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Israel-Palestina

La lógica del ojo por ojo

El secuestro y muerte de tres adolescentes israelíes desató una espiral de violencia con un final imprevisible

Por Walter Goobar
Hace dos semanas, a las 10 de la noche, tres adolescentes de una escuela religiosa de un asentamiento cerca de Hebrón se encontraban en un solitario cruce de carreteras, intentando volver a sus casas haciendo dedo. Fueron secuestrados y asesinados y el crimen desató la bíblica y perversa lógica del “ojo por ojo, diente por diente”: un adolescente palestino apareció linchado en Jerusalén y el ejército israelí realizó más de cuarenta bombardeos punitivos contra blancos de Hamás, a pesar de que esa organización islamista ha negado la autoría de los asesinatos.
El lunes 30 el ejército israelí encontró en las inmediaciones de Hebrón (Cisjordania) los cadáveres de los tres adolescentes secuestrados el pasado 12 de junio. De manera instantánea, el gobierno de Israel responsabilizó al grupo islamista palestino Hamás de su muerte. “Hamás es el responsable, y Hamás pagará”, aseguró el primer ministro, Benjamín Netanyahu.
Los tres estudiantes judíos, Eyal Yifrah, de 19 años, Gilad Shaar, de 16, y Naftali Fraenkel, de 16 (este ultimo también con nacionalidad estadounidense) desaparecieron el 12 de junio por la noche cuando regresaban a sus casas haciendo dedo tras terminar sus clases en un seminario judío ubicado en un asentamiento israelí en los territorios ocupados. Sólo uno de ellos vivía en una colonia israelí en Cisjordania, bajo control de Israel. Los tres chicos fueron abatidos en el automóvil que posteriormente quemaron. Les dispararon con una pistola en el coche después de que uno de los secuestrados intentó llamar por teléfono a la Policía para avisar entre susurros de su secuestro. En pocos minutos, los asesinos se deshicieron de los cuerpos.
Netanyahu aseguró que el crimen es “consecuencia” del acuerdo de reconciliación entre Hamás y el partido de Abbas, Al Fatah, alcanzado el pasado abril. Hace poco más de una semana presentaron un nuevo gobierno de unidad. Quieren acabar con siete años de división entre Cisjordania, donde gobierna Al Fatah, y la Franja de Gaza, controlada por los islamistas. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP), de la que forma parte Al Fatah, tachó de “racistas” las declaraciones de Netanyahu, al que acusan de buscar pretextos para continuar su política de asentamientos.
Nethanyahu no ha mostrado ninguna prueba contundente que incrimine a la conducción de Hamás y sólo ha presentado los nombres de dos de sus militantes, Marwan Qawasmeh y Amar Abu Aisha. Según el periodista israelí Shlomi Eldar, especialista en el movimiento Hamás, la responsabilidad del secuestro sí recae, en cambio, en el clan Qawasmeh, de la ciudad de Hebrón, quienes simpatizan con el movimiento islámico pero asegura que los acusados han actuado independientemente de las órdenes de la conducción de la organización. El mencionado clan ha sufrido la muerte de quince integrantes desde el comienzo de la Segunda Intifada (nueve de ellos al cometer atentados suicidas contra Israel) y tiene un comprobado historial de acciones violentas posterior a cualquier esfuerzo de Hamás por intentar alcanzar una tregua con Israel, o cualquier otro acuerdo que lo obligue a moderarse. El clan Qawasmeh ya saboteó los ceses al fuego o tahadiyeh (período de calma) acordados en 2003 y 2004 por los líderes máximos de Hamás e Israel.
Según el octogenario pacifista israelí Uri Avnery, al día siguiente del secuestro se puso en acción una enorme operación doble. Se mandó a miles y miles de soldados a peinar los campos y llevar a cabo registros casa por casa. Pero al mismo tiempo se emprendió una operación incluso más grande, que obviamente se había preparado con mucho tiempo de antelación, con el objetivo de erradicar a Hamás de Cisjordania.
