Magdalena Ruiz Guiñazú vuelve a la televisión, pero no con política, sino con un programa sobre naturaleza y cultura. La periodista dice que los sábados por la noche "la gente quiere soñar un poco y ver qué pasa en el resto del mundo" También cree que hay que abrir "una ventana al conocimiento"
al vez porque la Argentina de todos los días es un agobio, Magdalena Ruiz Guiñazú vuelve a la televisión, pero no al frente de un programa periodístico, sino como el rostro elegido por la National Geographic para su primer producto destinado a la televisión abierta.
Hoy, a las 20, el ciclo “Aventura” debutará en la pantalla de Canal 13 y traerá lo mejor de la señal internacional, que no sólo se ocupa de vida silvestre, sino también de culturas del planeta, antropología urbana, ciencia, mundos perdidos, historia natural y fenómenos naturales. De política nacional, nada.
–¿Hacer este programa es un relax en estos tiempos?
–¿Por qué te creés que estamos rodeados de tigres y animales de todo tipo? ¿Qué vamos a hacer? ¿Una mesa redonda con políticos? No... Ahora, fuera de broma, creo que la gente, un sábado a las 20, cuando baja la luz del día, quiere soñar un poco y ver lo que pasa en el resto del mundo, tener acceso a cosas muy misteriosas. Por ejemplo, hay un especial sobre Leonardo da Vinci, que vamos a dar más adelante, con cosas extraordinarias sobre sus dibujos, la creación de anticipación de Leonardo con las máquinas voladoras en el Renacimiento. Esas cosas son como una ventana a la imaginación y a la esperanza que significa el conocimiento. Si no apostás al conocimiento te vas anquilosando.
–Salir de la coyuntura...
–Es más que eso. Aunque la coyuntura no existiera, nada enriquece más al ser humano que el conocimiento. Entonces nuestra propuesta es que tratemos de no salirnos totalmente del eje, que mantengamos la imaginación abierta.
No está sola Magdalena Ruiz Guiñazú en “Aventura, National Geographic”. Por un lado está acompañada por su equipo, se diría, de siempre: Walter Goobar, en la producción general, y Silvia Di Florio, en edición. El trío fue autor de la serie de documentales que se inició con “ESMA, el día del juicio” (Canal 13, agosto de 1998) y siguió con “Los archivos de la censura” (Canal 13, agosto de 1999), “El día después” (Canal 13, diciembre de 1999) y “El ojo de Dios” (Telefé, noviembre de 2000).
Por otro lado, el equipo tiene el respaldo y la estricta supervisión de National Geographic Channel. La relación con esa señal internacional se inició cuando el trío argentino se conectó con ellos para acercarles su último trabajo documental. De allí en más todo fue cuestión de tiempo. Un poco por oficios de Ricardo Green, representante de National Geographic Channell en la Argentina, un poco por voluntad de Canal 13 (“Pablo Codevila y Adrián Suar, habían quedado encantados con la idea”, comenta Magdalena), un poco por la sorpresa de los representantes en los Estados Unidos que no podían creer que se hubiese armado un programa para la TV abierta en apenas unos meses, el ciclo “Aventura National Geographic” ya es un hecho.
Claro que las empresas de televisión a nivel mundial son muy estrictas cuando de cuidar su marca se trata. Es por eso que Ruiz Guiñazú, Goobar y Florio tuvieron tres reuniones con un equipo que viajó desde los Estados Unidos exclusivamente para supervisar el nuevo proyecto. El primer encuentro fue para que se conocieran, el segundo fue un workshop en el que el trío local recibió una suerte de entrenamiento National Geographic. La tercera cita ya fue para grabar el primer programa.
Locos por la precisión
Decir National Geographic es imaginar una asombrosa multiplicación de mapas exactos de los lugares más recónditos del mundo. Y esto es apenas un detalle que no hace al todo, pero que bien lo representa. De alguna manera, ese espíritu de representación de National Geographic ha sido resguardado con cada elemento utilizado en “Aventura”.
La escenografía fue realizada en Central Park Productions –los estudios de Raúl Lecouna– según los planos de un programa que National Geographic graba en Italia. La gráfica (marca, títulos) y la música se hicieron también en ese país. Luego, la señal internacional confía en el criterio, como dice Walter Goobar, “periodístico y quirúrgico local” para bajar a diez minutos un documental de una hora, respetando el espíritu National Geographic y agregando una estética y un ritmo de cuatro bloques con cuatro temas, típico de la televisión abierta argentina.
Además de las precisiones requeridas para un sinnúmero de elementos, National Geographic vigila asimismo la exactitud de cada uno de los datos que se vierten durante el programa. “Yo envío los guiones antes –detalla Goobar– y ellos hacen un chequeo de datos (algo así como la tarea de un copyeditor). Si yo pongo que hay 6000 tigres salvajes, hay una persona en los Estados Unidos al que le pagan para chequear ese dato, para revisar cada dato que aparece en el guión. Y sucedió que esa persona me pregunta, por e-mail, por qué 6000 tigres. Le digo que el dato estaba tomado de la página web de National Geographic. Y me contesta: “El dato es correcto, pero es mejor relativizarlo”. Otro ejemplo: teníamos como invitado al físico Guillermo Lemarchand, que ha sido discípulo de Carl Sagan y que trabaja en lo que se llama el proyecto SETI, Search of Extra Terrestrial Intelligence. Y un día me llama Lemarchand y me dice: «Me llamaron desde Washington para corroborar mis credenciales». Es decir, corroboran hasta quiénes serán los invitados”.
Abiertos al futuro
Las puertas del futuro se abren para el trío formado por Magdalena Ruiz Guiñazú, Walter Goobar y Silvia Di Florio, y no precisamente por la serie de adelantos tecnológicos que presentarán en “Aventura”, sino por esta relación contractual que durante toda la temporada 2002 los mantendrá unidos a National Geographic.
Apasionados por el género documental, los tres lograron que en varias oportunidades sus productos encontraran un espacio en la TV abierta. Pero en los tiempos actuales, el cuentapropismo televisivo es mucho más duro.
Entre 20 mil y 30 mil dólares cuesta un documental –varía de acuerdo con los gastos como viajes internacionales, por ejemplo– y no son días éstos, con una tremenda baja en la inversión publicitaria, en que de una sola vez se puedan amortizar tales costos.
Por eso la pasión por los documentales de Ruiz Guiñazú-Goobar-Di Florio iba a empezar, quizás, a ser un loco berretín. No obstante, por un complot de la perseverancia y el destino, las cosas cambiaron. Menos independiente, pero más seguro, ahora junto a National Geographic, el trío puede soñar con convertirse mañana en una productora local de documentales.
Miriam Molero
LA NACION | 04.05.2002