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Pilar Szwedowicz

“Con mi padre vivo, yo no hubiese sido policía"

“Zurdita”, “por algo habrán matado a tu padre”, son algunas de las frases que recibe Pilar Szwedowicz, cabo de la Policía cordobesa, desde que se enteró de que es hija de un desaparecido durante la dictadura. ¿Cómo se siente? ¿Por qué no se va? ¿Qué piensa su marido, también policía?

Por Walter Goobar
Un llamado telefónico le cambió la vida a la cabo primera de la policía cordobesa Pilar Szwedowicz. Una voz –que ella recuerda afectuosa– le reveló que era hija de un desaparecido de la dictadura, un secreto que su madre había guardado durante 23 años. En ese instante Pilar descubrió que no era Szwedowicz el apellido de su padre de crianza, sino Zarco Pérez y que su padre era de origen judío a pesar de que ella había sido educada como católica. En una fracción de segundo, la vida de esta chica de uniforme que hoy tiene 29 años y está casada con un policía, dio un giro de 180 grados: recuperó su verdadera identidad y una particular sensibilidad por los derechos humanos pero paralelamente su vida en la policía se tornó en un infierno. “Zurdita” es el calificativo más delicado que ha tenido que escuchar de sus jefes desde el 23 de marzo pasado cuando pretendió asistir a un acto en homenaje a los desaparecidos judíos.
–¿Por qué se hizo policía?
–Ingresé por vocación, realmente me gustaba... y lo digo en tiempo pasado. Hoy ya no coincido con la foma en que tienen de tratar al personal y a los ciudadanos.
–¿Su visión de la policía cambió por saber que es hija de desaparecidos?
–No. Antes de eso me di cuenta de que no existen los códigos de respeto.
–Pero la llamada de un ex compañero de estudios de su padre le cambió la vida....
–Sí. Dio la casualidad que yo estaba de guardia en un instituto de menores cuidando a las detenidas. Yo sufría mucho por esas detenidas y he tenido muchos retos de mis superiores porque me decían que era demasiado condescendiente con ellas, que en la Policía no se puede ser sensible. Allí recibí una llamada del arquitecto Carlos Martina, diciendo que había sido el mejor amigo y compañero de estudios de mi papá y ofrecía devolverme un tablero de arquitectura que era de él . Yo pensé que se trataba de una confusión y traté de explicarle que mi padre era docente y se llamaba Aldo Szwedowicz. Aunque él  no sabía que mi madre me había ocultado mi verdadera identidad, insistió y comenzó a darme datos sobre mi padre David Oscar Zarco Pérez, estudiante de Arquitectura secuestrado por el Ejército en septiembre del ‘76. El shock fue tremendo porque mi mamá me lo había ocultado durante años. Yo ya tenía una familia conformada y me hubiera gustado crecer con la verdad. Pero ella me explicó que tuvo mucho temor, que la dejaron sola...
–Hasta ese momento, ¿cuál era su actitud sobre la dictadura y la represión?
–Siempre pensé que nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie. Tenía un conocimiento muy general. En la biblioteca de mi mamá estaba el libro Nunca Más, pero no le había prestado atención. Ahora todo cambió: estoy en contacto con Abuelas y con las entidades de Derechos Humanos.
–¿Qué pasó por su cabeza cuando recibió la noticia?
–Se me cruzaron un montón de cosas, pero lo primero fue tratar de imaginar la muerte de mi padre: ¿habrá sufrido ?¿cómo lo mataron? Pensé que él era tan joven... tenía mi edad. Lo primero que hice fue ponerme en su lugar. Después me contacté con otros ex compañeros  que me ayudaron a armarme el mejor de los recuerdos.
–¿Cambió la relación con su papá?
–No. Él me explicó que lo había hecho para proteger a mi mamá y a mí y que había dejado en manos de mi mamá contarme la verdad.  Nunca tuvo malas intenciones.
–¿Tiene algún reproche hacia su madre?
–No tengo reproches ni rencores. No la justifico pero la entiendo. Ellos también han sufrido y pasado por situaciones difíciles.
–¿Cómo cambió su relación con sus superiores y colegas?
–Los compañeros te miran de reojo. No falta el comentario: “Por algo lo habrán matado”. No están instruidos. A nivel superior tampoco les gusta: dicen que nosotros venimos con ideas diferentes, que yo por mis genes no soy digna de la institución, que lo más conveniente para mí es renunciar.
–¿Quién le dijo eso?
–El responsable de Seguridad de la provincia, Alberto Bertea.  Me dijo que yo no era una persona de confianza, que no me quería tener a menos de 500 metros a la redonda, que no le interesaba lo que me había pasado. Que yo no era una persona de confianza para tener en la institución. También me dijo que si yo seguía diciendo públicamente que era hija de un desaparecido iba a terminar sirviendo café. Y yo no siento vergüenza. Estoy muy orgullosa de mi padre.
–Usted no quiere empuñar un arma, pero tampoco se quiere ir de la Policía...
–No estoy en condiciones físicas ni psíquicas para brindarle seguridad a la gente en la calle, pero tampoco quiero irme a mi casa y cobrar un sueldo, sino hacer tareas que sean beneficiosas para la comunidad.
–Su marido también es policía, ¿qué piensa él de todo esto?
–Él y su familia siempre me apoyaron en todo.
–¿Se le ocurrió fantasear con la idea de lo que su padre hubiese pensado sobre su profesión?
–Lo más probable es que si él hubiese estado vivo yo no hubiese sido policía. Creo que con su ayuda hubiese sido una buena profesional que ayudara a la gente desde otro ángulo.
“Yo defendí a gente de la subversión”
Por W.G.
El abogado Alberto Bertea, secretario de Seguridad cordobés, niega haber hostigado a Pilar Szwedowicz y lanza una curiosa definición al afirmar que en la institución bajo su mando “no se discrimina al que es hijo de desaparecidos ni al que es hijo de aparecidos”.
–El caso de Pilar es particular.
–No es particular porque ella es policía.
–Pero ella está siendo hostigada y perseguida por su condición de hija de un desaparecido.
–Ella fue discriminada por comisarios.
–Pero también le atribuye a usted haberle dicho que deshonra el uniforme y que iba a terminar sirviendo café.
–Yo no he hablado con ella, prácticamente. El Estado Mayor decidió transferirla a bomberos, nada más.
–Desde que ella se entera de que es hija de un desaparecido sufre persecuciones, la tratan de zurdita...
–Con motivo de esos hechos yo elevé los antecedentes al Tribunal de Conducta Policial, para que averigüen quién la está discriminando para sancionarlo severamente.
–Doctor, ella dice que es usted el que la está discriminando.
–Noooo... ¿cómo la voy a amenazar? Soy muy respetuoso de cosas. Más aún, en otras épocas he defendido algunos muchachos  que han estado complicados con la subversión (sic). Yo sufrí la dictadura en carne propia. Ella no puede ser tratada de zurda ni de no zurda. Yo no discrimino ni al que es hijo de desaparecido ni al que es hijo de aparecido. No la mandamos a la calle sino a bomberos.
–¿Por qué no la destinan a instruir a la policía en derechos humanos, más que nada si se tiene en cuenta que la policía de Córdoba tiene una historia negra en ese tema?
–Es una sugerencia que usted me hace y que yo la tomo.
Revista Veintitrés
ID nota: 8642
Numero edicion: 414 15/06/2006

 

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