En un recóndito observatorio ubicado en medio de la nada, cuatro astrónomos jesuitas buscan -en nombre del Vaticano- las pruebas científicas sobre la existencia de Dios y planifican como catequizar a los extraterrestres, mientras libran una apocalíptica batalla legal contra los indios apaches.
Por Walter Goobar
La inmensidad y la complejidad del espacio eran una cosa y la Fe, otra. Por un lado estaban los que estudiaban el cosmos y por otro los que creían en el Cielo. Pero ahora los astrónomos del Vaticano quieren ver a Dios en acción. En un recóndito observatorio ubicado en medio de la nada, cuatro astrónomos jesuitas buscan -en nombre del Vaticano- las pruebas científicas sobre la existencia de Dios y planifican como catequizar a los extraterrestres, mientras libran una apocalíptica batalla legal contra los indios apaches. El escenario parece tomado de la película Paris-Texas, los personajes de la novela El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, la trama de un cuento de Arthur Clarke o de la serie La Dimensión Desconocida: en pleno desierto de Arizona, el Vaticano ha emplazado un poderoso telescopio binocular valuado en tres millones de dólares para establecer la conexión más sofisticada -y quizás la menos directa- que el Estado pontificio tiene ahora con el Cielo. Sin embargo, toda esta parafernalia tecnológica no le ha servido a la Iglesia para impresionar a la milenaria cultura de los indios apaches; Por el contrario, ha desatado un conflicto entre dos religiones: los aborígenes no admiten el emplazamiento del observatorio en un territorio considerado sagrado y los jesuitas -que buscan las huellas de Dios en el cosmos -, impiden a los indios rezar en los sitios en que marca su tradición.
El padre Chris Corbally, vicedirector del Observatorio Vaticano ubicado en el Monte Graham de Arizona, es un jesuita británico que estudia el firmamento cada día, pero aún no puede responder a la pregunta de dónde está el Cielo. Esa es una cuestión - afirma el astrónomo -, que cada persona descubrirá por sí misma, aunque espera que la respuesta sea bella. El proyecto astronómico encierra algunos peligros particulares para el cristianismo. Uno, sería el descubrimiento de formas de vida extraterrestre, especialmente si se tratara de seres inteligentes. Aunque en ningún lugar de la Biblia dice que el ser humano es la única forma de vida inteligente en el cosmos, el Vaticano se vería enfrentado al problema de decidir si la crucifixión de Jesús que salvó a la Humanidad del Pecado Original es o no aplicable a los alienigenos . Los astrónomos papales y los estrategas vaticanos han decidido que la única salida elegante para este dilema sería catequizar a los extraterrestres.
En la pared cuelga un crucifijo. Sobre el telescopio infrarrojo que tiene un espejo de 8.4 metros de diámetro, una placa recuerda que quienes quieran explorar las lejanas extensiones del Cielo, deben hacerlo alegremente con la ayuda de Dios. En una suerte de catequesis científica el padre Corbally, habla sobre la búsqueda de "las huellas de Dios" en el caos en el cosmos y sobre las posibilidades de vida extraterrestre:
--"Si se encuentra una civilización en otro planeta con la cual podamos comunicarnos, es probable que se decida enviar misioneros para salvarlos tal como ocurrió en el pasado cuando se descubrieron nuevos territorios", declaró Corbally al Sunday Times de Londres. Pero, si existen los alienigenos inteligentes, creados sin mancha por la caída de Adán, ¿no serían superiores a los humanos?. Bueno, al fin y al cabo, la Biblia está poblada de relatos de ángeles.
En otro reportaje publicado en La Vanguardia de Barcelona, le preguntan al padre Corbally si intentaría convertir un extraterrestre al cristianismo:
--"Mi propia actitud es hacer exactamente lo que haría en ciencia, o sea, mirar el fenómeno, comprenderlo y explorar. ¿Quién sabe si el agua bautismal es un líquido apropiado para utilizar en la ceremonia? Si el agua es un anatema para esta forma de vida y puede hacerla enfermar, no deberíamos rociarla con ella. (ríe) Quizás sería mucho mejor el amoníaco. El crédito de toda creación se atribuye a la mano de Dios".
El astronomo jesuita reconoce que aún no han detectado señales de vida inteligente en el espacio y en un arranque de humor británico admite que "ya es bastante difícil encontrar vida inteligente en la Tierra". Sin embargo, cree que el descubrimiento de vida en Marte mejora las probabilidades: "Espero que se hallen más pruebas que muestren que fueron microbios marcianos los que reunieron estos elementos en esa piedra. Creo que el anuncio es emocionante, porque es el principio de un camino. Durante la conferencia vaticana, Juan Pablo II dijo que "estamos hechos a imagen y semblanza de Dios. De modo que somos capaces de saber y comprender más y más acerca del Universo y de lo que contiene".
