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Opinión

Carrió, el voto calificado, Macri y Bergoglio

Presuponer que hay votos de mayor calidad a medida que se asciende en la escala social es una temeridad.

Por Walter Goobar
Cuando se cierra el ciclo agitado de una campaña presidencial las claves de lo que vendrá estánen las palabras y los gestos de los  dirigentes políticos, sean estos ganadores o perdedores.
Durante la noche del triunfo y en las posteriores entrevistas que concedió, CristinaLa  Fernández
no se dejó encandilar por por los números y utilizó un lenguaje conciliador que casi no se escuchó durante los cuatro años de gestión de su marido, Néstor Kirchner.
Cristina les habló a los "compatriotas", a "los argentinos", a "todos los hombres y mujeres, a los que nos votaron y los que no".  Ni siquiera habló de "los que quieren volver a los noventa", sino que incluso quiso "convocar a los que tal vez pudieron habernos agraviado".
Llamativamente, las ideas que presentó para su futuro gobierno (concertación, pluralidad, buena sociedad, reconstrucción del tejido social) son prácticamente indistinguibles de los conceptos centrales de los discursos de los otros candidatos.
Ese viraje de Cristina podría develar una convicción o también una necesidad política. Cualquiera de los dos son válidos, aunque las consecuencias sean muy distintas..
En esta oportunidad, quien eligió el lenguaje de la confrontación y la deslegitimación fue Elisa Carrió. Al afirmar que "la nueva presidente tiene una legitimidad segmentada porque tiene el 70% de las clases medias urbanas en contra".
De esta manera, Carrió hizo suya una vieja bandera que los sectores más reaccionarios y mesiánicos  de la Argentina habían arriado con verguenza: la del voto calificado. Sin empachos, Carrió declaró que "las clases medias y altas tienen que ser la fuerza de rescate de los sectores más pobres dominados por el clientelismo y la miseria".
Con este argumento Carrió completa el viraje ideológico anticipado en el terreno económico desde que hizo propios los consejos de Alfonso Prat-Gay y desde que se frustró su alianza política con Ricardo López Murphy.
El sufragio universal otorga a cada ciudadano el mismo valor y el mismo poder, sin que importe la condición social, el nivel de educación o de ingresos ni la prosapia de los apellidos. No hay votos de primera y de segunda categoría. Presuponer que hay votos de mayor calidad a medida que se asciende en la escala social es una temeridad.
Con su exabrupto, Carrió consiguió que el jefe de Gabinete Alberto Fernández saliera a retrucar y la vinculara con "el voto gorila y anti-peronista" de la década del 50. Menos afortunada fue la respuesta del jefe de la bancada kirchnerista Agustín Rossi quien  afirmó que los votantes de Carrió son gorilas que "están en contra de los juicios por la verdad". Si la afirmación de Rossi fuera verdad, estaríamos en serios problemas. Por suerte no es así.
Lo cierto es que el kirchnerismo está reproduciendo, elección tras elección, la alianza más tradicional que representó el peronismo. La de las clases humildes, con los sectores medios bajos y alguna intervención de franjas medias más acomodadas. Pero con una fuerte y enconada resistencia de los segmentos más altos de la pirámide social.
Esos sectores , junto con un poder económico que está más activo que nunca parecen haber encontrado en Mauricio Macri, Roberto Lavagna y Elisa Carrió los finalistas en el casting de una oposición liderada desde las sombras por el cardenal Jorge Bergoglio.
Liderar una coalición de esta naturaleza implica serios riesgos. De hecho, Carrió tiene problemas para disciplinar a los diputados del ARI Eduardo Macaluse,  María América González y  Carlos Raimundi, mientras que los socialistas quieren armar bloque propio. En ese caso, Carrió corre el riesgo de perder el rol de primera minoría en Diputados a manos de la UCR.
La pelea tiene como trasfondo, entre otros aspectos, definir el partido que controlará al gobierno desde la Auditoría General de la Nación.
Los "rebeldes" enfrentan las embestidas de Carrió para conformar un bloque de la Coalición Cívica presidido por un incondicional como el bonaerense Adrián Pérez. Aunque Carrió ha construido su carrera denunciando el clientelismo, los rebeldes aseguran que "ofreció cargos futuros para doblegar las voluntades de los rebeldes". Clientelismo puro o clientelismo VIP, clientelismo al fin. Nada más alejado de lo retórica de la ética que caracterizó a Carrió.
Para un sector importante del ARI, la líder de la Coalición Cívica  padece del síndrome de Bordón que en 1995 sacó cinco millones de votos  en las presidenciales y en tres meses no tenía nada. Macri corre un riesgo parecido.
El Gobierno de Cristina tendrá abierto un frente opositor a dos puntas. Se estaba preparando para lidiar con Macri pero desde diciembre tendrá también a una Carrió, con seguridad, envalentonada. Ese par de dirigentes opositores se detestan, pero ya es sabido que  los buenos oficios de Gabriela Miichetti y del cardenal Bergoglio pueden obrar milagros.
Diario BAE
2-nov-2007

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