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Cambio de estrategia

Las guerras líquidas de Obama

La renuncia del jefe del Pentágono Chuck Hagel y su reemplazo por Ashton Carter implica un giro radical en la estrategia militar estadounidense.

Walter Goobar
Barack Obama no se recupera aún de la apabullante victoria del Partido Republicano en el Senado estadounidense y la ampliación de su mayoría en la Cámara de Representantes.
Al bochorno del supermartes republicano, se le sumó la repentina renuncia –forzosa o forzada– del secretario de Defensa, Chuck Hagel, que debió seguir los pasos de sus dos antecesores, Robert Gates y Leon Panetta. El detonante de la caída del jefe del Pentágono fue una carta enviada por Hagel a su adversaria Susan Rice, consejera de Seguridad Nacional, en la que se quejaba de falta de una política clara del gobierno respecto nada menos que del destino de Bashar al-Asad, el presidente de otro país soberano. Al igual que Hagel, Obama también planea ocupar Siria, pero con trampas: formando un nuevo ejército de mercenarios locales, dirigido por el Pentágono, y sin mancharse las manos con sangre propia –aunque sí con petróleo–, ni inquietar a la República Islámica de Irán, el principal aliado de Damasco con el que pretende llegar a un acuerdo nuclear.
Veterano de Vietnam, militar cauteloso, Hagel fue elegido por Obama para organizar la supuesta retirada de Afganistán y de Irak, reducir el presupuesto del Pentágono, pero su remplazo por Ashton Carter, hasta ahora su segundo de abordo, implica un giro copernicano en la estrategia militar de Washington. Cuando el actual presidente de los Estados Unidos llegó al poder, pensaba que podía retirar parte de las tropas de Irak y Afganistán para centrarse en un nuevo objetivo: contener y cercar a la potencia China. Esto suponía convertir en problemas “regionales” lo que ocurría en Medio Oriente, pero Arabia Saudita, Qatar e Israel han conseguido atornillar a Obama en la región. China y Rusia están por ello muy contentos. Por eso no están moviendo un dedo para detener la reocupación y tercera guerra de Irak.
La Tercera Guerra Mundial está hoy localizada. En Afganistán, Irak, Siria, Sudán, Somalia, Libia, Mali, Nigeria. Este nuevo reparto del mundo empezó con las llamadas “primaveras árabes”
El reparto global se extiende asimismo a África, de manera muy silenciosa. Después de derrocar a Mohamar Khadafi y destruir el Estado en Libia, Sudán, que era el país más grande de África, fue partido en dos. El sur de Sudán –la zona petrolífera (donde operaban las petroleras chinas)– fue ocupado militarmente por Estados Unidos e Israel; las tres primeras embajadas en abrir sus puertas fueron las de estos dos países y el Vaticano. El resultado: una hambruna y una guerra civil; según la ONU, al menos cien personas mueren diariamente por estos motivos.
Libia fue reducida a un conglomerado de feudos. Otro ejemplo es Irak, un territorio actualmente partido en tres zonas. O Siria, donde el gobierno no posee el control de todo el país.
Según la politóloga Nazanin Armanian, Estados Unidos y sus aliados “han desmontado Oriente Medio y ahora quieren montar otros países a su medida”. El 23 de septiembre de 2013 The New York Times publicó dos mapas que plasmaban el nuevo diseño de Estados Unidos para la región: cinco países se convertían en 14.
El petróleo siempre ha estado en el trasfondo de todas las guerras, golpes de Estado y asesinatos políticos propiciados por EE.UU. en el Medio Oriente. Otro tanto ocurrirá con el gas en el futuro inmediato.
Arabia Saudita no sólo está destrozando el mercado del petróleo vertiendo 11,8 millones de barriles (unos dos millones más que su cuota) a un precio de 50-60 dólares el barril (d/b), es decir, hasta 40 dólares menos que hace unos meses, sino que tampoco tiene problemas en admitir que está financiando la milicia islamista creada por Washington para derrocar a Bashar Al Asad en Siria y tomar el poder en el fracturado Irak. Con total desparpajo, Alwaleed bin Talal, un empresario multimillonario y miembro de la casa real de Arabia Saudita, admitió públicamente que ese país financió al Estado Islámico (EI) para ayudar a combatir y derrocar al gobierno de Siria. Durante una entrevista concedida el pasado martes a la cadena CNN, el magnate dijo que Arabia Saudita otorgó apoyo financiero a los extremistas del EI. “Desafortunadamente, algunos en Arabia Saudita financiaron a combatientes extremistas en Siria.”
