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LAURA GINSBERG HABLA DEL ESCÁNDALO DE LOS CASSETTES

“Kirchner es rehén de sus propias maniobras"

Hace siete años, como viuda de una de las víctimas del atentado, fue la protagonista del “Yo acuso” contra el gobierno menemista. Ahora dice no tener esperanzas en el resultado del juicio oral por la AMIA. Y critica al Presidente y a su esposa por amparar a los sectores de la SIDE responsables de la destrucción de pruebas y del encubrimiento.

Por Walter Goobar
Néstor Kirchner no puede anunciar: ‘vamos a liberar a los policías bonaerenses’, cosa que ocurrirá en pocos días más con el veredicto de un juicio fraudulento. Tampoco puede prometer ‘vamos a perseguir la conexión local del atentado”, porque el Gobierno ya abandonó esa posibilidad de manera pública. Y ni siquiera promete ‘vamos a profundizar la investigación hasta sus últimas consecuencias’, porque sabe que en manos del nuevo juez y de los nuevos fiscales lo que queda de la investigación son restos, que ellos mismos denominan ‘AMIA residual’”, dice Laura Ginsberg, integrante de APEMIA (Agrupación por el Esclarecimiento de la Masacre Impune de la AMIA), escindida de Memoria Activa, y viuda de José Enrique “Kuki” Ginsberg, una de las 85 víctimas fatales de la masacre del 18 de julio de 1994.
Siete años atrás, un discurso de Laura Ginsberg conmovió a la sociedad. En el acto central de repudio al atentado y en reclamo de justicia, denunció sin ambigüedades la complicidad del gobierno de Carlos Menem. El entonces ministro del Interior, Carlos Corach –de la comunidad judía– estaba en el palco, junto al titular de la DAIA, Rubén Beraja, ahora preso por quiebra fraudulenta del Banco Mayo, y en aquellos tiempos gran amigo del menemismo. Desde aquellas impactantes palabras de Ginsberg el recuerdo de las víctimas y la demanda de esclarecimiento se recuerdan en actos separados.
Ginsberg tiene hoy 46 años, es madre de dos hijos, bióloga del Departamento de Virología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Como en tiempos menemistas, sus palabras son fuertes: “el Gobierno de Kirchner es una especie de rehén de las maniobras que él mismo alimenta”. Y cree que detrás del papelón de los cassettes se quiere ocultar un realineamiento argentino con los EEUU en materia de terrorismo.
–El tema de los cassettes es una maniobra más que se suma a los anales de la vergüenza nacional que Kirchner dijo que venía a superar hace un año.
–¿Porqué lo considera una maniobra?
–En la Casa de Gobierno hubo una reunión con más de treinta personas y después se hizo –en la misma Casa Rosada–, una conferencia de prensa en la que participaron funcionarios del Gobierno que escucharon que el Presidente de la AMIA decía que se habían encontrado 45 cassettes, y ninguno reaccionó. Tardaron 24 horas en desmentirlo y de manera casi lateral. Por todo eso me parece que acá se está ocultando algo. Además de que siguen ocultando los cassettes como parte de toda la documentación que sigue cerrada, y que el Gobierno publicita que está abierta.
–¿Qué se pretende ocultar?
–Con todo este manoseo del tema de los cassettes, de lo que no se habla es del resultado de esa reunión que tuvo el Comité Judío Americano con el Gobierno de Kirchner. Lo que sabemos es que esta delegación venía a ofrecer los servicios del Gobierno de Bush y de la Comisión Interamericana contra el Terrorismo para sellar los acuerdos para que la Argentina se alinee con Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo internacional. Esto se produce en un contexto en el que el Gobierno ya hizo público que se terminó con el tema de la conexión local.
–Si los cassettes hubieran aparecido, ¿qué vuelco podrían haber originado?
–Los cassettes representan todo lo que ha permanecido guardado, cerrado y oculto durante todos estos años. Podemos hablar de la remoción de Palacios y podemos hablar de cómo el Gobierno de Kirchner ha reforzado los poderes de Jaime Stiusso, el tercer hombre más importante en los mandos de inteligencia de este país. Desde la jefatura de Contrainteligencia, Stiusso ha sido y es el responsable de construir este encubrimiento y es el personaje que el Gobierno de Kirchner defiende bajo el argumento de que es el que más conoce de la instrucción y de la investigación. Acá están pulseando diferentes sectores que tienen que ver con los servicios de inteligencia, con las fuerzas de seguridad, para ver quién se queda con el control de la situación. Todos los que han rozado esta investigación tienen –como mínimo–, las manos manchadas.
–¿Por qué el Gobierno se está apoyando en el sector de Contrainteligencia de la Side, más concretamente, en Stiusso?
