Monzer Al Kassar está detenido en España y podría pasar el resto de su vida entre rejas. La cinematográfica historia de su vida. Armas, terrorismo y millones. Sus nexos con Argentina.
Por Walter Goobar
Hasta hace una semana, era uno de esos anfitriones amables que agasajaba a los huéspedes en su palacio de Marbella con cordero con yogurt, hojas de parra rellenas o berenjenas. El traficante sirio, Monzer Al Kassar decía haberse retirado del negocio de las armas, pero el pasado viernes fue detenido en el aeropuerto de Madrid bajo cargos de abastecer de armas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y conspiración para matar a ciudadanos y militares norteamericanos.
El aventurero sirio de 61 años, residente en Marbella desde los años ochenta, turbio colaborador de servicios secretos de todo el mundo, enfrenta ahora la posibilidad de terminar sus días en una cárcel norteamericana porque sobre él pesan dos cargos de pena perpetua y tres de penas comprendidas entre los 15 y 25 años de cárcel.
A lo largo de cuatro décadas, Monzer Al Kassar ha estado implicado en ventas de armas a Argentina, Austria, Brasil, Bulgaria, Chad, Guatemala, Irán, Líbano, Panamá, Polonia, Sudáfrica, Sri Lanka, Siria y Yemen. Por eso, no es extraño que en esta oportunidad haya intentara proveer de armas a las FARC de Colombia.
Entre el material ofrecido por el traficante sirio figuran armas cortas y pesadas, lanzagranadas propulsados por cohetes RPG, misiles antiaéreos tierra aire SAM, miles de ametralladoras y millones de cartuchos de munición.
Lo que el sirio no sabía era que en realidad estaba negociando con informantes de la DEA, infiltrados que usaban cuentas encubiertas de la agencia antidroga.
Sin embargo, el cargamento de armas para las FARC parece haber sido más un anzuelo que la verdadera causa por la que los norteamericanos decidieron ocuparse de Al Kassar: el sirio está sospechado de ser uno de los principales proveedores de la insurgencia iraquí: Al Kassar figuraba en el lugar 26 de la lista iraquí de las 41 personas "más buscadas".
En el sitio web del Comando Central del Ejército de Estados Unidos se lee: "Está pendiente una orden de detención contra Al Kassar de un tribunal criminal de Irak y hay una recompensa por información que conduzca a su captura".
En una entrevista con la revista británica The Observer, Al Kassar negó estar abasteciendo a la insurgencia iraquí pero señaló que "si las acusaciones fueran verdaderas, sería un honor" .
Su nombre aparece mencionado en una vasta gama de delitos: drogas, comercio ilegal de armas, terrorismo, todos los cuales él niega.
En Argentina todavía se lo investiga por la concesión irregular de su pasaporte, por el atentado a la Embajada de Israel y
por sus vinculaciones con la venta ilegal de armamento a Croacia y Ecuador, algo que nunca pudo probarse dado que los documentos podrían haber estado en la planta cordobesa de Río Tercero, que voló en 1995.
En 1980 Al Kassar se instaló en la Costa del Sol y cuatro años más tarde compró el Palacio Mifaidil, su cuartel general, por el que pagó 47 millones de dólares. Se trata de una lujosa mansión situada en la urbanización Atalaya de Río Verde, junto a Puerto Banús, que cuenta con un búnker de estilo árabe, un helipuerto privado y una sala de comunicaciones dotada con los más modernos sistemas telefónicos y de vigilancia pasiva.
En el living, junto a una escalera de mármol hay fotos que muestran quién es el dueño de casa. Una, lo retrata estrechando la mano de Uday Husein, el hijo de Saddan muerto meses después de la invasión. Al Kassar afirma haberlo conocido cuando patrocinaba al equipo de fútbol de Irak. En otra se da la mano con Asan Aideed, hijo de Farra Aideed, el difunto barón de la guerra somalí retratado en la película "La caída del Halcón Negro".
También hay una foto de Al Kassar con un funcionario de la inteligencia española y Mustafá Tlas, ex ministro de Defensa sirio. Entre la lista de amigos del mercader de la muerte figuran Carlos Menem, Juan Domingo Perón, y los hijos de Augusto Pinochet, con los que estuvo asociado.
En una mesa de café se destaca otra: la que lo muestra abrazando a Abu Abbas, antiguo líder del Frente para la Liberación de Palestina. Abbas fue capturado en Bagdad en 2003 y murió tras un año de detención.
Fue su relación con Abu Abbas la que condujo a su arresto en España en 1992. Se lo acusó de homicidio y terrorismo por su supuesta participación en el secuestro en alta mar del barco de pasajeros "Achille Lauro" en 1985, ocasión en que el grupo terrorista -que usaba pasaportes argentinos-, asesinó y lanzó por la borda al discapacitado judío-norteamericano Leon Klinghoffer. El cerebro de la operación fue Abu Abbas.
Al Kassar pasó más de un año en la cárcel. El juicio, en 1995, terminó con un triunfo total para él y un desastre para los fiscales acusadores.
Existen fuertes evidencias de que ha cooperado con la inteligencia española, británica y estadounidense.
El 23 de julio de 1987 fue declarado por el Gobierno español `persona non grata´ y expulsado de España por periodo de tres años. Consiguió la protección de los servicios españoles cuando le vendió a ETA dos misiles antiaéreos Phoenix en cuyo interior había instalado microemisores que le habían provisto sus amigos de la CIA. Gracias a esos chips, en noviembre de 1986 fue allanado el archivo central de la organización separatista, situado en la fábrica de muebles en el país vasco francés dónde se habían almacenado los misiles. La documentación secuestrada allí permitió detener al jefe militar de ETA, Santi Potros.
