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NORBERTO QUANTÍN Y LA CARTA DE SUSANA

“Es frívola y superficial”

El secretario de Seguridad Interior dice que es fácil criticar desde Miami. Compara el mensaje de la diva por el secuestro de su suegro con el del caso Belluscio: “Ese sí fue desgarrador”. Por qué es difícil de prevenir. Qué hacer con la inseguridad.

Por Walter Goobar
qué opina de la carta de Susana Giménez reclamándole al Gobierno la liberación de su suegro, Ernesto Rodríguez?
–Después de Madame de Sevigne, no me dedico a la literatura epistolar.
–Ésta es una carta pública donde se hacen consideraciones duras sobre el Gobierno...
—Creo que son consideraciones frívolas y superficiales. La carta ni quita ni pone nada. El problema es el secuestro del señor Rodríguez.
–¿Cree que Susana es la verdadera autora de la carta?
–No lo sé. Pero resulta fácil largar insinuaciones desde Miami.
–¿No ha tenido contacto con ella?
–Con ella no.
–¿Y con Jorge Rodríguez?
–Con él sí, como con el resto de las víctimas de este tipo de hechos.
–¿En qué se diferencia la carta de Susana de la del padre de Pablo Belluscio?
–La carta de Belluscio era la de un hombre desesperado, desgarrado, que estaba gritando, pidiendo auxilio. Esa carta tuvo mucho esfuerzo, además de la originalidad de ser la primera.
–Pero entonces no es la carta de Susana en sí lo que molestó, sino el contenido.
–En este momento ni me acuerdo lo que decía, así que no me marcó demasiado.
–Le leo una frase de la carta: “Estamos hartos de las malas administraciones que se prolongan por décadas. Es tiempo de reacciones por el bien de los gobernantes y gobernados”. ¿Que le respondería si la tuviera cara a cara?
–Tenemos un pacto de silencio por el cual mientras Ernesto Rodríguez esté secuestrado no vamos a hablar. No quiero decir nada que pueda irritar o agravar el dolor de alguna de las partes.
–¿No resulta difícil la investigación de secuestros cuando el propio Presidente dice que la policía es uno de los principales focos de delito?
–Los delitos de secuestro son difíciles de investigar porque son difíciles de prevenir. En el robo de autos fuimos a los desarmaderos y desarmamos la delincuencia reduciendo el delito en un cincuenta por ciento, en cambio en los casos de secuestros uno no tiene donde golpear.
–¿Detrás de los secuestros, hay una guerra oculta relacionada con los lazos entre la policía corrupta y los delincuentes?
–De hecho, de la gente aprehendida hay sólo uno o dos policías. Si en la policía bonarense hay más de 40 mil efectivos, sería inocente de mi parte pensar que no hay ningún lazo o vínculo. Pero no me consta.
–¿Cree que hay un “estado mayor” de los secuestros o son bandas independientes que de casualidad actúan sobre un mismo tipo de víctima: futbolistas, empresarios y famosos?
–Hay una cantidad muy pequeña de bandas que son capaces de hacer inteligencia, tener secuestrada a una persona durante mucho tiempo, como en el caso de Rodríguez y negociar con habilidad, como en el caso de Florencia Macri. Ese tipo de secuestrador busca gente que tenga dinero o acceso a dinero a través de parientes o a gente que, como los futbolistas, tengan un nombre, porque eso les asegura que sale en la tapa de los diarios y de esa manera negocian con mas fuerza. Esto no revela per se que sean policías. Revela que tienen dos dedos de frente.
–¿En el tema seguridad hay una interna entre la Nación y la provincia de Buenos Aires?
–Tengo muy buena relación con el ministro Raúl Rivara.
—¿Y la tuvo con sus antecesores Juan Pablo Cafiero y Juan José Álvarez?
–La tuve con Juampi Cafiero, con Álvarez no hubo tiempo. Por acá apareció poco. Tuvo muchos problemas y casi no tuvo tiempo de sentarse en el sillón. Siempre hay una explotación periodística que pretende hacer pasar por interna aun aquello que no lo es. Esto es igual que cuando inventan las violaciones. Hubo un momento en que ninguna mujer del barrio de Núñez creía poder ir hasta la esquina sin ser violada. A la pobre Lucila Yaconis, un diario la mató nueve veces.
–¿Por qué dice eso?
–Por los titulares. Cada quince días hablaban de Lucila Yaconis como si no hubiera existido antes. La violación es un delito que no tiene índices variables.
–Pero en Núñez hubo una seguidilla de casos.
–Hubo una casualidad de tres violaciones cuyos autores, salvo en el caso de Lucila, fueron aprehendidos. Pero no fue sólo Núñez: cuando se produjo el caso del remisero epiléptico que llevaba a dos chicas de una disco, hubo un diario que tituló: “Sigue la ola de violaciones”. El caso de una parejita que se fue a pasar la noche juntos fue descripto como otra desaparición en el Triángulo de las Bermudas. Después vino una psicosis con los restaurantes de Villa Urquiza a pesar de que en esa zona se logró una baja del delito muy superior a la que consiguió el alcalde Giuliani en Nueva York. Cuando uno lleva cifras le contestan que frente al dolor de las víctimas lo acallan con papelitos.
–Usted investigó mucho la relación de la corrupción con el financiamiento de la política. ¿Cómo se ve ese tema desde el otro lado del mostrador?
–Yo tengo la suerte de estar con un ministro (Gustavo Béliz) en quien confío plenamente. No pertenezco a su partido y prácticamente no lo conocía, pero creo que es un gobierno de gente honesta. Si algún día compruebo que no lo es, me voy. Trabajé más de cuarenta años en Tribunales y no voy a quemar mi honestidad, que es el único capital que tengo, en hacer política que es algo que no me divierte. A Kirchner lo vi una sola vez en mi vida y jamás me llamó para decirme que tengo que nombrar a alguien o echar a otro. Yo manejo 35 mil policías federales, 15 mil gendarmes y 10 mil prefectos y nunca me vino ningún pedido del Presidente para que ascendiera a uno o trasladara a otro. Trabajo con total libertad, así que todos los errores que cometo son míos.
