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Uriel Ferera y Gaza

Enemigos de la guerra

Con sólo 19 años, el ciudadano israelí Uriel Ferera se encuentra confinado en una prisión militar hebrea: su delito consiste en ser un objetor de conciencia, lo que lo ha llevado a negarse a vestir el uniforme militar y a empuñar las armas contra los palestinos de Gaza y Cisjordania.

Por Walter Goobar
Con sólo 19 años, el ciudadano israelí Uriel Ferera se encuentra confinado en una prisión militar hebrea: su delito consiste en ser un objetor de conciencia, lo que lo ha llevado a negarse a vestir el uniforme militar y a empuñar las armas contra los palestinos de Gaza y Cisjordania. Nacido en Argentina, Uriel emigró a Israel a los seis años a raíz de la crisis económica del 2001. Aunque la madre de Uriel –Ruty Ferera– había militado en los grupos de ultraderecha judía liderados por el rabino Meir Kahane, el hecho que ambos salvaran su vida de manera fortuita en el atentado contra la Amia, los marcó a ambos –Uriel estaba en el vientre materno–, en el camino del pacifismo. “Uriel creció conociendo cuál es la realidad del pueblo palestino y esto lo llevo –cuando terminó la secundaria– a no enrolarse en el ejército para no ser parte de la opresión de los palestinos en Cisjordania y en Gaza”, cuenta desde la sureña ciudad de Bersheva, su madre, la fotógrafa Ruty Ferera.
–Estando embarazada de Uriel, se salvaron de casualidad de morir en el atentado contra la Amia.
–Así es. El día del atentado tenía que ir a una entrevista a la bolsa de trabajo porque estaba buscando dar clases en un colegio judío, pero tuve que llevar a mi hija mayor al pediatra y así fue como nos salvamos. El atentado fue una situación muy traumática para mí y me llevó a cambiar de pensamiento y de sentimiento. Me permitió entender que el camino de la violencia no es el correcto para solucionar el problema israelí-palestino.
–¿Cómo ha sobrellevado Uriel estos cinco encarcelamientos?
–El primer encarcelamiento fue muy duro. Sufrió muchas humillaciones por negarse a vestir el uniforme militar que usan dentro de la prisión, y eso llevó a que lo agredieran verbalmente, se burlaran de él y que lo mantuvieran incomunicado en una celda y luego en un pabellón de máxima seguridad. No teníamos contacto telefónico con él, solamente podíamos comunicarnos a través de su abogada para saber cómo estaba física y anímicamente. En el tercer encarcelamiento pasó varios días en que no podía conciliar el sueño y luego se fue acomodando a la situación para sobrellevarla mejor.
–Él está detenido desde el 20 de julio, pero usted me decía que desde hace dos días está incomunicado, sin poder contactar a la familia. ¿Cuáles son los motivos?
–Ellos tienen prohibido hablar en el comedor y él habló con otro muchacho. En la prisión no sólo hay objetores de conciencia, sino también soldados que han cometido actos de indisciplina. Por haber hablado en el comedor le quitaron el derecho a llamarnos durante dos días.
–¿Cuál es la postura de Uriel frente a la actual ofensiva israelí en Gaza?
–Él está totalmente en contra de que el medio para solucionar el problema del lanzamiento de cohetes sobre la población israelí, sea una incursión en Gaza. El diferencia lo que sería estar en guerra con una nación en paridad militar con Israel, y esta incursión militar sobre Gaza, él la entiende como una masacre desproporcionada sobre el pueblo palestino que esta encerrado en Gaza en una especie de cárcel gigante. Él se opone totalmente porque cree que la medida correcta sería un diálogo con la Autoridad Nacional Palestina debido a que Israel no reconoce a Hamas como un interlocutor válido de los palestinos. Cree que el diálogo tendría que ser con el presidente Abu Mazzen , llegar a un acuerdo de paz, retirar las colonias de Cisjordania y retornar a las fronteras de 1967.
–¿Cómo madre, y como madre judía, se arrepiente de haber educado a Uriel en el pacifismo y el respeto a los DD.HH.?
–No, para nada. Al contrario. Al ver esta semana la cantidad de soldados israelíes que han muerto junto a los más de 1.400 palestinos y los cientos y cientos de heridos, me doy cuenta que ha sido el camino correcto. Como mamá, por un lado me entristece que el Estado de Israel no reconozca la objeción de conciencia de mi hijo y que las autoridades no acepten que él haga servicio social en lugar de servicio militar y que hayan decidido encarcelarlo. Por otro lado, me alegra saber que Uriel tiene el valor y la valentía de enfrentarse a toda una sociedad.
