El papel clave jugado por Francia en el derrocamiento y asesinato del líder libio Mohamar Khadafi hacía absolutamente previsible que Francia iba a encabezar la lista de objetivos del Estado Islámico, y aquella amenaza se convirtió en realidad este jueves cuando esa organización que pretende instaurar un califato que se extienda desde el Medio Oriente hasta España, perpetró siete ataques simultáneos en Paris, co un saldo de 128 muertos y más de 300 heridos.
Walter Goobar
Hace exactamente un año, un video de siete minutos de duración producido por Al Hayat, la división mediática del Estado Islámico a cargo de los mensajes divulgados en idiomas distintos al árabe, comenzaba con una hoguera donde ardían los pasaportes del millar de franceses reclutados por el Estado Islámico: “¿Qué esperan? ¿Por que no inician la ’hégira’ (emigración)? ¿Cómo aceptan trabajar en la tierra del ’kufr’ (infiel) cuando Alá ha abierto la puerta para que lleven a cabo el mejor de los actos?”, lanza Abu Osama al Faransi (’el francés’, en lengua árabe) junto a una decena de combatientes, arma en mano.
“Este es un mensaje de sus hermanos franceses que han hecho la hégira para los musulmanes que aún habitan la tierra del ’kufr’. Fortalecen su economía y pagan los impuestos que luego emplean para combatirnos y matar a nuestras hermanas, mujeres y niños. ¿No se avergüenzan? Arrepiéntanse ante nuestro señor, venid y uníos”, agrega el yihadista en una arenga destinada a aumentar el reclutamiento. El joven Abu Salma al Faransi es el tercer acólito del califato –proclamado a caballo entre Siria e Irak– en ofrecer su alocución. Su discurso resulta ser el más despiadado: “Si no pueden llevar a cabo la ‘hégira’, trabajen dentro de Francia. Aterrorízenlos y hagan que no puedan dormir por la inseguridad y el miedo. Hay armas y coches a su alcance y objetivos listos para ser golpeados”. El militante llama además a utilizar cualquier método para derrotar al enemigo. “Envenenen el agua y la comida de al menos un adversario de Alá. Matenlos, escupan en sus caras y atropellen con sus coches. Hagan lo que puedan para humillarlos, porque es lo que merecen.”
Lejos de ser una bravuconada, el papel clave jugado por Francia en el derrocamiento y asesinato del líder libio Mohamar Khadafi hacía absolutamente previsible que Francia iba a encabezar la lista de objetivos del Estado Islámico, y aquella amenaza se convirtió en realidad este jueves cuando esa organización que pretende instaurar un califato que se extienda desde el Medio Oriente hasta España, perpetró siete ataques simultáneos en Paris, co un saldo de 128 muertos y más de 300 heridos. Contrariamente a lo que podría pensarse, el teatro Burlesque donde fueron asesinadas 100 personas, no era el blanco primario del ataque. El epicentro del multioperativo terrorista con multiobjetivos, iba a ser el estadio de fútbol donde 60.000 espectadores -entre los que se encontraba el Presidente de Francia, Francois Hollande-, asistían al partido entre Francia y Alemania. Como el terrorista que debía detonarse dentro del estadio no consiguió ingresar, activó la carga explosiva en una de las puertas de entrada, y el Burlesque se convirtió en en el blanco primario donde se puso en escena una orgía de sangre y plomo.
En 2014, el Estado Islámico, se impuso en el centro del escenario político iraquí y sirio, y creó una configuración inédita de las relaciones de fuerzas en Oriente Medio. Los medios de comunicación occidentales, asombrados, descubrieron una especie de “ovni político”, un ejército yihadista surgido de la nada y que nadie parece poder detener. Sin embargo, había muchos signos que anticipaban la emergencia de este nuevo actor geopolítico.
La proclamación del califato por el líder de la organización, Abu Bakr al Bagdadi, el 29 de junio de 2014 en un territorio que cabalga la frontera entre Siria e Irak ilustra la ambición proclamada de construir un verdadero Estado por quienes eran hasta hacía poco un pequeño grupo salafista-yihadista entre muchos otros.
Con la increíble rapidez de su expansión territorial y la guerra declarada contra todos los regímenes de la región y los poderes “infieles”, el fenómeno adquirió una dimensión global. La crisis de los estados como consecuencia de la “primavera árabe” y de la ocupación estadounidense de Irak puso en crisis el poder de las autoridades tradicionales sunitas asociadas a estos estados. Su desintegración, dejó un vacío que el ISIS supo explotar.
De nada sirve demonizar al ISIS si uno no trata de entender en qué se funda su rápido éxito y cómo se explica que las potencias occidentales hayan caído en la trampa tendida por los yihadistas para implicarlas en un conflicto generalizado. Para ello hay que revisar la historia de la ocupación estadounidense de Irak y el estallido de la “primavera árabe”–, sino también la larga duración –la génesis de los estados árabes creados bajo la dominación colonial británica y francesa–. Asistimos al desmoronamiento completo del orden imperante en Oriente Medio desde hace casi un siglo.
Los ingredientes del éxito inicial del ISIS no son militares. Sin lugar a dudas se manifiesta también como una vanguardia militar capaz de expulsar al ejército iraquí de una serie de ciudades y territorios, pero al contrario de lo que hizo Al Qaeda en 2003 y 2004, el ISIS no se impone a la población local como una fuerza de ocupación extranjera o percibida como tal. En cada ciudad conquistada se apoya en la restitución del poder a los actores locales: jefes tribales o clánicos, notables barriales, líderes religiosos sunitas y antiguos oficiales del ejército de Saddam Hussein, a quienes se confía la responsabilidad de la gestión con una serie de condiciones. Entre ellas la lealtad exclusiva al ISIS y la prohibición de desplegar otros emblemas oficiales que no sean la bandera de esta organización, así como la obligación de cumplir con las exigencias de un orden moral ultrafundamentalista.
Por lo tanto es comprensible que los combatientes del ISIS seán recibidos por gran parte de la población local como un ejército de liberación. Inseguridad, corrupción generalizada y fenómenos de escasez artificial para hacer subir los precios caracterizaban al régimen anterior, mientras el nuevo orden islámico está marcado por un retorno a la seguridad, mercados regularmente abastecidos, una caída general de los precios y una lucha sin cuartel contra la corrupción. El ISIS logró presentarse como un verdadero Estado de derecho, comparado con el dominio mafioso del gobierno de Bagdad.
A diferencia de Al Qaeda, el ISIS tiene un proyecto de construcción estatal que pone en práctica en los territorios conquistados. Para ello cuenta con importantes recursos: fondos privados provenientes de los países del Golfo, sumas recuperadas en los bancos –en particular, del Banco Central de Mosul–, explotación de pozos petroleros bajo su control, rescates por la liberación de los prisioneros cristianos y yazidíes,2 así como el sistema de recaudación tributaria islámica promovido por las nuevas autoridades.
14-11-2015