Hace más de cuarenta años renunció por disidencias con Arturo Frondizi, a quien acusa de haber traicionado promesas de campaña. Tiene 92. “De la Rúa cometió un grave error. Chacho logró que la gente vuelva a creer en la política.”
Por Walter Goobar
Afirma que Fernando de la Rúa –como presidente de un gobierno de coalición– “dio un golpe de Estado y violentó el sistema político al no consultar con el Frepaso la remodelación del gabinete”. Con 92 años de edad y 70 de militancia en las filas del radicalismo, el ex vicepresidente de la Nación Alejando Gómez dice que Chacho Alvarez es el hombre del momento porque ha conseguido que la gente vuelva a creer en la política.
En noviembre de 1958, después de seis meses y medio en el gobierno, Gómez renunció a la vicepresidencia por discrepancias con la política implementada por Arturo Frondizi. Durante veinte años donó su pensión vitalicia al Movimiento Argentino de Defensa del Petróleo y retornó a la docencia universitaria, de donde se jubiló a los 82 años. Sentado en el living del mismo departamento del barrio de Belgrano que compró en cuotas cuando se mudó de Rosario a Buenos Aires para asumir la vicepresidencia, Gómez reconoce que la actual clase política le da tanta vergüenza que cuando le preguntan su profesión no se atreve a confesar que fue vicepresidente y prefiere decir que fue maestro.
–¿Qué lo llevó a presentar la renuncia como vicepresidente del gobierno de Arturo Frondizi?
–Frondizi fue un líder muy carismático. Fue la mejor expresión que tuvo el radicalismo renovado. Habíamos vuelto a los tiempos de Alem y de Yrigoyen con un partido fuertemente adoctrinado y la juventud, que estaba en otra, vino hacia el radicalismo. Pero cuando llegamos al gobierno, lamentablemente dimos vuelta la carta. Se aplicó otro programa, originado en otra doctrina y entonces empezó la entrega del petróleo, un ideario político extraño a lo que habíamos profesado, empezamos a perder la fe del pueblo. Cuando vi el desvío de sus orígenes, yo era vicepresidente y no podía salir a la calle a decir que estaba en oposición.
–¿Usted le hizo conocer sus puntos de vista a Frondizi?
–El presidente era muy amigo mío. Fui y le hablé con toda franqueza: “Arturo –le decía yo–, nos estamos alejando de lo que siempre hemos predicado, esto no es lo nuestro”. El a veces me negaba y a veces me pedía que le diera seis meses de plazo, pero cada vez se acrecentaba el drama del país. Para disimular el problema se buscaron temas menores, como el de la enseñanza laica, que distrajo la atención pública.
–¿Cómo fue su gestión en el Senado?
–Yo no nombré ningún pariente, ningún amigo en el Congreso. Con 240 empleados en el Senado me bastaba y aún sobraban 100. ¿Cuántas comisiones hay en el Congreso? En aquel tiempo había unas diez comisiones, ahora hay más de cien. En el Congreso de Estados Unidos hay 19 comisiones. Si uno sale a buscar chicas de piernas lindas para meterlas en la función pública, así no va un país. Nunca fui un santo, fui un hombre como todos, pero cada cosa en su lugar.
–¿Usted siente que renunció o que lo hicieron irse?
–Cuando yo fui a decirle al presidente Frondizi que renunciaba, el 10 de diciembre de 1958, él estaba en cama. Hablé con él como amigo. Le dije: “Vea, Arturo, hasta hoy lo he acompañado, pero no lo puedo acompañar más. Disiento con usted tales y tales temas. Renuncio y me voy a Rosario y le prometo que nunca más en mi vida voy a hablar de política. Considéreme un cadáver. Usted no tendrá en mí un enemigo. El me dijo: “Alejandro, no hagamos nada hoy. Esperemos dos días y después conversamos”.
–Pero su alejamiento no estuvo libre de fricciones...