–¿Cree que ahora hay menos, igual o más impunidad que antes?
–Estamos luchando para que haya una justicia más ágil. Hay delitos que son fáciles de investigar.
–¿Se volvió menos combativo, menos desafiante que cuando era fiscal?
–Espero no haber cambiado. Lo que pasa es que hay que ser más prudente con lo que se dice.
–¿Y su visión de la justicia se modificó?
–Siempre fui crítico de la justicia, pero ahora que estoy en la función pública la veo como mucho más eficaz, aunque siga siendo ineficaz. Viendo lo que me cuesta sacar algo ahora, pienso que yo me quedaba un fin de semana en Tribunales, hacía un dictamen, lo firmaba y se acababa el problema. Ahora me siento preso de la burocracia.
–¿Cómo se hace para que la delincuencia sea menos rentable?
–Queremos desarmar a los delincuentes para que la delincuencia sea menos violenta. Siempre recuerdo un artículo de Eugenio Zaffaroni donde decía que si la guerra en Yugoslavia se hubiera librado con hondas, palos y azadas, hubiera habido muchos menos muertos que con las bombas y los aviones. Nunca se va a poder eliminar totalmente la delincuencia, pero si podemos desarmar a la gente, por lo menos será una delincuencia menos violenta y con menos víctimas.
–¿Se puede atacar o combatir de manera independiente las causas de la delincuencia y las causas de la violencia?
–Cuando hay una sociedad con un reparto de la riqueza desproporcionado y cada vez más alto se van formando bolsones de violencia que llevan a la delincuencia. Cuando esos bolsones perduran, se van formando bolsones de cultura criminal, donde se impone una ley que no es la del Estado. Es la ley del violento o la ley de las bandas, frecuentemente de narcos. Esto es lo que sucede en Brasil en muchas favelas. Eso es lo que queremos impedir que suceda acá.
–Usted menciona las favelas de Brasil, pero hay otros investigadores y especialistas que advierten el riesgo de una “colombianización” de la Argentina, a partir del auge de los secuestros.
–El modelo colombiano me parece lejano, porque no tenemos un problema de guerrilla ni de represión ilegal de la guerrilla como ocurre en ese país. Tampoco tenemos la cantidad de bandas de narcos que hay en Colombia, porque aquí no se produce droga. Pero sí permitimos que sectores del Estado empiecen a marginarse y tener leyes propias, empieza a haber fisuras en el Estado. Como ninguna sociedad puede funcionar sin leyes: si no están las leyes de la república, están las leyes de la delincuencia. Eso a veces es culpa del Estado, que en algunos casos renuncia a prestar el servicio público de seguridad porque es más fácil prestarlo en lugares ricos. De allí viene esa muletilla de la policía: “A la villa no se puede entrar”. La gente de la villa es tan demandante de seguridad como la que vive en Recoleta y aunque es víctima de más delitos que la de Recoleta, no se le prestan servicios de seguridad.
–¿Está a favor de bajar la edad de imputabilidad de los menores?
–Sería inocente pensar que un muchacho de quince años no sabe lo que es un homicidio. A veces esos muchachos son los que cometen los homicidios más crueles. Si a usted le dicen que puede matar y no pasa nada, no es un buen mensaje. Pero no me animaría a hacer una ley que bajara la impunidad si no hubiera institutos de reeducación que curaran a esos muchachos. En las cárceles y los institutos actuales, si entran malos, salen hechos unas fieras. Las cárceles son escuelas del delito, así que yo creo que no hay que poner el carro delante de los caballos. Somos afectos a hacer leyes rimbombantes que después nadie cumple. Los países africanos tienen las mejores constituciones del mundo, pero nadie las cumple. Hacer leyes muy lindas que no se puedan cumplir es ridículo.
–¿Y prohibir la venta de alcohol a los menores no es otra forma de poner el carro delante de los caballos?
–El alcohol y la violencia están muy unidos.
–¿Pero usted cree que la prohibición es útil?
–Creo que la prohibición que sancionó la Ciudad de Buenos Aires no es la Ley Seca de los años ’20 en EE.UU.. Es un ordenamiento y habrá que ver qué resultados da.
–¿Cree que va a bajar el delito?
–Creo que sí, por lo menos con el delito pequeño. Pero hay que ver cómo marcha esto.
–¿Hay un cambio en la delincuencia que puede acercarnos a la guerra social?
–Es un riesgo latente... Cuando hubo represión, las marchas piqueteras se agravaron y se hicieron más violentas. Es muy difícil tener un equilibrio entre los derechos del ciudadano a circular y los derechos de la gente a peticionar.
–¿Pero cree que el riesgo de guerra social todavía subsiste?
–Ha disminuido pero lo hubo. Si desde el poder se seguía dando ejemplos de frivolidad, de despilfarro y de deshonestidad frente al hambre, a la falta de futuro, yo creo que había un peligro de guerra social.
–¿Para usted, los piqueteros son un problema de seguridad?
–Sólo en la medida en que rompan algo. Si no rompen cosas, si no matan, si no golpean, no es un problema de seguridad, es un problema político. Por eso se trata de manejar el tema con un criterio político y no policial. De hecho, casi todas las tardes tenemos tratativas con los piqueteros dialoguistas y a pesar del sinnúmero de protestas que se producen, no hay muertos, ni heridos, ni destrozos. Esto es lo importante.
 
