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Montesinos, el otro yo de Fujimori


En medio de rumores de golpe denunciados por congresistas Peruanos, el ex hombre fuerte del país, Vladimiro Montesinos, sigue esperando en Panamá que la presidenta Moscoso le conceda un asilo político. Aquí un perfil sobre el ex funcionario fujimorista.

Por Walter Goobar
Es tocayo de Lenin y lo llaman el Rasputín peruano Aunque nunca quiso ser militar, hizo carrera siendo asesor de personajes importantes, a quienes espiaba y a los que finalmente traicionó. Ahora, acaba de iniciar un exilio dorado en Panamá a donde llegó en un jet privado con una valija de 25 millones de dólares.
Durante 10 años, el jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), Vladimiro Illich Montesinos ha sido el verdadero gobernante detrás de la silla presidencial, un auténtico poder fáctico cuya última fechoría ha sido el pago de soborno para la compra de parlamentarios opositores.
La caida de Montesinos comenzó jueves 14, cuando congresistas del Frente Independiente Moralizador (FIM), presentaron un video mostrando a Montesinos tratando de convencer al congresista Alberto Kouri Boumachar, del partido Perú Posible, que encabeza Alejandro Toledo, para que aceptara pasarse a las filas oficialistas. A cambio, Montesinos le ofreció una serie de prebendas, entre ellas pagarle un adelanto de 15 mil dólares y solucionarle todas las deudas. Cuando Kouri aceptó y firmó el papel, el asesor presidencial extrajo de un bolsillo un fajo de 10 mil dólares, y cuando al congresista le pareció poco, Montesinos sacó del otro bolsillo 5 mil dólares más en efectivo.
—Diez más cinco, quince —se le escucha decir a Montesinos que había echo grabar esos videos como reaseguro ante eventuales incumplimientos. Semanas después, efectivamente, Kouri renuncio a Perú Posible y dijo que lo hacía "por convicciones personales". Fue uno de los que encabezó la docena de congresistas opositores que decidieron pasarse al oficialismo.
Aunque llegó a capitán, la carrera militar de Montesinos terminó en septiembre de 1976, cuando fue dado de baja del Ejército por haber mantenido contactos con la CIA. Fue sentenciado a un año de prisión y cuando salió de la cárcel, reinició su vida como taxista. Su primo Sergio Cardenal, que fue su abogado defensor, lo incorporó a su estudio de abogados en calidad de socio. Montesinos estudió derecho y antes de graduarse como abogado se apoderó del estudio de su primo, propició que fuera encarcelado, influyó en su descalabro matrimonial y convenció a su esposa de que se uniera a la nueva empresa.
En 1982, Montesinos decidió incursionar en el periodismo, pero sin dar la cara y ocultando su nombre. Durante un año escribió en un semanario una columna llamada Servicio de Inteligencia, en la que contaba chismes con carácter de revelaciones militares.
En 1983 incursionó en el tráfico de armas. Valiéndose de su columna semanal, presionó a los jefes militares para que le compraran a él; una negativa significaba denunciarlos con informaciones perjudiciales.
En septiembre de 1983, el periodista Gustavo Gorriti, de la revista Caretas, publicó una nota dando a conocer la trayectoria y manejos de Montesinos. El efecto inmediato fue la fuga de Perú del excapitán. El Ejército propuso reabrir el caso de "traición a la patria". Usando sus influencias judiciales, Montesinos fue sobreseído. Y regresó a Perú en 1984, para reasumir sus actividades como abogado.
Montesinos siempre quiso el poder. Y lo alcanzó en 1990, cuando un desconocido ingeniero dedicado a la docencia se postuló como candidato a la Presidencia. Alberto Fujimori, un advenedizo en política, capitalizó el desencanto de los peruanos ante las promesas incumplidas y la corrupción generalizada durante el gobierno de Alan García.
Pero existía un problema: Fujimori había cometido el delito de evasión tributaria al realizar ventas de propiedades. Si el delito era confirmado, la Presidencia sería inalcanzable para Fujimori. En su afán por frenar a Mario Vargas Llosa, aliado a la derecha tradicional peruana, el presidente Alan García pidió al Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) "hacerse cargo" del tema. Y así ocurrió.
"Su problema ya está arreglado", le dijo Montesinos durante el primer encuentro con el candidato. Fujimori ganó la elección presidencial en segunda vuelta y se convirtió en rehén de Montesinos.
Encaramado en el poder, Montesinos manejó a Fujimori con el fantasma del fraude tributario y con versiones de hipotéticos atentados que alimentaron la paranoia del mandatario. Montesinos fue acusado de las mas graves violaciones de los derechos humanos cometidas en Peru en los ultimos anos, incluida una matanza en 1991 y la desaparicion de estudiantes y profesores de una universidad de Lima. Pero las causas siempre fueron manipuladas y las denuncias sobre millonarias cuentas en dólares a nombre de Montesinos fueron explicadas por el gobierno como "dineros provenientes del exterior", que equivale a reconocer honorarios de la CIA.
Fujimori eliminó del escenario nacional a todos los enemigos de Montesinos, tanto en las fuerzas armadas como en la policía, que pasaron a depender del SIN controlado por el asesor. Después, mediante el autogolpe de Estado de abril de 1992, "depuró" los
poderes Legislativo y Judicial. A partir de entonces y con una nueva Constitución, las decisiones de gobierno se tomaron en el SIN, el Ejército pasó a ser el partido fujimorista y los poderes Judicial y Legislativo —con mayoría oficialista— fueron sólo el eco de las decisiones centrales. Fujimori detentaba el gobierno, y Montesinos ejercía el poder.
La rereelección de Fujimori, posibilitada por la "ley de interpretación auténtica de la Constitución" y consumada mediante fraude en mayo, fue el último episodio de una dictadura mal disfrazada, repudiada internamente y cuestionada en el exterior.
Nadie sabe quién lo traicionó, pero en todo caso, está claro que el gobierno norteamericano le había perdido la confianza al antiguo agente de la CIA. Todo indica que el Departamento de Estado estaba tras los pasos de Montesinos, y según testigos su jefe, Madeleine Albright, le exigió a Fujimori en la Cumbre del Milenio en Nueva York "arreglar" el tema de su servicio de inteligencia "right now". Una cosa era soportar los ataques de Fujimori contra el Plan Colombia (en abierta alianza con el presidente venezolano Hugo Chávez) y otra que su protector y protegido Montesinos estuviera armando a las Farc y, como si fuera poco, a cambio de cocaína. Cada fusil se canjeaba por un kilo de coca. Como la droga puede valer entre 35.000 y 40.000 dólares en los mercados consumidores, y los fusiles usados no pasan de 50 dólares en el mercado negro, el negocio de Montesinos era enorme.
Nadie sabe si el exilio marca el definitivo final del Rasputín peruano o sólo un episodio más de su maquiavélica trayectoria.
Revista Veintitrés
ID nota: 2853
Numero edicion: 109     
27-SEPT-2000

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