En mayo de 2012, Miradas al Sur reveló en una serie de notas que los periodistas Daniel Santoro, editor del diario Clarín, y Guillermo Lobo, de TN, estaban siendo investigados por el FBI y el Departamento de Estado en el contexto de una red de espionaje internacional desbaratada en Estados Unidos en junio de 2010 y que, por ese motivo, la embajada de Estados Unidos les había cancelado sus visas para ingresar a ese país.
En mayo de 2012, Miradas al Sur reveló en una serie de notas que los periodistas Daniel Santoro, editor del diario Clarín, y Guillermo Lobo, de TN, estaban siendo investigados por el FBI y el Departamento de Estado en el contexto de una red de espionaje internacional desbaratada en Estados Unidos en junio de 2010 y que, por ese motivo, la embajada de Estados Unidos les había cancelado sus visas para ingresar a ese país.
Walter Goobar, editor internacional de Miradas y autor de la investigación contaba con tres fuentes confiables para tamaña aseveración, que ante el más mínimo error, hubiese sido total o parcialmente desmentida por la legación diplomática hasta por una coma mal puesta: una fuente que pertenecía a la propia embajada, otra del Grupo Clarín y una tercera independiente, le suministraron a Goobar datos coincidentes y complementarios sobre la investigación que ya estaba en curso, y que bastaban para su informe. Sin embargo, el periodista no se contentó con ello y en un acto cada vez menos frecuente en el periodismo actual se comunicó con Daniel Santoro antes de la publicación de la nota para darle una oportunidad que éste confirmara, desmintiera o contextualizara la noticia.
El 5 de mayo de 2012, Goobar se comunicó con Santoro, quien a lo largo de un extenso diálogo telefónico se negó a confirmar o desmentir si su visa estadounidense había sido cancelada.
-Por consejo de mis abogados no voy a hacer ningún comentario. Todo esto es una campaña en mi contra montada por los servicios de inteligencia para desprestigiarme. Esa información sólo puede provenir de los servicios de inteligencia.
–Cualquier operación en su contra se desmoronaría con que usted me dijera que tiene la visa al día y que puede viajar a Estados Unidos cuando quiera.
–La cuestión de las visas es un tema confidencial. Y esa información se publicó en varios portales sin que nadie me llamara para un comentario.
–Yo sólo puedo responder por mi trabajo. Y lo estoy llamando justamente para que haga su descargo.
–Es que esa información sólo puede provenir de los servicios de inteligencia. Yo respeto tu trabajo y tu trayectoria, y no puedo creer que te prestes a esta maniobra y uses como fuente una información de inteligencia. ¿Vos creés que yo puedo formar parte de una red de espías rusos?
–Yo no le estoy preguntando por el espionaje ruso, sino por su visa. Tiene muchos años en este oficio y a nadie se le hubiera ocurrido desmentir su investigación sobre el tráfico de armas a Croacia con el argumento que la información provenía de algún servicio de inteligencia. En lo que a este caso se refiere, yo tampoco me baso en fuentes de inteligencia, sino que he corroborado la información con fuentes diplomáticas y judiciales.
–¿Qué fuentes?
–Obviamente, no las puedo nombrar. Pero toda esta nota perdería su sentido si usted pudiera decirme que puede viajar a Estados Unidos cuando le venga en gana. Además, me llama la atención que si le han quitado la visa de manera injusta, no haga una denuncia pública, porque sería un atentado contra la libertad de expresión y de ejercicio del periodismo.
–Ya te he dicho todo lo que te podía decir.
No era necesario ser demasiado sagaz para percatarse de que Santoro a esa altura ya sabía que estaba bajo investigación, pero que no quería que el asunto tomara estado público, sino que apostaba a resolver el tema de manera discreta con las influencias de Clarín. De esta manera, el multipremiado Santoro se perdió la oportunidad de equiparar su caso al de Gabriel García Márquez quien nunca escondió que durante décadas y hasta la concesión del Nobel de Literatura en 1983 tenía vedado el ingreso a Estados Unidos bajo la absurda acusación de ser simpatizante de la guerrilla colombiana.
Tras la publicación de la investigación en Miradas al Sur y revista Veintitrés, Santoro atribuyó las notas a una conspiración en su contra y –evitando hablar de su visa revocada– salió a buscar el respaldo de los familiares de las víctimas de la AMIA, ya que la pesquisa estadounidense estaba vinculada con ese tema, pero los familiares le hicieron un corte de mangas y optaron por realizar una presentación judicial para que el fiscal Alberto Nisman investigara el hecho. Mas trarde, Santoro consiguió la solidaridad del Foro de Periodismo Argentino (Fopea), un organismo que él mismo fundó. El comunicado de Fopea alude a una supuesta campaña de desprestigio que vincula a Santoro con el espionaje ruso, pero omite aclarar los motivos por los cuales le revocaron la visa para ingresar a los Estados Unidos.
Luego pidió una audiencia con la entonces embajadora de Estados Unidos, Vilma Martínez, quien lo recibió amablemente y le brindó una piadosa sonrisa como toda respuesta.
Como en las notas publicadas no se acusaba a Santoro de nada, sino que se refería las sospechas que habían desencadenado la investigación estadounidense, Santoro debió inventar algo para desmentir: desmintió haber viajado a Europa en 2003, indicando que no pisaba Europa desde 2001, cuando en las notas referidas se dice que Guillermo Lobo –y no Santoro– viajó a Europa en 2003.
A diferencia de Santoro, Guillermo Lobo hizo mutis por el foro:
En agosto de 2010, es decir, un mes después de que fue desarticulada la red rusa en Estados Unidos, el periodista de TN fue sometido a un extenso interrogatorio por parte de autoridades estadounidenses cuando quiso ingresar a ese país. El caso también produjo el desplazamiento de una funcionaria de la embajada estadounidense que mantenía estrechísimos vínculos con Clarín a través de Lobo, y de “excelentísima” relación con uno de los Saguier, dueños de La Nación.
Pese a que Santoro ha iniciado una demanda por daños y perjuicios contra los directivos del Grupo Veintitrés y contra el autor de las notas, la confirmación más inesperada y lapidaria de que todo lo publicado era correcto vino de una editorial publicada el 17 de agosto pasado en Clarín. En la nota –que resulta demoledora para la menguante credibilidad de Santoro que en esta oportunidad se reveló como un negador compulsivo–, no sólo se afirma que la visa le fue cancelada, sino que el periodista fue interrogado por el FBI: “Estados Unidos le quitó la visa y el FBI lo interrogó. Cuando todo se reveló como una verdadera patraña con origen en una sucia maniobra de inteligencia en Argentina, el Departamento de Estado le restituyó la visa”, reza la editorial sin firma.
En efecto, después de una investigación que duró más de un año y medió, Estados Unidos “restituyó” en enero de 2014 la visa a Santoro, tal como indica el fascímil que ilustra esta página.
La editorial de Clarín funciona como un extraño boomerang no sólo porque confirma todo lo que Santoro se empeñó en negar, sino también porque en su afán de culpar al Gobierno de las peripecias de una de sus espadas mediáticas, reduce al Departamento de Estado, al FBI y a la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires a dóciles e ingenuos instrumentos del kirchnerismo.
Desafiando todas las leyes de la lógica y del periodismo, Santoro ha entablado una millonaria demanda por daños y perjuicios. Uno pensaría que los demandados son quienes lo privaron durante más de un año y medio de ejercer la actividad periodística, docente e incluso el turismo en Estados Unidos. Pues no: lo hace contra el Grupo Veintitrés, cuyo único delito fue hacer periodismo
Miradas al Sur
26 de Septiembre de 2014