Noche tras noche, se arrestó a toda persona que tuviera la más mínima conexión con Hamás. Grupos de soldados armados hasta los dientes irrumpían en las casas de la gente, apartaban a los niños y a las mujeres asustadas, sacaban a los hombres de sus camas y se los llevaban, esposados y con una venda en los ojos.
El número de arrestados ascendía a cientos y cientos: trabajadores sociales, profesores, predicadores; todo aquel que perteneciera a la gran red política y social del movimiento de Hamás.
Para Uri Avnery, “el esfuerzo por eliminar a Hamás es estúpido. Hamás es un movimiento religioso que vive en los corazones de sus adeptos. ¿A cuántos puedes arrestar?”.
“A lo largo de estas dos semanas, la sociedad israelí se mostró con la peor de sus posibles caras: la de un gueto armado, falto de compasión hacia otros e incapaz de pensar racionalmente.”
Avbery señala que la avalancha de propaganda del gobierno adquirió proporciones increíbles. Casi toda la cobertura de los periódicos se dedicó a las operaciones militares. La televisión y la radio extendieron esta cobertura en directo, 24 horas, día tras día.
El aparato periodístico lo dirigían los ‘‘corresponsales militares’’, casi todos antiguos oficiales de los servicios de inteligencia del Ejército, que actuaban como agentes al servicio del portavoz de éste, recitando comunicados del Ejército como si éstos fueran sus propias revelaciones e ideas comprendidas en profundidad. No se podía percibir diferencia alguna entre los diferentes periódicos y emisoras de radio. Si algún comentarista liberal se atrevía a expresar una palabra crítica, lo hacía con la voz muy apagada y sólo se refería a detalles menores.
Casualmente, al mismo tiempo un proyecto de ley estaba teniendo éxito en el Parlamento. Esta ley haría que cualquier intercambio de prisioneros fuera ilegal; un caso insólito en el que un gobierno se ata de manos a sí mismo. Prohibía que el gobierno proporcionara amnistía a ‘‘prisioneros por delitos relativos a la seguridad’’ o que negociara intercambios de prisioneros.
Esto significa la muerte de los rehenes.
Las familias de los tres chicos asesinados son colonos que pertenecen a la extrema derecha. Se han convertido en agentes voluntarios de la propaganda del gobierno; piden que se celebren oraciones en masa y apoyo al movimiento colono. Su rabino explicó que el secuestro y muerte de los jóvenes era el castigo que Dios imponía por los esfuerzos recientes por obligar a los jóvenes religiosos a servir en el Ejército.
Para Avnery es obvio que el gobierno israelí está mucho más interesado en presionar a Mahmoud Abbas para que abandone la reconciliación entre los palestinos y destruir el nuevo gobierno palestino compuesto sólo por expertos. Abbas se resiste. Ya se le denuncia extensamente en Palestina, a causa de la estrecha cooperación en curso entre sus fuerzas de seguridad y las israelíes, incluso mientras la operación israelí sigue en marcha. Abbas está jugando a un juego muy peligroso, el de intentar equilibrar todas las presiones. Sea cual fuere la opinión política de cada uno, no se puede negar su valentía.
Tal vez la reflexión más valiente sobre este drama sea la expresada por Avraham Burg, anterior relator del Parlamento, quien en un artículo titulado “Palestina, una sociedad secuestrada”, en el que no duda de califuicar a Netanyahu de racista y a los rabinos de hipócritas, escribe: “Estamos dispuestos a salir de nuestras mentes por tres víctimas de secuestro, pero no somos capaces de entender el sufrimiento de toda una sociedad, su grito, y el futuro de toda una nación que ha sido secuestrado por nosotros. Esto, también, es necesario decirlo y escucharlo durante este momento”.
Miradas al Sur
06-JULIO-2014

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