En una reedición de la cacería de los responsables por la masacre de los atletas israelíes en las Olimpiadas de Munich de 1972, Israel mató a Imad Mughniyeh el segundo jefe de Hezbollah y presunto jefe de los comandos terroristas que perpetraron los atentados contra la embajada de Israel y la Amia.
Por Walter Goobar
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Eludió a los servicios secretos de Israel y Estados Unidos durante más de veinte años. Hasta que la noche del martes alguien fue más astuto y terminaron por cazarlo. Es probable que nadie asuma la autoría del atentado que acabó con la vida de Imad Mughniyeh, el número dos de la milicia libanesa Hezbollah, pero es más que seguro que los responsables habrá que buscarlos entre los que se alegraron por su muerte y -quizas-, también entre algunos que lo lloraron. (ver opinión)
A sus 45 años, este hombre bajo pero robusto de penetrantes ojos verdes que iniciaba cada conversación con las primeras palabras del Corán, encabezaba la lista de los terroristas más buscados por Israel y Estados Unidos. Vivo o muerto.
Para el FBI la cabeza de Mughnhiyé cotizaba igual que la de Osama Bin Laden: la recompensa por ambos es de 25 millones de dólares. Toda una definición en los submundos del terrorismo y el antiterrorismo.
El nombre de Mughnieh también aparecía en la nomina de los pedidos de captura de Interpol, por los dos atentados perpetrados en la Argentina, el de la Embajada de Israel y el de la AMIA.
OJO POR OJO
El 19 de diciembre de 1994, explotó un coche bomba en un suburbio de Beirut. Hubo cuatro muertos y uno se apellidaba Mughniyeh: era su hermano Fuad. La bomba era para él pero "algo había salido mal". Hubo un segundo intento fallido durante el funeral.
Ni la CIA ni el Mossad dejaron tarjeta de visita, pero Mughniyeh sabía perfectamente que se trataba de una represalia por los atentados de Buenos Aires.
Mughniyeh sabía que su nombre encabezaba la lista de aquellos que podían ser ejecutados en cualquier lugar y en cualquier momento.
En el entierro de su hermano se le tomó la última foto. Después se esfumó, se convirtió en un fantasma, un hombre sin rostro lo que alimentó aún más su leyenda.
Para los israelíes resultaba irrelevante que no hubiese pruebas para llevarlo a juicio y condenarlo.
Aunque nadie lo admite públicamente, una ley secreta autoriza al primer ministro israelí a juzgar en ausencia e incluso sentenciar a muerte a quienes hayan perpetrado actos de terrorismo.
Cuando un gobernante israelí -en este caso Benjamin Netanyahu-, resuelve aplicar la ley del Talión, una unidad especial llamada Kidon (Bayoneta) entra en acción.
Asi se "ajustaron cuentas" con
Abu Jihad, lugarteniente de Arafat, y de Muhamad Salame, comandante de Septiembre Negro, el grupo que asesinó a los atletas israelíes en las Olimpiadas de 1972.
La cacería de terroristas fue interrumpida cuando un equipo del Mossad asesinó a un mozo marroquí en Noruega porque lo confundieron con uno de los responsables de Munich. Las ejecuciones sumarias fueron retomadas en los ´90. Una de ellas, el asesinato del anterior jefe de Hezbollah, jeque Abass Mussawi, su esposa y su hijo fueron el prólogo a la voladura de la embajada de Israel en Buenos Aires.
En abril de 1995. Arabia Saudita impidió que Estados Unidos concretara la detención de Mughniyeh durante la escala de un vuelo regular que lo trasladaba de Kartum, Sudán a Beirut.
Dos años más tarde, en abril de 1997 Mughniyeh planificó hacer estallar en vuelo un avión de El Al sobre Tel Aviv. El plan fracasó solamente porque la bomba estalló antes de tiempo en el hotel de Jerusalén donde se hospedaba el suicida con pasaporte británico que estaba a punto de ir al aeropuerto.
UN HOMBRE DEL PASADO
"Es el terrorista más peligroso que nunca hemos encontrado", explicaba el agente de la CIA Bob Baer al periodista de la CBS Dan Rather en 2002. "Es el agente más inteligente, el más capacitado que nunca hemos encontrado, incluyendo al KGB y al resto. Entra por una puerta, sale por otra, cambia de coche a diario, nunca arregla encuentros por teléfono, nunca es predecible. Sólo usa gente relacionada con él en la que puede confiar. Nunca recluta gente. Es un maestro de terroristas".
