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El FBI y el caso Hanssen

No sirven ni para espiar

Esta semana cayó Robert Hanssen, un agente del FBI que debía espiar a los rusos y terminó trabajando para ellos. En el mundo del espionaje abundan los casos que revelan la fragilidad del sistema, con hombres más parecidos a Maxwell Smart que a James Bond.

Por Walter Goobar
La estupidez de los servicios de inteligencia no tiene límites: los espías de la KGB han grabado un CD, la CIA ha exhibido el zapatófono de Maxwell Smart en su cuartel general, el gobierno peruano pretende capturar a su ex jefe de espionaje Vladimiro Montesinos por Internet, mientras que los servicios españoles desarrollaron un avión espía que no vuela. Créase o no, el caso Hanssen –que estalló esta semana– es sólo el último en un catálogo de tonterías y disparates que encierra el espionaje de todas las latitudes.
Durante 16 años, Robert Philip Hanssen llevó una doble vida: por una parte, agente del FBI especializado en contraespionaje; por otra, un topo a sueldo de Rusia, con el nombre clave de “Ramón”. Hanssen llevaba 27 años en el FBI y se había especializado en contraespionaje. Era una posición perfecta para ser útil a los rusos. Entre otras cosas, les pasaba información sobre los trucos empleados por EE.UU. para efectuar vigilancia electrónica y les indicaba qué espías estaban quemados. La doble vida del espía terminó este fin de semana cuando fue detenido con las manos en la masa, demostrando la fragilidad de los sistemas de espionaje supuestamente más avanzados.
En Orquesta Roja, el maestro de espías Gilles Perrault explica que “una inclinación muy extendida conduce a imaginar que las meteduras de pata más flagrantes de los servicios secretos tienen justificaciones magistrales cuando, en realidad, a veces su causa es una necedad muy cierta. Los profesionales fuerzan esta interpretación, prefiriendo pasar por seres feroces a que se los tome por ingenuos”.
ELLOS CANTAN TODO. Tras años de entrenamiento, aprendiendo como guardar delicados secretos, no hay nada que les guste más a los agentes rusos que ejercitar sus cuerdas vocales. Las canciones son tan populares que el Servicio de Inteligencia Extranjera (SIE) de Rusia, heredero de la antigua KGB, grabó un CD titulado Es duro ser un agente de inteligencia para marcar su 80 aniversario. La grabación es una edición especial “sólo para agentes”, futura joya de coleccionistas que recoge temas compuestos e interpretados por espías, pero también por artistas consagrados como Iosif Kobzon (el Frank Sinatra ruso), que canta cosas como ésta: “He visto muchos países con un rifle en la mano, pero nunca hubo una tristeza mayor que vivir lejos de ti”, donde “ti” es Rusia. No faltan otros títulos curiosos como: Completando la tarea; El lema del espía; Profesión, espía; Espionaje, patria y honor y Aquí llega tu amigo de una misión secreta. Uno de los temas que entonan los rusos en esas frías noches de espionaje conforta a los oyentes asegurándoles que mientras ellos cumplan con su trabajo, Rusia estará a salvo.
No hay duda de que con el ex espía Vladimir Putin en el Kremlin, los agentes rusos están a salvo y muchos aprovechan su experiencia y sus conexiones para hacer buenos negocios, sobre todo con empresas privadas de seguridad. Putin, que llegó a teniente coronel tras 16 años en los servicios de inteligencia, nunca renegó de su paso por la KGB. Al contrario, lo considera un orgullo.
“En Occidente, hombres como George Bush o Yitzhak Shamir se han convertido en líderes respetados tras haber sido jefes del servicio de espionaje de sus respectivos países. Por lo tanto, no debe causar sorpresa que los anteriores espías orientales sean aceptados en el papel de primeros ministros o incluso como presidentes de la nación”, afirma el superespía alemán Mark Wolf, que comandó el Departamento Principal de Investigaciones (HVA) de la República Democrática Alemana (RDA) durante casi tres décadas. Los servicios occidentales –que desconocían su aspecto– lo apodaban “el hombre sin rostro”, pero el misterio se acabó en 1978, cuando la revista Der Spiegel publicó su foto.
“En el espionaje, las apariencias son mucho más importantes que cualquier otra cosa”, afirma el viejo topo, que también admite que la prensa ha exagerado el papel de sus espías: “Se exagera mucho. No es causalidad que dos antiguos insiders, Graham Greene y John Le Carré, hayan escrito las mejores novelas de espionaje”.
PASEN Y VEAN. Cuando el guionista de Hollywood Danny Biederman escuchó el mensaje en el contestador, pensó que se trataba de un chiste: “Aquí la CIA... Le llamamos porque nos han dicho que tiene usted una colección de 4.000 objetos relacionados con las películas de espías. Nos gustaría exponer su colección en el cuartel general de la CIA, para que la vean nuestros agentes”. Le dejaron un número y el coleccionista dudó en llamar, porque temía que le tomaran el pelo. Marcó y... efectivamente, era la CIA: “Habla Rachel Apple, miembro de la Comisión de Artes de la Central de Inteligencia. Como le dije, estamos muy interesados en su colección. Pensamos exponerla aquí. Será sólo para nuestro personal... y sobre todo para los espías”.
