Desde hace 20 años, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) se dedica a descubrir el destino de miles de personas asesinadas o desaparecidas durante las más crueles dictaduras y a investigar muertes signadas por la impunidad y la inacción judicial.
Por Walter Goobar, desde Buenos Aires
Su trabajo es buscar una verdad terrible, cuyo rostro quisieron ocultar muchos gobiernos. Podría decirse que han hecho hablar a los desaparecidos de la Argentina, a los salvadoreños masacrados en El Mozote, a las víctimas de la limpieza étnica en los Balcanes y hasta al cuerpo inerme de Ernesto Che Guevara para que sean las propias víctimas las que eleven sus dedos acusadores hacia sus victimarios. Ahora, están investigando las muertes de mujeres en Ciudad Juárez.
Desde hace 20 años, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) se dedica a descubrir el destino de miles de personas asesinadas o desaparecidas durante las más crueles dictaduras y a investigar muertes signadas por la impunidad y la inacción judicial. . "Los tres ejes de nuestro trabajo son: justicia, verdad y reparación para los familiares de las víctimas", dice Mimi Doretti, uno de los tres miembros del Equipo de Antropología Forense, que concluyó una misión preliminar en Ciudad Juárez para colaborar en la identificación de los cuerpos de mujeres asesinadas en Chihuahua.
El EAAF, compuesto por 14 miembros, ha buscado e identificado cuerpos en más de 30 países, como El Salvador, Etiopía y la ex Yugoslavia, además de Argentina. En 1997, los antropólogos argentinos también participaron en la búsqueda en Bolivia de los restos del guerrillero argentino-cubano Ernesto "Che" Guevara que finalmente fueron repatriados a Cuba.
Una de las masacres más grandes de las últimas décadas en América Latina, la de El Mozote, que tuvo lugar en El Salvador en 1981 cuando fuerzas militares fusilaron a cerca de 900 civiles, es investigada por los argentinos desde los años 90.
"El trabajo se divide en tres etapas: una es de investigación preliminar, en la que se buscan datos sobre los desaparecidos; la segunda es la exhumación de los cuerpos; y la tercera es la de laboratorio, donde se los analiza para saber quiénes son y cómo murieron", explica Doretti quien acaba de revisar las autopsias y los expedientes de las asesinadas en Juárez.
“El equipo ya estaba trabajando en México hace varios años en temas forenses. Entre otras cosas, en la elaboración de un protocolo de autopsias para casos de violaciones a los Derechos Humanos y en el área de asesoramiento y entrenamiento para ONG y organismos gubernamentales. En uno de los viajes la Comisión Mexicana Por Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, nos pidió si podíamos colaborar en la parte pericial del caso de Juárez”, dice a Milenio la antropóloga forense del EAAF. Agrega que la primera etapa consiste en “entender de que se trata el caso, hablar con los familiares, con los médicos y las procuradurías para saber que es lo que necesitan”.
--“Nuestro trabajo se centra en el área de identificación. Hay restos sin identificar y estuvimos revisando esos expedientes. Hay preocupación de familiares que tienen algún pariente desaparecido y hay preocupación de algunas familias que no están seguras si tienen los restos que corresponden”, señala Doretti que en las próximas semanas entregará un informe preliminar a la oficina de Guadalupe Morfin con las principales recomendaciones.
Aunque la impuidad policial y judicial es el denominador común de todas estas violaciones a los Derechos Humanos, por ahora, Doretti se niega a establecer paralelismos y diferencias con otros casos en los que le toco actuar: “Eso solo lo podremos responder cuando sepamos quienes son los autores”, dice.
Durante la última dictadura militar argentina (1976-1983) entre 9.000 y 30.000 supuestos opositores fueron secuestrados, torturados y asesinados, y sus cuerpos nunca aparecieron. Los argentinos siguen sin conocer qué sucedió exactamente con la mayoría de los desaparecidos.
En 1984, una de las primeras cosas que se empezaron a hacer en Argentina a partir de los trabajos de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep) fueron exhumaciones en todos los cementerios del país. Se presumía que en muchos de ellos podían estar enterrados los cuerpos de personas desaparecidas sin identificar. Al principio se les llamaban (con dudoso “sentido periodístico”) el “show del horror”, porque se realizaban sin ningún tipo de metodología científica, con palas mecánicas que destruían las evidencias que podrían ser útiles. Era necesario cambiar el sistema.
Los organismos de Derechos Humanos necesitaban saber si había algún método que permitiera establecer el vínculo sanguíneo entre los niños desaparecidos y sus abuelos. Esto determinó hace ya veinte años la formación del EAAF.
Paralelamente, con la colaboración de Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, una de las instituciones más prestigiosas de los EEUU establecieron el banco de datos genéticos para establecer la filiación de los hijos de desaparecidos que aún trabaja en el hospital Duránd. El antropólogo forense estadounidense, Clyde Snow quien en 1985 testimonió en el juicio conta los Comandantes de la dictadura, jugó un papel decisivo en la creación de esta organización no gubernamental que El EAAF es una organización no gubernamental, sin fines de lucro y trabaja exclusivamente ante el pedido de los familiares de las víctimas o de organismos de Derechos Humanos.
