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Charlie Hebdo

Un 11-S con estilo francés

Al igual que George W. Bush con las Torres Gemelas, el atentado a Charli Hebdo le ha permitido a François Hollande construir un enemigo a la medida de sus necesidades


Walter Goobar
Hasta el 11 de septiembre de 2001, la presidencia de George W. Bush parecía no tener rumbo ni metas claras, pero los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono le confirieron una misión en el mundo: la guerra global contra el terrorismo. Algo parecido parece estar ocurriendo con los impopulares líderes europeos como François Hollande, Ángela Merkel, Mariano Rajoy y David Cameron, acosados por los efectos de la crisis, los ajustes y la recesión que ahora emprenden una huida hacia delante.
Al igual que George W. Bush con las Torres Gemelas, el atentado a Charli Hebdo le ha permitido a François Hollande construir un enemigo a la medida de sus necesidades: en su definición sobre el enemigo en el derecho penal, el ex ministro de la Corte Raúl Zaffaroni explica como en la Roma imperial el hostis era el “enemigo público”, respecto del cual se planteaba la guerra. “Éste era la negación absoluta del otro ser. Esta categoría abarcará a todos los molestos al poder, por insubordinados, indisciplinados o simples extranjeros”. En fin, el extranjero, el enemigo, el hostis, era el que carecía de derechos, el que estaba fuera de la comunidad. Tanto es así, que la pena máxima en muchas sociedades era la expulsión de la comunidad, el exilio, la pérdida de la paz, justamente porque dejaba al sujeto en la situación de extranjero, de extraño, privado de todo derecho. Este desconocimiento del otro que heredaron las tradiciones judeocristianas se expresó en las cruzadas, en el genocidio americano y también en la Inquisición. Esta rémora premoderna ha permeado al pensamiento moderno, a la política y, en consecuencia, al derecho. En síntesis: el enemigo no es persona y en consecuencia no tiene derechos, es una categoría bélica. Por otro lado, la idea de “choque de civilizaciones” acuñada por el politólogo norteamericano Samuel Huntington, también contribuyó en las últimas décadas para abonar el terreno para este tipo de planteos maniqueos en el escenario geopolítico internacional. Estas retóricas ganaron terreno a partir del 11-S y se han potenciado con los estereotipos difundidos por los medios de comunicación y del espectáculo.
Los fracasos militares de Hollande en Mali y en Siria, los escándalos de corrupción, desobediencia de sus ministros, y las tensiones sociales, han sido causa de que perdiera las elecciones municipales. Sin embargo, con la excusa que le brindó el atentado que recreó la doctrina del Choque de Civilizaciones, pretende ocupar –o al menos compartir el lugar de Estados Unidos en Medio Oriente–, firmar contratos de armas y patear hacia el exterior los lastres de la crisis interna.
Se busca convencer a la opinión pública de que Occidente está en guerra contra quienes quieren destruir la “civilización” –lo cual implica que es Occidente quien representa la “civilización”– y que por ello tiene que defenderse aumentando sus fuerzas militares y enviándolas a todos los lugares donde surja esa “amenaza”. De hecho, el portaaviones De Gaulle está listo para partir hacia el golfo Pérsico.
Si uno revisa la cronología de guerras civiles, golpes de Estado, matanzas y bombardeos en Afganistán (2001), Irak (1991;2006), Egipto (2011), Siria (2014), Libia (2011), Gaza (2009 y 2014) y el asesinato del líder libio Mohamar Khadaffi (celebrado a carcajadas por Hillary Clinton) se puede concluir que el Estado Islámico no es más que el resultado de la independencia de los mercenarios amamantados por las políticas de la troika anglo-franco-norteamericana en el Medio Oriente. Ahora que el horror cotidiano que se vive en esa parte del mundo toca directamente al corazón de Europa, Occidente se escandaliza.
Sin embargo, Al Qaeda no sólo está muy lejos de guardar proporción con las matanzas cometidas por la OTAN, sino que, “extrañamente”, el 99,9% de las bombas que coloca Al Qaeda han tenido como objetivos a los civiles “musulmanes” en bodas, mezquitas o escuelas. Durante la última masacre israelí, el Estado Islámico, en vez de ayudar a los palestinos se dedicó a venderle a Israel, y vía los hermanos musulmanes turcos, el petróleo que robaba de Irak.
