"Con o sin mordazas, será difícil que haya atletas rebeldes en Pekín. Allí, como ocurre desde hace años, la gran pelea será entre Nike y Reebok", afirma Ezequiel Fernández Moores en La Nación
Por Ezequiel Fernández Moores
¿Está bien que el deportista exprese una posición política, del signo que fuere, en plena competencia? ¿Puede ordenársele silencio cuando su conciencia le dice que debe hablar? ¿Y, desde otro ángulo, puede pedírsele que sea él quien denuncie injusticias cuando quienes deberían hacerlo prefieren callar para no arruinar su negocio?
Los vínculos entre el deporte y la política, de eso se trata, escriben un nuevo capítulo ante la inminencia de los Juegos Olímpicos que se celebrarán en agosto en Pekín. China, acusada de fuertes violaciones a los derechos humanos, teme que en los Juegos se repita algún gesto rebelde como el Black Power que los atletas de Estados Unidos Tommie Smith y John Carlos realizaron hace cuarenta años en el podio de México 68. El podio olímpico no objeta que se agiten en el podio banderas patrias y saludos oficiales, sean de atletas del capitalismo o del comunismo. Si hasta permitió saludos nazis en los Juegos de Berlín 36. El estadounidense Avery Brundage, que luego fue presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), defendió esa sede afirmando que la Berlín nazi sólo era cuestionada por "judíos y comunistas". Se preguntaba Brundage ante las denuncias que recibía sobre Hitler: "¿Por qué un atleta de Estados Unidos debería convertirse en mártir por una causa que no es la suya?".
¿Habrá hoy atletas preocupados por la situación política de China, como el director de cine Steven Spielberg, que renunció a colaborar en la ceremonia de apertura? Organismos de derechos humanos, que llaman a los Juegos de Pekín igual que a los de Berlín ("Olimpíadas Genocidas"), aspiran a que los ídolos del deporte, visibles como pocos otros, expresen su condena cuando compitan en Pekín. Las autoridades, preocupadas, amagaron con reglamentar una mordaza. Como la del fallecido vicepresidente alemán de la FIFA, Herman Neuberger, quien prohibió a los jugadores de su selección que calificaran de "dictadura" al régimen del general Videla cuando vinieron a jugar el Mundial de 1978 en Argentina. Las autoridades deportivas no quieren volver a los tiempos de los boicots. Si hoy no se va a China, alguien podría exponer mañana argumentos de peso para negarse a competir, por ejemplo, en Estados Unidos. Los amagues de censura en Pekín suscitaron protestas. Y los Comités Olímpicos de numerosos países se vieron obligados a aclarar ahora que no impondrán ningún silencio a sus atletas, sino que respetarán su libre expresión. Lo hizo el propio presidente del Comité Olímpico Argentino (COA), Julio Cassanello, en un informe publicado hace unos días por La Nación. "Todo el mundo tiene derecho y libertad de expresarse", dijo Cassanello, que fue uno de los tantos intendentes civiles durante la última dictadura, cuando él gobernó en Quilmes entre 1979 y ?82. "Si me preguntan qué prefiere uno, diría que a mí en general no me gusta que el deporte se mezcle con la política", expresó también Cassanello, que en 1979, desde Japón, le dijo a Videla que el triunfo en el Mundial juvenil de fútbol de 1979 representaba "la forma de ser libre, la forma de pensar, la forma de vivir de toda una juventud argentina, de hoy y de siempre". El diálogo fue por Radio Rivadavia, mientras José María Muñoz decía que "los argentinos somos derechos y humanos".
Los deportistas suelen ser rehenes de decisiones que les son ajenas. Todo el mundo, más ahora que algunas economías tiemblan, precisan como nunca del gran mercado chino. ¿Violaciones a los derechos humanos? No se lo preguntan los políticos. Menos lo hace el deporte. Manchester United tiene más hinchas en China (23 millones) que en Inglaterra. La Fórmula Uno no sólo va a China, un país con más teléfonos celulares que en Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña juntos. El calendario de 2008 correrá 6 de sus 18 carreras en Asia, incluyendo al emirato de Dubai, donde la democracia es una ilusión, pero donde hoy mismo está el tenis, sin contar los nuevos y millonarios torneos de golf, hípica y otros numerosos deportes, todos detrás del nuevo gran mercado. ¿Cómo iba a renunciar el Olimpismo a unos Juegos que tendrán un presupuesto record de 37.000 millones de dólares? No renuncian las grandes corporaciones y tampoco renuncia la prensa que moraliza pero que paga derechos, manda enviados y cubre la competencia. Nadie queda hoy afuera del gran mercado globalizado. Ya no hay rebeldías como las de los atletas Carlos y Smith de México 68. O como las de Muhammad Alí, cuando renunció a su nombre "esclavo" de Cassius Clay, se negó a combatir en Vietnam y fue despojado del título y del pasaporte. O las del Corinthians de Sócrates que reclamaba por "elecciones directas" en el Brasil de los años ?80. Y tampoco hay "rebeldes" como Diego Maradona, que molestaba ?y muchas veces con razón- porque hablaba de todo. Pero que tal vez molestaba más por lo que decía y por cómo lo decía. Los iconos deportivos de hoy son modelos de lo políticamente correcto. El notable golfista Tiger Woods denunció una vez que había clubes en Estados Unidos en los que él no pudo ingresar porque era negro. Pero lo hizo para un comercial de Nike. Cuando le preguntaron en el año 2000 si adhería a un boicot de atletas negros contra el estado de Carolina del Sur, porque allí flameaba aún la bandera racista de la Confederación, Woods se negó a hablar del tema.
Con o sin mordazas, será difícil que haya atletas rebeldes en Pekín. Allí, como ocurre desde hace años, la gran pelea será entre Nike y Reebok.
La Nación
Fecha: 4-MAR-2008