La trataron de “loca” y “fabuladora” cuando pidió que se investigue si en Río Tercero hubo un atentado. Sufrió presiones y todavía no termina de explicarles a sus hijas por qué perdieron al padre. Después del peritaje que confirmó sus sospechas, habló con Veintiuno.
Por W.G.
Fue tratada de loca y de fabuladora cuando pidió que se investigara si el incendio que produjo la explosión en Río Tercero había sido premeditado. Más de una vez intentaron silenciarla, pero el tiempo y las pericias fueron confirmando cada una de las piezas de este rompecabezas que la abogada Ana Gritti, esposa de uno de los siete muertos en la explosión, aportó a la causa en la que figura como querellante. Su marido, que era profesor, murió de un infarto cuando evacuaba niños de una escuela. Tras conocer el resultado de la pericia, Ana Gritti dijo a Veintiuno: “Es difícil admitir que pueda haber gente capaz de semejante atrocidad”.
–¿Que fue lo primero que pensó después del peritaje?
–Yo siempre insistí en que la explosión no había sido accidental. Pero creo que en el fondo conservaba la secreta esperanza de poder decirme a mí misma: “No estoy enfrentada a un grupo de malos capaces de causar semejante atrocidad”. Ahora esa esperanza se ha diluido totalmente y aparecen las cosas tal cual son. El mal está entre nosotros. El dolor que yo traigo no va a variar, pero en este momento se le agregan otros sentimientos: bronca, repugnancia y desolación cuando uno se da cuenta de que la vida humana puede ser tomada o dejada según convenga a determinados intereses.
–¿Cuánto les pudo explicar a sus hijas?
–La mayor tiene 10 años y le he explicado todo en los términos en que un niño de esa edad puede entender. Va siguiendo paso a paso este proceso. La más chica tiene siete años y prefiere no saber.
–¿El resultado de la pericia química abre nuevas pistas de investigación?
–Eso cambia el rumbo del expediente. El juez va a esperar una pericia contable que se va a presentar en estos días y que confirmará el faltante de proyectiles. Creo que ya hay elementos suficientes en el expediente para que el juez defina la situación.
–¿No le parece llamativa la insistencia de las autoridades nacionales respecto de que la explosión había sido accidental?
–Más que llamativa. Ya resultó llamativa el año pasado cuando llevamos a declarar al teniente coronel Quiroga, que estaba a cargo de la fábrica el día de la explosión. En la declaración que prestó ante el juez, Quiroga afirmó que ninguna autoridad nacional se había entrevistado con él, por lo que resulta inexplicable que el Presidente de la Nación saliera dos horas después de la explosión a asegurar que había sido un accidente. Pero Quiroga declaró algo más: dijo que el día de la explosión se había preguntado quién lo hizo y por qué. Esto lo dijo quien estaba de hecho a cargo de la dirección de la fábrica. En ese momento, el fiscal le preguntó: “¿Y ahora qué piensa?”. Y Quiroga contestó: “Pienso exactamente igual”. Si nadie habló con quien estaba a cargo de la dirección de la fábrica, ¿quién le dio al Presidente la información de que el estallido había sido accidental? Revista Veintitrés
ID nota: 3511
Numero edicion: 41 01/09/1999