–El Gobierno es una especie de rehén de las maniobras que él mismo alimenta.
–El presidente de AMIA dijo en el acto que con Kirchner se encendía una vela de esperanza.
–Cristina Kirchner fue parte de la Bicameral que apoyó y sostuvo a Galeano y a los fiscales. Desde que se conformó la Bicameral en 1996 ella nunca tomó la iniciativa de pedir el juicio político a Galeano, a pesar de que estaba al tanto de todas las irregularidades que se cometían. Por eso cuando hace declaraciones como las recientes en las que dice que hubo una responsabilidad del Estado, pero pone esa responsabilidad en pie de igualdad con la de toda la comunidad judía, comete un error gravísimo. Es grave poner en un pie de igualdad a toda la sociedad argentina que ha sido víctima de este ataque.
–¿Está ilusionada o desilusionada con el juicio oral por el atentado a la AMIA?
–Todo lo que hemos visto y escuchado durante más de dos años que duró el juicio, sumado a los alegatos de las partes, vienen a confirmar que se armó como parte de la política del Estado argentino para dar por terminada esta causa, para convalidar de alguna manera todas las maniobras de encubrimiento que se vinieron haciendo alrededor de este crimen del Terrorismo de Estado. Se intenta mostrar que como hubo un juicio, éste fue “justo”. Hasta se lo llegó a catalogar de “histórico”. Sin embargo, a esta altura del partido nadie está conforme con los resultados, ningún familiar va a quedar satisfecho, porque no hay ni verdad ni justicia.
–Pero en el juicio quedaron al desnudo las falencias, las manipulaciones y los errores investigativos que llevaron al apartamiento del juez...
–Para eso no necesitábamos juicio. Eran denuncias que los familiares veníamos haciendo desde poco tiempo después del discurso del “Yo acuso” en el año ‘97. Acá no hay nada nuevo. El apartamiento de Galeano es parte de la maniobra, porque si no, el Tribunal Oral quedaba inexorablemente pegado con todo lo que vino ocurriendo. Fue una decisión política que se tomó tras el primer viaje de Kirchner a los EEUU: había que sacrificar a alguien y de la manera más prolijita posible. Porque no es que lo metieron preso a Galeano. Lo recusaron y sigue trabajando como un juez más: ni siquiera pudieron armarle un juicio político. Ilusionarse con las farsas es peligroso. Lo único que se discute hoy es si Telleldín será o no condenado por su participación necesaria. Los demás se van para la casa con condenas en delitos menores.
– ¿Por qué califica el atentado como un acto de “terrorismo de Estado”?
–Porque hubo una participación directa del Estado argentino, que sabía que el crimen se iba a cometer, puso todo a disposición: sus fuerzas de seguridad y de inteligencia y trabajó durante diez años para el encubrimiento. Una de las conclusiones más audaces que se presentaron en el juicio es que la Side estaba siguiendo la camioneta y que se les escapó de las manos. También están involucradas las policías Bonaerense y Federal Eso es el Estado.¿Y ahora quieren que confiemos en Canicoba Corral?
–La responsabilidad que le reclama al Estado es por acción o por omisión. ¿La SIDE dejó hacer o hizo?
–Hizo. Yo creo que aquí hubo una participación activa y donde se demuestra de manera más contundente en la construcción del encubrimiento. Después siguieron las maniobras que hicieron los jueces del Tribunal Oral con Duhalde para acordar en qué condiciones iban a declarar los espías de la Side y proteger los secretos de Estado. Demoraron más de dos años en declarar. Y lo hicieron durante el gobierno de Kirchner. .
–A pesar de su escepticismo, usted aceptó el juicio o al menos no lo boicoteó...
–Esto fue parte de un debate. La conclusión –correcta, por otra parte–, fue que había que intervenir en el juicio porque, en definitiva, los únicos que habíamos actuado para impedir la liberación de Telleldín habíamos sido nosotros. Desde que mi abogado se integró al gobierno de Rodríguez Saá, yo no estoy representada por ninguna de las dos querellas que han actuado en el juicio hasta ahora. No hay muchas posibilidades: o se interviene sosteniéndolo porque uno tiene la ilusión de que de allí se va a obtener algo, o se interviene denunciándolo. Me parece que ahí es donde se plasman las primeras diferencias: yo no intervine en el juicio con la estrategia de sostener la farsa del “juicio histórico”, sino con la estrategia de continuar la denuncia en los mismos estrados, sin ninguna confianza en los jueces, para mostrar que esto es parte del armado del Estado.
–¿Qué papel cree que jugaron los dirigentes de las instituciones de la comunidad judía en este proceso?
