¿El Presidente le quitó el manejo de la relación con el país más poderoso? ¿Hay un discurso duro que no se corresponde con los hechos? ¿Hubo concesiones después del encuentro Bush-Kirchner? ¿Cómo se plantea la Argentina el vínculo con Estados Unidos? Responde el canciller Bielsa.
Por Walter Goobar
es cierto que en el viaje de vuelta de la Cumbre de Monterrey, el Presidente le comunicó que de ahora en más él se ocuparía personalmente de la relación con Estados Unidos?
–Yo estaba conversando en el avión. El se acercó y me dijo que quería ocuparse personalmente de la relación con Bush. No con Estados Unidos. En ese momento yo le hice una broma y le dije: “Muchas gracias. Se ve como confiás en tu canciller.” Él me contestó que “Bush es un tipo con el que tengo una relación personal que es importante. Creo que hay que trabajar esa relación personal.” Ése fue todo el comentario. No me “expropió” a mí o a la cancillería la parcela de la relación con Estados Unidos. Sino que remarcó la necesidad de tener una relación personal con Bush.
–¿Y eso a usted qué le parece?
–Yo me fijo mucho en la expresión de los cuerpos y durante la última reunión que fue muy larga (cinco veces más larga de lo pautado), ni Bush ni Kirchner hicieron ningún esfuerzo para seducirse recíprocamente. Son dos tipos muy preocupados por tratar de transferir su visión sobre los temas que se hablaban en ese momento. Creo que ambos quieren que las reuniones sirvan para crear una relación bilateral más importante.
–Pero, si no me equivoco usted en algún momento dijo –o escribió–, que había llegado el momento que las relaciones internacionales no se manejaran en función de químicas personales...
–En ese caso yo hablaba de la política doméstica y dije que estaba tan vaciada de contenidos que en vez de hablar de ideas uno habla de personas. Y por lo tanto habla de humores, no de pensamientos. Ahora: ¿Qué significa tener una relación madura con un poder estatal proyectado a escala planetaria, como es Estados Unidos? El hecho que uno tenga una buena relación no significa que uno tenga que heredar las reyertas. De la misma manera que no queremos heredar las reyertas de los norteamericanos, tampoco le pedimos que herede nuestra reyerta con Gran Bretaña por las Malvinas. Esto es una relación madura.
–Más que madura, hay quienes creen que la Argentina tiene una relación ambigua con Estados Unidos.
–Una política ambigua es lo contrario a una política coherente y monolítica. Ningún país del mundo tiene una política exterior absolutamente coherente y monolítica por la sencilla razón de que no hay ningún país que sea absolutamente hegemónico, como el Imperio Romano.
–Pareciera que hay un discurso para el consumo interno y otro para el externo. Esto se produjo a partir de la broma del Presidente cuando dijo que a Bush le ganaba por knock out.
–Creo que los argentinos tenemos mucho de eso que “incendian lo que adoraron y adoran lo que incendiaron”. El poder público siempre está mal, siempre está equivocado. Si te invita el presidente de los EE.UU. a la Casa Blanca, se toma como que “Bush te citó”. Si no te invita e invita a Lula decimos que nuestra diplomacia es mala y que te ignoran. No existe un discurso interno y otro externo: la mejor prueba es el discurso que pronuncia Kirchner frente a Bush que yo creo que es uno de los trabajos más importante de pensamiento político estratégico que se han escrito en el último tiempo y que aquí ha pasado curiosamente desapercibido. Allí se dijeron muchas cosas que no son del apetito republicano y eso se lo dijo el presidente Kirchner a 34 líderes del continente. A mí me parece que este gobierno es bien coherente. No es ambiguo. En una economía globalizada, los márgenes de la autodeterminación hay que pelearlos férreamente todos los días. No están dados. Además, nosotros venimos de casi tres lustros de una relación basada en aquella expresión de Guido Di Tella: “Queremos estar con los lindos del mundo. No nos gusta la gente fea”. La idea era que vos te sacás una foto con el poderoso y por contigüidad sos poderoso. Esto genera problemas hacia adentro y problemas hacia afuera. No hay un discurso hacia adentro y otro hacia afuera: lo que es distinto son los resultados.
–¿Qué sintió en lo personal cuando Bush le dijo que sabía que usted había estado preso?
–Me sorprendió que conociese ese detalle. Como también me sorprendió que conociera que se habían producido tres vacantes en la Corte Suprema. Me llamó la atención que tuviese conocimiento en detalle de algunas cuestiones vinculadas con la Argentina.
–Volvamos al tema de la química entre Bush y Kirchner: usted habla de gestos corporales, pero uno de los gestos evidentes era la presencia de Roger Noriega al lado de Bush.
