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ZONA CALIENTE

Bush propuso atacar la Triple Frontera

La Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay es una zona sin ley donde además de los delitos de narcotráfico, contrabando de armas, automóviles y otros productos, recaen sospechas de ser un santuario del terrorismo internacional.

Por Walter Goobar, desde Buenos Aires
Los mitos y las verdades sobre esta  zona muy sensible en materia de seguridad se confunden de tal manera que George W. Bush  evaluó seriamente atacar la región como represalia por las atentados del 11 de setiembre de 2001, según revelaciones recientes. Ahora. El gobierno brasileño que siempre ha negado las acusaciones de terrorismo, ha decidido tomar el toro por las astas y militarizar la región.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, un alto funcionario norteamericano propuso golpear "por sorpresa" al grupo terrorista Al Qaeda, pero no en Afganistán -donde estaban sus bases- sino en Sudamérica, particularmente en la zona de la Triple Frontera, en el límite entre Argentina, Brasil y Paraguay. La insólita propuesta expuesta en un memorando  secreto del Pentágono, cuyos detalles aparecieron en una nota al pie del voluminoso reporte de la comisión independiente sobre los atentados del 11 de setiembre y fueron recogidos por la revista Newsweek.
El semanario estima que los autores del memorando "top secret" fueron el veterano analista, Michael Maloof, y un experto en Medio Oriente, David Wurmser, actualmente asesor del vicepresidente, Dick Cheney.
Maloof y Wurmser argumentaban que un ataque a los terroristas en América del Sur, por ejemplo en la Triple Frontera donde se había detectado la presencia de grupos islámicos  ligados al Hezbolláh libanés, tendría efectos aleccionadores para los terroristas.
La idea fue desechada y EE.UU. prefirió atacar Afganistán e  Irak, pero de tiempo en tiempo vuelven los rumores sobre la presencia terrorista en la Triple Frontera.
Cuando sucedió el atentado contra la AMIA en julio de 1994, se dijo que los explosivos para el coche-bomba ingresaron desde la Triple Frontera, aunque a diez años del hecho esto no se ha podido probar.
En breve, la policía paraguaya enviará a los investigadores del caso AMIA en Buenos Aires información sobre Hattem Ahmad Barakat, un libanés detenido en Ciudad del Este por falsificación de documentos. Barakat y su familiar Assad Ahmad Barakat fueron caras visibles del partido libanés Hezbollah, la estructura legal y parlamentaria que tiene a su vez un brazo armado al que se acusa del atentado contra la AMIA.
En las últimas pistas que se investigan respecto del ataque de la calle Pasteur, se sospecha que la coordinación del atentado se hizo desde Ciudad del Este a través de una persona que utilizó el celular 55-45-9751161 a nombre de un tal André Marques. Desde el celular de André Marques hubo llamadas a El Líbano, a una especie de central de Hezbollah que se ocupa de Latinoamérica, y a domicilios en Nueva York, Berlín y San Pablo, donde según los servicios de inteligencia operaban hombres de los grupos combativos de la organización. Finalmente, la última llamada al celular en Ciudad del Este se realizó el 18 de julio de 1994, dos horas ants del atentado, desde el aeropuerto de Ezeiza. El celular nunca más se volvió a usar.
Entre las comunicaciones que se hicieron desde ese teléfono hubo varias a los Barakat. Los Barakat recaudan dinero con el argumento muy aceptado en Medio Oriente de que Hezbollah es un partido de la resistencia a la ocupación israelí en El Líbano y que con el dinero se ayuda esencialmente a las obras sociales que realizan. Los especialistas en antiterrorismo alegan que no se puede comprobar si el dinero va para fines sociales o sirve para armar combatientes.
Pese a la repentina militarización, los funcionarios brasileños y argentinos coinciden en el diagnóstico de que no hay actividad terrorista en la Triple Frontera, más allá de la recaudación de fondos entre la numerosa comunidad árabe que vive básicamente del comerci, legal e ilegal.
Al respecto, en junio pasado, la ex embajadora estadounidense en Brasil, Donna Hrinnack, expresó su procupación por el dinero que sale de allí hacia el Medio Oriente, aunque negó que existan allí células terroristas islámicas.