Aunque el Estado Islámico ya está exportando petróleo, esto no explica las causas de la actual guerra de precios. En ese sentido, los analistas “no convencionales”, divididos en dos grupos, apuntan a razones geopolíticas.
Por una parte, están quienes avizoran un complot tramado por EE.UU. y Arabia Saudita para hundir las economías de Rusia, el principal productor de petróleo en el mundo, e Irán. También castiga a Moscú por Ucrania y Crimea y por su apoyo a Bashar al-Asad y fuerza al Kremlin a reducir sus gastos militares. En el caso de Irán, sirve para sacar más ventaja a Teherán en las negociaciones nucleares en curso y quitarle fuerza en la región.
Otros expertos señalan que se trata de otro caso de dumping lanzado por los saudíes: fijar precios predatorios con el fin de golpear a Rusia e Irán, pero también a EE.UU. para romper con el negocio del “fracking” (fractura hidráulica de las rocas de lutitas que contienen petróleo y gas), tecnología que ha logrado elevar la producción de petróleo y gas en EE.UU.
Los medios internacionales y los expertos que trabajan para los lobbies petroleros se han esforzado en ocultar los verdaderos datos que arrojan todos los mejores pozos de petróleo y gas extraídos de las rocas de lutitas en EE.UU. (de los campos de Texas, Dakota del Norte, Pensilvania, Luisiana y Arkansas).
Según algunos reconocidos investigadores estadounidenses, entre ellos resalta el experto Richard Heinberg, las reservas probadas y publicadas de estos hidrocarburos han sido completamente exageradas por las mismas petroleras interesadas en el negocio del “fracking”. Y lo que es más grave, Heinber revela que varias compañías petroleras estadounidenses se han ocupado en ocultarnos el hecho significativo de que la tasa de producción de los pozos de lutitas en los campos más importantes de EE.UU. tiende a disminuir de forma drástica durante los primeros 36 meses tras la perforación, entre un 80% y 95%. Para algunos investigadores, el milagro del fracking no es más que una efectiva manipulación publicitaria hecha para influir en los mercados petroleros y promover una estrategia claramente política.
En realidad, se trata de una farsa de los bancos de inversión en Wall Street que hacen que las compañías petroleras ligadas a éstos desarrollen actividades cuya “rentabilidad” solo sirve para maquillar un mal negocio y para que los banqueros e inversionistas de las bolsas cobren sus jugosas comisiones.
Para nadie es un secreto que la banca de inversión gana mucho dinero inflando burbujas y luego liquidando los activos. Así, cuando estalle esta nueva burbuja del fracking sucederá lo mismo que cuando estallaron otras burbujas: no serán los bancos ni mucho menos Wall Street los que paguen ese desastre, sino el pueblo estadounidense.
Esta teoría hace agua en un punto: si Riad quisiera perjudicar a EE.UU. hubiera desligado el petróleo del dólar. Sin embargo, los sauditas no se suicidan, saben que dos líderes que intentaron sustituir el billete verde por el euro, Saddam y Khadafi, fueron asesinados. En septiembre de 2000, el presidente iraquí anunció la venta de su petróleo en euros y en 2002 convirtió los 10.000 millones de dólares del fondo de reserva del país en la ONU en la moneda europea, depreciando el valor del dólar.
Entre los beneficiarios del petróleo barato está China, que compra unos cinco millones de barriles al día y es el mayor cliente de Arabia Saudita. También está aumentando sus compras de Rusia y, por primera vez, compra a Colombia (30.000 toneladas). India y Europa también disfrutan del petróleo barato.
Moscú, que ha elaborado su presupuesto para el próximo año pensando en un barril de 100 dólares, con 20 o 40 dólares menos sufrirá un déficit presupuestario que se sumará a los efectos de las sanciones y la bajada del precio del rublo. Por lo que actuará desde los Brics para desbancar al petrodólar del sistema financiero mundial, mientras junto a China trabaja para estabilizar el rublo: han pedido a sus socios comerciales usar euros y el yuán. Irán, por su parte, ya está usando el trueque petróleo por bienes acordados, eludiendo las sanciones de EE.UU., a la vez que ha anunciado con Rusia la creación de un banco de desarrollo para elevar sus transacciones comerciales. El gas y el petróleo iraníes no están bajo el control de las multinacionales occidentales, por tanto, la madre de las batallas está en Irán.
Ahora la pregunta que resta por responder es ¿hasta cuándo podrá EE.UU. mantener su incidencia sobre los mercados petroleros? El juego estadounidense es tan volátil como el gas o el petróleo.
Miradas al Sur
Diciembre de 2014



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