En su libro "Confessions of and Economic Hit Man", cuyo título podría traducirse como "Confesiones de un sicario económico", John Perkins describe cómo él mismo, siendo un profesional muy bien remunerado, ayudó a EE.UU. a timar a países pobres alrededor del mundo en trillones de dólares prestándoles más dinero del que ellos podrían devolver para luego hacerse dueño de sus economías.
Por Walter Goobar, desde Buenos Aires
Nunca apretó el gatillo de un arma pero fue responsable por la miseria o muerte de millones de seres humanos, apretando un gatillo aún más mortífero: el gatillo económico.
En su libro "Confessions of and Economic Hit Man", cuyo título podría traducirse como "Confesiones de un sicario económico", John Perkins describe cómo él mismo, siendo un profesional muy bien remunerado, ayudó a EE.UU. a timar a países pobres alrededor del mundo en trillones de dólares prestándoles más dinero del que ellos podrían devolver para luego hacerse dueño de sus economías.
Perkins, fue un agente encubierto de los servicios de inteligencia norteamericanos que operaba clandestinamente con compañías privadas encargadas de hacer predicciones económicas falsas para que los organismos económicos internacionales dieran préstamos gigantescos a países del Tercer Mundo, a sabiendas de que nunca los podrían pagar para apoderarse así de sus economías.
El mayor mérito de este libro es que no fue escrito por un académico o un activista de izquierda. Su autor fue reclutado y entrenado por los servicios de inteligencia estadinenses (léase "National Security Agency" o Agencia Nacional de Seguridad, NSA por sus siglas en inglés) para trabajar en una compañía "legítima", sin que nadie supiera para quién trabajaba en verdad. La compañía le pagaba su sueldo y él nada tenía qué ver formalmente con los servicios de inteligencia. Su misión era muy clara: Expandir la influencia económica y política norteamericana por medio de los organismos financieros internacionales, tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y su modus operandi siempre era el mismo: Llegar a países ricos en recursos naturales, tales como Arabia Saudita, Irán, Colombia o Ecuador o a países como Panamá, dueño de una de las vías marítimas más importantes del mundo, hacer proyecciones económicas absolutamente falsas manipulando estadísticas, pasarles las mismas a las entidades prestamistas y dejar al país con deudas imposibles de pagar. Una vez, endeudado el país, las oligarquías criollas, únicas beneficiarias de los "proyectos de desarrollo", ofrecían su país en bandeja de plata a las multinacionales gringas, bajo la presión del gatillo financiero: El país quedaba endeudado hasta el tope, o los EE. UU. se apoderaba de la economía del país a cambio de mantener en el poder a los opresores, como en el caso de Arabia Saudita.
El autor relata que el libro iba a ser dedicado a los presidentes de dos países que habían sido sus clientes: Jaime Roldós, Presidente de Ecuador, y Omar Torrijos, Presidente de Panamá. Los dos murieron en accidentes aéreos y sus muertes no fueron accidentales. Perkins sostiene que ambos fueron asesinados porque se opusieron a esa fraternidad de corporaciones, gobiernos y elites bancarias que conforman el imperio global.
La beneficiadas eran siempre compañías norteamericanas, ya que una las condiciones de los préstamos era que compañías como Betchel o Halliburton recibieran los contratos de construcción de infraestructura o de centrales hidráulicas, etc. De tal manera, el famoso "préstamo" jamás salía de los EE. UU. y los países prestatarios, quedaban pagando unas deudas tan enormes, que hasta el 50% de su presupuesto nacional, como en el caso de Ecuador, tenía que dedicarse a repagar las cuotas de dicha deuda. Pero la cosa no paraba allí al sometimiento económico sobrevenía el sometimiento político y militar.
Nosotros, los sicarios económicos fallamos en obtener de Roldós y a Torrijos... y otro tipo de sicarios llevaron a cabo su tarea. El relato es apasionante, a la vez que es una denuncia brillante, equiparable tan sólo a la que hiciera Phil Agee acerca de la CIA en los años 70. Perkins nos narra cómo fue reclutado por la NSA e instalado como "economista" en una compañía consultora a pesar de que escasamente había estudiado administración de empresas. Una vez allí, oficia de sicario económico.y es completamente consciente desde el principio que lo que hace es una farsa. Sin embargo, antes de empezar su carrera de sicario económico, es enviado con los "Cuerpos de Paz" al Ecuador, donde sirve por tres años en medio de las mismas comunidades indígenas que años más tarde enfrentarían a las compañías petroleras usurpadoras de tierras sedientas del oro negro amazónico. Es allí donde conoce de las labores del "Instituto Lingüístico de Verano" (ILV), cuya misión lingüística en verdad era una cobertura no sólo para el adoctrinamiento religioso y la destrucción de las comunidades indígenas, sino también para alejarlas de sus tierras, ya que los topógrafos las habían identificado como lugares que literalmente flotaban en mares de petróleo. El ILV sacaba a las comunidades de sus tierras, ofreciéndoles alimentos gratis, a los cuales les añadían laxantes, para después llegar como salvadores a curarlos de sus males.