"Sabemos que hay recaudación de fondos para Medio Oriente, y gente de buena fe que contribuye creyendo que ayuda a obras de caridad; creemos que ese dinero también llega a grupos con otras intenciones, con otros fines.
Pero de terrorismo en Triple Frontera, de células de activistas, nada", afirmó la diplomática en esa oportunidad.
Para los servicios de inteligencia y seguridad argentinos, la decisión de Lula fue sorprendente. En general, los gobiernos brasileños han desoído la insistencia norteamericana en que se extremen las medidas sobre lo que en Washington consideran una especie de zona roja del terrorismo. Por un lado, la cancillería de Brasil siempre mantuvo buenas relaciones con los países árabes y, a diferencia de la Argentina de los ‘90, nunca se involucró excesivamente en la política norteamericana de Medio Oriente. Es más: el tema provocó roces entre Buenos Aires y Brasilia, sobre todo por la escasa colaboración brasileña en la investigación del atentado contra la AMIA; hay indicios ciertos de que en los dos atentados de Buenos Aires, el de la Embajada de Israel y la AMIA, Brasil fue el escenario elegido por los terroristas para concretar partes importantes de la preparación. En Brasil siempre rechazaron esta imputación y el argumento fue que “nos quieren echar la culpa de lo que no supieron investigar en la Argentina”.
En ese marco, las nuevas medidas de seguridad de Lula en la Triple Frontera llamaron la atención. Sin embargo, un informe entregado al Presidente Néstor Kirchner  indica que la verdadera razón del despliegue de lanchas, aviones y efectivos tiene que ver más con el contrabando que con el terrorismo.
“Los brasileños coinciden con nosotros en que, a principios de los años ‘90, había grupos islámicos fundamentalistas en la zona, aunque actuaban más como proveedores de documentación falsa, armamento y dinero. Los empresarios de origen árabe, sospechados de colaborar con los grupos fundamentalistas, se mudaron hace ya varios años hacia San Pablo, también en Brasil, a Iquique, en Chile y, en menor medida, a Río de Janeiro. Si se suman los efectivos de la CIA, la DEA, el Mossad y los servicios de inteligencia de los propios países, hoy en la Triple Frontera hay más agentes de inteligencia que sospechosos de terrorismo”, ironizan los funcionarios de seguridad.
Según el diagnóstico de las autoridades argentinas, el despliegue brasileño tiene más que ver con el contrabando que con el terrorismo. El presidente Lula dispuso que aviones, lanchas patrulla de alta velocidad, flamantes radares y casi 3 mil efectivos custodien el lado brasileño de la zona en la que confluyen Foz de Iguazú (Brasil), Ciudad del Este (Paraguay) y Puerto Iguazú (Argentina). Brasil, además, va a inaugurar allí uno de los cuarteles más modernos de la policía federal de ese país.

El centro de vigilancia e inteligencia en la región apunta a responder de forma más concreta a las denuncias y a las amenazas de los Estados Unidos de penalizar a Brasil por no combatir el flujo de piratería -de música, software, películas, electrónicos, ropa y calzado- que todavía tiene lugar en la triple frontera a cielo abierto.
Dos lanchas blindadas donadas por la empresas brasileño-paraguaya que opera la represa hidroeléctrica de Itaipú ya patrullan el área, y a partir del próximo mes un pequeño avión debe sumarse a la vigilancia, para en conjunto detectar cualquier movimiento irregular en los 97 puntos de entrada a Brasil por esa zona fronteriza.
Se trata de presionar sobre Paraguay para frenar el contrabando de cigarrillos.
Lula pretende que el presidente paraguayo Nicanor Duarte Frutos firme un compromiso de realizar operativos serios contra el contrabando y, a cambio, Brasil financiaría algunas obras de infraestructura.
Según los especialistas argentinos, Lula no ha dado un giro en la tradicional posición de no reconocer el área de la Triple Frontera como un foco terrorista sino que instrumentó los operativos anticontrabando y, de paso, le hizo un guiño a Washington en el terreno de la lucha antiterrorista.
Revista Milenio, de México
27-06.05

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