Al pedir cuarenta medidas de prueba, el fiscal Gerardo Pollicita está admitiendo implícitamente –lo que ya dijeron los jueces Ariel Lijo y María Servini de Cubría– que la denuncia de Nisman carecía de pruebas y se basaba esencialmente en las escuchas telefónicas a una sola persona, el ciudadano argentino y dirigente de la comunidad islámica Jorge Yussuf Khalil.
Walter Goobar
Tal vez para aquellos acostumbrados a sumergirse en la lectura de farragosos expedientes judiciales no sea una novedad, pero el fiscal Gerardo Pollicita, quien se pronunció en favor de dar curso a la denuncia de su colega Alberto Nisman, se cuidó a lo largo de todo el dictamen que hoy está en la mesa del juez Daniel Rafecas de no hacer suyas las imputaciones de su colega y a lo largo de las 60 páginas de su dictamen le atribuye a Nisman los presuntos delitos que él creyó ver. En una evidente muestra de cautela, Pollicita no incluyó el llamado a indagatoria a la Presidenta y fue mucho más moderado en su escrito que el anterior del fiscal Nisman. Al pedir cuarenta medidas de prueba, Pollicita está admitiendo implícitamente –lo que ya dijeron los jueces Ariel Lijo y María Servini de Cubría– que la denuncia de Nisman carecía de pruebas y se basaba esencialmente en las escuchas telefónicas a una sola persona, el ciudadano argentino y dirigente de la comunidad islámica Jorge Yussuf Khalil. Hasta ahora, Pollicita no parece preguntarse por qué en una conspiración de la envergadura de la denunciada por Nisman, sólo hay escuchas al teléfono de Khalil, quien –por cierto– siempre parece comportarse como si supiera que está siendo grabado: se identifica, identifica al interlocutor y brinda detalles sobre sus propios movimientos y el de sus dos interlocutores predilectos, los dirigentes sociales Fernando Esteche y Luis D’Elía quienes básicamente se ufanan de ser los autores intelectuales del fallido Memorándum de Entendimiento con Irán.
Si a Pollicita no le llamó la atención que Khalil, más que como un “embajador en las sombras” actúa como un agente provocador, es más que seguro que al juez Daniel Rafecas esto no se le pasará por alto. Si Nisman –tal como él mismo afirmó– llevaba más de dos años investigando un presunto delito de una inusual gravedad institucional, ¿por qué nunca informó a su juez natural, Rodolfo Canicoba Corral, ni a ningún otro magistrado, y por qué nunca pidió la intervención de otras líneas telefónicas de los sospechosos? Ninguna investigación seria, por pequeña que sea, puede basarse exclusivamente en la pinchadura de las líneas de un solo sospechoso.
Amén de que las escuchas sólo son indiciarias, la explicación sobre la ausencia de otras grabaciones entre los presuntos miembros de la conjura –sin pasar por el auricular de Khalil–, es que si existen, son ilegales. Tal vez, la ausencia de esas pruebas –que seguramente le fueron prometidas a Nisman y luego denegadas– sea una de las causas para explicar la muerte del fiscal.
Si Nisman hubiese tenido más pruebas, sus colaboradores hubieran conocido su existencia, habría copias en algún lugar. Alguien las hubiese hecho llegar a un medio de comunicación después de su muerte. Nada de eso ocurrió. La falta de evidencias fue reemplazada en este caso por la muerte violenta del denunciante.
Al igual que Nisman, Pollicita sabe perfectamente que no hay acusación seria para llevar a juicio político a la Presidenta, porque a la hora de la denuncia el Memorándum –aprobado por el Parlamento argentino– era letra muerta debido a que ese documento que supuestamente garantizaba la impunidad de los iraníes no fue ratificado por el Parlamento de los presuntos beneficiarios de la conspiración. Está más que claro que la precipitada denuncia de Nisman durante la feria, ante un juez equivocado y por un delito que –de haber existido– nunca llegó a concretarse, obedeció a sus fundados temores que tras el desplazamiento de Jaime Stiuso en la Secretaría de Inteligencia, él sería apartado de la causa AMIA, entre otras cosas, por no haber investigado un ápice de la conexión local ni la pista siria, tal como lo pedían el juez de la causa y los familiares de las víctimas.