–Sí, pero otro gesto evidente era mi presencia.
–La suya no era un gesto, la de Noriega sí lo era...
–Ni el episodio del intercambio con Noriega fue tan importante, ni los resultados de la reunión con Bush le mejoran la vida a los argentinos al día siguiente. Creo que ése es el punto exacto donde poner la situación. Lo que Noriega dijo no fue sorpresivo para mí. Yo había cambiado una nutrida correspondencia con Noriega y sabía muy bien su posición. Lo que sorprendió fueron dos cosas: el juicio de valor: “Argentina esta virando a la izquierda” y el ámbito: el Council of Americas.
–Pero independientemente de Noriega, hubo una escalada diplomática: el secretario de Estado, Colin Powell salió a respaldar a Noriega, después salió la asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice a decir que la Argentina va a tener que tomar “decisiones difíciles”. ¿Cuáles son las decisiones difíciles que nos están pidiendo?
–Nosotros tomamos decisiones difíciles todos los días y no necesitamos que nos lo diga Condoleezza Rice. Lo que nos dijeron es que confían en el gobierno argentino pero que necesitan que multipliquemos los foros de atención a los tenedores privados de la deuda. ¿Qué leemos detrás de esa frase? Que los tenedores de bonos han formado consorcios y que esos consorcios presionan sobre sus legisladores y los legisladores sobre instancias del Ejecutivo. Lo que nos están diciendo es: “Hagan ustedes esa parte de la tarea que tenemos que hacer nosotros”. La tercera cosa que dijeron es que cuando hablan del Fondo nunca han hablado de Estados Unidos, porque eso sería una ingratitud. Porque lo cierto es que para el acuerdo de octubre, este país nos dio una mano importante. El mensaje es: ustedes tienen una negociación complicada con el Fondo, pero EE.UU. no forma parte de esa complicación. Estados Unidos es parte de las soluciones y no es parte del problema.
–Usted dice que una cosa es el Fondo y otra el gobierno de los Estados Unidos. Sin embargo, cuando aprieta Krueger, aprieta Condoleezza Rice, está en los diarios. Usted dirá que Koheler fue más amable que Krueger, pero ¿no estarán haciendo la del policía bueno y el malo?
Koheler no tendría ningún problema en ser policía malo, hasta le sería más cómodo si pudiera ser un policía malo, como Krueger. El problema es que no puede porque están en crisis. El FMI tiene un problema que se vincula con la crisis de la institucionalidad internacional. El mundo es distinto de cuando se creó el Fondo. Y respecto de Condoleezza, bueno, ella estaba en la reunión con Bush
–La presencia de Condoleezza Rice abona más mi teoría que la suya. Hay un punto donde la presencia de la Asesora en Seguridad Nacional marca que Estados Unidos quiere saber si somos pronorteamericanos, antinorteamericanos, proeuropeos. Nos están observando y chequeando atentamente y revisando sus prontuarios...
–Nosotros somos un aliado extra OTAN, sin embargo terminamos con una práctica nociva que era otorgar inmunidades a las tropas norteamericanas para la realización de ejercicios militares. Suspendimos los ejercicios militares. Es razonable que Estados Unidos diga: “Pero, qué está pasando ahí?” Si nosotros tratamos de tener una política independiente y yo viajo a Cuba a reponer al embajador y esto produce un batifondo en algunos sectores de Miami y entonces tienen derecho a preguntarse que está pasando. Ustedes mismos publicaron una tapa que decía “El canciller que irrita a los EE.UU.” Ellos tienen derecho a hacerse esa pregunta. Lo que nosotros también tenemos que hacer es proponerles dejar de plantear las cosas en términos de pronorteamericanos o antinorteamericanos. ¿No podemos tener una relación que se formule en otros términos? En algunos puntos vamos a estar de acuerdo, en otros vamos a estar menos de acuerdo. La Argentina ha dado una pelea muy dura en el ALCA en favor de los intereses nacionales y esto le cuesta millones de dólares. Argentina y Brasil se levantaron en Cancún y no se llegó a ningún acuerdo. Esto obviamente le tiene que producir a los estados Unidos una inquietud por saber quienes son estos individuos. Un muy alto funcionario cercano a Bush, cuyo nombre voy a preservar porque no me autorizó a esto en público, me contó: “Yo siempre le digo al presidente Bush: ‘no te olvides que el gobierno es peronista y los peronistas son todos locos’.
–¿Y qué piensa Kirchner?
