Detrás del sorpresivo acuerdo entre Néstor Kirchner y Roberto Lavagna para encabezar la reorganización del Partido Justicialista se puede adivinar que Kirchner tiene un Plan B, si la economía se complica.
Por Walter Goobar
El sorpresivo acuerdo entre Néstor Kirchner y Roberto Lavagna para encabezar la reorganización del Partido Justicialista abrió un nuevo escenario en la política nacional. Tan compleja como inesperada, la estratégica jugada del ex presidente y su ex ministro habilita interpretaciones tan disímiles que oscilan entre la reafirmación de la búsqueda de un polo de centroizquierda al estilo europeo, hasta el surgimiento de un incipiente peronismo menos ideológico y simplemente pragmático, donde quepa todo aquello que se pueda juntar. De lo que nadie duda es que la novedad tiene como destinatario principal a las clases medias que le dieron la espalda en las últimas elecciones al kirchnerismo, que ahora busca ampliar las bases de sustentación del gobierno de CFK.
"Con el doctor Lavagna coincidimos en la necesidad de reorganizar al justicialismo como un partido de centro progresista, respetando la diversidad interna y dando espacio a las distintas expresiones partidarias", dijo Kirchner. De hecho, la incorporación de Roberto Lavagna aporta esa transversalidad que todavía no termina de cuajar, recrea al PJ desde un eje más consistente y postula, con estilo europeo, un polo de centro-izquierda cercano a la socialdemocracia.
En un país en el que los partidos carecen de representación, lo que Néstor Kirchner busca es institucionalizar al suyo. Sin embargo, aún no está claro si el acercamiento con Lavagna repesenta un aggiornamiento del peronismo como polo de centro izquierda o el primer paso hacia un panperonismo en el que el ex duhaldista José Pampuro se ocupará de ir trayendo al redil a otros díscolos como los hermanos Rodriguez Sáa o Ramón Puerta.
Pampuro viene sosteniendo desde hace mucho que el kirchnerismo debería ser, como propuesta política, más de lo que es. "¿Por qué no aceptar la presencia de una minoría que no coincida en todo con nosotros?", solía insistirle al ex presidente. Asi atrajo a Lavagna con quien venía hablando desde en fin de los comicios.
Según Kirchner,"estamos frente a una perspectiva de reagrupamiento de la derecha y el liberalismo, y es preciso superar diferencias entre quienes pensamos de la misma manera, para darle sustentabilidad al proceso de crecimiento y cambio que iniciamos en 2003 y continúa ahora con la presidencia de Cristina".
La vuelta de este ladero que se distinguió en la formidable renegociación de la deuda externa, es un momento de felicidad, pàra el ex presidente, pero no todas son coincidencias: Lavagna cree que los aumentos de salario generan inflación, tiene un enfoque diferente sobre la crisis energética, sobre las bravuconadas de Guillermo Moreno y sobre las relaciones con EEUU.
Sin embargo, detrás de la jugada se puede adivinar que Néstor Kirchner tiene un Plan B, si la economía se complica.
Para el ex Presidente, Martín Lousteau carece de entidad como ministro de Economía. Más aún: antes del 10 de diciembre circularon insistentes versiones de que probablemente no llegaría a asumir.
Asumió pero la reciente promoción de Mercedes Marcó del Pont en el Banco Nación pareció una medida destinada a ubicarla en el banco de los suplentes para un eventual recambio en el Palacio de Hacienda.
Lo mismo ocurre con Lavagna. Es bueno tenerlo cerca. Pese a los encontronazos y las desinteligencias, Kirchner admite ahora que su período de más tranquilidad fue cuando Roberto Lavagna manejaba los hilos de la economía.
Ante la posibilidad de que exista un futuro eje Scioli-Macri, también es probable que Kirchner esté intentando convertir a Lavagna en el futuro rival por la Ciudad. Si es que la economía no se complica.
Con esta maniobra en la que solamente refuerza el banco de suplentes, Kirchner sale sumamente fortalecido. En paralelo, se legitima el triunfo de Kirchner hacia adentro del peronismo, que comienza a reconocer al ex presidente como 'el' vértice de la construcción y pone la iniciativa política en sus manos.
El otro gran beneficiario es Lavagna quien pese a haber obtenido 3.2 millones de votos en la última elección, no tenía ninguna perspectiva hacia adelante.
Con Lavagna regresarán casi seguro los demás duhaldistas que lo secundaron y, tal vez arrastre a radicales que se quedaron sin partido fijo como el vicepresidente mendocino Julio Cobos.
Es evidente que no existe un lavagnismo dentro de las estructuras del PJ, por lo que queda más que claro que el acuerdo es más una señal para afuera que para adentro del peronismo.
Uuno de sus principales objetivos es generar la sensación de que se trata de un proceso de unión dentro de la diversidad para captar el voto de la clase media y enfrentar a los Rodríguez Saá o los De Narváez.
Lo que se está construyendo es, como Kirchner y Lavagna dijeron, un justicialismo de centro-progresista".
Más que la interna, a Kirchner lo preocupan las elecciones del próximo año, su solvencia política frente a ellas y la calidad de su oferta. La interna es una necesidad, pero la presencia de Lavagna le sirve, además, para frenar la ambición prematura de muchos de sus propios gobernadores, que ya se lanzaron, abierta o soterradamente, a pescar la candidatura presidencial del kirchnerismo.
El que queda descolgado es el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, que aspiraba a ocupar el espacio que hoy ostenta Lavagna. Por lo pronto, Scioli seguramente se alineará detrás del armado de Kirchner, pero habrá que ver qué es lo que ocurrirá en el futuro.
Diario BAE
05-FEB-2008