en torno a la visita de Brennan a Kiev y aseguró que el director de la CIA no prestó ayuda a las autoridades para realizar "operaciones tácticas" dentro de Ucrania.
La televisión estatal rusa RT recuerda sin embargo que tras la visita de Brennan a Kiev, Yanukóvich relacionó su presencia en Ucrania con el inicio de la primera fase de una ofensiva de las fuerzas del Gobierno ucraniano contra la ciudad de Slaviansk, controlada por las milicias prorrusas. Brennan "aprobó el uso de armas y provocó un baño de sangre", según Yanukovich.

Otras fuentes indican que Washington se habría permitido introducir a mercenarios de la empresa Blackwater en suelo europeo, concretamente en el este de Ucrania. Es algo que la Casa Blanca no quiere aclarar.

La presencia de soldados de fortuna del mayor ejército privado del mundo en Ucrania, atenta contra las convenciones internacionales en cuanto al uso de Compañías Militares Privadas (PMC), dentro de un Estado, Ucrania, que, sea cual sea su futuro inmediato, Federación o República, ya es un Estado asociado a la UE, desde hace casi un mes. Por lo tanto, en principio debería incumbir a Bruselas exigir el respeto de un derecho tan básico como el de no tener que sufrir la presencia de mercenarios relacionados con ex Blackwater.
Que los civiles ucranianos rusófonos o rusófilos apoyen y aplaudan a rusos enmascarados y armados es una cosa, terrible sin duda. Que en Kiev, los civiles proeuropeos aplaudieran a milicianos neonazis armados es otra cosa igualmente aterradora. Dejarlos que se las arreglen entre ellos sería lo normal, pero no es lo que opinan ni pregonan la Casa Blanca y la OTAN.
La eventualidad de que los servicios de inteligencia estadounidenses estén tácitamente permitiendo el despliegue en el polvorín ucraniano, donde Europa tiene todo que perder, de elementos armados y pagados de una firma tan tristemente célebre como Blackwater, representa una nueva escalada en el conflicto. Debería, en principio, como mínimo mover a Bruselas a exigir aclaraciones rotundas a la luz del Derecho Internacional. Clama por una reacción firme. Porque si hay mercenarios en acción, cambia la escala del problema.
Las primeras informaciones sobre la presencia en Ucrania de mercenarios de una firma que no puede mover ni un dedo sin autorización tácita previa de los servicios de intervención-acción de Washington -servicios en la sombra por definición-, por supuesto vinieron de la capital rival, Moscú. Previamente, habían circulado videos por internet, mostrando efectivamente unidades con equipamiento ultramoderno, y uniformes militares de campaña, en acción en torno a la Plaza Maidan de Kiev.
El 25 de marzo pasado, las informaciones sólo fueron retomadas por medios rusos o rusófilos. La versión de la agencia Itar-TASS, la más precisa, cita una “fuente de los servicios de interior ucranianos” quien, tras participar en una “reciente reunión” con presencia del presidente interino (pro-atlantista), Oleksandr Turchynov, dio cuenta de una decisión: “Unidades de mercenarios serán contratadas para lograr la seguridad y la protección del Estado” en las regiones del este, “dada la incapacidad de las fuerzas del orden ucranianas para hacer frente a los líderes y activistas del movimiento prorruso”.
Si se correlaciona el timing entre el vídeo difundido por internet, y la revelación de la reunión, cabe entender que los mercenarios ya estaban en Ucrania, antes de la luz verde formal a la decisión.
Según la misma fuente de los servicios de seguridad ucranianos, citada por Itar-TASS, los autores de la propuesta durante la reunión fueron los oligarcas Ihor Kolomoyskyi y Serhyi Taruta, recientemente nombrados por el Ejecutivo de facto pro-atlantista como Gobernadores en sendas regiones del este del país donde ya imperaban previamente como hombres de negocios.
Itar-TASS dijo saber que la Compañía Militar Privada contratada iba a ser (¿era y es?) Greystone Limited. En los (amplísimos) detalles que dio sobre la misma, indicó que sería una filial del grupo “Xe Services”, que es el nombre con que se presentaba buena parte del equipo que en su día dirigió Blackwater (que, entre tanto, ya ha adoptado otro nombre: “Academi“).
Otros medios rusos retomaron las informaciones y a principio de abril, RIA-Novosti dio crédito a la información de un testigo ocular en Kiev, quien dijo haber observado el desembarco de centenares de individuos, desde vuelos comerciales o jets privados, cargados con mochilas e identificables como mercenarios.
El 8 de abril, el ministerio ruso de Asuntos Exteriores dio por primera vez crédito a las informaciones, y en una declaración afirmó que “unos 150 expertos norteamericanos pertenecientes a la organización privada Greystone, disfrazados como soldados de la unidad ucraniana Falcon” habían llegado a las regiones rusófonas del sureste, acompañando a los milicianos neofascistas del Praviy Sector.
El 15 de abril, según militantes prorrusos citados por Itar-TASS, los mercenarios de ex-Blackwater participaron en la operación militar de fuerzas ucranianas para recuperar el aeródromo de Kramatrosk. Esa acción contra los prorrusos en una ciudad secundaria era, hasta ese momento la única operación de la supuesta gran “ofensiva antiterrorista” anunciada por las autoridades de Kiev contra los civiles de la región rusófila.
La cadena estadounidense ABC News fue el primer medio occidental en reaccionar ante la cuestión de los mercenarios extranjeros, el 8 de abril.
Un vocero de la Casa Blanca se limitó a responder:"A mosotros la imformación nos parece falaz".
Por su parte, el embajador estadounidense en Kiev, Geoffrey Pyatt, calificó la información de “basura”.
Curiosamente, la mayoría de los países de la UE, no ha ratificado ni firmado la Convención Internacional de la ONU contra el Reclutamiento, Utilización, Financiación e Instrucción de Mercenarios. Tampóco lo han hecho Estados Unidos y Rusia.
La Convención no prohíbe los mercenarios en sí. Pero prohíbe que puedan ser utilizados en conflictos o en operaciones contra el orden constitucional, o contra la integridad territorial. El texto indica que aquél que contrate mercenarios, o aquél que ejerza como mercenario, para ir a un conflicto que no es el suyo, meterse en asuntos de otros, y ganar dinero amenazando, o desestabilizando, o violando derechos constitucionales, es simplemente un delincuente.
En un contexto como el ucraniano, donde la sangre de los civiles muy probablemente va a correr a raudales y más de lo que ya ha corrido.
Hoy el riesgo de una guerra civil al estilo de la ex-Yugoslavia es alto. En la encrucijada actual parece que nadie tiene la fuerza suficiente para imponer sus posiciones: ni el gobierno espurio en Kiev puede asegurar el control en Ucrania oriental, ni los grupos pro-Rusia tienen la fuerza suficiente para proceder a la secesión pura y llana. El eje Washington-Londres y sus amigos en la OTAN carecen de la capacidad para lograr lo que siempre han querido, forzar el retiro de Rusia del Mar Negro a través de la inserción de Ucrania en la OTAN. Y Moscú, aunque con más flexibilidad y fuerzas en el terreno, tampoco puede garantizar una transición pacífica hacia una mejor integración de Ucrania oriental con Rusia. En este contexto tan complejo una guerra civil puede estallar fácilmente. De ahí a las hostilidades entre fuerzas armadas formales sólo hay un paso.
MIRADAS AL SUR
11-MAYO-2014

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