–Al segundo día, me trajeron a mi despacho los diarios que titulaban con el complot de Alejando Gómez. Nunca dijeron con quiénes estaba complotado. Los ataques fueron brutales: a veces me acusaban de comunista, a veces estaba al servicio de los cuarteles reaccionarios: resolví ir a verlo a Frondizi y le repetí que quería renunciar, pero no en esas condiciones. Me dijo que tenía razón. Levantó el teléfono y ordenó: “Cesen la campaña contra Gómez. Quemen la edición”. Colgó y me dijo que no iba a ser atacado y me entregó una carta en la que declaraba que jamás estuve en ningún complot de ninguna naturaleza. Fui al Congreso, redacté mi renuncia y la presenté. Volví a la profesión. Tuve suerte en un concurso y gané una cátedra en la Facultad de Derecho, donde trabajé hasta los 82 años.
–¿Qué opina de la actual crisis política?
–El presidente De la Rúa provocó el conflicto al recomponer el Gabinete. Si bien la Constitución le da facultades para hacerlo, se olvidó que preside un gobierno bipartidario. La Alianza es una asociación política: los aliados no hacen lo que quieren. Por el origen de su mandato, el Presidente tenía la obligación moral de consultar con la Alianza los pasos que iba a dar. Lo contrario es un golpe de Estado: como tengo en la mano la Constitución y el poder, hago lo que quiero.
–¿Usted califica la actitud de De la Rúa de golpe de Estado?
–Desde el punto de vista del bipartidismo, sí. Se ha violentado el sistema, dejando de lado a la otra fuerza.
–Después de haber dicho cosas tan duras sobre el Presidente, como ex vicepresidente y como radical, ¿qué consejo le daría a De la Rúa?
–Le diría que llame a un grupo de ciudadanos auténticamente patriotas del radicalismo y del Frepaso porque no podemos seguir pagando esta deuda, entregando el petróleo, no queremos ser colonia. No podemos soportar que nos estén diciendo qué hacer. Somos un país soberano. Uruguay hoy tiene más soberanía que nosotros, porque no vendió sus empresas. Chile tiene más soberanía que nosotros porque no vendió el cobre. Nosotros vendimos todo. ¿Por qué pagamos el petróleo más caro que nuestros países vecinos? Por una parte me indigno, por la otra me entristezco. El Presidente debe saber que su primer gran deber es atender a su pueblo, aunque caiga.
–¿Qué lectura hace del discurso de Alvarez?
–Me parece muy cauto, de mucha altura. No desea crearle al país un problema, pero tampoco desea responsabilizarse. La gente lo entiende. Tengo nietos que militan en el radicalismo la universidad y hoy me decían que se sienten mirados con desprecio, porque se ha despertado, de golpe, un sentido de derecho del pueblo. Al señor presidente de la República lo he votado para que cumpla, no para que haga lo que quiera. ¡Pero caramba, hace un cambio para peor! Creo que el Presidente cometió un gravísimo error y que en este momento están muy bajas sus acciones. En este momento el Chacho es el hombre del país porque ha hecho que la gente vuelva a creer en la política.
–¿Qué opina del descrédito de la clase política?
–Una cosa que me ha llamado poderosamente la atención es que según sus declaraciones de bienes todos los funcionarios son millonarios. Dígame una cosa: ¿serán más inteligentes que nosotros? Todos los políticos de mi generación –Balbín, Sabatini, Lebensohn, Larralde– éramos todos pobres y sentíamos el orgullo de ser pobres. No puede ser que un senador ande metido en coimas y que los hombres públicos sean considerados delincuentes. Le soy franco, tengo 92 años y todos saben que he sido hombre político, pero en la calle me da vergüenza decir que soy político. Digo que soy maestro, porque no me animo a decir vicepresidente.
Revista Veintitrés
ID nota: 3867
Numero edicion: 0 02/08/2000