Además de Uriel Ferera, otros 50 soldados y oficiales firmaron en estos días una carta abierta en la que se niegan “a formar parte de un ejército de ocupación”. A pesar de que Israel se jacta de ser la “única democracia del Medio Oriente”, sus autoridades rechazan y castigan severamente la objeción de conciencia que es un derecho reconocido por la Convención de DD.HH. de la ONU. Por eso, quienes no quieren empuñar las armas ni dar con sus huesos en una prisión militar, optan por abandonar el país, tal como ocurría en Estados Unidos durante la guerra de Vietnam.
Esta semana, el periodista Pierre Puchot publica en la revista francesa Mediapart el testimonio de un desertor israelí que huyó a Holanda cuando recibió la orden de reclutamiento.
Se llama Gilad, tiene 32 años, habita en Tel Aviv, es reservista del ejército de tierra y huyó a Holanda el martes 22, cinco días después de haber rechazado la convocatoria del ejército israelí para sumarse a las tropas que ahora mismo combaten en Gaza. A partir de esa fecha, forma parte de quienes son conocidos como “refuznik”, un movimiento que ha ido creciendo a lo largo de los últimos años. Gilad corre el riesgo de varios años de prisión cuando vuelva a Israel.
–¿Por qué desertar?
–Tomé la decisión de forma apresurada. Abandoné el país cinco días después de que me convocara el ejército. Cinco días en los que traté de explicar a mis superiores las razones de mi rechazo a implicarme en una campaña militar sanguinaria, que se podía haber evitado fácilmente y cuyas principales víctimas son civiles. Aunque sea sorprendente, estas explicaciones no les impresionaron. Ningún ejército permitiría la insubordinación. Estoy dispuesto a ir a prisión pero espero que, al final, el estar ausente durante el conflicto, el que sea juzgado una vez que el espíritu militarista actual se calme un poco, me
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será favorable. Aunque, a ciencia cierta, no sé nada; también podría ocurrir lo contrario y perjudicarme.
–¿Dónde y en qué tipo de unidad realizó usted el servicio militar (que en Israel dura tres años)?
–Realicé el servicio militar en el seno de una división blindada situada en Cisjordania durante el apogeo de la II Intifada. Era joven y, en esa época, el análisis que hacía de la situación no era tan claro como el que hago ahora. Era consciente que Israel trataba de manera injusta e injustificable a las y los palestinos, pero creía –y seguí creyéndolo años después de concluir mi servicio militar– que se trataba de un “lapsus” en el proceso de paz. Pensaba que Israel estaba interesado en poner fin a este largo conflicto, y que una vez superados los riesgos para la seguridad israelí se le otorgaría la independencia y sus derechos al pueblo palestino. Los años transcurridos tras el fin de la segunda Intifada, caracterizados por una calma casi sin precedentes por parte palestina en Cisjordania a cambio de nada, me convencieron que el único interés de Israel era intensificar la colonización de los territorios palestinos, de aumentar la opresión del pueblo palestino y de suprimir de forma brutal todo tipo de resistencia.
–¿Qué piensa del conflicto actual?
–El conflicto actual no es necesario en absoluto. El gobierno israelí tenía muchas formas de destensar el conflicto con Hamas, aún cuando a fecha de hoy no fuera posible un acuerdo definitivo. Tras la caída de los Hermanos Musulmanes en Egipto y la precaria situación de Bassar al-Assad en Siria –los principales sostenes de Hamas– este movimiento está muy debilitado. Tanto, que aceptó colaborar con Al Fatah en un gobierno de unidad nacional haciendo importantes concesiones (entre ellas, el otorgar a Mahmoud Abbas el mandato de continuar las conversaciones con Israel). En lugar de aprovechar esta oportunidad para moderar a Hamas y reforzar a los partidarios de la paz en la dirección palestina, Israel ha hecho lo contrario, desentendiéndose del proceso de paz. Y no es la primera vez que actúa de esta forma.
Pero, más globalmente, Hamas ha dado pruebas de ser un grupo fiable, que respetaba todos los cese el fuego anteriores. Se podía haber firmado un acuerdo parecido a los pocos días de estallar el conflicto, aunque sólo hubiera pervivido si hubiera estado acompañado de un proceso diplomático con Abbas, del que Netanyahu huye como de la peste. Aún cuando el régimen palestino no sea enteramente democrático, la continuidad del liderazgo palestino depende de la opinión pública: en el momento en el que el pueblo se dé cuenta que la apertura hacia Israel resulta rentable, dará la espalda a Hamas. Al contrario, en la medida que no exista ese horizonte, se alinea con Hamas. Es tan simple como eso. No soy pacifista, creo que a veces las guerras son necesarias. Pero las guerras que se realizan para compensar una política desastrosa en detrimento de gente inocente son inmorales.
radas al sur
3 de agosto de 2014

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