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TRISTE Y SOLITARIO FINAL

La última misión de Alberto Nisman

El fiscal Alberto Nisman murió como vivió: rodeado de intrigas y espías.


Walter Goobar
"Nuestro trabajo –le hace decir John Le Carre a un jefe de la inteligencia alemana– es crear realidad. Nosotros no operamos sobre ella, ni la modificamos. La creamos.” Menos literario, un jefe de espías de carne y hueso define su misión como “hacer objetivo lo subjetivo”. Ambas definiciones podrían aplicarse al caso Nisman desde el momento en que el fiscal –intoxicado por sus relaciones promiscuas con los servicios de inteligencia locales y extranjeros– se lanzó –o fue empujado– a una misión suicida de “crear realidad”, con la escuálida denuncia contra la presidenta de la Nación y su canciller por encubrimiento del atentado a la AMIA. Cuando Nisman cayó en la cuenta de que había sido abandonado no sólo por su antiguo jefe, el depuesto director de Operaciones de la SIDE, Jaime Stiusso, sino también por las chicas Bond –que no eran las pulposas modelos de Leandro Santos con las que posaba en lugares paradisíacos, sino las diputadas Patricia Bullrich, Laura Alonso y Elisa Carrió–, Nisman volvió a “hacer objetivo lo subjetivo”, descerrajándose un tiro en la cabeza en el baño de su su departamento de la Torre Le Parc. A pesar de que pidió prestadas tres pistolas, bastó que no dejara carta para que su cuerpo, todavía caliente, volviera a crear realidad: tal como le habían enseñado sus controlantes, “todo homicidio puede pasar por suicidio y todo suicidio puede pasar por homicidio”.
A los pocos minutos de su muerte, un periodista novato lanzó la primicia por Twiter, pero en lugar de convertirse en una suerte de héroe por accidente, había que seguir “creando realidad”: antes de escapar del país hacia Israel, diciendo que temía por su vida, Damián Patcher tuvo tiempo de viajar a Mar del Plata para entrevistarse con Ricardo “Tachuela” Rivas, un agente de inteligencia que durante el gobierno de Fernando de la Rúa fue propuesto como vocero de la SIDE. Tachuela fue quien –sin demasiado esfuerzo– convenció a Patcher de que tenía que huir para prolongar la saga de Nisman, que a esas alturas ya resultaba más útil muerto que vivo.
Desde su legítimo lugar de querellante, la ex esposa del fiscal, la jueza Sandra Arroyo Salgado, retomó la táctica de hacer que lo subjetivo parezca objetivo. Contrató a un eximio equipo de peritos a los que les encomendó la tarea de probar no ya un asesinato, sino un magnicidio. El primer y único renunciante al equipo fue el escrupuloso psiquiatra forense Ricardo Risso, quien días antes de recibir el ofrecimiento había concedido una entrevista al diario Perfil en la que afirmó que “Nisman tenía rasgos narcisistas y en personas así el suicidio es posible”.
A pesar de los intentos por apartar a la fiscal Viviana Fein, de las obstrucciones a pericias desfavorables, de las filtraciones de imágenes escabrosas y de la realización de costosas animaciones, el equipo de profesionales contratado por Arroyo Salgado no pudo instalar –como pretendía– la idea de que un killerobligó a Nisman a arrodillarse mansamente en el baño, lo ayudó a apretar el gatillo y en un acto de escapismo digno de Harry Houdini consiguió salir del baño, del departamento y del edificio sin dejar un solo rastro.
Cuando los peritos de Salgado se vieron en franca minoría y arrinconados por las demoledoras evidencias indicando que Nisman estaba solo frente al espejo del baño y con la puerta cerrada cuando desenvolvió la pistola Bersa calibre 22 que Diego Lagomarsino le había entregado en un paño verde, que empuñó el arma con ambas manos y apretó el gatillo, la querella lanzó una nueva y compleja maniobra para crear realidad: mientras el diario La Nación publicaba como primicia que la computadora de Nisman había sido operada a las 20.07 del domingo, es decir mucho después de la muerte del fiscal, pero a la misma hora que su madre estaba en la puerta del departamento, Jorge Lanata inauguró su temporada televisiva como si la muerte de Nisman se hubiese producido la noche anterior. Con un video filmado por la Federal al momento del hallazgo del cadáver, PPT apuntó a deslegitimar la investigación desde el minuto cero. Por medio de un truco de edición, se pretendió hacerle creer a una audiencia incauta que el arma fue limpiada enteramente, mostrando primero su anverso manchado de sangre y luego su reverso limpio de ella, porque no era la cara depositada contra el charco de sangre. Lanata escandalizó a su audiencia con un macabro juego de 30 presuntos errores que van desde la falta de guantes hasta el uso de papel higiénico, que posteriormente aparecieron con pelos y señales en la pericia que firmó en solitario el perito de Salgado.
A renglón seguido, se pasó a la noticia de la notebook de Nisman, sugiriendo que allí se guardaban las pruebas de las que Nisman carecía, según han dictaminado y testificado los jueces Maria Servini de Cubría, Ariel Lijo y Daniel Rafecas, además de los integrantes de la Sala I de la Cámara Federal, que archivaron la denuncia contra la Presidenta por inconsistente.
En una carta abierta a Lanata, el ex diputado Mario Cafiero, quien junto al investigador Javier Llorens aportaron información decisiva para esclarecer el mecanismo del suicidio, señalan que el conductor no explicó a la audiencia cómo obtuvo una copia de un video que es secreto de sumario. Y remarcan que “el mismo video es un testigo fiel del procedimiento judicial. Que va dejando constancia de los pequeños errores que se van cometiendo, para que ellos no incidan ni en el proceso ni en sus conclusiones”.
Cafiero y Llorens recuerdan la postura de Lanata en el famoso caso García Belsunce, donde se jugó abiertamente a favor de la inocencia de Carrascosa, hoy condenado por la Justicia. Aún se pueden ver en algunos videos sus intervenciones televisivas en Día D diciendo que había visitado el baño donde fue asesinada García Belsunce, y afirmando que estaba diseñado para que se golpeara en la cabeza, pese a que tenía varios balazos en ella. O echándoles la culpa del homicidio a los vigiladores, todo lo cual tiene un curioso paralelismo con el caso Nisman.
El misterio sobre la actividad en la computadora de Nisman muchas horas después de su muerte quedó despejado esta semana cuando la junta de especialistas informáticos dictaminó que el supuesto ingreso de pendrives del domingo 18 de enero a las 20.07 no existió. Se trató de un error del sistema operativo Windows. El acta fue firmada por los cuatro peritos de cibercrimen de la Policía Metropolitana; Marcelo Torok, que representa a la defensa de Diego Lagomarsino, y Gustavo Pressman, designado por Sandra Arroyo Salgado. Era extraño –si no imposible– que alguien hubiera hecho esa operación a la hora en que el cuerpo de Nisman estaba en el baño y todavía no había ingresado nadie al departamento. Es más, a las 20.07 estaban dos custodios, la madre del fiscal y una amiga tratando de entrar al departamento.
Las imágenes de las cámaras de seguridad confirman toda la secuencia declarada por los distintos protagonistas: la madre del fiscal, el informático Diego Lagomarsino y los custodios.
Lo cierto es que en esa computadora Nisman no archivaba datos de importancia de ninguna causa judicial: en la Samsung había principalmente fotos y registros de sus gastos personales, inversiones y tarjetas con las que atesoraba sus secretos. Murió como vivió: rodeado de intrigas y espías.
Miradas al Sur
14-JUN-2015

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