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El naufragio de Europa

“¿A qué obedece un tratamiento tan desigual entre la tragedia del avión de Germanwings del pasado 24 de marzo en los Alpes franceses con 150 muertos y el naufragio del 14 de abril de la barcaza libia en el Mediterráneo?”, se pregunta Javier Pérez de Albeniz en las páginas de Público.es.


Walter Goobar
El diario español El Mundo abría su página web la tarde del pasado miércoles con la noticia de la muerte de 400 inmigrantes que, partiendo de Libia, se habrían ahogado cuando intentaban alcanzar las costas italianas. La noticia, que se podía leer en las versiones digitales de los diarios ABC, La Razón o La Vanguardia, no estaba en la web de El País. Esta misma levedad informativa, superficial y escasamente comprometida, cuando no explícitamente frívola, avanza a pasos agigantados en Europa y en muchos formadores de opinión. Es un mal que no conoce fronteras. La tragedia de los libios en las aguas del Mediterráneo tampoco mereció ninguna referencia en la tapa de Le Figaro y Libération, dos de los principales diarios franceses, y tan sólo una muy pequeña en los ejemplares de Le Monde del jueves que se pone a la venta la víspera. Los medios italianos sí lo han recogido, pero en ningún caso sus principales referentes Il Corrière, La Repubblica o Il Messagero le han dado el realce tipográfico que se otorga a la noticia más importante de la portada. Según pasaban las horas y caía la noche, la noticia se fue desinflando y retrocediendo lentamente hasta colocarse, en el mejor de los casos, al final del pelotón informativo. En la mañana siguiente los inmigrantes se habían esfumado.
“¿A qué obedece un tratamiento tan desigual entre la tragedia del avión de Germanwings del pasado 24 de marzo en los Alpes franceses con 150 muertos y el naufragio del 14 de abril de la barcaza libia en el Mediterráneo?”, se pregunta Javier Pérez de Albeniz en las páginas de Público.es. Es cierto que el paso de los días en el caso del avión de bandera alemana incorporó elementos informativos sustanciales, como la locura del copiloto que directamente lo estrelló contra la montaña. Pero esa circunstancia no era conocida en las primeras horas del accidente. ¿Y la pasividad de la Comisión Europea, ese gran transatlántico repleto de funcionarios y cuyos máximos responsables parecen estar siempre de vacaciones porque permanentemente llegan tarde allí donde deberían estar antes que nadie?
La respuesta, que no es otra que los subsaharianos fallecidos en su intento desesperado por llegar a un puerto del primer mundo nos importan más bien poco, nos incomoda, nos interroga y nos desagrada. Pero, ¿acaso hay otra? ¿Cuántas miles de personas tendrán que morir este año frente a las costas europeas del Mediterráneo para que las autoridades comunitarias asuman la gravedad del problema? ¡Claro que el color de la piel de los muertos y la pobreza más absoluta en la que viven día a día tiene su importancia! A estos centenares de hombres, mujeres y niños –negros– fallecidos no les dedicaremos más que el espacio que merecen aquellas noticias que si en algo nos afectan no es tanto por el número de víctimas sino por nuestra imagen social ante los demás. Si no se produce un milagro, la noticia desaparecerá con la misma insignificancia y sigilo con que ha llegado.
¿Existen esos 400 inmigrantes desaparecidos? ¿Se ha producido realmente la tragedia? La organización Human Right Watch ha lanzado un comunicado en el que habla de la “intolerable inacción de la Unión Europea” a la hora de organizar una operación de búsqueda y rescate. Pero en el siguiente párrafo del comunicado recogen unas declaraciones de Judith Sunderland, directora para Europa y Asia Central de Human Rights Watch, que comienzan de la siguiente manera: “Si se confirman los informes…”.
Repito: ¿Existen esos 400 inmigrantes desaparecidos? ¿Se ha producido realmente la tragedia?
La Comunidad Europea asiste impasible a la odisea vivida por miles de africanos que huyen de la pobreza y los conflictos. Muchos, muchísimos, no lo consiguen: más de 28.000 inmigrantes han muerto desde 2000 intentando entrar en Europa.
La UE debería considerar una prioridad la creación de vías seguras y legales para que los refugiados y los solicitantes de asilo puedan buscar protección en Europa sin tener que jugarse la vida en viajes desesperados para cruzar el Mediterráneo. Un mar repleto de fantasmas.
José Antich se interroga en La Vanguardia: tenemos la ciudadanía europea, pero exactamente, ¿qué somos y en qué consiste en el siglo XXI ser europeo? Quizás tan sólo nos unifica nuestra pertenencia a una moneda común y a un mercado único en el que se habla fundamentalmente de medidas económicas, recortes y ajustes. Si alguna institución europea ha traspasado la barrera del desconocimiento más absoluto por parte de la opinión pública, ésta es el Banco Central Europeo, auténtico gobierno, real o en la sombra. Sólo el BCE. Nada más. Mientras, Europa se desangra como maquinaria administrativa y el Viejo Continente carece de pertenencia a un proyecto compartido. Ha cambiado moneda común por valores colectivos pensando que el tráfico de personas y mercancías ya crearía una identidad. Es tan así que en la batalla que dilucidan los diferentes estados para la elección de los 28 miembros de la Comisión Europea y para el reparto de sus carteras preferentes entran siempre en disputa las de Economía, Competencia, Energía o Competitividad, pero nunca la de Migración, que suele estar ocupada por un país con escaso peso e influencia en el seno de la Unión. En la presidencia actual del luxemburgués Jean-Claude Juncker esta cartera la ejerce un griego, y anteriormente fue un comisario sueco.
Sólo una política integral de la Comisión Europea que desborde la financiación actual, claramente insuficiente, de los programas económicos concentrados en una única cartera podrá ofrecer una respuesta que empiece a plantear soluciones. Para ello es necesario que las necesidades de África y su futuro se aborden como una cuestión humanitaria y no sólo como un problema de seguridad para los europeos, y que los valores que han hecho grande y admirado al continente desplacen a los actuales del mercantilismo y la ausencia de solidaridad.
Miradas al Sur
19 de Abril de 2015

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