En enero de 2006, después de una década en la clandestinidad Mugnhiye apareció junto al presidente iraní, Mahmoud Ahmadinjead durante una visita a Damasco. Fue la primera vez que se lo pudo fotografiar en diez años. Su reaparición pública fue considerada como una advertencia iraní frente a las presiones occidentales por el tema nuclear.
Mugnieh era un hombre del pasado: Jubilado en Damasco, resultaba más útil para los iraníes que encerrado en una habitación de hotel de Teherán.
A mediados de los ´90 había pasado a cuarteles de inviernoporque estaba enfrentado con el Secretario General de Hezbolláh, jeque Hassan Nasrallah, más interesado en la construcción política del movimiento y en el ingreso del Partido de Dios al Parlamento libanés que en los detonadores, las células dormidas y el terrorismo liso y llano. Pero cada tanto agitaban su fantasma y a él no le disgustaba. Lo usaban como el Gran Cuco que era.
CRIMENES Y PECADOS
Aunque nadie se atribuyó el atentado de Damasco, Hezbollah acusó inmediatamente a Israel. "Con gran orgullo anunciamos que el gran yihadista y líder de la resistencia islámica en Líbano se ha unido a los mártires. El hermano, jefe y peregrino Imad Mugniyeh se ha convertido en mártir a manos de los sionistas israelíes", proclamó el comunicado de Hezbolláh.
En Israel, en un primer momento se declinó comentar la noticia. Más tarde, la oficina del primer ministro, Ehud Olmert, "rechazó" su presunta "implicación en ese incidente", y dijo que no tenía nada más que decir.
En anteriores casos similares, Israel siempre ha negado cualquier implicación, aunque siempre han tenido relación con la política de asesinato selectivo de líderes terroristas que ejecutan agencias y contratistas vinculadas a Israel.
Yossi Melman, experto militar del diario Haaretz, escribió: "La posibilidad de que Israel esté detrás de este acto es definitivamente razonable". Mugniyeh era desde muchos años atrás el objetivo más perseguido por el Mosad, por encima incluso del actual líder de Hezbollah, Hasan Nasralá. Y era el más buscado por EE UU hasta la aparición de Osama Bin Laden.
Por su parte, en entrevista a Radio Israel, el ex jefe del Mossad, Danny Yatom, manifestó que "no sólo era objetivo de Israel, sino también de los estadounidenses y de otras muchas partes". Agregó que Israel siempre mantuvo una precaución extrema durante muchos años, aunque fue imposible siquiera obtener una fotografía. Nunca apareció ni habló a los medios".
"Mughniye era el terrorista más buscado no solo por nosotros sino por muchos países. No lloraremos la muerte del responsable de numerosos atentados y secuestros. Es un gran éxito haber alcanzado a este architerrorista", opinó Yatom, que reconocía: "Sea o no verdad, Hezbollah ya nos acusa y, tarde o temprano, intentará vengarse".
Lo más elocuente fue un titular de la edición digital el diario 'Yediot Aharonot': "Las cuentas han sido ajustadas: Imad Mughniyeh ha sido liquidado en Damasco", sentenció el diario israelí.
Washington tampoco ocultó su satisfacción por el atentado de Damasco. El vocero del Departamento de Estado lo llegó a denominar un acto de justicia. "El mundo es un lugar mejor sin él. De una forma u otra se ha hecho justicia", dijo el vocero Sean McCormack.
"El Mossad liquidó a Mughniyeh", afirmó Bruce Reidel, ex asesor de seguridad nacional de Estados Unidos para Medio Oriente, en declaraciones al diario Ynet. Reidel dijo también que el Mossad consiguió infiltrar agentes dentro de la estructura del Hezbollah y así poder liquidar a Mughniyeh.
Además de moral- y juridicamente condenable, la política de "asesinatos selectivos" como el de Mughniyeh ni siquiera ha sido efectiva para Israel. A la muerte del jeque Abbas Mussawi, jefe de Hezbollah, le sucedieron los atentados terroristas en Argentina. Y el sucesor de Mussawi fue Hassan Nasralá, un dirigente más duro y mejor conocedor de la psicología israelí.
La gran cuestión ahora es adivinar si la venganza se dirige directamente contra el territorio de Israel o contra intereses de Israel en Occidente.
En Israel calculan que ahora Hezbollah apuntará su venganza hacia un atentado de gran envergadura, o una serie de atentados, contra objetivos israelíes y judíos en el mundo, que están más expuestos y menos protegidos.
