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LA CRISIS GRIEGA

Grecia acorralada


El objetivo de los acreedores es claro. Humillar al gobierno griego para que acepte sus leoninas condiciones tal como se le presentan o derrocarlo, para prevenir que un efecto contagio se extienda hacia países como España, Portugal, Irlanda, Italia, y Francia. Para acabar co la experiencia que lidera Tsipras hoy no hacen falta tanques, alcanza con los bancos facinerosos salvados con dinero público.

Walter Goobar
Algunos dicen que son “momentos históricos”. Otros hablan de “días cruciales”. Lo cierto es que en Atenas se siente una tensión que no existía en las elecciones del 25 de enero que dieron una victoria arrolladora a Alexis Tsipras, un ingeniero de 40 años, activista estudiantil en su juventud, líder de un pequeño partido que labró su carrera en la lucha contra un sistema bipartidista en el que dos tribus políticas se alternaban en el poder. A causa del hundimiento de la economía del país, Tsipras consiguió lo que pocas veces se ha visto en política. Pasar de obtener algo más del 4% de los votos en 2009 a gobernar un país traumatizado por la crisis en 2015. Pero ahora retumban las amenazas de la salida del euro con el cierre de los bancos a consecuencia del fin de la liquidez decretada por Mario Draghi –director del Banco Central Europeo, exvicrepresidente de Goldman Sachs entre 2002 y 2005, la consultora que ayudó a maquillar las cuentas griegas–.
A pesar de que Grecia está en excedente primario, es decir; sin tener en cuenta lo que dedica a reembolsar deuda, sus cuentas están en superávit, los”contadores” de Bruselas y Berlín se niegan a aceptar que el problema es político y no económico: Grecia no quiere más dinero para pagar intereses de una montaña que la austeridad no disminuye sino acrecienta.
El objetivo de los acreedores es claro. Humillar al gobierno griego para que acepte sus leoninas condiciones tal como se le presentan o derrocarlo, para prevenir que un efecto contagio se extienda hacia países como España, Portugal, Irlanda, Italia, y Francia. Para acabar co la experiencia que lidera Tsipras hoy no hacen falta tanques, alcanza con los bancos facinerosos salvados con dinero público.
Es más, el Nobel de Economía, Joseph Stiglitz asegura que “casi nada de la enorme cantidad de dinero prestada a Grecia ha ido a parar allí. Ha servido para pagar a los acreedores privados, incluidos los bancos alemanes y franceses. Grecia no ha recibido más que una miseria, y se ha sacrificado para proteger los sistemas bancarios de esos países”.

Nuevo absolutismo

El cinismo de la emperatriz alemana Angela Merkel, y su legión de centuriones y bufones entre los que se destacan Juncker, Rajoy y Hollande, repitiendo que un triunfo del “no” en el referéndum equivale a salir del euro y hablando de la “oferta generosa” realizada a Grecia, no hace sino confirmar la sospecha de que los cajeros de Bruselas, en contubernio con los líderes de la derecha griega, habían organizado una maniobra para fracturar a Tzyriza y desplazar del poder a la dupla compuesta por Tsipras/Varoufakis para colocar en Atenas a un nuevo gobierno bajo la batuta del gobernador del Banco Central griego, Yannis Stournaras. Esa reedición de la operación “tecnócrata apolítico” (a lo Monti o Papademos) precisaba antes dividir a Syriza. No se estuvo muy lejos. Tsipras, salió del enredo convocando el referéndum de hoy, es decir volviendo a colocar el problema en sus términos políticos, cosa que se ha venido intentando sin éxito desde febrero.
Para algunos analistas, los negociadores de Syriza subestimaron al enemigo que tenían enfrente: no pudieron comprender que no está interesado en hacer un análisis certero sobre la crisis y la austeridad. Esperaron demasiado y sin elaborar un plan paralelo: el referendo sobre el ultimátum de la troika debió haberse convocado hace por lo menos un mes, cuando Tsipras y Varoufakis sabían que no habría otra salida. Para ese entonces el panorama era muy claro: la troika no claudicaría en sus condiciones. ¿Por qué esperar hasta el final? No es lo mismo votar con un corralito ya instalado que sin él.
El mensaje estaba claro en todas las capitales europeas. La victoria del no en el referéndum supondría la salida de Grecia de la eurozona. Lo dijeron los alemanes, entre ellos, Schäuble, que ve más cerca el momento de deshacerse de los molestos griegos. Pero también Hollande y Renzi, los únicos aliados potenciales con los que Tsipras creía poder contar al llegar al poder. Pero en eso los socialdemócratas no se han salido de la línea oficial de la eurozona, ni durante las negociaciones ni ahora. También ellos han afirmado que lo que se juegan los griegos el domingo es elegir entre el euro y el dracma. No en aceptar o rechazar la última propuesta de la troika, como sostiene Tsipras. Es un lo tomas o lo dejas, que es lo que Tsipras ha dicho en una entrevista en la noche del lunes en la televisión pública griega. Le dieron 48 horas para aceptar esa última oferta.
Dos verdades.

En el enfrentamiento del último mes, hay dos verdades reconocidas por ambas partes, los acreedores y los deudores: Grecia no es capaz de pagar su deuda, y el dinero de los préstamos va a parar a los bancos sin fortalecer la recuperación del crecimiento.

Junto a estas verdades, hay una realidad cotidiana que los acreedores prefieren ignorar: un país en ruinas, con prestaciones sociales drásticamente reducidas, abuelos hurgando en la basura, drogadictos trasladados por la policía como un rebaño de un barrio a otro de Atenas, hospitales que funcionan a media máquina y sin el personal necesario, medicamentos que desaparecen.
No hay duda de que las medidas adoptadas para luchar contra la recesión van a crear una recesión aún mayor. Desempleada y sin crecimiento, gran parte de la población vive por debajo de la línea de pobreza. Este es un pueblo abandonado por Europa.
La estrategia de Tsipras ante esta consulta y sus mensajes a la opinión pública cuentan con algunos puntos débiles. El principal, convencer a sus compatriotas que el gran desafío del no servirá para fortalecer la posición negociadora de Grecia y convencer a la troika de que están obligados a cambiar sus propuestas. Es decir, pone la carga de la prueba en manos de sus enemigos, de los que quieren acabar con él y con su Gobierno.
El argumento de Tsipras es irreprochable en términos políticos.
A diferencia de lo que ocurrió en otros momentos en que diversos referendos fueron tolerados, ahora la eurozona está embarcada en un proyecto ideológico sustentado en la idea de convertir la austeridad en una solución permanente, destinada a convertirse en la teología oficial para las próximas décadas.
Tsipras cuestiona esa idea y por tanto debe ser destruido. Es un hereje y un peligroso precedente y, como todos los herejes, su único destino es la hoguera. Pero los griegos saben que si Tsipras cae, no hay alternativa en la derecha ni en el PASOK ni en el KKE, que perdieron elecciones hace cinco meses, no hay alternativa a Tsipras. Eso lo sabe el pueblo griego.
Miradas al Sur
05/07/2015

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