OPINION

La carpeta del Mossad

Fue en la Argentina donde el Mossad consiguió con la captura de Adolf Eichmann una carta de triunfo que lo elevó a la categoría de los mejores servicios del mundo y fue en la Argentina, con la voladura de la embajada de Israel donde sufrió una de sus grandes derrotas.

Por Walter Goobar
La palabra "Argentina" aparece varias veces en la voluminosa carpeta que está bien guardada en Jerusalén. Allí figuran listas de posibles cómplices, direcciones sospechosas, presuntas conexiones a nivel gubernamental, militar y policial. Quienes han tenido el privilegio de echar un vistazo al material encuentran un párrafo estremecedor:"En un crimen tan monstruoso y complejo como el que nos ocupa, un crimen en el que tomaron parte muchas personas de diferentes estratos sociales y actuando de modo diverso -como planificadores, como organizadores y como ejecutores, cada cual dentro de su distinto rango-,  en un crimen semejante resulta poco apropiado servirse de los conceptos corrientes de instigación y de complot. Pues estos crímenes fueron cometidos en masa, no sólo en lo que respecta a las víctimas, sino también en lo que respecta a los autores del crimen; y el que uno de los culpables esté lejos de otro que de hecho ha dado muerte a la víctima , o cerca de él, carece de importancia para medir su responsabilidad. Muy al contrario, aumente en general esta responsabilidad cuanto más nos alejamos de aquel que usó el mortífero instrumento con sus propias manos".
   En la misma carpeta aparecen meticulosamente archivados los informes de los peritos y especialistas en distintas ramas de inteligencia que pasaron por la Argentina y contribuyeron en la recopilación de todos los datos, hasta los más insignificantes para tratar de darle sentido a las piezas de este rompecabezas del horror. Contrariamente a lo que podía suponerse, el psiquiatra israelí que estudió detenidamente el perfil psicológico del principal inculpado lo describió como "un hombre completamente normal: después de haberlo examinado me parece más normal de lo que yo mismo me considero". Otro especialista calificó al hombre que vivía en Buenos Aires con su mujer y sus cuatro hijos de padre de familia ejemplar.
   El Mossad necesitó casi dos años desde que se recibieron los primeros indicios hasta el momento en que el sospechoso fue atrapado. El 21 de mayo de 1960 Adolf Eichmann, que vivía en Argentina bajo la falsa identidad de Ricardo Klement fue capturado en Buenos Aires por un comando israelí dirigido por Isser Harel y trasladado clandestinamente a Israel para ser juzgado por crímenes contra la humanidad. Casi un año después, el 11 de abril de 1961 se abrió proceso en Jerusalén, ante el tribunal de primera instancia, contra el ex obersturmbannfuhrer Adolf Eichmann.
   Desde la celda de cristal blindado especialmente construida en el juzgado para prevenir atentados, el jerárca nazi siguió todas las alternativas del juicio en su contra y adujo que sólo había cumplido órdenes cuando los fiscales lo acusaron de haber planeado a conciencia y minuciosamente el asesinato de seis millones de personas y había puesto en funcionamiento los hornos crematorios con sus propias manos. En diciembre de 1961 Eichmann fue sentenciado a muerte y el 31 de mayo de 1962 fue ahorcado en la cárcel de Ramle. Desde entonces la celda encristalada de Jerusalén se ha quedado vacía.
  A diferencia de lo que ocurre en nuestros días, en el pasado los criminales eran personas creyentes. Querían dejar sentado que mataban
o morían en nombre de algún ideal. Acataban ferreamente lo que antes se daba en llamar una ideología, por muy abominable que esta fuese. Los partidarios de Hitler cumplían al pie de la letra los evangelios de sus profetas y ningún crimen les parecía suficientemente abominable cuando se trataba de defender la causa. Los criminales de este final de milenio se caracterizan por su total falta de convicción. Si algo sorprende es su carácter autista, su incapacidad para distinguir entre destrucción y autodestrucción. La violencia se ha desligado totalmente de justificaciones ideológicas. Aunque el fundamentalismo ha introducido en el terrorismo una nueva dimensión: la sacralización a través de la santidad, la gente encargada de los secuestros y los atentados mno son barbudos de mirada fúnebre sino profesionales, para los que la ideología no significa nada.
  La captura de Adolf Eichmann es considerada aún hoy una de las más brillantes operaciones de inteligencia en la histora de los servicios secretos contemporáneos. Fue en la Argentina donde el Mossad consiguió una carta de triunfo que lo elevó a la categoría de los mejores servicios del mundo y fue en la Argentina, con la voladura de la embajada de Israel donde sufrió una de sus grandes derrotas. ¿Cómo explicar la equivocación en sus evaluaciones estratégicas de servicios que han dado tan sobradas pruebas de sus capacidad con el secuestro de Adolf Eichmann, liberando a los rehenes de Entebbe, bombardeando la planta nuclear iraquí de Osirak? El jefe de la inteligencia militar (Aman)general Shlomo Gazit respondió a esto en el libro Israel Ultrasecreto diciendo que "el Talmud enseña que, desde la destrucción del Templo, únicamente los orates son profetas en Israel, cuando nadie es profeta en su tierra. Y a nosotros, responsables de los servicios secretos, se nos pide que hagamos profesión de adivinos. Nos toman por unos videntes ultralúcidos".
   Lo que diferencia al Mossad de otras agencias secretas es que su misión consiste en defender al Estado y al "pueblo de Israel" en su conjunto. Con el atentado de la AMIA, el Mossad tiene su tercera y decisiva oportunidad en una Argentina que necesita desesperadamente llegar a la identidad de los culpables. Cuanta más culpa se acopia en una sociedad, cuanto más difusa su relación, cuanto más anónimas son sus fuentes, tanto más urgente es descargarlas en personas claramente reconocibles. Aquí o en Jerusalén es necesario llenar de nuevo la vieja celda de cristal blindado.
Página/12
21-jJUL-1994