Ana María Ponce fue secuestrada el 18 de julio de 1977, el mismo día que su hijo Andrés cumplía dos años.
Por Walter Goobar
mañana / cuando no estemos / cuando todo se haya / vuelto oscuro, / cuando no nos quede / tiempo para derrochar / ni sueño que / desgajar entre besos, / cuando mis manos / se separen de las tuyas, / y tengamos que apretar / los puños con resignación, / cuando la boca / no tenga más palabras / y las palabras desaparezcan / en un aturdido remolino, / cuando el cuerpo / deje de sentir / la permanente compañía / del miedo, / cuando los oídos / se acostumbren para siempre / al silencio, / cuando definitivamente no estemos, / mañana, / nosotros los que fuimos / vivos, / los que reímos y lloramos, / y nos alimentamos / amando, / queriendo la vida, / nosotros estaremos regresando; / y la piel será / una oscura mezcla / de tierra y piedras / y los ojos serán / un inmenso cielo, / y los brazos y los cuerpos / se juntarán sin saberlo / y este niño que quisimos / estará allí / amándonos desde lejos, / sosteniendo nuestro grito eterno / abriendo nuestro / vientre cálido / haciendo interminables y multiplicados / los puños cerrados con dolor.
El poema se llama “Para mañana”. Ana María Ponce lo escribió en la ESMA.
La secuestraron el 18 de julio de 1977, el mismo día que su hijo Andrés cumplía dos años. Fue en el Jardín Zoológico, el paseo elegido para festejar. Nadie sabe cómo Ana María –“Loli”, le decían sus compañeros de militancia– se las ingenió para entregar el niño a una compañera antes de que la llevaran a la ESMA. En enero, el Ejército había secuestrado a Godoberto Luis Fernández, su esposo.
Al principio, Loli pasó mucho tiempo en el sótano, con las salas de tortura al fondo. Después la obligaron a trabajar en la imprenta. Ahí escribió una treintena de poemas y algunos cuentos.
“La poesía de Ana María Ponce es verdaderamente singular: convoca el afuera de la vida y no contiene el menor desecho del adentro del horror y dentro del horror”, afirma el poeta Juan Gelman.
El último poema es del 5 de enero de 1978, un mes antes de su asesinato.
Graciela Daleo, sobreviviente de la ESMA, cuenta que Loli supo cuándo iba a morir. El lunes de carnaval de 1978 uno de los verdugos abrió la puerta de su celda y le dijo: “Prepárese, se va a La Plata”. Loli sacó un sobre y se lo entregó a Daleo: contenía los poemas que, años después, llegaron a manos de Andrés, su hijo, que hoy tiene 28 años. “Leyendo toda la poesía uno va notando los cambios de ánimo. Sabía lo que iba pasar y afrontaba su destino con orgullo”, dice.
–¿Cuál es la que más le impactó?
–Una poesía en la que se dirige a mí y me pide que trate de recordar el rostro de ella y eso es lo que me duele, porque no lo puedo recordar...
Fue Andrés quien hizo llegar a Néstor Kirchner los poemas de su antigua compañera de la Universidad de La Plata, donde Loli estudiaba Ciencias Políticas e Historia.
Ana María Ponce y Néstor Kirchner militaban en la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN). Más tarde seguirían caminos distintos: Ana María se convirtió en “Loli” con su paso a Montoneros y Kirchner se abrió de la FURN por disidencias políticas.
Hace poco, Andrés recibió un llamado del Presidente: quería los poemas de Ana María para que fueran leídos el 24 de marzo, cuando se inaugure en la ESMA el Museo de la Memoria.
“El Presidente me contó que conoció a mis padres y que habían estado juntos durante la masacre de Ezeiza”, contó Andrés a esta revista.
Ana María y su esposo fueron dos de los cuatro compañeros que el 20 de junio de 1973 acompañaron al ahora Presidente a Ezeiza para recibir a Juan Domingo Perón, que regresaba del exilio. Cuando la masiva fiesta popular se transformó en masacre, Kirchner recogió a sus amigos y escapó de la zona manejando una vieja camioneta.
Daniel Fernández, cuñado de Ana María y compañero de universidad del Presidente, que también iba en el vehículo, recuerda que pasaron por Lanús y llegaron sanos y salvos a Turdera. Pero Fernández no quiere adelantar una opinión sobre por qué Kirchner eligió a Ana María para homenajear en su nombre a todas las víctimas de la represión ilegal. “Prefiero que sea el propio Presidente quien lo explique”, dijo.
Cuatro años después de aquel episodio, Ana María era secuestrada y el lunes de carnaval del ’78 se la llevaron para siempre. Poco se sabe sobre sus últimos momentos de vida. “Lo que sí se sabe –sentencia el poeta Juan Gelman– es que la poesía la hizo más libre que sus asesinos.”
Revista Veintitrés
ID nota: 2320
Numero edición: 297 18/03/2004