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Apocalipsisnow

Locos por el fin del mundo

Predicciones, corpiños y demás merchandising por el 2000.Paco Rabanne vaticinó que el fin de París (que viene a ser todo) llegará el 11 de agosto y abandonó la alta costura para aprovechar los últimos días. Como él, muchos milenaristas interpretan a Nostradamus y, de paso, venden paquetes turísticos para ver el apocalipsis en primera fila, corpiños con sensores que detectan la batalla final y telenovelas con catástrofes.

Por Walter Goobar
Nostradamus fue bastante preciso al formular uno de sus más celebrados augurios: “En el año 1999, mes séptimo, descenderá de los cielos el Rey del Terror; antes y después, Marte reinará felizmente”. Tal vez la frase formulada a mediados del siglo XVI no pueda considerarse un modelo de transparencia, pero la fecha –prácticamente lo único que se entiende– está muy clara, y el día ha llegado: el fin del mundo toca este mes.
Los discípulos de Nostradamus sostienen que el astrólogo predijo correctamente toda clase de eventos, desde la Revolución Francesa hasta los bombardeos de Kosovo, pasando por la ascensión al poder de Hitler (cuyo nombre deletreó como “Hister”). Sin embargo, la más verosímil de todas estas profecías ocurrió el 2 de julio de 1566, cuando Nostradamus le dijo a su ayudante: “No me verás vivo en el crepúsculo”. En efecto, el astrólogo murió esa misma tarde.
Sería una lástima que el mundo se acabara este mes, porque de aquí a un año hay unas cuantas fechas que también constituyen excelentes candidaturas para un buen apocalipsis.
ARDE PARÍS. Para muchos místicos, el fin de todo aparece cada vez más como una especie de revista musical, con ángeles en lugar de vedettes. Este sábado, por ejemplo, el modista español Paco Rabanne pondrá fin a su carrera de creador de alta costura: después de 33 años, su actividad es deficitaria. Pero –hombre religioso, apasionado de las ciencias ocultas– Rabanne prefirió hablar de la destrucción de París el próximo 11 de agosto: vaticinó que la estación Mir se estrellará en la capital francesa ese día a las 11.22, coincidiendo con un eclipse de sol.
El diseñador interpreta así las profecías de Nostradamus en un libro recién publicado, que inquietó al alcalde de uno de los municipios periféricos condenados a la destrucción: le pidió al autor que examinase otra vez los textos proféticos y que, en todo caso, al menos dejara de arruinarle la temporada turística. Rabanne explicó que los oráculos no responden a los caprichos y que sus predicciones no están animadas por la antipatía o la frivolidad, sino justamente por el deber de advertir de los peligros que se ciernen. Tal vez por eso mismo advirtió que si el 11 de agosto la Torre Eiffel sigue en pie, abandonará el azaroso oficio de los vaticinios y volverá a supervisar las colecciones de pret-a-porter y los perfumes de su marca.
CHISTES RUSOS. ¿Y si Rabanne tiene razón y la vieja estación orbital Mir, con 13 años y 1.500 fallas técnicas, deja de ser objeto de chistes para protagonizar una tragedia? Las autoridades espaciales rusas decidieron evacuar a la tripulación de la nave espacial en agosto, pero mantenerla en órbita hasta conseguir suficientes medios para volver a enviar cosmonautas. Si no se consiguen fondos privados, dejarían caer la Mir en el Pacífico. Sin embargo, en un documento elaborado y firmado por 31 ingenieros espaciales rusos, remitido a la agencia Associated Press, se advierte que no disponen de suficiente presupuesto para orientar a la Mir hacia el Pacífico una vez que sea desalojada.
