Fingir constantemente para incluso acabar creyendo la propia mentira es un tema recurrente en las novelas de espías, John le Carré, Graham Greene... y –tal vez–, también en el misterioso universo del que se rodeó el fiscal Alberto Nisman con su rocambolesca denuncia de un presunto encubrimiento estatal para los funcionarios iraníes acusados de haber perpetrado en 1994 la voladura de la AMIA.
Walter Goobar
Fingir constantemente para incluso acabar creyendo la propia mentira es un tema recurrente en las novelas de espías, John le Carré, Graham Greene... y –tal vez–, también en el misterioso universo del que se rodeó el fiscal Alberto Nisman con su rocambolesca denuncia de un presunto encubrimiento estatal para los funcionarios iraníes acusados de haber perpetrado en 1994 la voladura de la AMIA. En su dictamen de 80 páginas, que se lee casi como un thriller, el juez Daniel Rafecas desmonta punto por punto la teoría de la conspiración denunciada por el fiscal y –como en las mejores novelas del género– desnuda las abismales contradicciones entre los escritos redactados y firmados por el fiscal poco antes de su muerte que llevan a preguntarse si hubo una suerte de “otro yo” –interno o externo–, de Nisman.
Tras analizar la documentación y las escuchas telefónicas de la denuncia, Rafecas determinó que no se preparó ni se concretó un plan para encubrir a Irán por el atentado a la AMIA. “No hay un solo elemento de prueba que apunte a la actual jefa de Estado”, señaló.
Con esta lapidaria calificación, el magistrado desestimó la denuncia contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el canciller Héctor Timerman, el diputado Andrés Larroque y otras personas por el supuesto encubrimiento del atentado contra la AMIA. El magistrado desmenuzó la documentación y las escuchas telefónicas de la denuncia, impulsada luego por el fiscal Gerardo Pollicita, señalando que nunca la Argentina redujo la presión sobre Irán para que declararan los sospechosos y que todas las gestiones fueron para que se mantuvieran las órdenes de captura.
Según la documentación aportada por la Secretaría de la Unidad Fiscal, Nisman –con conocimiento de sus cinco adjuntos– había elaborado, en diciembre de 2014, varios documentos en los que el fiscal afirmaba lo contrario a lo denunciado un mes después. Realizaba consideraciones positivas de la política del Gobierno y decía que el Memorándum era entendible debido a la negativa iraní a colaborar. El objetivo de los escritos era que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas interviniera para concretar las órdenes de captura de los iraníes sospechados, algo que no registra antecedentes. Los documentos fueron elaborados en forma contemporánea. Nisman decidió posponer la presentación de estos escritos, aunque los firmó entre diciembre y enero, con fecha de enero.
“En esos escritos –escribe Rafecas–, el doctor Nisman no sólo que no hace ningún tipo de alusión a la inminente presentación de la denuncia en contra de las máximas autoridades del Poder Ejecutivo Nacional, sino que, a lo largo de sus páginas, presenta una postura diametralmente opuesta, en el sentido de que realiza consideraciones sumamente positivas de la política de Estado del Gobierno Nacional, desde 2004 hasta la actualidad, destaca todos los discursos de los dos sucesivos presidentes, todos los años, ante la ONU, y considera que tanto el ofrecimiento de juzgamiento en un tercer país (2010) como la firma del Memorándum (2013), ambas iniciativas del Poder Ejecutivo, como una consecuencia entendible de la erosión y desgaste que lograron hacer los iraníes debido a su irreductibilidad y negativa a colaborar en el avance de la causa AMIA, que llevaron al gobierno argentino, nos dice ahora el doctor Nisman, a ir paulatinamente reduciendo sus pretensiones, con tal de lograr el objetivo de siempre: sentar a los acusados ante el juez y de este modo permitir avanzar la causa hacia el juicio oral.”
Tal como adelantó Miradas al Sur en su edición de la semana pasada, Rafecas analizó una por una las escuchas telefónicas, en las que se registran situaciones que rozan con el absurdo.
“El 28 de enero de 2013, el falso espía Allan Bogado le dice al ciudadano argentino-iraní Jorge Khalil, a propósito de la firma del memorándum: ‘Tranquilo, que ya ganamos, es decir, ganamos una partida, yo te dije, vos no me tenías fe, pero qué es lo que sucede todo lo que laburamos en esto, vos sabés que yo hace un mes estuve en Ginebra’, y le recomienda a Khalil: ‘Calladito por diez días’. Luego Allan le va a agregar a Khalil: ‘Vos no te olvides, escuchame, que yo en mi viaje que hice a New York me junté con los primos del otro wing ¿eh?...’ haciendo una brumosa alusión a alguna persona o entidad representativa de la comunidad judía”. O sea que el tal Bogado le decía a Khalil que estuvo en las negociaciones en Ginebra y luego con la comunidad judía en Nueva York.