El diputado de Hezbollah, Ismail Sukeyir confirmó que la dirección del partido se reunirá en Beirut para estudiar la respuesta. "Hezbollah tiene derecho a responder en cualquier parte del mundo y de la manera que considere apropiada", advirtió.
PASADO DE SANGRE
Poco se sabe de la vida de Imad Mughniyeh anterior a su militancia. Se cree que nació en 1962 en la localidad libanesa de Tayr Diba, en el sur del país, aunque pronto se desplazó a Beirut, donde vivió la guerra civil, en la que habría participado activamente. En 1976 se integró en la Fuerza 17, cuerpo de élite del movimiento Al Fatah de Yasir Arafat, participando como francotirador en los combates contra las fuerzas cristianas, aunque se le considera responsable de la Yihad Islámica, aparecida a principios de los 80 en el Líbano con apoyo iraní.
El nombre se Mughniyeh se convirtió en algo más que una preocupación el 23 de octubre de 1983, cuando perpetró los atentados suicidas contra la embajada y el cuartel general de las tropas estadounidenses en Beirut que costó la vida a más de 260 marines.
Luego, se esforzó en hacer fracasar el canje de armas por rehenes con que la administración Reagan y el coronel Oliver North intentaron -con complicidad de Israel- comprar la voluntad iraní.
Pese a que Estados Unidos entregó los misiles que luego Irán habría de utilizar en la guerra contra Irak, Mughniyeh no liberó a William Buckley, jefe de la estación de la CIA en Beirut y amigo personal de Reagan, que su grupo mantenía secuestrado.
Según las investigaciones del periodista de la cadena Uno de la TV francesa Philippe Madelin, Mughniyeh desembarcó en Paris el 10 de noviembre de 1985 en un vuelo procedente de Beirut y a su llegada presentó un pasaporte con el número 623298. Los franceses, que habían recibido un pedido de búsqueda y captura emitido por la embajada estadounidense y que sabían que viajaba con documentación falsa, lo siguieron, lo fotografiaron, pero -acatando instrucciones de la Cancillería-, no lo detuvieron.
La única explicación posible es que Mughniyeh había viajado a Paris para discutir la suerte de los rehenes franceses con interlocutores del gobierno. Algunos días después, el 18 de diciembre, los secuestradores hicieron saber que los cautivos gozaban de buena salud. Era una manera de confirmar que seguían en poder de Imad Mughniyeh.
Dice la leyenda que Mughniyeh se inició en la industria del secuestro de rehenes occidentales para lograr la liberación de su cuñado Mustafa Badreddin, detenido desde 1985 en Kuwait por secuestrar un avión de la TWA. Badreddin, un experto en explosivos entrenado en Siria fue liberado por los iraquíes cuando Saddam Hussein invadió Kuwait en agosto de 1990.
En esa época, Mughniyeh llevó el refinado arte del terrorismo a su más alto nivel con los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA en Buenos Aires donde habría actuado como jefe del grupo operativo que tuvo a cargo la ejecución de ambos atentados.
OPINION
Coincidencias
Por Walter Goobar
Imad Mughniyeh murió como vivió: la bomba adosada al chasis de su camioneta Mitsubishi plateada explotó cuando se trepó a su automóvil en una playa de estacionamiento de un barrio residencial de Damasco en el que se ubica una sede de los servicios de espionaje sirios. Romper esos cercos está al alcance de pocos.
No es necesario ser un maestro en conspiraciones para considerar la posibilidad que hayan sido sus protectores sirios y los iraníes a los que sirvió lealmente los que finalmente le bajaron el pulgar a Mughniyeh.
Su existencia podría haberse convertido en un estorbo para Estados que pretenden ser "confiables" en el control del terrorismo en el Medio Oriente.
En ese caso, bastaba sentarse a esperar a que los israelíes o norteamericanos hicieran lo suyo.
La idea parece afiebrada, pero ya ocurrió: cuando el presidente libio Mohammar Kadafy quiso acercarse a Occidente le entregó a Carlos, El Chacal, Ilich Ramírez, el venezolano al que se le adjudicaron numerosos atentados en los años '70 a los servicios de inteligencia franceses. Hoy el Chacal purga una condena a perpetuidad en una cárcel francesa.
A Mughniyeh, el hombre que introdujo el secuestro de rehenes y los coches-bomba como ama de guerra, también lo apodaban Carlos El Libanés o Carlos El Iraní, por lo que uno y otro representaron en las tres últimas décadas. Tal vez los destinos de uno y de otro sean mera coincidencia. Tal vez no.
Revista 7 Días
14-FEB-2008