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Un mundo en guerra

El teatro de operaciones de Obama. Irak, Gaza, Ucrania, Libia y Siria tienen un denominador común: en el trasfondo de cada una de esas guerras –abiertas o solapadas– hay una disputa por los recursos energéticos.

Por Walter Goobar
Después de ordenar el bombardeo de Irak, el presidente de EE.UU. y Premio Nobel de la Paz, Barack Hussein Obama, se colocó los guantes, eligió cuidadosamente sus palos favoritos y se fue a jugar al golf. Para un presidente que sabe que desde el 11 de septiembre de 2001 el poder real no está en la Casa Blanca sino en manos del complejo militar-industrial, que se ha convertido en el cuarto poder del Estado, no hay mejor manera de iniciar unas merecidas vacaciones que lanzar un bombardeo y tratar de embocar la bola en un hoyo. De esta manera, Obama se convirtió en el cuarto presidente norteamericano que bombardea Irak. Sin embargo, el golfista Obama ha advertido que no será una operación de semanas, sino de meses, y los analistas militares rusos ya vaticinan una tercera invasión de Irak.
Los conflictos en la Franja de Gaza, Irak, Siria, Ucrania y Libia –sumado al hecho que sea el Pentágono el que provee y administra el tratamiento contra la epidemia del ébola en Africa– han resucitado la idea de que las guerras e intervenciones militares han regresado a Washington. Y Washington tiene la misma respuesta de siempre, aunque nunca funciona: más bombas.
Si Obama juega al golf mientras bombardean Irak por enésima vez, la pregunta del millón es: ¿quién gobierna Washington?
El periodista Tom Engelhardt, director de TomDispatch.com, explica que durante los años de la Guerra Fría, y más acentuadamente en el siglo XXI, el gobierno de EE.UU. ha experimentado un cambio. Además del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, EE.UU. ha desarrollado un cuarto poder: el estado de seguridad nacional, cuya principal característica es un impulso insaciable para expandir su poder y alcance. Si bien aún carece de prerrogativas formales de poder gubernamental, esta cuarta rama goza incluso de menor supervisión que el Congreso y el Ejecutivo. Esto es notable en este momento en que el Ejecutivo y el Legislativo brillan por la inactividad para contrarrestar sus respectivos poderes; una situación impensable en el pasado. Los líderes de seguridad nacional, amparados en una penumbra de secreto, toman decisiones sobre asuntos cruciales, haciendo por lo general lo que quieren.
En la era posterior al 11 de septiembre de 2001, el estado de seguridad nacional ha crecido a un nivel sin paralelo en tamaño y capacidad de poder. Tanto que ha sido la chispa para un boom inmobiliario en Washington y sus alrededores (al igual que en el resto del país). En las series del diario The Washington Post, de 2010, “Top Secret America”, Dana Priest y William Arkin presentaron un resumen del alcance de ese boom para el sector que trabaja en inteligencia en EE.UU. Dice: “En Washington y sus alrededores, desde septiembre de 2001, se están construyendo o se han construido 33 complejos de edificios para actividad de inteligencia ultrasecreta. En conjunto ocupan el equivalente de casi tres Pentágono o de 22 edificios del Capitolio; un área de unos 17 millones de pies cuadrados”. Y la construcción continúa en 2014.
En este siglo, se estableció un segundo Departamento de Defensa a escala completa: el Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security). Alrededor de éste se ha desarrollado una mini versión del complejo militar-industrial, con el consabido conjunto de asesores, gente que hace lobby en los centros de poder de Washington, contribuciones políticas y relaciones de poder.
Paralelamente a una creciente privatización de la guerra, las 17 agencias de inteligencia en el estado de seguridad nacional han seguido creciendo a un ritmo prodigioso. Algunas de ellas se han transformado en modelos particulares de corporaciones, transfiriendo algunas de sus operaciones hacia contratistas privados de manera drástica, con lo que ahora tenemos también “servicios de inteligencia capitalistas”. Desde el Pentágono hasta el Departamento de Seguridad Nacional y al laberíntico mundo de los servicios de inteligencia, el ascenso al poder del estado de seguridad nacional ha sido un verdadero espectáculo, sostiene Engelhardt.
