En medio de lo que se ha llegado a conocer en Israel como la “Intifada de los acuchilladores”, tuvo lugar una escena poco usual en Ramat Gan, donde muchos de los residentes son judíos iraquíes.
Walter Goobar
Una mujer menuda estaba protegiendo a un hombre que yacía en el suelo y era perseguido por una turba, incluidos algunos soldados, que quería lincharlo.
Mientras yacía en el suelo, le pulverizaron gas pimienta a los ojos a quemarropa. Logró murmurar a su ángel guardián: “Soy judío”. Cuando la turba terminó por comprender el mensaje lo dejaron solo.
Lo persiguieron porque casi todos los judíos iraquíes se parecen a los palestinos, relata el director del Centro Europeo de Estudios Palestinos en la Universidad de Exeter, Ilan Pappe, en una crónica para la agencia Al Jazeera.
De hecho, la mayoría de los israelíes procedentes de los países árabes se parecen bastante a los palestinos. Los únicos judíos que están “protegidos” son los judíos ortodoxos mizrajíes que se ponen las mismas vestimentas que sus predecesores asquenazis usaban en la Europa del siglo XVII, dejando de lado su tradicional vestimenta “árabe”.
Este ataque no fue el único. Otros judíos árabes han sido confundidos con palestinos. Ser considerado árabe en Israel, incluso por la apariencia, implica ser considerado uno de los invisibles y prescindibles nativos sin derechos.
Cuando se analizan los orígenes de la actual intifada, se pueden señalar correctamente la ocupación y la expansión de la colonización judía.
Pero la desesperación que ha producido la actual agitación no es un resultado directo de la colonización de 1967, sino más bien de 100 años de invisibilidad, deshumanización y destrucción potencial del pueblo palestino dondequiera que se encuentre.
Cuán profundamente esta negación de la humanidad de los nativos de Palestina se arraiga en el actual discurso político israelí se pudo ver en los dos discursos principales del primer ministro Benjamín Netanyahu y del líder de la oposición Yitzhak Herzog, pronunciados el martes en la Knéset (Parlamento israelí).
Netanyahu explicó muy bien por qué la desesperación palestina producirá más y más intifadas en el futuro y por qué la deslegitimación internacional de Israel aumentará exponencialmente.
Describió cien años de colonización como un proyecto digno al que, sin causa alguna, fuera de la incitación islámica, se oponía el pueblo nativo de Palestina.
El mensaje a los palestinos era claro. Acepten su suerte como reclusos invisibles, sin ciudadanía, de la mayor prisión del mundo en Cisjordania y en la Franja de Gaza y como comunidad bajo un severo régimen de apartheid, y entonces todos podremos vivir en paz. Cualquier intento de rechazar esta realidad es terrorismo de la peor clase y se tratará como corresponde.
Dentro de esta narrativa, si el autor del discurso intentaba calmar las preocupaciones del mundo musulmán sobre la suerte de Al-Haram al Sharif (el Noble Santuario), logró todo lo contrario.
En un discurso pronunciado ante delegados del Congreso Sionista Internacional en Jerusalén, Netanyahu dijo el martes que el muftí de esa ciudad, referente religioso e histórico líder palestino, fue quien instó al máximo dirigente de la Alemania nazi a provocar la muerte sistemática de judíos. “En ese momento, Hitler no quería aniquilar a los judíos, sino expulsarlos”, dijo Netanyahu, según la versión escrita de su discurso, difundida por su oficina. “Amin El Husseini fue a Hitler y le dijo: ‘Si usted los expulsa, vendrán todos aquí’. ‘Y entonces ¿qué hago con ellos?’, inquirió Hitler. El (Al Husseini) dijo: ‘Quémelos’”, señaló el primer ministro israelí.
También entonces acusó falsamente a los judíos de querer destruir la mezquita de Al Aqsa y el Monte del Templo, dijo Netanyahu en relación con la reciente disputa con la cúpula palestina. “El muftí fue un cómplice criminal de (el jefe de las SS Heinrich) Himmler y de (el dictador Adolf) Hitler en la ejecución del Holocausto”, dijo el líder israelí al término de una reunión con la canciller alemana, Angela Merkel, en la sede de la Cancillería en Berlín.
Las afirmaciones de Netanyahu no tardaron en despertar el rechazo de políticos e historiadores. El líder de la oposición en Israel, el laborista Isaac Herzog, instó a Netanyahu a retirar sus declaraciones. “Se trata de una peligrosa distorsión de la Historia que trivializa el Holocausto”, dijo. También el profesor israelí especialista en el Holocausto Yehuda Bauer señaló que el premier empequeñeció la figura del genocida alemán con sus palabras. “Hitler no necesitaba a ningún árabe de Oriente Próximo que le dijese lo que tenía que hacer”, sostuvo. “El Husseini colaboró con Hitler, pero la idea de que Hitler se inspiró en él es ridícula”, agregó el profesor en declaraciones a la radio del ejército israelí.
Por su parte, el presidente palestino, Mahmud Abbas, dijo sobre las polémicas declaraciones del primer ministro israelí, tras un encuentro con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon: “Netanyahu absolvió a Hitler de sus crímenes y le pasó la culpa a El Husseini. Así es como quiere agredir, de forma miserable, al pueblo palestino”.
Por su parte, el pacifista israelí Uri Avnery sostiene que la democracia israelí se desliza hacia abajo. Se desliza despacio, cómodamente, hacia una sociedad ultranacionalista, racista, religiosa.
Para Avnery, quien dirige este viaje hacia el abismo no es el grupo de donnadies ruidosos que llegaron al poder en las últimas elecciones, encabezados por Benjamín Netanyahu, sino los colonos que se convirtieron en la fuerza dominante en el partido Likud. Ahora controlan el gobierno.
Todos los políticos usan ahora el lenguaje colono. Ya no hablan de Cisjordania, sino que lo dicen en “colono”: “Judea y Samaría”. No sorprende que los colonos se estén apoderando del Estado.
El proceso ya está muy avanzado. El nuevo jefe de la Policía es un antiguo colono que lleva kipá. Al igual que el jefe de los servicios secretos. Cada vez más oficiales del ejército y la policía son colonos. En el gobierno y en la Knesset, los colonos ya tienen una influencia tremenda.
“Hace unos 18 años, cuando mis amigos y yo declaramos el primer boicot israelí contra los productos de los asentamientos, ya veíamos lo que se nos venía encima”, dice Avnery. Esta es ahora la verdadera batalla para Israel.
Miradas al Sur
26-10-2015