El "paco", un residuo del proceso de la producción de cocaína, que comenzó siendo de consumo en los barrios marginales pero se extendió a las capas medias de la Capital Federal, ahora llegó a la tapa de The New York Times. El diario norteamericano publicó un informe especial titulado "La cocaína barata inunda la Argentina".
Por Walter Goobar
El "paco", un residuo del proceso de la producción de cocaína, que comenzó siendo de consumo en los barrios marginales pero se extendió a las capas medias de la Capital Federal, ahora llegó a la tapa de The New York Times. El diario norteamericano publicó un informe especial titulado "La cocaína barata inunda la Argentina".
La rápida expansión de esta droga que convierte a los consumidores en "muertos vivos" no es casual, por el contrario, responde a condiciones preexistentes que favorecen el desarrollo del narcotráfico.
En la difusión del paco influyó el final de la paridad entre el peso y el dólar, que hizo que vender cocaína a los argentinos fuera un mal negocio, por lo que el país dejó de ser un lugar de paso y consumo de la droga llegada desde Bolivia, Perú y Colombia, para transformarse mayoritariamente en un lugar de paso hacia Europa y EEUU.
Los números hablan por si solos: con tres kilos de pasta básica que el la frontera cuestan 1.800 dólares (U$S 600/Kg), un laboratorio en territorio argentino produce un kilo de clorhidrato de cocaína, que en Buenos Aires cotiza a 9.000 dólares. En EE.UU., vale entre 50 y 80 mil dólares; en Europa, entre 50 y 70 mil; en Australia, de 100 a 120 mil, y en Japón, hasta 150 mil dólares.
Otro factor que contribuyó a la proliferación del paco fue el programa de lucha contra el narcotráfico aplicado en Bolivia, que en parte consiste en el control de los precursores químicos que se emplean para convertir a la hoja de coca en clorhidrato de cocaína. Los precursores argentinos que desde hace mucho tiempo eran un producto de exportación clandestina hacia los productores tradicionales de la región, se abarataron y comenzaron a utilizarse internamente.
La Secretaría de Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR) ha constatado que en los últimos tiempos se detectaron 28 laboratorios clandestinos con una capacidad de producción estimada en 2.000 kilos al año. Un lustro atrás los laboratorios que se descubrían no eran más de cuatro cada 12 meses., según revelan datos oficiales.
El Estudio Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas del SEDRONAR indica que el uso de pasta base de cocaína creció en los últimos años un 200 por ciento.
Otros estudios de la SEDRONAR ponen en descubierto que casi el 50 por ciento de los jóvenes de entre 14 y 30 años (70 mil) que habitan en zonas postergadas del conurbano bonaerense consumen "paco".
Las estadísticas del Gobierno bonaerense revelan que entre 2006 y 2007 la ingesta de paco se incrementó un 400 por ciento, siendo los barrios postergados el epicentro de dicho consumo, a raíz de su bajo costo.
Donde hay paco, hay producción de pasta base de cocaína, ya que todos sus desechos en lugar de ser tirados ahora se venden. Y cada vez más la Policía está descubriendo 'cocinas' dentro de las villas.
Para el gran negocio de las drogas, la "diversificación" del mercado parece ser esencial:
mientras una dosis de paco no llega a los 5 pesos en algunos sectores del Gran Buenos Aires, el gramo de marihuana no supera el valor de una botella de champagne en algunas localidades balnearias de la costa atlántica.
En realidad, el paco es sólo el emergente de un negocio mucho más rentable y sangriento en el que algunos protagonistas miran para otro lado..
Una cruenta guerra entre narcos se viene librando, a ritmo parejo, desde hace por lo menos cuatro años. En esa guerra hay un creciente número de asesinados, eviscerados, ahorcados y más de cien heridos.
La amenaza de que Buenos Aires se convierta en una ciudad narco, como otras grandes urbes de Latinoamérica, crece. Como en Río de Janeiro o Bogotá hay un alarmante riesgo de favelización de las villas donde los narcos van teniendo un creciente control territorial frente a la ausencia del Estado.
Pero lo más alarmante es que la mafia de la droga tiene influencias en la policía y el poder judicial y por eso es prácticamente imposible erradicarla.
La Unidad de Investigaciones Complejas (Ufidro), creada por el Ministerio del Interior en 2005 para investigar las organizaciones de tráfico de drogas, se ha caracterizado por una sospechosa ineficacia. Desde que Mónica Cuñarro - primera titular- renunció al mando luego de denunciar que la policía desviaba causas hacia otras jurisdicciones para evitar que se vincularan ciertas muertes con el tráfico de drogas.
Suu reemplazante, el doctor Adrián Gentile, no acertó el rumbo. Jamás apuntó contra las bandas narcos que se disputan Buenos Aires, sino contra consumidores menores y hasta contra la revista THC, un magazine canábico, editado por fumadores inofensivos. Es llamativo que una fiscalía que cuenta con un presupuesto de dos millones y medio de pesos para perseguir narcos importantes dilate tiempo en causas menores y en costosos seminarios que concluyen en restaurantes de Puerto Madero.
Este fin de semana, el periodista Horacio Verbitsky reveló que Gentile junto con otros miembros de la UFIDRO participan de fdiestas de karaoke que se realizan en la casa de uno de los abogados que defiende a varios narcos entre los que se cuenta Marcos, el capo peruano de la villa 1.11.14 que permanece detenido en Paraguay.
Aparentemente, Marcos ya tiene heredero: se llama César Velásquez y lo apodan Bam Bam, pero la policía no parece anoticiarse del surgimiento de esta nueva estrella narco en el Bajo Flores.
Diario BAE
28-FEB-2008