Snow, conocido internacionlmente por haber reconstituido el rostro del faraón Tutankamon, aportó toda su experiencia para forense para juzgar y condenar a los genocidas argentinos en el Juicio a las Juntas Militares.que rigieron los destinos del país entre 1976 y 1982.
Pese a 40 años de trabajo con la muerte, al doctor Snow le impresionó la prolijidad del método de desaparición empleado por los militares argentinos. Snow se preguntaba qué variable de ser humano había en aquellos generales que detrás de sus escritorios y con sus uniformes impecablemente planchados ordenaban la ejecución de niños, o el secuestro y la apropiación de estos chicos. De su paso por Buenos Aires surgió el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
A partir de allí, nadie más pudo hablar en abstracto de desapariciones, homicidios y masacres. Recuperados por los expertos, los desaparecidos empezaron a dar testimonio de su existencia.
Una de los casos más conmovedores que el EAAF ha ayudado a resolver es el de Claudio, hijo de Gastón Gonçalvez y Ana Granada, ambos desaparecidos.: “Me acuerdo que llegué a mi casa y me estaba esperando Alejandro Inchaurregui, médico e integrante del EAAF con mi mamá adoptiva. Y me contó todo, quiénes eran mis viejos, que eran desaparecidos... Y supe también que tenía un hermano”, cuenta el muchacho. Pero alí no terminaban las sorpreseas: Claudio era fanático del grupo Los Pericos, y su hermano era precisamente el bajista.
Para Snow y sus discípulos argentinos, la antropología forense conjuga los conocimientos de antropología física, arqueología y medicina aplicados a problemas médico-legales. Su objeto de estudio son los restos óseos humanos y su propósito es la recuperación arqueológica de los mismos así como la evidencia asociada a ellos: proyectiles, vestimentas, efectos personales, contexto de inhumación.
Hasta el momento, el Equipo de Antropología Forense lleva exhumados sólo en Argentina cerca de 900 cuerpos, de los que identificó alrededor de 100. Pero al desconocerse el número de los desaparecidos, la tarea del EAAF parece interminable.
El equipo del EAAF ha trabajado en Chile, Bolivia, Brasil, Uruguay, Paraguay, Perú, Venezuela, Colombia, Honduras, El Salvador, Haití, Guatemala, Panamá, Filipinas, Kurdistán, Etiopía, Sudáfrica, Zimbabwe, Congo (ex Zaire) y Rumania, países donde ha dejado técnicos capacitados en antropología forense.
A mediados de la década de los 80 el EAAF investigó las tumbas NN que se encuentran en la ciudad de Colonia, Uruguay. Muchos de esos cuerpos correspondían a ciudadanos argentinos y uruguayos arrojados desde aviones y arrastrados por la marea
En los 90 estuvieron en Croacia, Bosnia y Kosovo, donde por solicitud del Tribunal Internacional para Crímenes de Guerra de la ex Yugoslavia investigó los crímenes cometidos en el conflicto armado de esa región.
En 1997, el EAAF cobró fama mundial con motivo de los trabajos que en Bolivia llevaron a la localización de los restos del Che Guevara. El EAAF tenia 100 huellas dactilares
correspondientes a 10 cadáveres inhumados como NN. Habían sido tomadas post-mortem y eran ininteligibles, estaban muy oscuras o muy borrosas. No se habían tomado los mas mínimos recaudos como para que pudieran ser usadas posteriormente.
Finalmente el cadáver del Che y el de sus compañeros fue repatriado a Cuba. Una vez más, la antropología forense demostraba que el crímen perfecto no existe.
Pero tal vez la mejor definición del trabajo de los antropólogos forenses lo la hab dado los científicos sino Andrea, Julián y Diego, hijos de Lidia N. Massironi, desaparecida argentina e identificada por el Equipo Argentino de Antropología Forense:
"¿Por qué borrar las marcas de la historia dejando al cuerpo sin nombre, y al nombre sin cuerpo? ¿Qué es la muerte sino algo que oye sin responder, guardando siempre un secreto mudo, vacío? Hilvanar muerte, huesos y un nombre en una sepultura luego de quince años, luego de haber sido amputado el culto y el llanto, hace que la carne, ya ausente, se encarne en una historia silen-ciada tanto como profanada. ¿Puede alguien detenerse y dejar que sus muertos sean un puro desecho al abono de la tierra? ¿Qué es la sepultura sino preservar del olvido a un cuerpo por ser aquel que perteneció a un padre, a una madre, a un hijo? ¿Es lícito privar al muerto y a quien lo llora de esta única relación conserva-ble?"...
"Hoy hay quienes, trabajando en la identificación de sus cuerpos que se encuentran anónimos en fosas comunes, los extraen de la tierra que finalmente los hubiese fundido con la nada, para devolverlos a la cultura. Quizás escribiendo su nombre sea posible humanizarlos en las encrucijadas de la historia."
Diario Milenio, de México
24-JUN-2004