–La dirección de la comunidad judía tuvo un rol activo en toda esta construcción. Ahora sus dirigentes hablan y la única manera que encuentran, es ocultar sus dichos y su accionar anterior. En todo este proceso la dirigencia comunitaria tuvo un papel preponderante. Empezando por el trabajo deliberado para quebrarnos como grupo de los familiares después de la acusación política que hicimos en 1997. Hoy, de alguna manera, se ve consumado cuando DAIA o AMIA intervienen formalmente en la redacción de decretos, cuando prestaron apoyo a la iniciativa fracasada del canciller Bielsa de llevar el tema de la conexión internacional del ataque a la AMIA a un tercer país. También vienen interviniendo desde hace muchos años, de la mano de los EEUU, en la presión para sancionar una ley antiterrorista. Durante todos estos años fue la dirigencia comunitaria la que sostuvo de manera casi brutal la gestión del juez Galeano.. Ellos de conjunto defienden al Estado, defienden al Gobierno.
–¿Por qué lo hacen?
–Porque tenían que sostener al Estado y sus vínculos políticos con el Estado de Israel. Estos compromisos políticos fueron y son tan profundos que, por ejemplo, cuando se produjo la voladura de la Embajada en Buenos Aires, el Estado de Israel no se presentó como querellante. Mire, yo no tenía expectativas, pero creo que el golpe afectivo más fuerte es para aquellos familiares que depositaron expectativas en esta instancia como reveladora de la verdad.
–¿Cuál es su visión sobre la conexión internacional del atentado?
– Yo vinculo la conexión internacional a los socios que el Estado argentino consiguió a lo largo de estos diez años para preservarse de su propia responsabilidad criminal. Los intentos para ir detrás de Irán fracasaron y ahora como hay que seguir alimentando un nuevo capítulo a posteriori de un juicio fracasado, pretenden ir por Siria. ¿A dónde van por Siria? ¿A Damasco o a Balcarce 50 y a Kanoore Edul?
–¿No es muy dura con Kirchner?
–Noooo.... Nosotros sacamos conclusiones de lo que ha sucedido. Durante estos 10 años, cada gobierno que pasó se diferenció del anterior en su forma de abordar el tema, pero todos mantuvieron bajo siete llaves la verdad de la participación del Estado. Kirchner, que despertó muchas ilusiones, lleva adelante su política de cierre con el acuerdo de todas las partes. Firmaron 9 decretos... ¿Dónde están los archivos secretos que prometieron abrir? Todavía están custodiados por los mismos funcionarios de la Side inculpados por su ocultamiento.
–Así planteado, no hay salida...
–Desde el punto de vista jurídico, esto está totalmente agotado, cerrado.
–A lo largo de estos diez años, ¿cuántas veces pensó en bajar los brazos?
–Nunca tuve esa sensación de decir: “Bueno, pudieron conmigo”. No es cierto que no haya más nada que hacer. Está todo por hacer, pero lo que se está por hacer no se hace de la mano del Estado, sino contra él mismo. Se hace en una lucha política que marca un rumbo distinto del que nos trajo hasta aquí.
–Más allá de lo que significó la pérdida de su marido, el atentado a la AMIA, ¿cómo le cambió la vida?
–Son diez años. Hay un antes y un después que está ahí, y va a estar siempre ahí.


la decisión de K
Por Ernesto Tenembaum
Antes del sainete de los cassettes, Néstor Kirchner tuvo otro traspié menos visible.
Colaboradores de Cristina Kirchner averiguaron con dirigentes de Memoria Activa detalles del acto alternativo al de la comunidad judía oficial “porque la senadora tiene intenciones de asistir”.
Ella está sinceramente involucrada en el esclarecimiento de lo ocurrido en la AMIA y ya había cuestionado al reo Rubén Beraja por su actuación en la investigación del Atentado.
Sin embargo, no fue al acto que se realizó frente a Tribunales y sí asistió, acompañando al Presidente, a la demostración que organizaron, entre otros, los leales a Beraja que aún controlan la DAIA.
La partición por dos de los actos se produjo en 1997, luego de que Beraja decidió no tolerar más discursos violentos de Memoria Activa contra Carlos Menem.
Entre una y otra historia, Kirchner eligió esta semana la versión oficial e ignoró la disidente. Es un hecho doloroso para quienes, durante diez años, denunciaron sin ambigüedades y en soledad.
En un acto, hablaron Horacio Verbitsky y Estela Carlotto.
En el otro, Cristina debió soportar que un desconocido dirigente tucumano le contestara desde el palco y Kirchner tuvo que mezclarse en el público con dirigentes que intentaron sabotear su último viaje a Washington.
