En medio de un escándalo equiparable al caso Watergate, los norteamericanos se preguntan por qué su presidente dejó pasar los avisos que preveían los atentados del 11 de septiembre. ¿Fue incompetencia o existió un complot? La lucha entre los servicios de inteligencia.
Por Walter Goobar
n la tarde del 6 de agosto del año pasado, mientras estaba de vacaciones en su rancho de Texas, George W. Bush recibió un alarmante informe de cinco páginas sobre la capacidad operativa de las redes de Osama Bin Laden. Aunque su contenido era realmente explosivo, nadie sabe a ciencia cierta si Bush leyó o no aquel memo que formaba parte del Resumen Presidencial Diario. En esos días, el presidente estaba de vacaciones y tenía otras preocupaciones.
La semana pasada ese memorando se convirtió en uno de los documentos más explosivos que llegaron a la mesa de George W. Bush. Repentinamente, el presidente que durante los pasados ocho meses ha cabalgado sobre la ola de pánico producida por los atentados del 11 de septiembre y ha construido su legitimidad en la defensa de Estados Unidos contra la amenaza terrorista global, apareció balbuceando una catarata de excusas que no resisten el menor análisis. En un escándalo cuyas dimensiones sólo son equiparables al caso Watergate, ahora Bush y sus asesores tienen que explicarles a los norteamericanos, a la prensa y a sí mismos por qué y cómo fallaron en interpretar las claras señales sobre el inminente ataque terrorista.
El memorándum publicado este fin de semana por el Washington Post deja poco lugar a dudas acerca de que los aviones secuestrados iban a ser utilizados como misiles y que sus blancos estaban en Estados Unidos.
El Post atribuye una línea crucial del documento a un informe fechado en 1998 por la inteligencia británica que indicaba que miembros de Al Qaeda estaban planeando secuestrar una aeronave comercial para exigir la liberación del jeque Omar Abdel Rahman, sentenciado a cadena perpetua por el anterior atentado contra las Torres Gemelas. Otros informes de inteligencia y del FBI recopilados tras el atentado registrado en 1993 precisaban que Al Qaeda planeaba atacar el Pentágono y la Casa Blanca con aviones cargados de explosivos.
La idea de que hubo una conspiración comienza a superar la teoría de la incompetencia o el encubrimiento como medio para explicar el fracaso en prevenir el peor desastre que sufrió EE.UU. Por primera vez en ocho meses, millones de norteamericanos se preguntan por qué recién ahora se enteran de lo que Bush siempre supo: que meses antes del atentado, la CIA había advertido a varios altos funcionarios, entre los que se contaba el presidente, sobre un plan para capturar aeronaves civiles.
El pasado viernes, el director del FBI Robert Mueller complicó aún más las cosas para su propia agencia y para Bush al admitir que ?debería haber seguido de manera más agresiva las advertencias de uno de sus agentes en Minneapolis, quien advirtió sobre Zacarias Moussaoui, uno de los estudiantes de las escuelas de pilotos que fue detenido antes del 11 de septiembre y que en la actualidad está siendo juzgado.
Mueller declaró ante el Comité Judicial del Senado que el FBI ?ignoró una clara advertencia sobre... el 11 de septiembre al no responder adecuadamente? al memorándum de uno de sus agentes. De todos modos, Mueller confirmó que ese memorándum mencionaba la posibilidad de que Moussaoui fuera la clase de persona capaz de estrellar un avión contra el World Trade Center.
Mientras Bush se coloca a la defensiva, la oposición demócrata y la opinión pública norteamericana comienzan a replantearse la actitud complaciente de la prensa frente a la guerra en Afganistán. En una entrevista con tono de confesión, el presentador de TV Dan Rather admitió ?la timidez de los medios norteamericanos frente a la guerra en Afganistán? mientras que el periodista Bob Woodward, principal protagonista de las revelaciones del escándalo Watergate, firmaba la nota del Post que contenía detalles estremecedores del memorándum secreto que Bush ignoró el 6 de agosto y que llevaba el título ?Bin Laden decidido a atacar a EE.UU.?.
Por su parte, un editorial del New York Times advierte contra las cortinas de humo a las que recurre la administración para tapar el escándalo y señala que ?una discusión seria sobre la conducta de la administración Bush no debería interrumpirse cada vez que aparecen vagas alertas sobre posibles nuevos ataques. Esas advertencias que han perdido mucha fuerza para dirigir la atención de la opinión pública, se van a convertir en inútiles si se percibe que son un simple medio para desviar la atención?, sentencia el Times este martes.
El pasado 15 de mayo el vocero presidencial Ari Fleischer no pudo ocultar su nerviosismo cuando aseguró que ?el presidente no había recibido información sobre el uso de aeronaves y misiles por parte de pilotos suicidas. Este fue un nuevo tipo de ataque que no había sido previsto?.
A esta declaración le siguió otra de la asesora de seguridad nacional, Condoleeza Rice, que recitó el mismo argumento: ?No creo que nadie podría haber previsto que esa gente iba a tomar un avión y a estrellarlo contra el World Trade Center?.
