La CIA sabía que el golpe se organizó en febrero. El poder chavista molesta a los republicanos de Bush. El petróleo es el tema de fondo en la lucha por el poder en Venezuela.
Por Walter Goobar
detrás de la caída y resurrección de Chávez hay una historia de poder, liderazgos ocasionales y traiciones que aún no se termina de dilucidar. El mudo de esta tragedia que en 48 horas se convirtió en opereta podría resumirse con un viejo chiste que aún circula por varias capitales latinoamericanas: “¿Por qué no ha habido un golpe de Estado en Washington? Porque ahí no hay embajada estadounidense”.
A comienzos de noviembre, la Agencia de Seguridad Nacional, el Pentágono y el Departamento de Estado norteamericano sostuvieron una reunión de dos días sobre la política norteamericana hacia reunión seguramente provocó un escalofrío en la espalda del presidente de Venezuela Hugo Chávez y en la coalición populista que lo apoya desde 1998. El disparador del encuentro fue un comentario realizado por Chávez después de los atentados del 11 de septiembre al World Trade Center y al Pentágono. Mientras Chávez condenaba el ataque, cuestionó el valor de bombardear Afganistán, llamándolo “combatir el terrorismo con terrorismo”. En respuesta, la administración Bush retiró temporariamente su embajador y convocó la reunión.
El resultado fue un planteo de que Venezuela “inequívocamente” condenara el terrorismo, incluyendo un repudio a cualquier persona, país u organización que la administración Bush definiera como “terrorista”. Como esto incluye a Cuba (con quien Venezuela tiene fluidas relaciones comerciales) y a grupos rebeldes en la vecina Colombia (con quien Chávez simpatiza), la exigencia fue el equivalente a un derechazo a la mandíbula.
Para poner en marcha la operación contra Chávez, hace unos meses, la administración Bush nombró subsecretario de Estado para los Asuntos Americanos –es decir, procónsul de Estados Unidos en América latina– a Otto Reich, antiguo colaborador de Reagan, conspirador en el escándalo Irán-Contras, experto en organización de sabotajes y de atentados, especialista en golpes de Estado. Otto Reich, el hombre que periódicamente presiona a Eduardo Duhalde, ha sido el arquitecto oculto de la conjura contra Chávez.
Chávez no se engañaba respecto de las intenciones de Estados Unidos: “Lo de la huelga general del 9 de abril es sólo una etapa de la gran ofensiva norteamericana contra mí y contra la revolución bolivariana. Y seguirán inventando cualquier cantidad de cosas. No te extrañe que mañana inventen que yo tengo a Bin Laden en Venezuela. No te extrañe que hasta saquen algún documento demostrando con datos y pruebas que Bin Laden y un grupo de terroristas de Al-Qaeda están en las montañas de Venezuela. Preparan un golpe, y si fracasan, un atentado”, explicó Chávez al director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, la víspera del golpe.
“Estados Unidos se ha ocupado de derrocar gobiernos por mucho menos de lo que acusa a Chávez”, dijo Jack Blum, ex asesor del Subcomité sobre Terrorismo y Narcóticos del Senado estadounidense. Para Blum, la intervención de la CIA en Venezuela es tan obvia como “que el sol sale todos los días: siempre lo ha hecho y no hay razones para pensar que mañana por la mañana vaya a ser diferente”, dijo a Veintitrés este abogado que encabezó la primera investigación en torno a los vínculos entre los contras nicaragüenses y el narcotráfico a fines de los ’80.
“¿Qué se hace cuando se produce un golpe que uno quiere pero no puede apoyar?”, se preguntó Blum. La respuesta es simple: “No se lo llama golpe, se lo llama cambio de régimen” y se afirma que el presidente fue derrocado como “resultado de la voluntad del pueblo”.
“Derrocar a Chávez –dijo Blum– era una misión tan natural para la CIA que la única razón por la que podría no haber estado profundamente implicada en esa operación sería que la Agencia hubiera sido desmantelada”, concluyó.
Varias señales provenientes de la diplomacia y la inteligencia norteamericanas hicieron creer a los golpistas venezolanos que tenían la luz verde de Washington, según afirmó una empresa privada de inteligencia que tiene aceitados contactos en el Pentágono. “Nuestras fuentes en Venezuela y Estados Unidos reportan que la CIA tenía conocimiento, y posiblemente hasta apoyó, a los civiles ultraconservadores y militares (que intentaron derrocar a Chávez)”, señaló la compañía Stratfor. Esta empresa, conformada por ex agentes de inteligencia y otros analistas especializados, que es considerada “una CIA privada”, afirmó que el grupo golpista inicialmente había planeado el golpe de Estado para el 27 de febrero, pero fueron convencidos de abortar el intento bajo presión del gobierno de George W. Bush.
Stratfor, que también suministra análisis a la Economist Intelligence Unit y al Foro Económico Mundial (Davos), describió la existencia de dos operaciones paralelas por parte del gobierno estadounidense para derrocar a Chávez: una organizada por la CIA y otra por el Departamento de Estado. “Las fuentes de Stratfor señalan que el Departamento de Estado estaba silenciosamente apoyando a la coalición moderada cívico-militar de centroderecha que buscaba hacer renunciar a Chávez al enfrentar su régimen crecientemente autoritario con un poder popular desarmado y pacífico”, señala un informe confidencial de la empresa. “Los funcionarios estadounidenses que apoyaron a los grupos civiles que buscaban la salida de Chávez creían que sus seguidores eventualmente llegarían a formar una masa crítica suficientemente grande como para obligar a un cambio en las políticas de Chávez o hasta provocar un cambio de régimen.”