–Jamás le escuché una expresión antinorteamericana. Él no tiene la visión de pronorteamericano o antinorteamericano. Él se pregunta en qué temas importantes estamos de acuerdo: estamos de acuerdo en la lucha contra el terrorismo, en la lucha contra el lavado de dinero, contra el narcotráfico. Estamos exportando cada vez más. Son muchísimos los intereses que tenemos en común. Ahora, hay cosas que no compartimos. No compartimos Irak. Pero tampoco lo compartió Chile y a los dos meses firmó el Tratado de Libre Comercio.
–¿Nos perciben muy proeuropeos?
–No, yo creo que la preocupación es que esto no se les transforme en una cosa ingobernable, incontrolable, imprevisible...
–Como Bolivia o Venezuela...
–Claro. Entre que Kirchner se parezca a Chirac –que no acompañó el esfuerzo bélico–, o que Kirchner se parezca a Evo Morales –que tampoco acompañó el esfuerzo bélico, la preocupación de los Estados Unidos es que nos parezcamos a Evo Morales. No les importa que nos parezcamos a Chica. Creo que ésta es la preocupación central.
—¿Bajó la tensión o simplemente se pusieron de acuerdo para decir que la tensión había bajado?
–Fue como un acceso de fiebre. Argentina está tratando de forjar un nuevo tipo de relación con EE.UU. Al mismo presidente que le decían pronorteamericano desde el ARI, después le reprocharon haber dicho lo vamos a poner knock out a Bush. Me parece que la cosa nunca se recalentó. Hubo una escalada de declaraciones, pero después juegan los intereses.
–Borraron de la agenda los viajes a Cuba y venezuela?
–No hemos cedido en nada. Y no en vano los EE.UU. se enoja. El Presidente irá a Venezuela. Hay un mundo real, más allá de las escaramuzas: ¿Qué es lo que nos dice a nosotros Bush de Chávez? Nos dice: “dentro del espectro democrático no me importa si está a la izquierda o a la derecha. Ahora, que gane el plebiscito. Que se legitime.”
–Y sobre Bolivia. ¿Por qué tanta preocupación con Evo Morales, casi equiparable a la que tienen por Fidel Castro?
–El tema del indigenismo es un tema complejo para la Argentina, como no habría de serlo para el gobierno republicano. Evo Morales, Quispem, la coca... es muy complejo. La solución de ese problema es la comprensión y la articulación, no hay otra solución en términos democráticos. Lo ideal es incluir dentro del sistema a aquellos que se piensa que pueden ser excluidos del sistema.
el regreso de JFK
Por A. G. y B.
John Forbes Kerry, 60 años, no tiene sólo las iniciales del ex presidente demócrata. También tiene la pinta, el dinero y las relaciones políticas. Su madre pertenecía a la familia del millonario Forbes, su padre era diplomático. Su esposa estuvo siempre a su lado en la campaña que lo dejó vencedor con 38% de los votos en las primeras internas de donde saldrá el candidato que desafiará a Bush en las presidenciales de este año. De origen portugués, ella es la heredera de 500 millones de dólares y del grupo Heinz: el ketchup que está en la mesa de cada norteamericano, en ese país que no usa ni mostaza ni mayonesa.
Kerry estudió derecho en Yale, como Bush, y perteneció a la misma sociedad secreta, Calavera y Huesos. Conoce todos los trucos de la política: improvisa bien en mangas de camisa y sin corbata, se deja fotografiar tocando la guitarra o en su Harley-Davidson. Deja que sus contrincantes peleen entre ellos. El besa a su esposa en cámara, y sus spots publicitarios son siempre positivos. Su programa (más salud, educación, supresión de las rebajas de impuestos de Bush) no es distinto del de los restantes demócratas, pero insiste sobre el medio ambiente, con lo que se gana a los ecologistas.
Durante la campaña, Kerry hizo que un ex compañero de armas, republicano con carnet del partido, contara cómo él lo había salvado en Vietnam bajo una lluvia de balas. El héroe de guerra se convirtió en los ’70 en militante antibelicista, y arrojó sus condecoraciones en las escalinatas del Capitolio. Que después había de subir como moderado senador demócrata por Massachusetts, aunque muchas veces votó con Ted Kennedy, el ala izquierda del partido.
Ahora Kerry pone un énfasis inesperado en las guerras de Bush y promete acabar con “la más inconsciente, más arrogante, más inepta y más ideológica política exterior de la historia moderna”. Pero votó a favor de la guerra de Irak. Y sus millones le impiden blandir con demasiado éxito la carta de los pobres, a pesar de que denuncia el lobby de los medicamentos y de las petroleras. John Edwards, senador por Carolina del Norte, segundo en las primarias de Iowa, no deja de reprocharle a Kerry que pasó veinte años en Washington, la Sodoma del poder político. Bush ganó las elecciones jugando la carta de su virginidad texana.
Revista Veintitrés
ID nota: 1934
Numero edicion: 289 22/01/2004