Las desordenadas desmentidas de la Casa Blanca no resisten el menor análisis: una simple revisión de la información que ya es pública deja en claro lo obvio: que están mintiendo. George W. Bush lo sabía. Los integrantes de su administración lo sabían.
l En el libro Target: America, escrito en 1996 por el asesor republicano Joseph Bodansky, se menciona el entrenamiento de terroristas afganos para estrellar aeronaves de pasajeros contra blancos preseleccionados.
l En diciembre de 1994, cuatro miembros de una red terrorista vinculada a Osama Bin Laden secuestraron el vuelo 8969 de Air France que volaba desde Argel a París. Los terroristas pretendían estrellarse contra la Torre Eiffel pero fueron desarmados por comandos franceses.
l En junio de 2001 la inteligencia alemana BND advirtió a la CIA y al Mossad israelí sobre los planes de terroristas del Medio Oriente para ?secuestrar aviones comerciales y utilizarlos como armas para atacar símbolos importantes de la cultura norteamericana e israelí?. Más aún, de acuerdo con la misma fuente, la información fue provista por el sistema de espionaje Echelon.
l En julio de 2001 el director de la oficina de contraterrorismo del FBI en Nueva York, John P. O?Neill se reunió con dos periodistas franceses que estaban escribiendo un libro sobre Osama Bin Laden. O?Neill era el funcionario norteamericano que más de cerca había seguido los pasos de Bin Laden: había participado en la investigación del primer atentado contra el World Trade Center, en la de los ataques contra las embajadas estadounidenses en África y en la del ataque contra el destructor USS Cole en Yemen. Pero según relatan en el libro Bin Laden: La verdad prohibida, O?Neill les confió a los periodistas Jean Charles Brisard y Guillaume Dasquié que estaba por renunciar al FBI porque se había convencido de que la política petrolera y la necesidad de evitar a cualquier precio irritar a los sauditas condicionaban la política exterior norteamericana. O?Neill les confesó que el FBI estaba atado de manos para investigar el terrorismo internacional porque el Departamento de Estado intervenía permanentemente. Indignado con la política vacilante y oportunista de su gobierno, en agosto de 2001 renunció al FBI pero no vivió para contarlo: el 11 de septiembre la muerte lo encontró en el World Trade Center, donde acababa de ser contratado como nuevo jefe de seguridad.
l El FBI también estaba al tanto de los programas de Al Qaeda de entrenar pilotos, pero aparentemente recibieron orden de ?parar la pelota?. Entre la información que el FBI no aportó a tiempo estaban los nombres de dos pilotos que se entrenaban en Arizona y que pertenecían a las redes de Al Qaeda. Esos nombres estaban incluidos en un informe que indicaba que Bin Laden estaba usando escuelas de vuelo para entrenar terroristas.
l A mediados de 2001, la inteligencia rusa y el presidente Vladimir Putin advirtieron a la CIA que 25 pilotos iban a secuestrar aeronaves comerciales para perpetrar acciones suicidas.
l Otro informe, fechado el 5 de julio del año pasado y firmado por Richard Clarke, el máximo experto en contraterrorismo de EE.UU., advirtió que ?algo verdaderamente espectacular está por ocurrir en este país y va a pasar pronto?.
l El jefe de la inteligencia paquistaní (ISI), general Mahmoud Ahmad, estaba en EE.UU. cuando se produjeron los atentados. El jefe del espionaje paquistaní, conocido por sus nexos con los talibanes y con Osama Bin Laden, llegó a EE.UU. el 4 de setiembre, una semana antes del ataque, pero según la información oficial visitó el Departamento de Estado recién después del atentado. Sin embargo, está comprobado que mantuvo reuniones con sus colegas de la CIA y el Pentágono durante los días previos al 11 de septiembre. Cuando Ahmad fue cesado en el cargo, el diario Times de la India reveló que existían nexos entre Ahmad y el jefe del comando de pilotos que se inmolaron en el World Trade Center, Mohamed Atta. El artículo del Times se basaba en informes de la inteligencia india que fueron transmitidos a Washington.
El Times no sólo apunta a los contactos del jefe del ISI con Mohamed Atta, sino que también indica que otros altos oficiales del ISI pueden haber tenido relaciones con los terroristas y sugiere que el ataque del 11 de septiembre no fue un acto de terrorismo individual organizado por una célula aislada de Al Qaeda, sino que formó parte de una operación de inteligencia que emanó del ISI paquistaní. Al apuntar al ISI, el Times no desconoce que su ex titular, el general Ahmad, fue nombrado con la aprobación norteamericana y es el oficial de enlace con la CIA, la Agencia de Inteligencia militar (DIA) y el Pentágono. Como habitualmente ocurre en el mundo del espionaje, las pruebas aportadas por los indios demostrarían que Bush, en lugar de combatir el terrorismo, usó al ISI y al general Ahmad como intermediario para gestar un acto de terrorismo.
las preguntas que los norteamericanos no se hacen
1. ¿Quién es realmente Osama Bin Laden? ¿Qué es Al Qaeda? ¿Qué es realmente el Islam militante?