Corbally admite que si el Universo contiene a alguien como el señor Spock, la Iglesia tendrá que replantearse su doctrina: "Dios se hizo hombre en lugar de otra forma de vida y redimió a la humanidad. Eso seguiría siendo verdad, pero podríamos descubrir que Dios también redimió otras formas de vida inteligente".
El problema de los alienígenos puede esperar porque tal vez estemos a años luz de tener que afrontarlo, en cambio han surgido otros conflictos más inmediatos entre el cristianismo y la ciencia. Uno de estos dilemas se refiere a las teorías que sostienen que el Universo no tiene principio ni fin, plan ni propósito, lo que pone en tela de jucio la existencia de un Creador.
Los astrónomos papales están considerando estos enigmas y han desarrollado una "teología especulativa" que permite a la Iglesia mayor flexibilidad en la búsqueda de respuestas a los fenómenos nuevos. Para esta nueva "teología especulativa" los nuevos descubrimientos son considerados "las huellas de Dios" y su complejidad refueza la omnipotencia del Creador. A partir de esta premisa, cualquier descubrimiento realizado por los astrónomos vaticanos serviría para reforzar la doctrina católica.
El padre Corbally niega tener diferencias con sus colegas no creyentes: "Sólo cuando los científicos hacen preguntas de metaciencia -preguntas detrás de las leyes y las fórmulas- surgen posibles desacuerdos. El caso clásico es Galileo, que sostenía que la Tierra daba vueltas alrededor del sol y no al revés. La Iglesia apoyaba la filosofía aristotélica que se oponía a la ciencia que Galileo intentaba difundir. Sin embargo, la tesis de Galileo no ofrecía pruebas concretas, sólo un contexto razonable para su hipótesis. Sus teorías no se pudieron demostrar hasta 150 o 200 años más tarde, cuando las mediciones se hicieron más precisas. La disputa se debía a la falta de comprensión y a una metodología inadecuada por ambas partes".
Sin embargo, otros investigadores creen que el Vaticano ha perdido el Norte:
David Thompson, un experto en historia contemporánea de la Iglesia que trabaja en la Universidad de Cambridge señala que "el verdadero desafío de la Iglesia no está en la astronomía sino en la biología, en particular en la idea de que nuestro comportamiento está condicionado genéticamente, lo que desvirtúa la idea del pecado. Sin el concepto del pecado, el Cristianismo no se sostiene, y esto es independiente de lo que haya en el Cielo".
Frente a aquellos que se preguntan porqué el Vaticano necesita estudiar astronomía cuando podría destinar a obras de caridad los millones de dólares que el telescopio insume, el padre Corbally es tajante: "Los hospitales son vitales, pero la Iglesia no tiene como finalidad curar físicamente a las personas. Tiene que curarlas en su globalidad y alimentar sus mentes. Por lo menos una parte de su obra debería mostrar que existe una conexión entre ciencia y religión. La palabra católico significa universal. De modo que creo que está bien que la Iglesia tenga una visión de sus actividades.
El Observatorio Vaticano en el Monte Graham es el símbolo de una preocupación que en este siglo se ha vuelto estratégica para la Iglesia de Roma. La Iglesia, -que demoró tres siglos en reivindicar a Copérnico y Galileo-, ha decidido incrementar su dotación científica para evitar nuevos conflictos con la ciencia. Juan Pablo II cuenta con una Academia propia que reúne a 80 científicos de diversas nacionalidades, razas y religiones. Genética, astronomía, guerra química. Los temas son diferentes pero el objetivo es el mismo: esclarecer al Santo Padre y sus teólogos sobre los últimos adelantos de la ciencia. Son 80 científicos de diversas nacionalidades, ideologías y religiones: hay judíos e incluso ateos.
El Vaticano comenzó las investigaciones astronómicas en la Universidad de Arizona en 1981 en un intento por tender un "puente entre la Iglesia y la ciencia". En realidad, la Iglesia tenía otro observatorio en Castelgandolfo, fundado en 1891 por el Papa León XIII, pero la creciente polución ambiental en Roma tornó el cielo romano demasiado opaco para escrutar las estrellas. Asi fue como los jesuitas le propusieron a Juan Pablo II que el Vaticano, el instituto Max Planck de Alemania y el Observatorio Arceti de Italia montaran uno de los telescopios más grandes del mundo en Arizona. "La Specola", -asi se llama el viejo observatorio de Castelgandolfo-, quedaría para exhibirlo a los curiosos, le dijeron. Y el Pontífice dio su bendición al proyecto más ambicioso y controvertido en la historia de la Iglesia Católica.
