“Hay que tener estómago para hacerse cargo del hijo de un guerrillero” asegura Juan Alemann, quien fuera secretario de Hacienda durante la última parte de la dictadura de Jorge Rafael Videla.
Por Walter Goobar
En la Argentina sólo hubo un golpe militar que no tuvo acompañamiento civil: el de junio del ’43 liderado por Juan Domingo Perón. Todos los demás tuvieron un amplísimo apoyo civil”, asegura Juan Alemann, quien fuera secretario de Hacienda durante la última parte de la dictadura de Jorge Rafael Videla. Tan seguro de ello está como del hecho de que la dirigencia civil que acompañó al golpe de 1976 no tiene nada de qué arrepentirse. Todo lo contrario.
“Había una sensación general de que el gobierno se caía a pedazos. En febrero del ’76 yo estaba en Punta del Este y la conversación era que se iban a hacer cargo los militares. Toda la revolución se hizo por un problema de guerrilla. Las Fuerzas Armadas vinieron para poner orden. A mí me lo dijo un ministro de Isabel Perón con un dicho alemán: ‘Más vale un final con horror que un horror sin final’.”
–¿Pero en qué medida la clase dirigente civil participó...?
–No participó en el golpe. Fue algo puramente militar. Es decir, la dirigencia civil apoyaba, estaba de acuerdo en que esto no iba más, pero sólo algunos participaron activamente.
–Usted y la gente con la que conversaba en Punta del Este, ¿no podían avizorar lo que se venía en términos de este “final con horror”?
–No. Se veía que iba a haber una acción contra los Montoneros y el ERP...
–Pero se desencadenó una represión generalizada.
–No, no, no. Fueron guerrilleros y errores, digamos, porque los militares tuvieron que asumir una guerra para la cual no estaban preparados. O sea: toda la historia de los 30.000 desaparecidos la inventó (Horacio) Verbitsky. Las cifras reales son 8.000. Porque muchos desaparecidos estaban vivos, como la jueza Carmen Argibay, que figura en la lista de desaparecidos y está en la Corte Suprema. Para cobrar las indemnizaciones por los desaparecidos se presentaron 7.400, de los cuales 340 eran de casos anteriores al Proceso.
–Sean 30 mil u 8 mil, ¿no es lo mismo?
–La mayor parte de los desaparecidos murieron con las armas en la mano. A mí casi me matan los Montoneros.
–Usted proviene de una familia de tradición antinazi. ¿Nunca encontró ninguna similitud entre el nazismo y la represión ilegal?
–No, los nazis mataron a seis millones de judíos, 800 mil gitanos...
–Algunos, como usted, discuten las cifras...
–Esos son idiotas. Los nazis eran muy pulcros, como son los alemanes. Anotan todo. Yo tomo como base el Informe Sabato... y esto de que 23.000 no hayan pasado por caja a cobrar una suma tan grande es medio raro.
–¿Usted avala la apropiación de menores?
–Hubo 200 y pico de casos de mujeres que tuvieron hijos en cautiverio y que después las liquidaron. De esos, unos 200 los entregaron a los jueces y quedaron menos de 30 casos que los distribuyeron entre familias de militares. Eran chicos que sobraban, porque estos guerrilleros constituían parejas y mientras peleaban, tenían hijos. Era una irresponsabilidad. Pero no hubo robo de chicos. Hay que tener estómago para hacerse cargo del hijo de un guerrillero.
–El general Martín Balza hizo una autocrítica en nombre del Ejército, pero los civiles como usted nunca lo hicieron.
–¿Y por qué la íbamos a hacer? Los que deben la autocrítica son los Montoneros y todos esos, que no la han hecho.
–¿Las cosas no se podrían haber hecho de otra manera?
–Yo hubiera hecho otra cosa. Hubiera declarado el estado de guerra interno y hubiera fusilado a todo guerrillero que se encontrara con armas. Así se hizo en Chile.
–¿La debacle económica posterior no fue una consecuencia del proyecto militar?
–No, los militares no tenían un proyecto económico. El único proyecto era ordenar. Se trató de avanzar algo hacia el liberalismo, pero mucho menos que en la época de Menem porque cada vez que uno tocaba una cosa de fondo los militares decían que no.
–¿No cabe una autocrítica por el endeudamiento, la desindustrialización?
–En mi época el endeudamiento no fue tan grande. Llevamos la deuda pública de 8.000 millones a 15.000 millones. Yo fui tan buen recaudador, que después Menem nombró de nuevo a mi gente, como Carlos Tacchi y Ricardo Cossio.
–¿Estableció algún vínculo de amistad con los militares?
–No los trato. A Videla lo veo muy de vez en cuando.
–¿Qué le dice Videla?
–Su tesis es que fue a cumplir una tarea por orden del Ejército. Cuando terminó, se fue. Hizo lo que tenía que hacer.
–¿Y con algún otro militar habla?
–Lo veía a Reynaldo Bignone. A veces lo veo a Albano Harguindeguy, a Antonio Bussi.
–¿Nunca se le plantearon dilemas éticos o morales?
–No. Nosotros nos enterábamos a medias. Era un tema militar y a los civiles nos dejaban afuera. Nos enterábamos por los diarios. Toda la sociedad civil estaba muy contenta de que se acabara con el terrorismo y no preguntó mucho cómo.
–¿Alguna vez le pidieron que intercediera por algún desaparecido?
–Sí.
–¿Y?
–Hice la gestión... hubo dos casos. Uno fue la desaparición de una chica del Ministerio de Hacienda y el otro caso fue el de un muchacho joven. En ninguno de los dos casos pude hacer nada. Se me cerraron las puertas.
–¿A usted lo quiso matar Massera?
–Massera ordenó que me maten porque yo me había metido con los gastos del mundial de fútbol de 1978. Massera era como Hitler. Él me puso la bomba en el cuarto gol que hizo la Argentina contra Perú (el partido clasificatorio para la final). Él sabía que iban a hacer el cuarto gol. Massera es así. También mató al general Actis, que era el primer presidente del ente organizador del mundial. Actuó tipo gángster, le hizo mucho daño al Proceso...
–¿Por qué?
–Porque en la ESMA fue en el único lugar donde se torturaba por placer. En otros lados sólo se torturaba para sacar información y luego los mataban. Lo de todas las guerras.
Revista Veintitrés
Numero edicion: 350 24/03/2005