Tal vez la causa AMIA sea la mejor escuela para entender el funcionamiento de los servicios de inteligencia argentinos a lo largo de toda su siniestra historia. Una historia que culminó en la noche de ayer, cuando Cristina Fernández de Kirchner decidió ponerle el cascabel al gato.
Por walter goobar
Tal vez la causa AMIA sea la mejor escuela para entender el funcionamiento de los servicios de inteligencia argentinos a lo largo de toda su siniestra historia. Una historia que culminó en la noche de ayer, cuando Cristina Fernández de Kirchner decidió ponerle el cascabel al gato.
La historia de la SIDE y su papel en el caso AMIA es la de varias generaciones de inescrupulosos. Ellos supieron tres meses antes que el atentado estaba en marcha pero creyeron tener infiltrado al grupo terrorista compuesto por iraníes y carapintadas. En lugar de abortar el atentado y detener a los implicados, optaron por hacerle el juego a los terroristas bajo el pretexto de capturarlos con las manos en la masa, consumando la doble hazaña de conjurar el atentado contra la mutual judía y, al tiempo, esclarecer el de la Embajada de Israel ocurrido dos años antes.
Más preocupados por proteger a sus infiltrados en el mundo del hampa que a las víctimas, la SIDE (hoy Secretaría de Inteligencia) que durante una década estuvo bajo el mando de Hugo Anzorreguy, intentó realizar lo que en la jerga se denomina una "operación controlada". Pero los espías que colaboraron con los perpetradores, fueron engañados y terminaron manchados de sangre y sepultados por los escombros de la vergüenza a punto tal que a 20 años del atentado, la conexión local sigue siendo uno de los secretos mejor guardados.
¿Qué salida quedaba para garantizar la impunidad de todos los implicados? Carlos Menem formuló un críptico pedido de perdón y creó un grupo ad-hoc , la Sala Patria, integrado por una camada de fisgones profesionales formada en las reglas del terrorismo de Estado. Nazis de la banda de Aníbal Gordon, asesinos de los "grupos de tareas" de la dictadura, ése era el perfil de los agentes a los que la SIDE de Menem y De la Rúa. Un batallón de genocidas se ocupó de alejar la investigación de cualquier pista local.
El encubrimiento se montó para entorpecer la investigación. Los legítimos reclamos de justicia a Irán perdieron seriedad por no haber investigado y juzgado previamente a los integrantes de la conexión local. Y si hubo una operación controlada, el Estado debe asumir sus responsabilidades y alguien debe pagar por ello. Un delito es un delito. Un espía es un espía. Ambas cosas jamás deberían juntarse.
Tiempo Argentino
27 de Enero de 2015