En el cuartel general de la CIA expusieron los zapatos sudados por Sean Connery en Nunca digas nunca, el submarino en miniatura usado en La espía que me amó, la tarántula utilizada en la escena clave del Dr. No o el sombrero de hongo que lucía Odd Job en Goldfinger. También exhibieron el sombrero que llevaba Patrick Macnee en la serie original de Los vengadores, junto a los ajustados pantalones de cuero que llevaba Diana Rigg y el bastón explosivo que Tom Cruise utilizó en la primera parte de Misión imposible. La perla de la exposición fue el zapatófono usado por Don Adams en la serie Superagente 86. Lo más sorprendente es que los cerebros de la CIA quedaron fascinados con la respuesta de su personal.
Durante la Guerra Fría, la televisión contribuyó a la propaganda política. Los malos eran malísimos y trabajaban para la KGB y estaban al servicio de la CIA. Ahora los límites están cada vez más difusos porque los espías no sólo carecen de escrúpulos sino, sobre todo, de ideología.
El cadáver de Isham Miki no estaba aún frío cuando las autoridades lo declararon mártir palestino. Un comunicado oficial imputaba el asesinato del director de la Radio y Televisión de Palestina (RTP) al servicio secreto israelí, y lo hacía merecedor del título de mártir. Pero, a los dos días del atentado, los retratos del shaid (mártir) Maki desaparecían de la sede de la RTP, se confiscaron sus bienes y se prohibió a sus familiares la salida de Gaza. Los palestinos tuvieron que admitir que durante años un espía israelí había manejado la TV de Arafat.
El multimillonario Marc Rich, reclamado por la Justicia norteamericana por más de 50 delitos fiscales y perdonado a última hora por Bill Clinton, también trabajó para los servicios secretos de Israel y consiguió conquistar el favor del ex primer ministro Ehud Barak, quien presionó para lograr el indulto. Barak envió una carta del ex director de los servicios secretos israelíes Shabtai Shavit en la que agradece “las contribuciones de Marc Rich a la seguridad nacional” y asegura que la información facilitada por Rich “excedió los resultados esperados”. El caso Rich está cobrando los ribetes de una película de James Bond: en los 17 años que lleva fugado de la Justicia estadounidense, Rich no sólo ha montado un imperio en medio mundo (con ramificaciones en la Argentina), sino que se ha convertido en un consumado espía. Rich –que está acusado de evadir 48 millones de dólares– llegó incluso a ofrecer sus servicios a la CIA a cambio de clemencia.
CON CAPTURA RECOMENDADA. El mundo de los espías es muy extraño, siempre a mitad de camino entre lo trágico y lo ridículo. En diciembre pasado el gobierno peruano demostró que estaba dispuesto a utilizar todos los medios a su alcance para capturar al ex jefe de los servicios secretos Vladimiro Montesinos, quien actualmente está en la clandestinidad. En lo que recuerda a la serie Misión imposible, el Ministerio de Interior ha habilitado una página web (www.minister.gob.pe) con fotos, antecedentes biográficos, el perfil psicológico y una cronología de los hechos protagonizados por la ex mano derecha del destituido presidente Alberto Fujimori.
El caso de Richard Tomlinson comprueba que el mejor espía es el que mejor traiciona. El agente secreto británico Richard Tomlinson, que en 1995 fue despedido del MI6, se vengó de sus antiguos empleadores publicando en Internet la red de espionaje británica. Nacido en Nueva Zelanda y reclutado en Cambridge, Tomlinson tuvo como primer destino de espionaje Buenos Aires.
“Dejé de creer en la historia clásica cuando vi cómo se escribía la contemporánea”, escribe el ex coronel Juan Alberto Perote en el prólogo de su libro Confesiones. El espía tuvo la valentía de denunciar de qué manera el Estado español se convirtió en protagonista de la guerra sucia protagonizada por los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación). En efecto, los servicios de inteligencia españoles han sido protagonistas de algunas historias desopilantes.
No era ninguna novedad técnica ni militar: un avión espía teledirigido. Israel y la OTAN lo usan desde hace mucho tiempo. España podía comprarlo, pero a los españoles se les ocurrió hacer uno propio. Durante casi nueve años se gastaron 40 millones de dólares en un prototipo que no sólo está obsoleto sino que jamás logró hacer volar el artefacto que no es mucho más grande que los avioncitos teledirigidos que los Reyes Magos traen a los chicos. Sería cómico si no fuese trágico: después de ese fracaso los españoles amenazan con desarrollar una versión local del avión invisible Stealth. La ventaja es que, si no vuela, por lo menos no se va a notar.
Revista Veintitrés
ID nota: 8928
Numero edicion: 137      02/02/2001
 

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