Tanto Stiuso, un espía que estuvo al servicio de 17 presidentes (cuatro de ellos encabezando dictaduras militares): Lanusse, Cámpora, Lastiri, Perón, Isabel Martínez, Videla, Galtieri, Bignone, Alfonsín, Menem, De la Rúa, Puerta, Rodríguez Saá, Camaño, Duhalde, Kirchner y Fernández de Kirchner, como Nisman tenían razones más que fundadas para oponerse al Memorándum: una eventual declaración del clérigo Mohsen Rabbani, sobre quien pesa una de las órdenes de captura de Interpol, hubiese resultado más inculpatoria para la SIDE, por el papel jugado por ésta antes y después del atentado, que para los iraníes. Rabbani, quien permaneció en Argentina tres años después del atentado sin ser molestado, podría revelar que la verdadera conexión local del atentado fueron los propios espías que tenían infiltrada a la célula iraní desde cuatro meses antes de la voladura de la mutual judía.
- No sería sencillo para la SIDE explicar por qué el agente de inteligencia Isaac Eduardo García ofició de chofer de Rabbani hasta 1996, es decir dos años después del atentado, y terminó haciendo negocios con el clérigo.
Existe una coincidencia temporal en el silencioso viraje de la política norteamericana hacia Irán y la iniciativa argentina del Memorándum de Entendimiento. Estados Unidos e Irán sostuvieron secretamente una serie de conversaciones directas de alto nivel durante parte de 2011 y 2012, una riesgosa apuesta diplomática por parte del gobierno de Barack Obama, que preparó el terreno para el histórico acuerdo alcanzado en Ginebra en noviembre de 2013 encaminado a disminuir el programa nuclear de Teherán, según reveló una investigación de la agencia Associated Press.
Las conversaciones fueron mantenidas en secreto incluso para los amigos más cercanos de Estados Unidos, entre ellos sus socios en las negociaciones e Israel, y eso podría explicar cómo el acuerdo sobre el programa nuclear iraní pareció destrabarsee con tanta rapidez tras años de estancamiento e intensa hostilidad entre Irán y Occidente.
Pero el hecho de que el diálogo haya sido mantenido en secreto también podría explicar algunas de las tensiones entre Estados Unidos y Francia, que más tarde se retractó de un acuerdo propuesto, y con Israel, que está furioso por el acuerdo y ha denunciado con gran molestia los contactos diplomáticos con Teherán.
Obama autorizó personalmente las conversaciones como parte de su esfuerzo –prometido en el discurso inaugural de su primer período– de acercarse a un país que el Departamento de Estado considera el Estado más activo en el mundo en el patrocinio del terrorismo.
El diálogo se llevó a cabo en Omán, una nación de Oriente Medio, y sólo un pequeño círculo de personas estaba al tanto: desde marzo de 2013, el subsecretario de Estado William Burns y Jake Sullivan, el principal asesor de política exterior para el vicepresidente Joe Biden, se reunieron al menos en cinco ocasiones con funcionarios iraníes.
En las últimas cuatro reuniones secretas, efectuadas desde que el presidente iraní reformista Hasán Rouhani inauguró su período presidencial en agosto de 2013, se generó gran parte del acuerdo consolidado formalmente después en negociaciones en Ginebra entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia, China, Alemania e Irán.
Ahora las negociaciones están estancadas y el secretario de Estado, John Kerry, planteó que el 1º de marzo sea la fecha límite para alcanzar un “arreglo político”. La perspectiva de un no-arreglo debilita al presidente Hasán Rouhani –quien ató su credibilidad al éxito de las negociaciones–, en beneficio del ala nacionalista más dura.
En el caso del Memorándum, la Procuración del Tesoro de la Nación, que representa al Estado, aportó documentos probatorios de que no hubo conductas inadecuadas ni delictivas por parte del Gobierno Nacional. Pero eso parece tenerlo sin cuidado a Pollicita.
La decisión de aceptar o rechazar la denuncia estará en manos del juez Daniel Rafecas,quien si descarta este absurdo, será despedazado por la corporación mediatico-judicial.
Miradas al Sur
22 de Febrero de 2015