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George W. Bush

Dios y Jack Daniels

Su pasado como alcoholico lha puesto a Bush a un paso de convertirse en un ayatolla amerIcano.

 
Por Walter Goobar
George W. Bush es el presidente menos articulado desde Dwight D.
Eisenhower, el más desinformado desde Gerald Ford, el más provinciano desde Warren G. Harding,  y también el religioso más fanático que hospedó la Casa Blanca. Su discurso no es mera retórica prebélica sino que habla  como si fuera el brazo ejecutor de un plan divino. Su misión consiste en borrar el mal de la faz de la Tierra. Alos cuarenta años este profeta del mesianismo militarista abandonó el alcohol y experimentó una conversión religiosa comparable a la de San Pablo. Como presidente de EEUU habla como si
fuera el brazo ejecutor de un plan divino y está rodeado de colaboradores profundamente religiosos
Cada amanecer, cuando el único ruido que se escucha en las cercanías de la Casa Blanca, es el bramido de los F-16 que patrullan los cielos de Washington, George W.Bush se encierra a leer. No se trata de los últimos
informes de inteligencia, ni las biografías que son su género favorito, sino un libro de sermones titulado “Mi esfuerzo por el Supremo", escrito por Oswald
Chambers, un predicador baptista que murió en noviemnbre de 1917 mientras predicaba entre los soldados del imperio británico enviados a Egipto para recuperar Jerusalem de manos de los turco. Y por las noches el presidente reza..."Rezo para buscar guía, sabiduría y fuerza. Rezo por nuestros hombres de uniforme y por la población de Irak. Rezo por la paz...Y me reconforta pensar que otros rezan por mí”.
La revista Newsweek ha rastreado las coincidencias entre el libro de salmos de Chambers y las bravatas prebñelicas de Bush, En los mismos días en que lanzaba sus últimas advertencias a Saddam Hussein y los norteamericanos corrían a comprar máscaras de gas, George W. Bush se inspiraba con un sermón en el que el profeta Isaías advierte que Dios es el autor de toda la vida y la historia. Impresionado por esa lectura, Bush declaró públicamente que “detrás de toda forma vida y de toda la historia existe el propósito y la dedicación, puestas por la mando de un Dios justo y fiel”.
Ese mismo día, el presidente habló para emisoras religiosas de Nashville y declaró que “los terroristas odian el hecho...que nosotros podemos adorar al Dios Todopoderoso de la manera que nos parece más adecuada” y que “los EEUU han recibido la misión de llevar el regalo divino de la libertada cada ser humano en el mundo”.
Después de su discurso en Nashville, el presidente se reunió con pastores baptistas ante quienes confesó: “Yo no sería el presidente hoy si hace 17 años no hubiera dejado la bebida. Y solo pude hacer eso con la gracia  de Dios” . Refiriéndose al inminente conflicto con Irak, admitió que mucha gente ­-incluyendo a los religiosos allí presentes- creían que era un conflicto
infusto, pero los norteamericanos tienen que entender que “estamos enfrentando al Diablo” que ha tomado la forma de Saddam Hussein. No tenemos otra alternativa que enfrentarlo con la guerra, si es necesario”. Y
remató:”Si alguien está en paz, yo estoy en paz respecto a este tema”:
Es frecuente que los presidentes estadounidenses invoquen a Dios y pidan su bendición, pero la presidencia de George W Bush está fundada, apoyada y
guiada en la fe y el poder de Dios de una manera que no tiene precedentes. El dinero o el poder militar importan, pero la administración Bush pàrece
convencida de que su misión consiste en  dar a todos en todas partes la libertad de encontrar a Dios. Tratando de auyentar los temores frente al mesianismo militarista de su hijo, George Bush padre solo atinó a asegurar de manera críptica y ambigua que George W. “un hombre del espíritu”. Lo cierto es que durante la campaña presidencial de Bush padre, su hijo redimido ofició de puente con la ultraderecha cristiana, cada vez más influyente en la base republicana. Así conoció a Jerry Falwell, de la Mayoría Moral, y sobre todo a Pat Robertson, de la Coalición Cristiana.
 