Asimismo, el informe oficial estadounidense Iran-Contra dice que vendió armas a la llamada "Enterprise" del coronel Oliver North, que armaba a los "contras". Un informe de la ONU indica que violó los embargos de armas a Croacia y Somalia en 1992. Un tribunal suizo congeló y luego liberó millones de libras esterlinas vinculadas a la venta de armas a Croacia.
En 1992, poco después del atentado a la embajada de Israel los servicios de inteligencia británicos detectaron la presencia en Buenos Aires de Al Kassar a quien el ministerio del Interior a cargo de José Luis Manzano le había otorgado el pasaporte argentino, la cédula y el DNI.
En esa época Al Kassar era señalado como pieza clave del atentado al vuelo 103 de Pan Am, que costó la vida de doscientos setenta pasajeros, y acusado por la Justicia de Gran Bretaña, Francia, Dinamarca, Suiza y Alemania de traficar drogas y armas.
Por ese entonces, el periodista Román Lejtman había recibido el dato sobre "la presencia en Buenos Aires de un traficante de armas sirio vinculado con el atentado de Lockerbie" , pero no conocía su nombre. Fue el autor de esta nota quien le indicó que esa referencia solo podía corresponder a Al Kassar.
El ministerio a cargo del mendocino Manzano aceptó que precisamente en Mendoza se habían concedido la ciudadanía y los documentos pero más tarde dio a conocer un comunicado anunciando que se los declaraba nulos.
El juez federal mendocino Gerardo Rodríguez, quien otorgó la ciudadanía al traficante sirio adujo que ni la Policía Federal ni Migraciones le remitieron los antecedentes del sirio que se había sacado la foto para el pasaporte en la Casa Rosada con un saco prestado por Carlos Menem.
El 25 de marzo de 1992, ocho días después del atentado a la Embajada de Israel, los servicios franceses y la CIA aportaron una carpeta que contenía más de cien folios de documentación secreta sobre Al Kassar.
El 13 de abril de 1992, la carpeta de tapas rojas le fue entregada al entonces ministro Manzano.
El sirio había obtenido en tiempo record todos sus documentos personales sin que se verificaran sus antecedentes.
Aún hoy, Al Kassar tiene un proceso judicial por irregularidades en la obtención de su Documento de Identidad, cédula y pasaporte. A fines del 2006, la Corte Suprema ordenó que la causa permanezca abierta.
Los posibles nexos de Al Kassar con la voladura de la Embajada de Israel nunca han sido debidamente investigados. La camioneta Ford F-100 utilizada como coche bomba en la Embajada había sido adquirida por alguien que dijo llamarse "Elías Riiveiro Da Luz", quien pagó 21.000 dólares en efectivo al agenciero Roberto Barlassina.
Pocas horas después del atentado, se verificó que los billetes provenían de una agencia de cambio de Beirut, donde se suele marcar los dólares que son de curso legal. Lo que la Justicia no investigó es la posibilidad de que los billetes provinieran del hólding "Al Khalid Kassar" con sede en Damasco. Este grupo incluye empresas de importación y exportación y también, a una de las más importantes agencias de cambio de la capital libanesa. Sus propietarios son tres: el terrorista Ahmad Jibril, líder del Frente Popular de Liberación Palestina Comando Especial (FLP-E); el sirio Rifaat Al Assad y el traficante Monzer Al Kassar.
En marzo de1999, el diario "Río Negro", publicó una entrevista con el fiscal suizo Kasper-Anserment quien confirmó que, a finales de 1991, Al Kassar había adquirido en España una partida de varias toneladas de exógeno C-4. Una parte de ese potente explosivo fue a Croacia, pero otra llegó a Buenos Aires "entre enero y febrero de 1992". Según Kasper-Anserment, la partida de C-4 desviada por Al Kassar hacia Argentina llegó desde Damasco "entrando por el aeropuerto de Ezeiza". Ese explosivo se podría haber utilizado para la voladura de la Embajada de Israel.
Pero las relaciones de Al Kassar con la Argentina no se han extinguido. En febrero de 2001, antes de la voladura de las Torres Gemelas, Osamma Bin Laden le entregó cuatro millones de dólares a Al Kassar como anticipo por una compra de armamento encubierta mediante la supuesta inversión en una mina de oro en la provincia de Tucumán.
Al Kassar admitió que representantes de la firma británica Imperial Consolidated le pagaron cuatro millones de dólares como anticipo de una operación de armas cuyo objeto aparente eran 19 yacimientos mineros en la provincia de Tucumán. El acuerdo incluía otros 8,5 millones de dólares que Imperial Consolidated garantizaba con un aval pagadero por su banco de Granada. Aparentemente, esa gigantesca cantidad de dinero sólo era una porción de la inversión total, que iba a superar los 400 millones de dólares.
El argentino Miguel Solanis, de 60 años, era socio de Monzer Al Kassar e Imperial Consolidated pero se resiste a considerar la posibilidad de que lo hayan usado como pantalla en una presunta operación de tráfico de armas.
La prensa española "del corazón" lo bautizó "El Príncipe de Marbella" y en realidad lo parecía. Al príncipe, ahora le llegó su ocaso.
Revista 7 Días
14-06-2007