Y es allí mismo en Ecuador donde la NSA recluta a Perkins a través del vicepresidente de una compañía consultora de Boston llamada "Charles T. Main", que mantenía estrechos lazos con los servicios de inteligencia norteamericanos.
Los servicios de inteligencia habían estudiado de antemano las debilidades de Perkins: el sexo, la buena vida y el afán de sobresalir, y le ofrecen compensaciones que llenen sus tres necesidades plenamente, con lo cual termina él vendiéndole su alma al diablo.
En su primera misión, el joven economista fue enviado a Indonesia con una valija de dinero. Su trabajo consistía básicamente en ofrecer una mordida para que los gobiernos locales invirtieran en obras de infraestructura, como construcción de usinas, carreteras y aeropuertos. Y, con bastante elocuencia, convencer a los líderes de que los préstamos – impagables a corto, medio y largo plazo – serían la única forma de poner a su país en el camino del progreso.
Así, por ejemplo, Indira Gandhi fue visitada por un representante de EEUU, quien le llevó el mensaje de que 70 inversionistas estadounidenses, con contratos de inversión de 30 mil millones de dólares, viajarían a Nueva Delhi en cuestión de horas si ella aceptaba de una vez un crédito de 30 mil millones de dólares del FMI. La señora Gandhi recibió a este representante a la mañana siguiente en su despacho en el Parlamento, y rechazó la oferta con el argumento de que con dificultades acababa de pagar un empréstito de dos mil millones de dólares y no veía cómo aceptar este “negocio”. Un indio que fue testigo de estos hechos comentó: “Ella pagó con su vida por este rechazo”.
De la misma forma en que lo hace Perkins en estos momentos, en los 1990 el ex oficial de alta graduación del Pentágono Fletcher Prouty, en una entrevista con la publicación italiana Unitá, dijo que los asesinatos de Aldo Moro, Herrhausen, John F. Kennedy, Enrico Matei y Olof Palme todos fueron debido a que ellos rehusaron, uno por uno, someterse a ser sátrapas menores de la pax universalis dominante.
En Arabia Saudita, los sicarios entraron en acción justo después de la crisis del petróleo en la década de 1970. El gobierno americano, relató Perkins, no podía ser rehén de las iniciativas de los gobiernos árabes que reducían o aumentaban la producción del oro negro a su gusto. Dos décadas antes, los norteamericanos ya habían sido exitosos en Irán, primera estocada en los países árabes. El gobierno estadounidense financió el golpe de Estado que depuso a Mohammad Mossadegh, electo democraticamente en Irán y substituído por el Xá Reza Pahlevi. Luego de la crisis del petróleo, Estados Unidos, descontento con el gobierno iraní, buscó en Irak un aliado para tener más control sobre las reservas de petróleo. “En aquella época, EEUU financió la construcción de ciudades enteras en esos países, lo que generó una legión de descontentos con la occidentalización de la región”, relató.
El mayor problema era el mismo Saddam Hussein. El líder máximo irakí era duro de caer y además después enfrentó a EEUU en la Guerra high-tech de Kuwait, en 1991. Todos los intentos de sacar a Saddam del poder fracasaron. “La guardia de Saddam era tan leal a él, que no aceptaba ni los más altos sobornos”, contó Perkins. Después de usar todas las estrategias posibles sin éxito, George Bush declaró la guerra a Saddam Hussein en 2004. Mientras tanto, aún es apresurado cantar victoria, afirma Perkins. “Hasta ahora no hay nada que afirme que EEUU ganó”.
Finalmente, Perkins decide renunciar a su vida de privilegios y escribir un libro denunciando a sus antiguos amos. En el proceso es amenazado y sobornado y el libro se queda veinte años en el tintero, hasta que el año pasado, Perkins se arma de valor y lo publica. La respuesta del gobierno, las corporaciones y los grandes medios norteamericanos a la contundencia del libro de Perkins es el silencio.
Diario Milenio de México
24-MAY-2005