"¿Acaso podría haber un dominio más relacionado con la espiritualidad que el de las estrellas?", se pregunta el jesuita y astrofísico, George V. Coyne, quien se desempeña como director del Observatorio. Con respecto al proyecto astronómico, el padre Coyne explica que, "se trata en definitiva de las cuestiones eternas del hombre: ¿dónde estamos? ¿ qué es el tiempo? ¿de dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?". El padre Coyne parece más dispuesto a admitir las posibilidades de que exista un extraterrestre inteligente, sin mancha por el pecado original, -y por ende superior a los humanos-, que a aceptar la idea de que el Monte Graham es un lugar sagrado para los apaches. Para el padre Coyne esto no es una cuestión de Fe sino que reclama evidencias. Su arrogancia es parecida a la blasfemia:
"A partir de los argumentos que se nos han presentado hasta ahora, no estamos convencidos de las características sagradas del Monte Graham, lo que presupone restringir el uso responsable de la tierra. Este no ha sido el caso en el pasado, y no vemos porqué debería restringirse su uso en el presente. De hecho, nosotros creemos que el uso legítimo y responsable de la tierra aumenta sus características sagradas. La tierra es un regalo de Dios que debe ser repetado y usado razonablemente", escribió el padre George V. Coyne, en una carta fechada el 5 de marzo de 1992 y dirigida a la una de las organizaciones que representan los intereses de la comunidad apache.
Sin embargo, en septiembre de 1993 el "Proyecto Columbus" sufrió una derrota cuando se constató que los científicos habían errado el cálculo de ubicación de uno de los telescopios y tuvieron que solicitar su traslado a un area fuera de la permitida. Los apaches iniciaron acciones legales contra la Universidad de Arizona y el 24 de julio de 1994 la justicia falló en favor de los aborigenes, lo que determinó la muerte del "Proyecto Columbus". Sin embargo, al tiempo resucitó con el nombre de Obsservatorio Internacional de Monte Graham y la universidad utilizó toda su influencia política para impedir que los apaches obstruyan los planes de consrución y en abril de 1996, el presidente Clinton firmó la ley de confiscación del Monte Graham. Clinton, que es el presidente estadounidense que ha batido el récord en materia de violaciones a los tratados que regulan los derechos de los indígenas, consagró la idea de que - cuando se trata de los apaches-, la ciencia es más importante que la religión y el medio ambiente.
Wendsler Nosie, un ex miembro del Consejo tribal apache. necesitaba ayuda y llamó a sus ancestros más allá de los siglos y de los años- luz. Aparentemente todo fue en vano. El sábado 30 de agosto de 1997 fue arrestado por la policía del Estado de Arizona en el Monte Graham o Dzil Nchaa Si An, como el prefiera denominar a este lugar sagrado para los indios apaches. "Mis oraciones fueron poderosas. Hubo un desprendimiento de rocas que rodaron hacia el camino principal. En ese instante, sentí la presencia del Creador. Las plegarias, sin embargo, no evitaron que Nosie fuera a dar con sus huesos a la cárcel. De nada valió, tampoco, una petición firmada por el shaman, Harold Kenton y otros líderes espirituales explicando la importancia de Dzil Nchaa Si An (Monte Graham) en los rituales de su tribu y señalando que la detención de Wendsler Nosie constituye una violación al la libertad de culto.
La tradición oral y las leyendas sobre la Creación, indican que los apaches se instalaron en el Monte Graham en el siglo XII, mientras que la historia occidental los ubica en ese lugar sagrado, recién en el siglo XV. Según la antropóloga y linguista Elizabeth Brandt, de la Universidad del Estado de Arizona, el monte Graham ha jugado un papel central en los cantos y leyendas apaches, a lo largo de toda su historia. El lugar está mencionado en 32 cantos sagrados que han sido transmitidos de una generación a otra, y en muchos relatos y cantos históricos.
Dice la leyenda que en esas piramides gigantes que forma la montaña, reside Ga´an, el guardián de los espíritus apaches enterrados en el cementerio del Monte Graham
La noche previa a la ceremonia del Sol -uno de los ritos vinculados a la pubertad de la mujer-, los apaches realizan un baile ritual en honor a Ga´an. Usan máscaras y ornamentos que -una vez concluida la ceremonia-, son llevados al Monte Graham para ser devueltos a Ga´an y a la madre Tierra.
"Dzil Nchaa Si An es una tierra sagrada para mi y para mi pueeblo. Durante siglos hemos ido a rezr a esa montaña y es una verguenza que a un apache se lo detenga y procese por rezar allí. Nosotros creemos en nuestro derecho a practicar la religión apache y nadie puede quitarme ese derecho a mi o a mi gente", afirma Wendsler Nosie quien el 11 de septiembre pasado fue condenado a 30 días de cárcel por violación a la propiedad privada. Los acusadores no fueron hacendados ni latifundistas sino los astrónomos que buscan en el Cielo las pruebas de aquello que el indio está seguro de haber encontrado. A él por lo menos no le cabe ninguna duda de que, en este final de milenio, el Cielo y el Infierno están a sus pies.
Revista La Nación
Abril 17, 1998