Rafecas no entiende cómo se pudo tomar seriamente semejante escucha: “Una simple consulta por pantalla al Registro Nacional de Migraciones, con el registro del número de DNI de Bogado, indica que este personaje no registra una sola salida del país en los últimos diez años (siendo la última el 13/11/2002 en el paso de Yacyretá, Misiones, de donde Bogado es oriundo).
Parte del absurdo de toda esta trama es que los espiados sabían que estaban siendo escuchados: el 17 de noviembre de 2012, Khalil le dice a su interlocutor, quien le pregunta cómo está: “Bien, me tenés que llamar vos, evidentemente mi teléfono no anda tío, esta re chupado ya… ya no da más, es un colador”.
En otra conversación, del 18 de noviembre de 2012, Khalil habla con otra persona, a quien en un momento le dice “…no me hagás hablar por teléfono boludo...”, y más adelante reitera: “...yo estoy operando para los nuestros, para lo que es la embajada, boludo, no me hagas hablar tanto por teléfono”.
Tal vez la más gráfica se dio ese mismo día en otra conversación, en donde Khalil, hablando con Esteche, tan temprano como el 18 de noviembre de 2012, dice:
“…esperá un minuto, esperá un minuto, servicios de inteligencia, Mossad, CIA, todos, déjenme hablar tranquilo con mi amigo Fernando Esteche, soy Yussef Khalil por favor les pido, no me corten el teléfono, porque no me puedo comunicar…”. Luego le dice a Esteche que “ya está, les dije que nos dejen trabajar tranquilos”, a lo que su interlocutor le respondió: “No, no nos van a dejar”.
Después de exponer cada uno de los absurdos de la denuncia formulada por Nisman y convalidada luego por el fiscal Gerardo Pollicita, Rafecas se pregunta: ¿cuáles son los elementos de prueba que se han presentado ante este Tribunal para dar por acreditada tan grave acusación?
La respuesta del magistrado es: uno solo. El testimonio de un reconocido periodista, lamentablemente ya fallecido, José Eliaschev, plasmado en una nota periodística y en su ratificación posterior.
La nota periodística sobre la que descansa esta grave imputación salió publicada en el diario Perfil el 26 de marzo de 2011.
Rafecas concluye que de ser cierto lo que decía el “paper” citado como fuente por Eliaschev, de haber sido correctamente interpretado por el funcionario iraní de su contraparte argentina y de haber sido correctamente traducido del farsí al inglés, el contenido del mismo no revela nada en sí mismo sustancial: la Argentina querría “dar vuelta de página” en las relaciones bilaterales, y para ello, correspondería –dice el “paper”– avanzar en un acuerdo importante.
Nada dijo Eliaschev, ni le fue específicamente preguntado por Nisman cuando le tomó declaración, sobre las graves afirmaciones del periodista en su nota, en especial, sobre el párrafo que éste puso entre comillas y que Nisman va a reiterar hasta el cansancio en su dictamen, dándolo por cierto (“la Argentina ya no está más interesada en resolver aquellos dos atentados, pero que en cambio prefiere mejorar sus relaciones económicas con Irán”), o de las revelaciones según las cuales el ministro Vahedi ya podía circular libremente, que además, justo en ese pasaje, Eliaschev no lo atribuye directamente a la Cancillería sino a la “inteligencia iraní”, con lo que no sabemos si fue uno o fueron varios los documentos, o si en realidad Eliaschev vio un informe de inteligencia en el cual se replicaba el contenido del “paper intergubernamental”.
En estas condiciones –afirma Rafecas–, resulta imposible aceptar como elemento probatorio lo que para Nisman es el “comienzo de la trama del plan de impunidad”.
En efecto, no contamos con ese documento, no sabemos quién lo redactó ni cuándo ni dónde. No sabemos de qué manera salió del país de donde presuntamente era originario. Tampoco sabemos quién lo extrajo de su ámbito. Ni adónde lo llevó ni quién lo tradujo al inglés. No sabemos si se trataba de una copia o de un original del “informe”. No sabemos su contenido exacto, si recogía frases textuales o si era la interpretación o conclusiones de alguien que participó en la reunión. Y todo ello, además, coronado con las notorias y alarmantes deficiencias y vacíos que ostenta la declaración testimonial citada.
Miradas al Sur
01 de Marzo de 2015