El precedente del “error” espacial temido por los expertos rusos –y, seguramente, conocido por Paco Rabanne en el momento de hacer sus predicciones– tiene nombre y fecha. En 1991, la Saliut-7 fue abandonada en su órbita tras cuatro años de servicio; la atracción gravitacional y la falta de control provocó que la Saliut cayera a la Tierra: buena parte se desintegró al tomar contacto con la atmósfera, pero la chatarra restante se estrelló en la cordillera de los Andes, sin causar daños. En ese momento, una convención internacional determinó que todos los satélites y naves espaciales en desuso acabaran sus días en un cementerio espacial, un área localizada al Este del Pacífico, cerca de Nueva Zelanda, donde también acabarán en teoría los restos de la Mir. A no ser, claro, que caigan en París.
EL ARTE DEL FIN. Acostumbrados a ser el centro del mundo, los parisinos no parecen demasiado alarmados. Por el contrario, tomaron los vaticinios apocalípticos como un fenómeno cultural: en una sala de la Fundación Cartier de París hay una gigantesca cinta sinfín por la que desfilan más de sesenta robots bajo la vigilancia atenta de varias minivideocámaras. El mundo o planeta imaginado por Chris Burden está surcado por carreteras, túneles y vías; no hay árboles ni agua, no hay ciudades ni hombres. Es una Tierra sin vida que se ha autodestruido. Y los robots son la constatación de algo parecido, de la desaparición del hombre, engullido por máquinas que ocupan su puesto.
Esta obra –al igual que un gigantesco globo terráqueo de cinco metros de diámetro que cuelga del techo de uno de los salones y lleva el título La cabeza de la Medusa– forma parte de los fantasmas recurrentes en la construcción imaginaria del futuro.
EL CORPIÑO DEL ARMAGEDÓN. El fin del mundo no va a tomar desprevenidas a las japonesas: en el mercado nipón se comercializa un corpiño marca Armagedon-bra, que tiene sensores en los breteles para avisar a la usuaria cuando empiecen a caer objetos del cielo. Entre el 20 y el 40 por ciento de los japoneses cree que “hay algo de verdad” en las predicciones del astrólogo francés del siglo XVI. Las editoriales japonesas han vendido en los últimos años más de diez millones de ejemplares de una treintena de títulos relacionados con Nostradamus y sus profecías.
En Japón proliferan las sectas apocalípticas encabezadas por “reyes del terror” dispuestos a arrasar con todo lo que se les ponga por delante, con excepción de sus propios acólitos. Lo más curioso es que en ese país nadie había oído hablar de Nostradamus hasta los años ’60, cuando el éxito de ventas de La destrucción de la humanidad en julio de 1999, del escritor japonés Ben Goto, vendió dos millones de ejemplares y popularizó allí el nombre del profeta francés.
EL CHARTER DEL JUICIO FINAL. Adémas de ser un corpiño, el Armagedón del Evangelio existe. Está ubicada a 50 kilómetros al sudeste de la ciudad de Haifa y desde los tiempos bíblicos fue escenario de innumerables batallas. Los antiguos israelíes la llamaron Har Meggido, pero, combinando ambas palabras, San Juan la rebautizó “Armagedón” en el Libro de Revelaciones, y la milenaria ciudad construida sobre las ruinas de otras civilizaciones en el estratégico punto de intersección de la Vía Maris –la antigua ruta entre Egipto, Siria y Mesopotamia– se convirtió en sinónimo de apocalipsis. Sin embargo, apocalipsis es la voz griega que corresponde al término hebreo gala, utilizado también en la versión original del texto bíblico de San Juan, que significa “descubrir lo oculto o develar el misterio, el secreto tremendo”. Sólo mucho tiempo después, por extensión, se le atribuyó el significado de “gran catástrofe”.
“Si este mundo se va a acabar en el año 2000, ¿por qué no ver el Apocalipsis desde la primera fila? O, si queda tiempo para rogar al cielo que el fin no llegue tan pronto, nada mejor que arrepentirse y orar justo en el sitio donde la Biblia dice que se librará la gran batalla final”: ese es el tono de una de las más extrañas ofertas turísticas propuestas por Israel para el advenimiento del nuevo milenio. El acontecimiento temido por millones de cristianos como la antesala del inexorable e implacable Juicio Final, precedido por la aparición de siete ángeles que envenenan mares, promueven terremotos y propagan incendios, se vende en las agencias de turismo.