Para la cuarta rama, ésta sigue siendo la era de la impunidad. Ocultos por un velo de secreto, alimentados por leyes y cortes secretas, rodeados por las corporaciones y los políticos de su agrado, su poder para elaborar políticas y actuar como les plazca en nombre de la seguridad de los estadounidenses sigue visiblemente en ascenso.
Por su parte, el politólogo mexicano Alfredo Jalife-Rahme afirma desde las páginas del diario La Jornada que la simultaneidad de los conflictos en Gaza, Irak, Ucrania, Siria y Libia no son producto del azar.
Jalife remarca que después de anunciar la creación de una institución alternativa al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial –y por ende al dólar–, Rusia soporta la acusación de haber destruido en pleno vuelo el avión de pasajeros de Malaysia Airlines, y el resto del mundo contempla el ataque de Israel contra la Franja de Gaza –perpetrado con la complicidad de los servicios de inteligencia militares de Estados Unidos y Gran Bretaña–, el caos en Libia, y la ofensiva del Emirato Islámico en Irak, Siria y el Líbano. Además, en cada uno de esos teatros de operaciones, los combates giran alrededor del control de los hidrocarburos, cuyo mercado funcionaba –hasta ahora– única y exclusivamente en dólares.
Jalife arma una cronología que habla por sí sola:
-Dos días antes del misterioso y letal misil que derribó en el cielo ucraniano el avión de Malaysia Airlines se clausuraba la histórica cumbre del Brics-Unasur en Fortaleza (Brasil), donde se anunció la creación de un Fondo de Reserva Monetaria –principalmente chino– y de un banco Brics como alternativas al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial, o sea como alternativa al sistema dólar.
Incluso antes del anuncio, los anglosajones ya habían preparado su respuesta: la transformación de la red terrorista Al Qaeda en un califato con el fin de orquestar problemas e incidentes entre todas las poblaciones musulmanas de Rusia y China. Prosiguieron su ofensiva en Siria y la extendieron además a Irak y el Líbano.
-Un día antes del misil letal, Obama elevó las sanciones contra Rusia afectando a la banca y los energéticos.
-El mismo día del derribo del avión de Malaysia en los cielos de Ucrania, Benjamin Netanyahu, jefe de un Estado nuclear, ordenaba a su ejército invadir la Franja de Gaza.
-En paralelo a las crisis en Ucrania y Gaza, arreciaban los enfrentamientos sectarios y energéticos en países árabes: Libia, Siria e Irak –tildados de “fallidos” por los estrategas de Estados Unidos–, sin contar las guerras de Yemen y Somalia.
En Libia –balcanizada y vulcanizada como consecuencia de la intervención “humanitaria” de Gran Bretaña y Francia–, las milicias rebeldes de las brigadas Zintan cerraron el aeropuerto internacional de Trípoli –la capital libia–, mientras recrudecían los enfrentamientos entre clanes rivales en Bengazi.
Lo fundamental para las trasnacionales petroleras/gasíferas/acuíferas de Estados Unidos/Gran Bretaña/Francia radica en el control de las materias primas (gas y agua dulce) de Libia, donde Rusia y China se dejaron embaucar inocentemente. Lo mismo ocurre con la captura del petróleo de Irak, que le ha valido una guerra de 30 años. Ahora, Estados Unidos reactiva su estrategia que apunta a producir una partición de facto del país en tres Estados –uno kurdo, uno sunita y otro chiita– que serían más fáciles de controlar.
La pista petrolera y gasífera vuelve a aparecer en Gaza:
Manlio Dinucci, del rotativo italiano Il Manifesto, aduce que una de las causas de la ofensiva israelí serían los importantes yacimientos gasíferos que Gaza posee en su zona marítima.
Asimismo, el gas de esquisto en la República Autónoma de Donetsk –que busca la separación de Ucrania– bien vale una guerra prolongada.
Rusia prefirió contenerse y se abstuvo –hasta ahora– de entrar en guerra en Ucrania. Apoya a los rebeldes con armas e información de inteligencia, pero se abstiene de enviar tropas y de seguir el juego de la guerra. Y es probable que no intervenga antes de que la gran mayoría de los ucranianos se subleve contra el presidente Petro Porochenko, aunque eso implique no entrar en el país hasta después de la caída de la República Popular de Donetsk.
Ante la guerra económica, Moscú ha optado por responder con medidas similares pero no en el sector financiero sino en el de la agricultura.
Lo cierto es que en todos los frentes bélicos mencionados –Ucrania, Gaza, Irak, Siria y Libia– el común denominador son los hidrocarburos.Miradas al Sur
17-AGOSTO-2014

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