La profunda crisis multidimensional del capitalismo, que no tuvo reparo en desmantelar el Estado de bienestar tras la desaparición de la Unión Soviética y la ausencia de una izquierda poderosa capaz de organizar a los trabajadores en torno de un programa viable y generador de entusiasmo, ha llevado a la desesperación a miles de excluidos sociales sin perspectiva: si no se convierten en “emprendedores” no valen para nada, y por ende, no tendrán derecho de acceso a alimentos, vivienda, y sanidad. La crisis económica, sin embargo, les deja una puerta abierta: ir a la guerra, en las filas de la OTAN o en la del yihadismo. Cobrarán entre 250 y 1.000 euros mensuales, además de lo que arranquen a otros con el fusil en el hombro.
Parece increíble, pero es Europa quien exporta yihadistas al Sur y no al revés. Allí habrá mucho “trabajo”: Turquía y Estados Unidos acaban de llegar a un acuerdo para entrenar y equipar a 15.000 mercenarios, durante tres años, para conquistar Siria y algo más. Recibirán, si sobreviven, parte del beneficio del gran negocio de armas-seguridad, petróleo y droga que hay detrás de este tinglado.
Como señala el filósofo y ensayista español Santiago Alba Rico, residente en Túnez desde hace dos décadas, “la islamofobia fascista, en Europa y en las ‘colonias’, es la gran fábrica de islamistas fascistas y una y otro son incompatibles con el derecho y la democracia”.
Los grandes beneficiarios de este atentado son los mismos que los del 11-S, el militarismo, los extremismos y los conservadurismos –de todo tipo–. Por un lado, los islamismos extremistas reivindicarán lo sucedido, lo utilizarán como propaganda a su favor, para buscar adeptos y ganar músculo. Por el otro, la ultraderecha y la islamofobia están en plena expansión en Francia, España, Alemania, Suecia y Gran Bretaña y este atentado les viene como anillo al dedo. Con esto Francia legitima sus intervenciones militares en países musulmanes, mientras que a la vez apoya al Estado Islámico en Siria.
Ahora, algunos gobiernos “terroristas” con este ataque legitimarán sus cruzadas “antiterroristas”, con independencia de lo que opinen sus pueblos.
El atentado de París es el punto de partida de una estrategia de ocupación política, económica, administrativa y cultural sin precedentes.
El sustrato de esta guerra antiterrorista es el miedo. Las personas motivadas por las campañas de miedo ceden sus derechos ante políticas de mayores controles, presencia ostensible de vigilancia, servicios de inteligencia, sospecha ante el “distinto”, ante el “otro”, quien puede ser deshumanizado en muy corto tiempo y, por lo tanto, se convierte en el enemigo carente de derechos y garantías.
En el plano interno, las campañas de guerra y las de seguridad ciudadana no se distinguen una de otra.
La “primavera francesa” no podría ser más fría, un frío que el primer ensayo de esta política ya tiene fecha y escenario. Esto recuerda los atentados de Breivik, en Noruega, en el 2011, pero la prueba de fuego sería en Grecia a fin de este mes.
En ese sentido, la escritora y activista Beatriz Gimeno señala que las elecciones que se celebran a fines de enero en Grecia van a determinar no sólo el futuro de los griegos, sino el futuro de Europa entera y, sobre todo, de la democracia. Lo que está en juego no es sólo si los griegos van a vivir mejor o van a seguir hundidos en la pobreza; lo que está en juego no es si eligen a un partido o a otro. Lo que está en juego es si en el futuro se podrá hablar de democracia o no.
Grecia no es sólo el laboratorio que la Troika y los poderes financieros han impuesto para ver hasta dónde se aguantan los ajustes, sino también, el laboratorio para ver hasta dónde es posible desnaturalizar y vaciar de contenido la democracia.
Las amenazas se suceden. El ministro alemán lo ha dicho: “No hay alternativa a los recortes”. El FMI suspende las ayudas a Grecia, las bolsas se desploman y los gurús de la economía advierten que lloverá fuego del cielo en caso de que gane Syriza. Incluso Merkel ha dicho que Grecia puede ser expulsada del euro. Lo que pasa es que esto mismo lo dijeron exactamente igual hace tres años. Y en estos años los griegos han empeorado aún más. A la mayoría de los griegos les da igual que los expulsen del euro, porque el euro los ha expulsado de la posibilidad de tener una vida decente.
Miradas al Sur
18 Enero de 2015

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