El informe de Stratfor coincide con una revelación del Washington Post indicando que la decisión para derrocar a Chávez se tomó hace casi seis meses, cuando un grupo de militares retirados y en actividad, encabezados por el vicealmirante Carlos Molina y el coronel de la fuerza área Pedro Soto, empezaron a organizarse contra el presidente. Según el Post, los oficiales sólo estaban esperando una justificación para actuar, la cual se presentó durante las manifestaciones de la semana pasada.“Tenía que haber una justificación para que las fuerzas armadas intervinieran”, comentó el ex ministro de Defensa Fernando Ochoa a The Washington Post. “Los oficiales compartían esta idea con la sociedad civil.”
Pero también compartían la impresión de que contaban con el apoyo estadounidense. El Washington Post informó que estos militares golpistas se reunieron con funcionarios de la embajada de Estados Unidos en Caracas las semanas previas al intento del golpe y el coronel Soto también se reunió con funcionarios estadounidenses en Washington la semana anterior.
El Pentágono, por su parte, también negó que un subsecretario de Defensa haya dado a la oposición venezolana luz verde para dar un golpe de Estado, pero confirmó que este funcionario, Roger Pardo-Maurer, mantuvo una reunión en diciembre del año pasado con el general Lucas Rincón, de las fuerzas armadas de Venezuela. Rincón fue el militar que la madrugada del viernes anunció que Chávez había renunciado, luego que el obispo Baltasar Porras le “juró” que el presidente había dimitido.
Estados Unidos no sólo definió el golpe con el eufemismo de “cambio de régimen”, sino que hay otros puntos de conexión más polémicos:
l Efraín Vázquez, uno de los militares implicados en el golpe, asistió en 1988 a la Escuela de las Américas, el polémico centro definido por Joseph Kennedy como “una escuela de la que han salido más dictadores que de ninguna otra en toda la historia mundial”. Otro implicado en la asonada, el general Ramírez Poveda, también pasó por esta escuela en 1972.
l El presidente venezolano añadió nuevas incógnitas sobre el papel desempeñado por EE.UU. al anunciar que investigará la presencia de un avión estadounidense en la isla donde estuvo preso durante la intentona golpista.
l Este miércoles, la administración Bush reconoció que el subsecretario de Estado para los Asuntos Americanos, Otto Reich, estuvo en contacto con el sucesor de Chávez el mismo día que asumió. Reich habría telefoneado a Pedro Carmona para pedirle que no disolviera la Asamblea Nacional, considerándolo algo estúpido. Carmona, apodado “Pedro el breve”, por su meteórico paso por el poder, actuaba en nombre del heredero de la familia Pérez Recao, principales accionistas de la petrolera Venoco, que participó en la redacción del decreto que fracturó a los golpistas. Pero, para muchos, esta llamada de Washington plantea dudas sobre si Reich u otros funcionarios participaban en la toma del poder por parte de Carmona.
asonada con olor a petróleo
Por W.G.
Aunque el 11 de septiembre puede haber sido la chispa que Washington usó para poner en marcha el golpe venezolano, las nubes oscuras sobre ese país tienen mucho más que ver con el petróleo, la tierra y el poder, que con temas vinculados al terrorismo. El gobierno de Chávez está actualmente tratando de cambiar un viejo acuerdo de 60 años con las petroleras extranjeras que pagan apenas uno por ciento de regalías y se benefician con las grandes tajadas que reciben por exenciones impositivas. Venezuela es la gallina de los huevos de oro para compañías como la Phillips Petroleum y Exxon Mobil. Si la nueva ley de hidrocarburos es aprobada, las compañías de Estados Unidos y Francia tendrán que sacrificar una parte de sus ganancias en favor de Venezuela.
La chispa que encendió la mecha de la crisis se produjo en diciembre, cuando Chávez cambió cinco miembros de la junta directiva de la gigante petrolera estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) por personas de su confianza. Los ejecutivos de la petrolera iniciaron una serie de protestas, por las cuales la producción de petróleo se redujo significativamente, al tiempo que la clase media inauguraba los cacerolazos para protestar por la crisis económica. Cuando Chávez se enfrentó a la dirigencia de PDVSA, Washington pisó el acelerador y puso en marcha el operativo en su contra. Venezuela exporta por día un millón y medio de barriles de petróleo a EE.UU., el 15 por ciento de su consumo. Eso lo convierte en un país de importancia estratégica, sobre todo desde que Irak se niega a venderle hidrocarburos a Estados Unidos.
venezuela
en cifras
l Venezuela posee una distribución de la riqueza escandalosamente desigual.
l Aun cuando el petróleo genera unos 30 mil millones de dólares cada año, el 80 por ciento de los venezolanos son pobres, y la mitad de ellos están mal nutridos.
l El 2 por ciento de la población controla el 60 por ciento de la tierra.
l El gobierno de Chávez redujo la inflación del 40 al 12 por ciento.
l Generó crecimiento económico en un 4 por ciento.
l El número de niños escolarizados aumentó un 25%. Más de 1,5 millones de niños que no iban a la escuela están ahora escolarizados y reciben ropa, desayuno, comida y merienda.
l La mortalidad infantil disminuyó.
l En los dos últimos años, Venezuela subió cuatro puestos en el Índice de Desarrollo Humano.
Revista Veintitrés
Numero edicion: 197 02/08/2002
anatomía de un golpe de estado
La conspiración de EE.UU. contra Chávez