socios del silencio
Al cierre de esta edición, Ernesto Rodríguez cumplía un mes secuestrado. Su caso se convirtió en un dolor de cabeza para el Gobierno de Néstor Kirchner, por la popularidad de los personajes que involucra.
Las negociaciones encaradas por Jorge “Corcho” Rodríguez se mantienen en estricta reserva: la Justicia y la Policía Federal sólo intervienen de oficio. Apenas trascendió que sus captores se comunicaron con la familia en una ocasión, el 27 de diciembre, y que recibieron una oferta: entre 70 mil y 80 mil dólares. La cifra no llega al diez por ciento de los 300 mil que pedían.
Desde la óptica de los investigadores policiales, el secuestro de Rodríguez no se emparienta con otros: el novio de Susana Giménez y su padre son propietarios de la agencia de seguridad privada Universal Control, integrada por ex jefes de la CIA, la DEA y el Pentágono. Con estos antecedentes, para los investigadores la prolongación de las negociaciones resulta inexplicable.
palabras que duelen
“No puedo creer que la política sea más importante que la seguridad de un pueblo y (que se le tenga) más miedo a la Policía que a los ladrones y que los derechos humanos sean sólo para los delincuentes”, escribió Susana Giménez en la carta que entregó a una corresponsal en Miami de Crónica TV el viernes 16.
La diva no se refirió en concreto al secuestro de su suegro, Ernesto Rodríguez, pero se quejó de que “después de todo lo que hemos padecido, no se puedan cambiar las leyes para la protección del ciudadano”. También reclamó que “si el Gobierno no se siente capaz de resolver el problema de la inseguridad, que pida ayuda”.
Susana se preguntó: “¿Adónde van los impuestos que religiosamente pago como gran contribuyente en conjunto con millones de ciudadanos que queremos que el país crezca en todo sentido y estamos hartos de la mala administración que se prolonga por décadas?”. Dijo estar “desorientada” y sentir que “somos un país en estado de indefensión total”.
“Susana tiene razón”
Por Claudio España *
Susana Giménez tiene razón en lo que dice, sea su suegro o sea otro. Es la única que se animó a decir lo mal que están las cosas en materia de seguridad en la Argentina. Ojalá muchos, aunque sean anónimos, se animen a decir estas verdades, con autoridad. Dejen de querer convencer de lo contrario con discursos inútiles y ocasionales. Si la Giménez hizo política, el fin lo justifica. No digamos torpezas.
*Periodista
Revista Veintitrés
ID nota: 1977
Numero edicion: 289      22/01/2004
 

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