buscar
videos
Entrevista a W. Goobar en el Noticiero de Telefé
Trailer documental sobre Estela Carlotto
Mujeres, según Galeano
Rmtrevista en Canal Metro
Emtrevista en Canal Metro
ESTELA: Documental de S. Di Florio y W. Goonar

Occidente y el terrorismo

Detrás de las banderas negras

Los atentados de París y de Mali no deben verse exclusivamente como una obra de fundamentalistas islámicos, sino consecuencias de un perverso juego geopolítico que intenta rediseñar la realidad del codiciado Medio Oriente.

Walter Goobar
Aunque los gobiernos y los medios de comunicación occidentales parecen empeñados en hacernos creer que los atentados terroristas en París fueron exclusivamente obra de los radicales yihadistas, una radiografía de los atentados, los perpetradores y sus financistas, muestra una imagen muy distinta. Lo que está ocurriendo no es una guerra de religión sino que son las esquirlas de un sangriento y perverso juego geopolítico que está en manos de las potencias occidentales para rediseñar el Medio Oriente.
El presidente François Hollande dijo que la masacre de París es un acto de guerra, pero lo cierto es que Francia lleva participando en guerras desde hace tiempo.

En los últimos años, Francia ha querido situarse en primera fila de la geopolítica, en busca de una mayor influencia internacional. Para ello encabezó la intervención militar en Libia.

Con la excusa de liberar una ciudad de las garras del ejército de Khadafi, una coalición militar liderada por Francia y Reino Unido –con compañeros de dudosa reputación– armó en 2011 a grupos yihadistas y a individuos que antes habían participado en la guerra contra EE.UU. en Afganistán.
Aquella operación prosiguió durante meses y no paró hasta que Francia y EE.UU. asesinaron extrajudicialmente a Khadafi, el líder laico que más había combatido el yihadismo y había impedido su ingreso a Europa. Fue llamativo que ambos países se disputaran la autoría de un asesinato que violaba la ley internacional.
Libia quedó fragmentada y dividida en milicias armadas por Occidente, y se convirtió en arsenal de yihadistas armados que participarían en el horror actual que viven tanto ese país como Siria.

Y en la ciudad natal de Khadafi se instaló el cuartel general del ISIS que nadie bombardea.

Francia también impulsó una intervención militar en Malí en 2013, enviando tropas galas al terreno, donde este viernes se produjo la toma de rehenes en un hotel de la cadena Marriott.
Desde 2011, varios servicios secretos occidentales, así como unidades especiales de EE.UU., estuvieron presentes en Siria, estudiando a qué grupos de la oposición iban a apoyar y armar, mientras los servicios secretos turcos hacían la vista gorda ante las idas y venidas de los yihadistas.

Hasta hoy, Estados Unidos, sus socios de la OTAN y sus socios regionales como Israel, Arabia Saudita y Qatar están armando, financiando, protegiendo, formando y apoyando a los extremistas islámicos. Su objetivo: un cambio de orden en Medio Oriente.
El fantasmagórico Estado Islámico fue concebido por varias fuentes, pero su partida de nacimiento es incomprensible sin atender al hecho central: que Estados enteros como Afganistán, Irak, Libia y Siria han sido disueltos y que todos ellos están situados en, o alrededor de, la primera zona energética del mundo en una época en la que el reparto de esos recursos está en el vértice del conflicto entre las viejas y nuevas potencias: ya hay tres focos de tensión y contacto militar directo entre EE.UU., Rusia y China: Ucrania, Siria y el Mar de China.
Washington, que ha contribuido a fomentar una guerra de religión en el mundo musulmán y ha fortalecido a Irán sin quererlo, ha completado el desastre con una nueva aventura en Siria. Con el apoyo y el dinero de los amigos del Golfo, que son versiones monárquicas parecidas al régimen que propicia el Estado Islámico con sus propias agendas y objetivos regionales, se fomentó la caída del régimen de Damasco, como se había hecho antes con Sadam Hussein en Irak y con el coronel Khadafi en Libia.

Los terroristas que perpetraron el reciente atentado en París estaban fichados, pero compraban –sin mayores inconvenientes– explosivos y y fusiles Kalashnikov en un país en estado de máxima alerta desde la matanza de Charlie Hebdo. Sería bueno que los jefes de Estado de una docena de países le confesaran la verdad a la gente angustiada por la sucesión de matanzas: Nueva York, Casablanca, Marrakech, Madrid, Londres, Bombay, Ankara, Beirut, París… Admitieran que la peste del yihadismo que ellos mismos patrocinaron no puede erradicarse en un santiamén. Tiene causas complejas, lleva décadas creciendo en el mundo árabe y musulmán y ha terminado alcanzando en Europa a algunos jóvenes procedentes de la inmigración. Más aún: cuando anuncian una intervención terrestre, saben que ésta convertirá toda la zona en un avispero multinacional y en una fábrica de yihadistas.
Cualquiera que conozca París, sabe que en la capital francesa una generación de jóvenes, hijos y nietos de inmigrantes ha crecido en su rechazo al Estado y el odio al único organismo público con el que tienen relación, la Policía. No conocen nada de la liberté, égalité yfraternité que aparecen en las grandes declaraciones de los políticos.

Muchos de esos jóvenes se conforman con una cierta violencia de baja intensidad con la que responder a las injusticias, sean reales o exageradas. Algunos pueden ir más lejos y pasan de los asesinatos virtuales en la Play Station a la acción directa. De hecho, la Play Station fue usada para la planificación y la comunicación entre los perpetradores.

Contra la opinión general, la religión, el islamismo como factor religioso, desempeña un papel más reducido de lo que se cree, señalan los expertos más reputados. El juez Marc Trédivic estima que sólo “un 10%” de las causas del reclutamiento de los yihadistas se deben al aspecto religioso. La atracción viene más “de los problemas que hacen que esa gente no esté insertada en la sociedad; ausencia de trabajo, su pasado violento de delincuencia, eventuales problemas psiquiátricos”. El deslizamiento que el yihadismo propone a esas personas “les ofrece la posibilidad de una nueva existencia”. “Hay muy poca gente que tenga un recorrido de adoctrinamiento, de dogmatismo, de reflexión sobre el islam y que haya escogido el salafismo y el yihadismo”, dice el magistrado.
Casi siempre los reclutas del yihadismo francés son perfectos analfabetos en materia religiosa, explica el psicoanalista de la Universidad Paris-Diderot Fethi Benslama, otro de los grandes conocedores de este medio. En los prontuarios de algunos de estos guerreros de la Play Station se han encontrado casos de compras online del libro L´Islam pour les nuls, un almanaque de elemental introducción a la religión para ignorantes, como dice su título. Entre “un 30% y un 40%” de estos sujetos ni siquiera tienen raíces musulmanas, son conversos que han llegado a la pseudodoctrina, como en los setenta se podía llegar al trotskismo o al maoísmo, o en los noventa al neonazismo en la Alemania del Este. Gente, dice Fethi Benslama, “que busca la radicalización, antes incluso de encontrar el producto”.
Miradas al Sur
24-11-2015

libros
El tercer atentado
El caso de los dos atentados perpetrados en la Argentina, combina muchos de los temas más candentes de nuestra historia reciente: terrorismo internacional y terrorismo de Estado, espionaje, asesinatos políticos...
Osama Bin Laden El banquero del terror
Los mitos y las historias verdaderas sobre Osama Bin Laden se arremolinan en la imaginación de millones de seres humanos como el humo de las Torres Gemelas...
Copyright 2011 -- Todos los derechos reservados