ADIOS A JACK DANIELS
Los casos de salvación religiosa siempre son más dramáticos cuando el pecador es un famoso. El Triumph convertible del fiestero Bush era famoso en
Houston hasta que se caso con Laura en 1977. La paciente bibliotecaria Laura lo rescató de las juergas, pero ni aquel proverbial encuentro, ni su conversión a la Iglesia Metodista, ni el nacimiento de las gemelas lo apartaron de la bebida. Laura le dio un ultimátum en 1985: “O la botella, o yo”. Él decidió ponerse en manos de un tercero: el reverendo Billy Graham.
Con 40 años recién cumplidos, Bush resucitó en la piel de un cristiano renacido y dijo “adiós Jack Daniels, hola Jesucristo”, según confió un viejo amigo a la revista Newsweek. El reverendo Graham fue el artífice
del milagro, aunque hubo un personaje mucho más terrenal que medió en su conversión: Don Evans, un amigo  texano que arrastró a Bush al primer grupo de estudios bíblicos, una actividad casi tan popular como la música country en los estados sureños. Durante casi dos años, profundizó en el estudio del Nuevo
Testamento y se adentró en el Evangelio según San Lucas.
La conversión de San Pablo fue la historia que le hizo abrir los ojos y cerrar definitivamente la
botella. Bush dice que nunca se consideró un alcoholico y que nunca asistió a una reuniín de AA. En realidad no lo necesitaba porque el grupo de estudios bíblicos cumplía exactamente la misma función: "Ustedes saben que yo tenía un problema con la bebida," confió a un grupo de religiosos con los que se reunió en septiembre de 2002. "Hay una sola razón por la cual yo estoý en el Salón Oval de la casa Blanca, en lugar de estar en un bar de Texas: encontré la fé, encontré a Dios”. Hablando en la universidad de Yale en 2001 Bush fue más lejos y sugirió que Dios lo había encontrado a él.
El problema con los cuarentones que se convierten a la religión para dejar la bebida es que no se pueden ir a dormir sin hablar de Jesus y que tampoco están dispuestos a dejar que nadie mas duerma. En lugar de tomar la religión como un asunto privado, se toman como misión convertir a los demás, aunque sea de manera compulsiva.
Algo así pasa con Bush: cuando pronunció el discurso sobre el Estado de la Nación, Bush aplicó las lecciones sobre su propia vida al país "Nosotros, los norteamericanos tenemos fé en nosoros mismos, pero no en nosotros solos. No nos jactamos de conocer todos las caminos a la Providencia, pero podemos confiar en ellos, depositando nuestra confianza en Dios, más allá de nuestras vidas y de nuestra historia.¿Qué pasaría si Dios ha estado esperando que aparezca el hombre indicado de la nación elegida para actuar en su nombre y barrer el mal de la historia? Si esto es lo que el apocalíptico Bush realmente cree, está aun paso de convertirse en un ayatola amerIcano.
Antes del 11 de septiembre las extravagancias religiosas de Bush formaban parte de su anecdotario texano, pero el discurso presidencial se ha ido tiñendo poco a poco de tintes temerarios. Dos veces empleó la palabra “cruzada” para bautizar la guerra contra el terrorismo. Los países islámicos -y los no tan islámicos- se echaron a temblar. Después dijo que “Dios nunca o ha sido neutral” en la batalla entre el bien y el mal. Y de ahí, a la Operación Justicia Infinita, rebautizada luego como Libertad Duradera.
El salmo 27 del rey David fue el faro que iluminó las noches del novato comandante-en-jefe: “Cuando se acercan a mí los malhechores, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y sucumben”. Después sus escribas Mike Gerson y Devid Frum acuñaron la expresión “Eje del Mal”.
El PROFETA Y SUS APOSTOLES
Los grupos de estudios bíblicos son ahora el pan de cada día en la Casa Blanca. Bush inicia las reuniones de su gabinete con una plegaria. Su jefe de personal, Andrew Card, está casado con una ministra metodista. La Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, es hija de un predicador de Alabama. Y el compañero de Bush durante sus primeros devaneos con la Biblia, Don Evans, ocupa la secretaría de Comercio. En la primera línea de los más fanáticos servidores de Cristo está el fiscal general John Ashcroft y Karl Rove, asesor y diácono de la ultraderecha religiosa. Y al periodista y teólogo Mike Gerson, que le escribe esos discursos con resonancias incendiarias.El fundamentalismo religioso ocupa  todos los frentes de la Administración Bush, desde las nominaciones judiciales al tema del aborto, desde la abstinencia sexual a la agresión militar. Donald Rumsfeld y Dick Cheney, los halcones laicos, le han robado a San Agustín la doctrina de la “guerra justa” y se presignan ahora ante el profeta-presidente.
Cuando un congresista demócrata le preguntó a la Asesora de Seguridad nacional, Condolezza Rice si  los EEUU deberían haber atacado preventivamente a la URSS en 1946, antes de que ese país tuviera la bomba
atómica, la Asesora de seguridad Nacional respondio: “Sim por supuesto” Rice habría matado a millones de seres humanos para prevenir un peligro que no se había materializado. El secretario de Defensa Donald Rumsfeld utilizó el mismo razonamiento argumentando que EEUU debería haber prodicido un Perl Harbor a los japoneses.
“América triunfará ante la adversidad porque es la voluntad de Dios”, dijo Bush hace un mes en la tradicional Plegaria Nacional que fue más bien una proclama de guerra. “La libertad que tanto apreciamos no es un regalo de América al mundo, sino un regalo de
Dios a la Humanidad”, dijo días después, en el cónclave de Radiodifusores Cristianos.
Para Bush, la “libertad” a los iraquíes, precedida de miles de bombas, forma parte de un plan divino, y ni el Papa va a poder evitarlo. “Esta guerra es ilegal e injusta”, le dijo el cardenal Pio Laghi a Bush esta semana. “Pido a Dios que le inspire en la búsqueda de un modo para alcanzar la paz, la más noble de las
empresas humanas”, le escribió el Papa.
“Militarismo, Mesianismo y Machismo”. Ésa es la santísima trinidad de la Administración Bush, en palabras de Lee Quinby, profesor de Estudios
Americanos del Hobart and William Smith College. “El pensamiento apocalíptico se ha secularizado por vía militar”, afirma Quinby, que coincide con otros analistas en el doble filo de la fe de Bush: “La gente que comparte con él su fervor evangélico es la misma que piensa que estamos en el final de los tiempos, y eso es muy peligroso”.
Diario Milenio de México
14-03-2003

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