Varios analistas sostienen que Osama Bin Laden y su red terrorista son una creación de EE.UU. y de la CIA y que continúan sirviendo a los intereses geoestratégicos de ese país, que controla sus operaciones.
2. ¿Por qué razones no se desplegaron los cazas F-16 la mañana del atentado?
Con pleno conocimiento de que había cuatro aviones secuestrados de manera simultánea, el Comando Nacional Aéreo no desplegó aviones de intercepción durante 75 minutos, lo que constituye una ruptura de los procedimientos aplicados por las autoridades aéreas durante los últimos 25 años.
3. ¿Qué pasó en el Pentágono?
Si se observa con detenimiento, la versión oficial sobre el ataque contra el Pentágono no se sostiene. Nadie ha explicado cómo un Boeing 757 pudo volar 500 kilómetros hacia el Pentágono sin ser detectado. De ese supuesto avión casi no quedaron más rastros que las cajas negras y los cadáveres de algunos pasajeros.
Es imposible que un Boeing 757 pueda entrar al espacio aéreo del Pentágono sin ser detectado por los radares y los satélites y sin ser destrozado por una de las cinco baterías antiaéreas que protegen el edificio. Las fotografías de los daños en el frente tampoco muestran rastros del fuselaje del avión, lo que alimenta la hipótesis de que el edificio fue atacado por un misil. Si esto hubiese sido así, el autor del atentado no sería Bin Laden sino alguna estructura militar o de inteligencia de EE.UU.
4. ¿Cómo actuó Bush el 9/11?
Formalmente, Bush no fue informado del ataque durante 35 minutos, lo cual constituye una llamativa irregularidad en sí misma. Cuando el jefe de Gabinete Andrew Card ?le susurró la noticia al oído?, Bush no demostró sorpresa y continuó hablando frente a los alumnos de una escuela primaria. Informes posteriores confirman que Bush se enteró sobre el primer impacto contra las Torres Gemelas a bordo de la limusina que lo trasladaba hacia la escuela y no reaccionó.
5. Si el 9/11 fue un acto terrorista que se produjo sin una provocación previa, ¿por qué la administración Bush estaba provocando a los talibanes y amenazando a Afganistán con una guerra?
En julio de 2001 el canciller paquistaní Niaz Naik fue informado por funcionarios estadounidenses de que Washington emprendería acciones militares contra Afganistán en octubre. La amenaza norteamericana fue disparada por la negativa talibán a aceptar las condiciones para la construcción del gasoducto entre Turkmenistán y Pakistán. En julio, Tom Simons ?el embajador norteamericano en Pakistán? había dicho que si los talibanes aceptaban entregar a Bin Laden y firmar la paz con la Alianza del Norte tendrían una ?alfombra de oro?, pero que si se negaban se exponían a una ?alfombra de bombas?. Otro dato: el plan para bombardear Afganistán llegó al escritorio de Bush el 9 de septiembre: dos días antes de los atentados suicidas.
6. ¿Cuánto sabía Wall Street?
Las llamativas operaciones de Bolsa que ocurrieron los días previos al atentado y que involucraron a las empresas que resultarían más golpeadas por los ataques ?como United Airlines, American Airlines, Morgan Stanley, Merrill Lynch y otras? indican que en Wall Street había gente que tenía acceso a información privilegiada. Por cierto que no se trataba de gente vinculada a las redes de Bin Laden. Resulta imposible creer que la CIA y otras agencias que monitorean las Bolsas y hacen inteligencia económica no notaran que las opciones a futuro de United treparon noventa veces por sobre el normal entre el 6 y el 10 de setiembre, y 285 veces por encima del promedio el jueves antes del ataque; que las opciones de American Airlines sufrieron un salto de 60 veces por sobre lo normal en el día previo al atentado; Morgan Stanley tuvo un aumento de 27 veces en la compra de opciones a futuro mientras que Merrill Lynch saltó 12 veces sobre lo normal en los cuatro días previos al ataque.
7. ¿Cuánto sabía la CIA?
Suena increíble que una agencia de inteligencia dotada con un presupuesto de 30.000 millones de dólares y tecnologías como la red Echelon que rastrea todas las comunicaciones electrónicas en el mundo; Promis, que monitorea todas las transacciones bancarias y financieras en tiempo real, y Carnivore, que intercepta los correos electrónicos, no se haya enterado.
8. ¿Cómo identificaron a los kamikazes?
El Departamento de Justicia nunca lo explicó. Las compañías aéreas aportaron el número exacto de pasajeros en cada avión, pero las listas de nombres estaban incompletas porque no incluían a los pasajeros que abordaron a último momento. Al revisar estas listas, se observa que los nombres de los kamikazes no están incluidos y que sólo tres pasajeros no están identificados en el vuelo 11 y sólo dos en el vuelo 93. Por lo tanto es imposible que los 19 suicidas hubieran abordado esos aviones.
Revista Veintitrés
ID nota: 11007
Numero edicion: 202 02/03/2002