Como en el caso de la bendición a la flamante conducción de la CGT, o sus acuerdos con los nuevos dueños menemistas de los canales de TV, no siempre el Presidente da señales claras y contundentes de un cambio en el país.
Los cassettes son, visto desde esta perspectiva, un episodio menor.

La culpa es del traductor
Por Roberto Caballero *
Ahora resulta que la culpa de todo la tiene el traductor, que dijo “cassettes” cuando debería haber dicho “recibos”. Ni el Presidente, que nunca dijo lo que realmente dijo, según la versión oficial posterior al incidente, ni Abraham Kaul, que a lo sumo se encargó de divulgar en público lo que habían escuchado él y otros 20 miembros del Comité Judío Americano.
Si no fuera porque detrás de esta historia hay un macabro recuento de muertos que todavía nos duele, la ocurrente salida de los funcionarios al papelón de los cassettes “extraviados” podría confundirse con cualquiera de los gags de los muchos imitadores que tienen en la radio. Pero aquí no hay broma que valga. Esto es infinitamente más serio. El Gobierno intuye que dentro de pocas semanas el comisario Juan José Ribelli, alias “El Lobo”, y los otros policías bonaerenses presos por la causa AMIA van a recuperar su libertad. Después de diez años de confusas investigaciones, el único de los acusados que recibiría condena es Carlos Telleldín, el “doblador” de autos que habría provisto la Trafic-bomba.
Si la culpa del incidente con el influyente Comité Judío Americano recayó sobre el pobre traductor, a nadie debería asombrar que un delincuente menor del conurbano irredento termine pagando por el mayor atentado terrorista de la historia nacional. En ambos casos se repite una lógica perversa: el poder salva sus ropas escudándose en actores secundarios. Para comprender la magnitud de la impunidad en la Argentina hay que recordar que el 28 de julio del ’94, diez días después del atentado, se sabía de la existencia de la Trafic, y Telleldín ya estaba detenido. Había dos certezas. Una década después siguen siendo las únicas. Las otras posibles tropezaron con la indolencia de funcionarios, jueces, fiscales, policías y servicios de Inteligencia.
Hace cuatro meses, trabajando en para un libro de próxima aparición sobre el atentado a la AMIA, me topé con una fuente de íntima llegada a la Secretaría de Inteligencia del Estado. Café de por medio, dicha fuente reveló que habían encontrado los cassettes “extraviados” por la Policía Federal, pero que el Gobierno no quería que la información trascendiera hasta el décimo aniversario. Otra vez la verdad quedó a merced de los tiempos políticos. La fuente prometió averiguarme los contenidos de esas escuchas. Una parte, me dijo luego, ya se conocían porque en el expediente figuran sus transcripciones originales: apuntaban a la conexión “bonaerense”, es decir, a los policías presos y su relación con Telleldín. La otra parte, en cambio, podría acercar “detalles inéditos” sobre los vínculos entre la Policía Federal, la propia Side y personajes relevantes de la comunidad siria con el “doblador” de autos de Villa Ballester.
En los meses siguientes mi fuente hizo silencio. Hasta que habló, nada más y nada menos, que el Presidente. Y dijo lo que dijo, aunque ahora se haga el distraído: aparecieron unos cassettes, podrían ser 45 ó 23, que contendrían nuevas pistas. Por desgracia, luego cambió de opinión, quizá porque no era el momento para dar semejante primicia, tal vez porque desde el Gobierno no saben cómo “hacerlos aparecer” sin que algún funcionario termine preso. Al fin de cuentas, si alguien sabía de la existencia física de los cassettes y no los llevó a la Justicia, pudo incurrir en el delito de “encubrimiento”.
Aquella fuente que avisó sobre el hallazgo hace cuatro meses también comentó cuál sería la jugada del oficialismo: “El Tribunal Oral saca a la Bonaerense de escena, que es la policía de Duhalde. Pero no hay escándalo, porque la investigación continúa sobre la Federal, que es la policía de Corach y Menem”. Así de simple. Así de grosero.
El fallido del Presidente en presencia de testigos relevantes deja una enseñanza. La impunidad no es un fatalismo climático: se construye con grandes y pequeños actos, con mentiras y verdades a medias. Néstor Kirchner no puede ignorar a esta altura que la causa AMIA no soporta una línea más de falsedad.Aún está a tiempo de reparar el daño causado por una década de injusticia y dolor. Sólo tiene que hablar con la verdad.
* Periodista. Autor, en colaboración con Gustavo Cirelli, de El Lobo,
Editorial Sudamericana, de próxima aparición.
Revista Veintitrés
Numero edicion: 315 22/07/2004

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