APOCALIPSIS INFORMÁTICO. Si Nostradamus resulta estar en lo cierto, el llamado efecto 2000 o virus del milenio no tendrá ocasión de sumir al mundo en el Armagedón informático previsto para el 1? de enero del año próximo, cuando las computadoras de los cinco continentes confundan esa fecha con el 1? de enero de 1900. Por las dudas falle, los milenaristas señalan con el dedo al Anticristo: Bill Gates. Como prueba, aportan una evidencia dudosa: la suma de las cifras de su nombre en código ASCII (un lenguaje de programación) da 666, el número de la Bestia.
MELODRAMAS EN PANTALLA. El apocalipsis es el tema central de una telenovela que hace furor en Colombia: La dama del pantano muestra paisajes desérticos, puertas que se abren con sensores de calor y cámaras ocultas conectadas a grandes centros de video desde donde los poderosos lo controlan todo. La ciudad plagada de escombros que aparece en la ficción se asemeja a muchas zonas de Bogotá en la actualidad.
En Colombia, las telenovelas reemplazaron a la religión y al fútbol en el favor popular. En un promedio de 17,5 horas diarias, de lunes a viernes, se emiten 35 melodramas de amor y desamor a través de cuatro canales de cobertura nacional. “Hay una visión apocalíptica, pero no muy irreal”, dijo Magdalena Larrota, vicepresidenta creativa de la cadena Caracol, productora de La dama del pantano. Aunque la novela parece por momentos un Mad Max a la colombiana, no abandona por completo los temas tradicionales del corazón. “La gente se siente un poco desconcertada porque no utilizamos los códigos convencionales. Pero es el inicio de un género que tiene que renovarse”, comentó Larrota.
CATÁSTROFES CLIMÁTICAS. La combinación explosiva de cambios climáticos derivados de la actividad humana y de la rápida evolución de las condiciones socioeconómicas producirá reacciones en cadena que conllevarán catástrofes gigantescas.” No es una de las apocalípticas profecías de Nostradamus, sino una previsión para los próximos años basada en apreciaciones científicas y extraída del último Informe Mundial sobre Desastres, elaborado por la Federación Internacional de la Cruz Roja.
El estudio afirma que las catástrofes naturales producidas en 1998 –que causaron cerca de 60 mil muertos y más de 125 mil afectados– fueron las peores jamás registradas. El informe revela que el año pasado los desastres naturales produjeron más refugiados que las guerras y los conflictos. Los temibles fenómenos denominados El Niño y La Niña, los terremotos de Afganistán, el crudo invierno ruso y, sobre todo, el huracán Mitch (que dejó a su paso por Centroamérica unos diez mil muertos) hicieron de 1998 el año de las catástrofes.
A pesar de lo caprichoso de la formación y de la aparición de estos fenómenos naturales, la mano del hombre no está exenta de culpa. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), 1998 fue de lejos el año más cálido jamás registrado, en gran parte, debido a los cambios climáticos originados por la acción humana, la degradación del medio ambiente y la presión demográfica. El planeta, siempre según el informe de Cruz Roja, se encamina irremediablemente hacia esa clase de megacatástrofes.
A fin de cuentas, una inundación del Éufrates y el Tigris fue tomada como el diluvio universal que ahogó a todo el mundo menos a los bichitos de un tal Noé, que tenía seiscientos años, y aún hoy muchas personas creen firmemente en aquella historia de ciencia-ficción.
El fin del mundo no va a tomar desprevenidas a las japonesas: un corpiño marca Armagedon-bra tiene sensores en los breteles para avisar a la usuaria cuando empiecen a caer objetos del cielo.
¿Y si Paco Rabanne tiene razón y la vieja estación orbital Mir, con 13 años y 1.500 fallas técnicas, protagoniza una tragedia? Las autoridades espaciales rusas decidieron evacuar su tripulación en agosto.
Revista Veintitrés
ID nota: 3146
Numero edicion: 53      01/09/1999

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